El
fenómeno de lo social es estudiado por las denominadas ciencias sociales
sociología, derecho, economía, política, etc.- las que rara vez se preguntan
por la naturaleza de lo social. Hace más de medio siglo Ortega y Gasset en El
hombre y la gente hacía notar esta observación. Así Augusto Comte, el padre de
la sociología moderna, en su voluminosa obra de más de cinco mil páginas no
alcanza a llenar una hoja sobre el tema. Lo mismo sucede con los Principios de
filosofía de Spencer. Otro tanto pasa con el Curso de Sociología de Durkeim.
En
una palabra, no ha sido suficientemente estudiada la naturaleza de lo social.
Es que las circunstancias especiales -histórico político, filosóficas- que
enmarcaron el nacimiento de la sociología contribuyeron a privar de claridad a
la mente sobre la esencia de la sociedad: de un lado el positivismo,
preconizador de que la única fuente de conocimiento es la experiencia, engendró
las corrientes naturistas que quisieron hacer de la sociología una mera ciencia
de la naturaleza (parecida a la física, la geografía o la botánica); y, por
otro lado, las direcciones romántica y hegeliana, a cuyo calor se produjeron
también importantes conatos de sociología que intentaron concebir la sociedad
como una realidad substante e independiente de los seres humanos que la
integran tratando de explicarla como un alma colectiva de naturaleza
psicológica (tal la tesis romántica) o como un espíritu objetivo a manera de
sistema dialéctico de ideas (según pretendió Hegel) [1], ha sostenido ese gran pensador
del derecho y la sociología que fue Recasens Siches.
Vemos
como la aproximación al fenómeno sólo se puede realizar válidamente desde la
filosofía y más específicamente desde la metapolítca, pues la sociología no
puede preguntarse por su fenómeno originario sino haciendo filosofía. Y
entonces, alguno preguntará. ¿Desde cuál filosofía o corriente filosófica?
Desde el realismo crítico que está apoyado en la ontología clásica y desde la metapolítca
como disciplina específica, por ser ésta aquella que estudia en sus fundamentos
las grandes categorías que condicionan las acción social y política de los
hombres en comunidad.
La
tarea de revisión crítica en sociología respecto de la definición de lo social
la inició en el siglo XX el alemán Georg Simmel (1858-1918) para que se
terminara con el vago enciclopedismo que había dominado hasta su época y
propuso su teoría de la interacción de las formas sociales. Vino luego la
máxima figura de la sociología europea Max Weber (1864-1920) con su teoría del
obrar social, pero poco suministró al esclarecimiento de la naturaleza de lo
social.
Lo
siguieron a él durante todo el siglo XX sociólogos de la talla de Talcott
Person, Robert Mac Iver, Pitirim Sorokin, Francisco Ayala y nuestro Alfredo
Poviña entre otros, que si bien, buscaron distintas aproximaciones al tema,
siempre quedó latente la necesidad de revisión crítica sobre los supuestos y
fundamentos, objeto, método y alcances de las ciencias que se ocupan de lo
social.
Este
es el hecho cierto y sobre el que vamos a intentar telegráficamente una
respuesta desde la metapolítca, esto es, desde la metafísica de la política, la
sociología y la economía.
La
Ontología de lo Social
Así
tituló nuestro viejo maestro en filosofía don Diego Pró (1915-2000) un trabajo
suyo sobre el tema [2] pues es desde el punto de vista ontológico que nos vamos
a preguntar qué clase de ser es eso que llamamos lo social.
Es
sabido que existen diversa regiones o dominios del ser y que el ser se dice de
muchas maneras. Así está lo inorgánico, lo orgánico, lo psíquico, lo
espiritual, lo trascendente y que al mismo tiempo el ser se dice tanto de la
sustancia o sujeto como de los accidentes que lo acompañan.
El
término ser no significa lo mismo si se aplica a Dios, a la mesa, al hombre o a
la sociedad. Son dominios diferentes del ser, si se quiere de lo real.
Así
podemos decir que Dios es el que es, el ser absolutamente expresado con ese
término, la mesa un ser corpóreo de naturaleza artificial pues fue necesario la
intervención de un carpintero como causa eficiente y de la madera como causa
material, el hombre un ser psicofísico y lo social un ser en relación de unos
con otros.
Y
así como existen diversos dominios del ser como acabamos de ver también sabemos
que el ser propiamente dicho se dice en muchos sentidos [3] , y con ello
queremos significar que existen varias categorías en cada dominio del ser, y
que esta categorías son la de sustancia y sus múltiples accidentes. Entre los
diez considerados, aquellos a los cuales se pueden reducir los demás son: la
cantidad, porque sigue a la materia, la cualidad que sigue a la forma y la
relación que se tiene con respecto a otro. La filosofía ha deducido las
categorías por el modo de predicación.
Destaquemos
a través de un ejemplo la relación entre la sustancia y los accidentes, tomemos
el caso de un sombrero del que se puede decir que es, y que es de tal color y
que es distinto a otro sombrero. Entre las tres acepciones del término es,
aplicadas al sombrero en sí, al color y a la desigualdad, hay diferencias
abismales. Él es del sombrero indica el carácter de sustantivo, de sustancia,
es decir, algo con existencia propia que no necesita de otro para ser, en cambio
él es del color está apoyado sobre otra cosa, en este caso el sombrero, es una
cualidad. Y finalmente, él es de la desigualdad es algo que existe entre dos
cosas (los dos sombreros comparados), no es ni una sustancia, ni una cualidad
sino una relación.
La
primera conclusión a que arribamos desde la metapolítca acerca del ser de lo
social es que éste se expresa a través de la categoría de relación.
Detengámonos
ahora para analizarla un poco más detenidamente. Es difícil explicar la
naturaleza de la relación porque de todas las categorías es la que posee el
mínimo de entidad, pues su ser es referirse a otro. Pros ti la denominaban los
griegos y ad aliud se habere los romanos. Ella expresa el sentido del orden que
encontramos en la naturaleza y en el cosmos. Sirvió a la teología católica para
explicar el misterio de la Santísima Trinidad mediante términos de relación:
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Mientras
que para el idealismo alemán la relación primaba sobre el ser, pues la
posibilidad de ser no consistía en otra cosa que en el acto de pensar.
Lo
cierto es que la relación al ser, como un puro referirse a, caracteriza en
forma adecuada el fenómeno de lo social, donde hay un orden de una institución
a otra y de unos hombres a otros.
Gracias
a la relación podemos explicar lo propio del hombre, es decir, aquello que
tiene carácter de permanente y regular como lo es el appetitus societatis de
donde nacen la familia, la comunidad, las asociaciones, las costumbres y
creencias. Porque la relación nos da y nos explica la razón de orden de esta
variedad de partes que tienden a un fin en la constitución de lo social.
Esta
meditación nuestra ofrece un mentís claro y contundente a todas aquellas
teorías sostenidas por muchos sociólogos del siglo XIX y algunos del siglo XX
que pensaron la sociedad como un ser sustancial ya sea como un organismo
gigante, como un alma nacional o como un espíritu objetivo.
El
fracaso de todas estas invenciones sustancializadoras de lo social- sobre todo
el Estado concebido como algo substante- y los zafarranchos sociales que se han
llevado a cabo en su nombre han sido en el siglo XX innumerables y desastrosos.
Ello nos obliga a tratar de pensar lo social sobre bases más serias y profundas
como las que nos devela el estudio de la metapolítca.
Concluyamos
esta especulación teórica afirmando que la categoría en que se expresa lo
social es la de relación, aquella de entre todas las categorías del ser la
menos sustancial, que tiene su ser en la vinculación de unos con otros
expresado en el sentido antropológico de las instituciones o asociaciones.
(*)
CEES-Federación del papel - alberto.buela@gmail.com - Casilla 3198
(1000)
Buenos Aires
Libre
reproducción citando al autor y mencionando a Carta Argentina como fuente
[1]
Recasens Siches, Luis: La definición de lo social, Buenos Aires, Ed. Lumen,
2000, p.11
[2]
Pró, Diego: La ontología de lo social, Mendoza, Revista Cuyo 1985/86
[3]
Es Aristóteles el que enseñó de una vez para siempre en el libro E de la
Metafísica: to on to aplwV legomenon, legetai pollacwV.
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