*La traición
consiste en una conducta desleal hacia la Patria. El Pueblo soporta más la
ausencia provocada por la muerte que la duda o la traición
En la célebre Obra
de “La Divina Comedia” escrita magistralmente por Dante Alighieri, (Florencia,
Italia1.265-1.321Rávena, Italia) él concibe imaginariamente el Infierno
conformado por nueve círculos de tormenta y castigo, de manera eterna para los
seres humanos, que de acuerdo a como vivieron su vida, a como desarrollaron sus
actos y acciones, a como materializaron sus sueños orientados a su familia, a
la Patria a los amigos; e incluso a cómo llegaron a manejar el Poder, les
tocaría, en ese infierno eterno sin fin, un círculo de castigo, ante el
desarrollo de sus bajas pasiones y sentimientos inferiores. Sentimientos que
los seres humanos nunca llegaron a trascender y que dejaron surgir las bestias
humanas, por hacerse de un lugar en la sociedad, sin importar quiénes son vejados,
relegados, burlados y acabados moral o físicamente, en honor a la
sobrevivencia, desprovista, además de todo sentimiento ético y moral
republicana.
No es entonces por casualidad que Dante le asigna a las
y los traidores, el circulo número 9, púes es allí en esa zona donde permanece
atrapado El Diablo o Satanás o Lucifer. Ese Círculo es el centro del Infierno y
está asignado a los que cometen el último pecado, que sería el de la Traición y
la Traición hacia Dios, hacia la Patria o hacia la Familia.
Satanás
–Lucifer- es descrito por Dante como un gigante, y espantosa bestia con tres
caras, una roja, una negra y otra amarillo pálido, que: “inmerso en el
hielo hasta la cintura, llorando y babeando, aletea como si intentase escapar,
produciendo un viento que hiela todo el Cocito (inmenso lago congelado ubicado
en el círculo 9 del infierno). Cada boca tiene un famoso traidor, con Bruto y
Casio en las bocas de la izquierda y derecha respectivamente. Estos dos hombres
estuvieron involucrados en el asesinato del Emperador Romano Julio César - un
acto que para Dante significa la destrucción de la unificación de Italia ya que
mataron al hombre que debía gobernar al mundo. En el centro, está Judas. A él
se le aplica la peor de las torturas, su cabeza es roída por la boca de Satanás
que además es impotente, ignorante, y está lleno de odio, en contraste con la
omnipotencia, omnisciencia, y amor de Dios.” Dante clasifica el Círculo 9 en
las siguientes categorías:
La Caina, donde son castigados aquellos que
traicionaron a sus familiares, enterrados en el hielo hasta el cuello; debe su
nombre al personaje bíblico Caín.(Dio muerte a su hermano Abel)
La Antenora, donde son castigados los que traicionaron
a su Patria, enterrados hasta la cintura, con la parte superior del cuerpo
expuesta a los vientos fríos infernales; debe su nombre al personaje Antenor de
la Ilíada de Homero
La Tolomea, donde son castigados los que traicionaron
a sus huéspedes, eran recostados con la parte posterior del cuerpo sumergido en
el hielo; debe su nombre al personaje Ptolomeo, gobernador de Jericó, quien
asesinaba a sus invitados
La Judeca, donde son castigados los que traicionaron a
sus amos y benefactores, completamente inmersos en el hielo; debe su nombre al
personaje de los Evangelios Judas Iscariote. En el corazón de la Judeca se
encuentra Satanás. (tomado de la Divina Comedia narrada por Natalino Sapegno y Fernanda Cremascioli,(La
información relativa a la descripción del Cocito de Dante se han extraído de la
Divina Comedia ed. La Nuova Italia Editrice, Florencia, 1998).
Véase como en todos
los casos de traición en el Círculo No. 9 del Infierno de Dante, están
referidos a hechos políticos, una figura descollante como es el Emperador Julio
César y el otro el Poder Espiritual y de movilización de masas que inspiraba
miedo en los Gobernantes de entonces, como fue Jesús de Nazaret, el Redentor
del mundo.
* Marisela Andrade Sierra
Disección de la Traición
La traición no es
parte de la Filosofía Política sino de la Filosofía Moral. Pero las grandes
traiciones en la historia estuvieron indefectiblemente vinculadas al Poder
Político en sus diferentes acepciones, manifestaciones e influencias. Muchas
veces hemos visto la traición, al igual que la muerte, pasar cerca nuestro,
pasar al lado y en sentido opuesto del otro lado de la acera; pero ¿Qué pasa
cuando la traición se detiene en nuestra casa y llama a nuestra puerta? Para
Dante, como ya lo vimos, es el más grave de todos los pecados, es el peor de
los pecados; porque con la traición, el traidor o traidora no se enloda
solamente a sí mismo o misma, sino que arrastra con él a muchos inocentes y en
su galope desenfrenado, destruye varios de los motores que mueven los hilos del
universo, la fé, la seguridad, la confianza y la credibilidad en la alteridad.
Este sentimiento mal interpretado puede conducir peligrosamente al nihilismo o
lo que es lo mismo, cuando el ser humano pierde la confianza en el ser humano,
incluyéndonos, cuando duda de todos y hasta de sí mismo, hasta lograr la
anulación y la existencia social del otro. Ese proceso de duda total, duda de
la palabra, desconocer el compromiso y la entrega por amor, por sueño, utopía o
ideal, es llegar entonces a la completa deshumanización que reproduce el
sistema capitalista. La traición necesita de esta condición capitalista para
deshumanizar y alienar la conciencia de las personas. De allí que el proceso
globalizador lleva no solo el aspecto comercial, monetario y tecnológico; sino
que incluye la globalización de la indiferencia, del individualismo, del
personalismo, del egotismo, de la competitividad sin ética y moral, lo que
conduce a tener Pueblos con pérdida de la sensibilidad social, con ausencia de
la capacidad de asombro, con indiferencia ante el dolor ajeno, con predominio
de la intolerancia, de la frialdad, de la falta de solidaridad, de la ausencia
de ternura en las relaciones así como de la desvergüenza, la desfachatez, la
burla o bullying –en inglés: acoso y maltrato permanente- y
otros factores de alienación y deshumanización para que se alojen sentimientos
con facilidad de ruptura de la ética, de los valores y del amor solidario. Esto
conduce a ver los actos de traición como actos normales de
defensa y autodefensa para sobrevivir, convirtiendo el milagro de
la vida en un acto de salvajismo y competitividad para escalar posiciones, con
descalificación, exclusión y muerte física, política o espiritual, sin un
atisbo de remordimiento, perdón o humildad. La traición es irremediablemente
una violación a los derechos humanos, es una violación a ese acto íntimo que
implica la amistad, donde se desconoce la ética de la relaciones, es un acto
cargado de inmoralidad, deshonestidad y deslealtad, donde de manera premeditada,
racional, espontánea y calculadora se violan los pactos, los contratos, los
proyectos, los sueños, los sentimientos y las utopías compartidas. La traición,
luego es, la transgresión a la confianza que se deposita en una persona, por
tanto solo se puede traicionar a los amigos y amigas, a los seres amados, a la
Patria, a los compañeros, al Pueblo y a los propios sentimientos, valores y
principios personales de vida. La traición proviene de personas no solamente
mentirosas, manipuladoras y de mentes mediocres como lo dice José Ingenieros,
(ver perfil del hombre mediocre) también deviene de personas brillantes,
inteligentes, responsables, cultas y con genio, pero ambos se unen en la línea
emocional que acobija la soberbia, la auto estima sobrevalorada, la
indisciplina, la ausencia de voluntad de compromiso con lo que se traiciona,
acompañado de la envidia, el desapego, el desamor; y sobre todo se aloja –
irremediablemente- un sentimiento de pérdida, de influencia en los demás y de
menoscabo de los espacios y escenarios de poder, para incidir en los cambios o
transformaciones que el traidor considera necesario imponer, sin importar el
costo que ello implique.
La traición en una
persona, pasa por momentos de crisis ético-moral, de remordimientos, del mea
culpa para luego posicionarse en una fase de frialdad cognitiva, calculadora,
egoísta y desprovista de análisis estratégico, sentimental y humano; y se llega
a un punto de quiebre donde no importa la destrucción de la patria, de la
sociedad, de las instituciones, de los partidos, de las comunidades y de la
familia en particular. Pero no todas o todos los que practican la traición la
realizan imbuidos solo por la fama y el dinero, pero si comparten objetivos de
grandeza, orgullo, influencia y poder.
Hay traiciones
soterradas, planificadas de manera meticulosa y racionalmente llenas de maldad
y de odio, son las traiciones a largo plazo, donde el actor traicionero se
llena de paciencia, asume una actitud de servilismo, lisonjero, eficiente, se
hace sentir indispensable, está en todas partes, escondido o semi ignorado,
buen escucha, perceptivo, detallista, solo propone cambio de actores y tácticas
pero nunca hace alertas para prevenir los escenarios difíciles, los conflictos
y las amenazas, pues estos forman parte de su plan de “la salida o de la caída”
que necesita, para “aprovechar” las circunstancias, potenciar el sentido de la
oportunidad y la participación de terceros, que a veces los utilizan como
tontos útiles y colocar el timón a su favor. Cuando su fracaso es inminente
maneja la situación empleando subterfugios conspiraciones, involucrando actores
de manera inescrupulosa para desviar la atención hacia su persona. Esta es la
traición más rastrera, felona y malévola. Ejemplo clásico de este tipo de
Traidores en la historia tenemos a Fouché, donde lo que más le importaba era su
sobrevivencia por mantenerse en el poder o mejor dicho detrás del poder,
independientemente de quién lo detente. Desde allí se maneja y tejía su red de
influencias, para colocar los escenarios a su favor. Tenía una ambición
desmedida, era frío calculador, paciente, impenetrable, no era orador ni
mantenía conversaciones de interés, Fouché no tenía una personalidad relevante
de allí su fortaleza en su conducta sinuosa y escurridiza. Igual apoyaba a los
rebeldes, a los ilustrados, a los científicos, a los masones, a los monarcas y
al Emperador Napoleón como casi al mismo tiempo al ver que perdían poder se
pasaba hacia el otro bando y promovía conspiraciones, asesinatos, componendas,
engaños, destituciones y desapariciones. Se le llegó a
conocer como el carnicero de Lyon. Fouché dominó la situación con dificultad,
paciencia, agudeza e inteligencia con el Emperador Napoleón Bonaparte, pese a
la desconfianza y suspicacia que aquél le despertara, se hizo amigo de sus
enemigos, amigo de los amigos de Bonaparte, amigo de los enemigos de Bonaparte
y compartía con los enemigos de sus amigos de Poder.
Cuando Bonaparte es
derrotado en la batalla de Waterloo, Fouché rápidamente negoció el traspaso de
poderes con los aliados y contribuyó al retorno de la monarquía. Comienza a
mantener relaciones con Luis XVIII y le ofrece el trono a cambio de un puesto
en su reino como ministro de la policía. Luis XVIII al principio se negó, ya
que Fouché había sido uno de los partidarios de que su hermano Luis XVI fuera
ejecutado. Más sin embargo logró que lo nombraran como Director de la Policía,
por el gran manejo de la información de Estado que conocía, y que era un cargo
que venía ejerciendo durante más de 15 años con Napoleón, de manera
intermitente. En las memorias de Napoleón este escribió: “Si la historia tiene un Traidor, este sin
duda es Fouché”. La traición de Fouché no buscaba fama ni gloria, no buscaba
reconocimiento público pero si personal, buscaba, eso sí perpetuarse en el
poder, pero detrás del poder y enriquecerse, ejerciendo su papel de víctima,
victimario, aliado, conciliador, negociador y proveedor de información. Hasta
hoy día no se sabe si Fouché algún día sintió arrepentimiento por su rastrera e
indigna posición de traidor.
En la Obra: El traidor en la ciudad, Cicerón
describe lo siguiente: “Una
nación puede sobrevivir a sus locos y hasta a sus ambiciosos; pero no puede
sobrevivir a la traición desde dentro. Un enemigo que se presente frente a sus
muros es menos formidable, porque se da a conocer y lleva sus estandartes en
alto; pero el traidor se mueve libremente dentro de los muros, propaga rumores
por las calles, escucha en los mismos salones oficiales; porque un traidor no
parece un traidor y habla con un acento familiar a sus víctimas, teniendo un
rostro parecido y vistiendo sus mismas ropas, apelando a los bajos instintos
que hay ocultos en el corazón de todos los hombres.”
Esta aseveración de Cicerón,
realizada en el año 50 Ac, podemos articularla, solo para efectos del presente
análisis con los escritos bíblicos, en los Salmos 41 y 55. En el primero
leemos: "Aun el hombre de mi
paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el
calcañar." Y en el Salmo cincuenta y cinco, el Salmista es
todavía más claro: "Porque
no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que
me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer
íntimo mío, mi guía, y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los
secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios. Extendió el inicuo sus
manos contra los que estaban en paz con él; violó su pacto. Los dichos de su
boca son más blandos que mantequilla, pero guerra hay en su corazón; suaviza
sus palabras más que el aceite, más ellas son espadas desnudas." Esta
traición tuvo un precio que cambió el curso de la historia: 30 monedas de
plata, el precio de un esclavo, fue lo que costó monetariamente el Salvador del
Mundo, traición llevada a cabo por su discípulo y amigo; pues Judas fue el
siervo de Cristo, a quién éste le hiciera algunas confidencias. Judas era
partícipe del ministerio apostólico y del honor de dones milagrosos. Él había
sido tratado de la manera más amable e indulgente. Él participaba de todos los
bienes de su Señor. Judas tenía alimento y vestido que recibía del fondo común,
y parece que el Señor era indulgente con él de una manera especial. Como lo
fuera con Pedro y Juan. Jesús le había encomendado la administración de las
finanzas provenientes de las contribuciones. Su principal virtud era la
economía, una cualidad muy necesaria en un tesorero, cuidaba los gastos, y
hacía una correcta distribución entre los pobres. Pese que en contadas
ocasiones tomó dinero para compartir con amigos, pero cuadraba correctamente
las cuentas por su pequeñez. Pero ¿qué le pasó a Judas Iscariote para
traicionar a Jesús? Veamos, Judas fue un predicador; es más, fue un predicador
notable y tenía parte en este ministerio, Él no fue simplemente uno de los
setenta. Había sido seleccionado por el propio Señor como uno de los doce, un
miembro honorable del colegio apostólico. Sin duda había predicado el Evangelio
de tal manera que muchos habían sido alegrados por su voz, y había recibido
poderes milagrosos, de tal manera que, a su palabra, los enfermos habían sido
sanados, los oídos de los sordos habían sido abiertos, y los ciegos habían
recobrado la vista. Si Judas tenía este poder otorgado por Jesús, gozaba del
reconocimiento de sus compañeros y de la gratitud de la multitud. Pero la
naturaleza de Judas era mercantilista y acumulador de riqueza material, no era
un saduceo que pudiera tirar la religión por la borda, poseía fuertes
inclinaciones religiosas, no era una persona corrompida, en su vida, nunca
había gastado un par de pesos en el vicio. No se trata que amara menos el
vicio, sino que amaba más el par de pesos. Ocasionalmente era generoso, pero lo
era con el dinero de otras personas. Vigilaba muy bien su magnífico cargo, la
bolsa. Albergaba sentimientos de alcanzar una mejor posición de su actual
pobreza, cuando Jesús llegara a ser el Rey de Reyes. Su conciencia alimentaba
su avaricia cada día, pues se daba cuenta que ser un pequeño comerciante no le
reportaba suficientes ganancias, de allí que las 30 pesetas de plata para él
representó la base del inicio de un ascenso, visto ya que los Jerarcas estaban
conspirando para detener a Jesús y entregarlo a los Romanos. Allí Judas vio
desplomarse su sueño de ascender junto a Jesús y la frustración de llegar a ser
un rico comerciante. Su conciencia lo llevó al arrepentimiento al ver la
condena de Jesús, la cual no midió las consecuencias de su traición; y
ahorcarse fue para él la solución del dolor con tormento, por la torpeza de su
felonía. Seguro revivió los pasajes de los dos últimos días cuando Jesús le dio
en tres momentos oportunidad de redimirse, pero los traidores que traicionan
por ambición del dinero, no tienen paciencia, actúan rápido irracional, de
manera compulsiva y así su conciencia del mal causado lo llevan al arrepentimiento
pero que lo conducen a la muerte, se sintió despreciado por Jesús por los
Apóstoles y por los Jerarcas que le dieron las 30 monedas de plata. No sabremos
jamás que pensamientos pasaron por su mente enajenada por la traición al Ser
que más lo amó. (Sin embargo en la contemporaneidad el gran Escritor y Poeta
Jorge Luís Borges, reivindica el acto de traición de Judas Iscariote, cuando
dice que: “el traidor no era tal, sino el mejor aliado que tenía Jesús. Su
sacrificio era extravagante, pero absolutamente necesario. Gracias a Judas,
Jesús se unía a la divinidad y, con ello, abría también la puerta para aquellos
que compartían su saber. Al final del diálogo, Jesús terminaba por decirle a su
caro discípulo lo siguiente: "Tú serás el decimotercero, y serás maldito
por generaciones, y vendrás para reinar sobre ellos" –sin comentarios-).
La traición habita
entre el fuego y el hielo, entre la niebla y el fango, ella sola despierta
pasiones inferiores, innobles y perversas, pero con una fuerza capaz de cambiar
el curso de la historia, la naturaleza de las personas y el imaginario popular.
Los traidores serán siempre rechazados por el Pueblo y junto a la Historia les
han dado en el devenir de los acontecimientos una justa y deleznable posición.
Recordemos en Roma el asesinato vil de Julio César por su Hijastro Marco Junio
Bruto, con graves consecuencias para los manejos políticos, geopolíticos y
territoriales del Imperio Romano y del mundo.
Fragmento de Aporrea