Nuestra época se
caracteriza por la competencia y no por la cooperación. Es una lucha entre el
individualismo y lo comunitario. Esta batalla entre el Yo y el “nosotros” está
marcando la pauta de la sociedad contemporánea, con sus lamentables secuelas de
estrés incomunicación y desintegración familiar. Lo más grave es que no solo se
practica la competencia en forma indiscriminada y en todos los planos, sino que
se fomenta como valor incuestionable. A los dos o tres años, los niños ya deben
empezar a competir para ingresar a la educación preescolar. Si es publica o si
es privada, es el primer dilema, entre pobres y pobres con plata (neo clase
media).Los adolescentes se ven obligados a tener éxito en algún deporte
competitivo, y ellas, en su apariencia y destrezas de seducción. Al terminar el
colegio, los jóvenes tienen que luchar por ingresar a una universidad para
obtener un título profesional, ojala en una carrera de prestigio. Todo esto,
para luego seguir compitiendo en forma indefinida por conseguir el mejor
empleo, él mejor salario, el mejor auto, la mejor casa, el mejor quincho, el
mejor celular, el TV más grande (1,80 cm.) y así sucesivamente, hasta llegar a
la mejor sepultura (con cajón de madera más cara que el de sus muebles) en el
mejor cementerio (si es posible privado). En esta forma, la vida se va
transformando en un enfrentamiento continuo, porque al competir transformamos a
los demás en adversarios o enemigos. La base de la competencia es la
comparación con los otros, y la meta, es
ganar, de manera que en esta contienda, solo importan los resultados. En el
mundo de la política por ejemplo, se refleja esta obsesión por el poder. Al
igual que en tiempos de la monarquía, se establecen todo tipo de pactos y de
alianzas para alcanzarlo y conservarlo, aun a costa del engaño o la traición. A
veces da la impresión que ni siquiera saben para que quieren ese poder, lo
importante es llegar arriba para ser vistos superiores y poder controlar la
vida de los demás (sentirse omnipotentes). Lo mismo ocurre en el ámbito de los
negocios donde la competencia puede llegar a ser despiadada. Las grandes
empresas absorben o destruyen a las más pequeñas y vemos como las concentraciones de capital
han creado enormes desequilibrios en las estructuras que sostienen la vida en
nuestro país (Anónima etc.). Este
fenómeno al igual que la epidemia, se ha
propagado a nivel mundial, creando un sistema de relaciones enfermas a micro y
macro nivel (ahora Macri) No debemos, por tanto, extrañarnos que existan
grandes cantidades de estrés y muy poca compasión y solidaridad. (…) “El fin
del milenio se produciría un colapso de nuestra estructura social, gatillado
por una crisis económica mundial y por conflictos bélicos de graves
consecuencias para la humanidad. Esto sería consecuencia de haber construido una civilización sobre
bases tan débiles y equivocadas.” (…)
De acuerdo con la teoría
del caos, después de la destrucción
viene la regeneración, y probablemente por eso, es necesaria una gran
crisis para que nuestro país pueda
renacer .Ya se perciben algunos indicios de que el mundo del futuro será más
adecuado para la vida humana. El fenómeno de la globalización ha hecho entender
a las naciones que cada acción trae aparejada una reacción que nos involucra a
todos; por lo cual ya no es posible concebir soluciones aisladas para enfrentar
los problemas, sean del área económica, del medio ambiente, de la informática o
de la conducta social. Este nuevo enfoque puede producir un gran cambio social,
en el sentido de poner de manifiesto que la co operación (operación en
conjunto) da mejores resultados que la división y la confrontación.
Poco a poco se está
haciendo evidente que el mundo no empieza ni termina en cada uno de nosotros y
que la humanidad es como una gran cadena, en la cual cada eslabón es
importante, necesario y único. Todo organismo, individual o social, puede y
debe desarrollarse en plenitud para aportar lo mejor de sí a la comunidad. Es
importante que cada uno haga su aporte, sin obstáculos, sin reproches, sin egoísmos
Afortunadamente se está popularizando la idea de que las fuerzas tienen que
unirse en lugar de enfrentarse y anularse. Hace mucho tiempo que Platón lo
decía… “buscando el bien de nuestros semejantes encontramos el nuestro”.
No podemos continuar
viviendo como si la separación y la oposición fueran inevitables. Es necesario
divulgar lo que en el fondo todos sabemos; “que la unión hace la fuerza” y “que
si entre hermanos se pelean los devoran los de afuera “Pero no basta con las
declaraciones de principios, ha llegado el tiempo de respaldar con hechos
aquellos valores en los que decimos creer. Cuando Aldous Huxley afirmaba que:
“saber es relativamente fácil. Querer y obrar de acuerdo a lo que uno quisiera
es más duro”, conocía la enorme distancia que hay entre las palabras y la
acción .La mejor manera es asumir cada uno su responsabilidad, sin esperar que
cambie el gobierno o las leyes, pues eso podría demorar mucho y quizás no
tengamos tanto tiempo. El momento de actuar es ahora, lo que cuenta no es lo
que pensamos o decimos, sino lo que expresamos a través de nuestros actos y la
intención que hay detrás de ellos. Si analizamos con sinceridad completa que es
lo que hacemos en la vida, lo que elegimos y lo que rechazamos, que ocupa
nuestra energía y nuestro tiempo, y que es lo que postergamos; veremos con
claridad cuál es nuestra escala de valores. Es indispensable enfrentar nuestras
contradicciones para poder encontrar soluciones y rectificar el camino,
dirigiéndonos hacia donde verdaderamente queremos ir. La meta la compartimos,
que es el objetivo de la vida misma es “ser lo que somos” y realizar eso que
somos en cada cosa, en cada acto, en cada momento No tiene ninguna
trascendencia la comparación con los demás, solo tiene valor el progreso que
alcanzamos en relación a nosotros mismos.
A menudo lo más simple
parece ser lo más difícil, porque vivimos en medio de la complejidad que
creamos y que nos crea la sociedad en que estamos insertos. Hay que ser muy
valiente para salirse de ella, porque ser disidente implica salirse del juego
que está jugando la mayoría, y en consecuencia, significa enfrentarse al
peligro de la soledad, la descalificación, la marginalidad y la crítica
despiadada de los que están en el juego todavía.
Este problema nos concierne
a todos: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ricos y pobres, negros y blancos,
liberales y conservadores, creyentes y agnósticos. Ser persona es vivir en
conciencia y plenitud lo que cada uno es en esencia, en su poder más profundo.
Es desarrollar todas las capacidades y manifestar en acciones concretas lo que
se es por naturaleza.
Nuestra próxima etapa de
evolución triunfara la cooperación por sobre el egoísmo en todos los planos, en
el próximo milenio Dios quiera que el bien común llegue a ser tan importante
como el individual. Que no habrá lucha
de inferiores con superiores, sino un reconocimiento de las diferencias como fuerzas
complementarias. Y eso traerá por fin la paz al país y al mundo.
(Basado en “Vivir como
persona”, Dario Lostado”)