martes, 31 de julio de 2012

¿Quién le teme al instituto de revisionismo histórico?


*Por Araceli Bellota
En una nota sin firma y en una columna suscripta por Beatriz Sarlo publicada en La Nación del lunes, se agregan algunos aditamentos que sorprenden por contradictorios.
La lista de cuestionamientos está encabezada por lo que los "historiadores científicos" sienten como una amenaza a su corporación: "la tarea -dicen- estará a cargo de divulgadores de la historia y no de científicos reconocidos en la materia". Una de las "historiadoras científicas" que opina llega a definirlos como "escritores puestos a historiadores".
Llama la atención tanto prurito a la hora de defender el propio rol, y no cuando invaden otras especialidades. ¿Por qué quienes nos hemos formado en Comunicación Social debemos recibir con beneplácito que un "historiador científico" sin ningún talento para el periodismo dirija una revista o los suplementos de historia en un diario y al mismo tiempo guardar silencio ante su crítica porque publicamos nuestras investigaciones históricas? ¿Por qué debemos tolerar que se nos califique de "escritores puestos a historiadores" cuando nuestros trabajos han aportado el hallazgo de nuevos documentos para la historiografía nacional, mientras que muchos de los libros de los "historiadores científicos" no han agregado ni nuevas fuentes y mucho menos significaron un tributo a la literatura? ¿Sólo para el oficio de historiador se esgrime la necesidad de calificación, por qué no para la literatura y para la comunicación social que también se enseñan en las universidades? Por otra parte, al mismo tiempo que advierten sobre el peligro de la imposición de un pensamiento único del pasado, temen que esta mirada de la historia llegue a las escuelas, es decir, se oponen a que se modifique el pensamiento único que imperó hasta ahora.
Les preocupa más que se cuestione la historia liberal, hoy definida como "Historia Social" que por generaciones enseñaron los manuales, a que se incorpore a las mujeres, ni más ni menos que la mitad de la población excluida del relato historiográfico.
Por último, un párrafo para la columna de opinión suscripta por Beatriz Sarlo, la única firma que pudo leerse en esta polémica.
Una vez más la socióloga subestima lo popular calificando de "simplificadores" a los autores revisionistas, al mismo tiempo que ella "simplifica" la historia de esta corriente.
De los exponentes de la década de 1920 pasa a Jorge Abelardo Ramos "antiimperialista de izquierda" que influyó en las décadas de 1960 y 1970. Es razonable que omita a FORJA, a Raúl Scalabrini Ortiz y a Arturo Jauretche, entre otros, que fueron quienes desde el radicalismo primero y desde el peronismo después, reivindicaron el pensamiento nacional y popular y lo tradujeron a un lenguaje que llegó a las mayorías.
Porque para ella no vale lo que "es fácil de leer", como si fuera tan simple articular la aridez de los documentos con una estética del relato, al mismo tiempo que se aportan nuevas fuentes a la historiografía. Al respecto, debería preguntarle a los "historiadores científicos" que no lo intentan porque no pueden y no saben hacerlo, pero, sobre todo, porque no les interesa.
Es que, como a Sarlo, lo "popular" les produce rechazo, aunque también una cierta envidia que los lleva a discutir con los revisionistas a quienes, sin embargo, consideran como " una especie fósil que vive en el paraíso de los best-sellers", sitio que ellos no suelen frecuentar.

* Periodista, escritora e historiadora.


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