Para funcionarios, dirigentes y
laburantes del gremio de Camioneros, el día de ayer (el día del paro) no fue
feriado. Para muchos ciudadanos de a pie, hubo desabastecimientos, frío mal
reparado, un incordio para cargar nafta y un episodio para mirar por tevé, en
una jornada sin fútbol. Muchas ramificaciones tiene el conflicto entre el
Gobierno y el secretario general de la CGT, Hugo Moyano, contexto general en el
que opera Pablo, titular de Camioneros e hijo del líder cegetistas. El uso
abusivo de la acción directa es un tópico central en esta etapa, incluso
(especialmente) su ejercicio por quienes disponen de herramientas legales e
institucionales para bregar por sus derechos. Muchos de esos aspectos se
mentarán en esta nota. Para ordenarla vale poner lo principal adelante. La
Federación que comandan Pablo en lo formal y Hugo en lo real se excedió en el
ejercicio de su derecho de huelga. Interrumpió servicios básicos sensibles,
dirigió toda la lesividad de su obrar contra el Gobierno, pero, sobre todo,
contra los ciudadanos consumidores. La paritaria del sector que se viene
desarrollando está trabada (como ocurre tantas veces) y se dictó una
conciliación obligatoria que el sindicato desoyó. La pertinencia de todas las
demandas gremiales (y hasta su razonabilidad) no facultan a la desmesura,
máxime cuando la mesa de negociación está habilitada. De hecho, hay una nueva
reunión prevista para mañana a las once. Otros datos relevantes de ayer fueron
la reacción activa de la Casa Rosada, el alto protagonismo del secretario de
Seguridad, Sergio Berni. Una anécdota casual condimentó la jornada: Cristina
Fernández de Kirchner y Daniel Scioli estaban fuera del país. La Presidenta
puso al rojo vivo sus celulares conduciendo las movidas oficiales. Habló varias
veces con todos los funcionarios más visibles de ayer. Y regresó antes de lo
previsto a la Argentina, materializando (al mandar) y simbolizando (al volver)
su interés en el conflicto. El gobernador se mantuvo ausente, apenas se expresó
por vía de trascendidos. Su bajísimo perfil fue fustigado en público por el
vice Gabriel Mariotto (quien participó en el Comité de Crisis) y en comentarios
filosos por todo el espinel del kirchnerismo nacional.-
La paritaria es una parte: la
querella viene de lejos, acaso desde la llegada de aquel exhorto de la Justicia
suiza que sacó de sus casillas al Negro Moyano. Se radicalizó con la confección
de las listas para las elecciones nacionales, con la interna de la CGT... y
siguen las firmas. Pablo Moyano finca todo su discurso en reclamos gremiales
(algunos atinentes a todo el movimiento obrero y por ende exorbitantes a su
competencia), pero todas las jugadas contemplan ese contorno. Hay otros, que se
deslizan en comentarios reservados. Por ejemplo, cuestiones de fondo, en las
que (acusan los camioneros) el Gobierno discrimina a los trabajadores y
contempla a los empresarios. Así sucede, alegan, con una plata adeudada por
cursos de capacitación: se saldó la deuda con los patrones y se soslayó a los
sindicatos. En la
convención colectiva, en tanto, sigue el regateo de rigor. Disconforme con una
contraoferta patronal, Pablo Moyano anunció una escalada de “paros
sorpresivos”. Trabajo ordenó la conciliación obligatoria por quince días. En
este punto, las versiones se bifurcan. Según el Gobierno, la representación
gremial jamás la acató. Del otro lado hay contrargumentos múltiples, no todos
compatibles. Explican que hubo fallas en la notificación (en Trabajo se comenta
que se hizo en tres ocasiones para precaver críticas formales). Hay también
quien cuenta que había intención de someterse a la tregua institucional, pero
que el vicepresidente Amado Boudou “pateó el tablero” y “provocó” cuando habló
de aplicar eventualmente la Ley de Abastecimiento. He ahí, opina el cronista,
un argumento atendible de los sindicalistas que, sin embargo, es desmerecido
por la magnitud de la retaliación. Esa norma es odiosa y de discutible vigencia
y legalidad. Pero pasar de la confrontación verbal (arte en que los Moyano no
son desvalidos) a un bloqueo de un insumo fundamental es una demasía. Las
razones pesan lo suyo mas no legitiman un método tan desmedido. Más allá de la estricta letra de
la ley, es irresponsable poner en jaque un servicio básico (como son los
combustibles), por demandas salariales o de condiciones de trabajo. Máxime para
quien, como Hugo Moyano, tiene anhelo de avanzar en la representación política.
La soledad de los camioneros durante la brega seguramente no descalifica las
demandas, pero marca diferencias, dentro de su redil, con los métodos. Un fiel
integrante del sector moyanista en la interna de la CGT se lo comentó ayer por
teléfono a su encolerizado jefe: “No estamos peleando con una dictadura sino
con un gobierno democrático que, hasta ahora, no nos sacó nada”. El
interlocutor de este diario subraya el “hasta ahora”. Y adereza el relato con
la queja por la falta de voluntad de diálogo del Gobierno, que (a su sensato
ver) ha cerrado todas las vías de interlocución, salvo la negociación
colectiva.-
Razones y excesos: los Moyano se
salen de rosca cuando exigen la derogación del Impuesto a las Ganancias o su
supresión llana para todos los trabajadores, cualesquiera fueran sus ingresos.
Pero es atendible su reclamo de aumento del mínimo no imponible, que está muy
desfasado. La extensión de las asignaciones familiares a todos los laburantes
es un pedido lógico, cuanto menos una reivindicación propia del movimiento
obrero. El Gobierno,
estima este escriba, cometió un error y hasta una injusticia al encuadrar esas
reformas como “pedidos de Moyano”. Así las cosas, admitirlos se traduciría como
debilidad en la pulseada. La consecuencia es que la mejora del ingreso de
bolsillo se posterga hasta que se salde la interna de la CGT. Hay funcionarios
que minimizan el costo social, ya que la quita es retroactiva. Subestiman el
efecto multiplicador del mercado interno que tendría la reforma. Y la
perspectiva de que los trabajadores cobren el aguinaldo y dispongan de la
diferencia antes de las vacaciones de invierno. Lo que, se reitera, es exótico
es que Camioneros, en sus tratativas propias, se arrogue la representación de
todos los trabajadores formales. Los propios aliados de Moyano callan y se
mantienen distantes: “esa plata no es la nuestra” dice un histórico del MTA.
Amores son amores y garbanzos son garbanzos.-
Una tratativa entre tantas: la
paritaria de Camioneros perdió la centralidad que le cupo en la era kirchnerista.
No es el caso testigo, el que (sin fijar pautas universales) demarca y encauza.
Quedó, en buena medida, para el final. Muchas importantes ramas de la actividad
han cerrado sus convenios: entre ellos los estatales, la UOM, Comercio, la
Uocra en estos días. Alimentación y Sanidad (que tiene cierre más tarde)
todavía esperan su turno. Pero la base está. Pablo Moyano quiere apurar el
paso y se queja ante cámara y micrófonos complacientes del multimedios: “¿Qué
quieren, que espere hasta fin de año?”. En Trabajo le retrucan que el convenio
vigente vale hasta julio de 2012 y que si hubiera voluntad restarían chances
para acordar. Que otros
gremios ya hayan cerrado, paradójicamente, deja más margen a los camioneros
para quedar por encima de la media: no hay riesgo de “efecto contagio”.-
Fustal y basura: “¿Quién es ese
Mariotto?” deslegitimó Pablo Moyano varias veces. Y lo excluyó del movimiento
nacional, peronómetro en ristre. Cada cual tiene su instrumento de medición en
el justicialismo... legalmente Mariotto es el vicegobernador electo de la
provincia, en ejercicio interino de la gobernación. Mientras Scioli no se
dejaba ver ni oír, su segundo-adversario mostraba hiperquinesis y daba
visibilidad a la ausencia. “Ni Gabriel llamó a Scioli ni Scioli lo llamó a
Gabriel. Se borró”, dictaminan, cerquita de “Gabriel”. La imagen del partido de
fustal entre el equipo de Scioli y los camioneros enardeció al kirchnerismo y
también puso en guardia a los intendentes bonaerenses. Muchas cuitas acumulan
con los camioneros, que les sacan canas verdes. Los gremios que encabeza Moyano
abarcan muchas actividades, con expansión creciente en servicios ligados a lo
público: recolección de basura, transporte de combustible o de caudales,
Correos. Esa potencia estratégica es parte de su poder, pero también de su
responsabilidad. “El transporte no es servicio esencial” explican avezados
asesores de “Hugo”. Y es verdad, pero el apego a la ley no se configura sólo
con no hacer lo prohibido. Máxime cuando hay ámbitos institucionales
establecidos, en pleno funcionamiento. Gobernabilidad: la Casa Rosada
tomó el timón, en su clásico anhelo de demostrar que nadie se la lleva por
delante y que se garantiza la gobernabilidad. En esta situación, se jugó para
evitar el cierre total del abastecimiento. Hubo escenas que infundieron temor a
cualquier argentino con memoria: manifestantes convencidos y duros versus
fuerzas de seguridad que no suelen manejar bien el monopolio del uso de la
fuerza. Por suerte, primó la templanza compartida y, al cierre de esta nota,
frisando la medianoche, no se conocen desbordes lamentables o irreparables. El
resto de la historia, abarcando un paro nacional de camioneros (hasta acá sin
adhesiones de otros gremios), continuará.
Por Mario
Wainfeld
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