(Imagen: AFP)(Imagen: AFP)
Gina Haspel trabajó como agente encubierta la mayor
parte de su carrera y jugó un rol central en la puesta en marcha en EE.UU. del
programa extrajudicial tras los atentados del 11-9.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, nombró ayer
como subdirectora de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés) a Gina
Haspel, una agente involucrada en torturas a detenidos cuando dirigía una
cárcel clandestina en Tailandia.
Haspel, que tiene 60 años, trabajó como agente encubierto la
mayor parte de su carrera y jugó un rol central en la puesta en marcha en
Estados Unidos del programa extrajudicial tras los atentados del 11 de
septiembre de 2001 para encarcelar e interrogar a sospechosos de terrorismo.
Veterana de las operaciones de espionaje, Haspel se unió a la CIA en 1985 y
sirvió en puestos de todo el mundo, como la embajada estadounidense en Londres.
De hecho, la subdirectora de la CIA dirigió en Tailandia el primero de los
centros clandestinos de detención conocidos como “black sities” que Estados
Unidos abrió en esa época. Haspel es la primera mujer espía que llega al puesto
de número dos de la agencia.
Haspel estuvo presente en al menos dos interrogatorios en
los que se utilizaron torturas, el de los presuntos miembros de Al Qaeda, Abú
Zumbado y Abad al Rain al Asirio, según se recogió en una investigación del
Senado. A Zumbado se le sometió 83 veces a la técnica de tortura del
“submarino” (“waterboarding”), de acuerdo con documentos revelados a
posteriori. A Haspel también se la responsabiliza de haber ordenado en 2005 la
destrucción de las cintas en las que estaban registradas todas las torturas a
las que fueron sometidos los detenidos y que se guardaban en el centro de
Tailandia.
Fue precisamente ese episodio el que le costó en 2013 la
promoción a directora de operaciones clandestinas de la CIA, un cargo que tenía
que confirmar el Senado. La agencia sostiene que la decisión de destruir las
grabaciones fue hecha por el jefe de Haspel en ese momento, José Rodríguez, que
era el jefe del servicio clandestino de la CIA. Pero años después, cuando la CIA
quería nombrar a Haspel para ejecutar operaciones clandestinas, la senadora
Diane Feinsten de California, entonces la demócrata mayor del Comité de
Inteligencia del Senado, bloqueó la promoción en base al papel de Haspel en el
programa de interrogatorio y la destrucción de las cintas.
Aunque el Gobierno de Barack Obama quiso poner fin a los
interrogatorios con torturas que proliferaron tras los atentados del 11 de
septiembre de 2001, Trump declaró que la tortura funciona y no ve con malos
ojos utilizarla de nuevo. “Funciona, absolutamente”, dijo en una entrevista en
la cadena ABC. En los últimos ocho años, los líderes de la CIA defendieron a
decenas de miembros del personal de la agencia que habían participado en el
programa de tortura ahora prohibido, aun cuando juraron no volver nunca a los
mismos métodos de interrogatorio. “He hablado con gente del más alto nivel de
inteligencia, y les hice una pregunta: ‘¿Funciona? ¿La tortura funciona?´Y la
respuesta fue: ´Sí, absolutamente´. En lo que a mí respecta, tenemos que luchar
con fuego con fuego”, dijo Trump. el mandatario aseguró que quien tendrá la
decisión sobre el retorno del uso de la tortura en los interrogatorios será el
secretario de Defensa, James Mantis, quien a su vez manifestó ante el Senado
oponerse al uso de esas técnicas.
El perfil de Haspel encaja en la nueva era de la CIA de
Trump, que dirige Mike Pompeo, quien dijo que el alternarían otras técnicas que
no constituyen tortura, y elogió como “patriotas” a los que utilizaron tales
métodos en los primeros días de la lucha contra Al Qaeda. Pompeo elogió a
Haspel: “Gina es una funcionaria de inteligencia ejemplar, una patriota que con
más de 30 años de experiencia en la agencia. Es una líder probado con una
capacidad misteriosa para hacer cosas e inspirar a quienes la rodean”, dijo.
El nombramiento de Haspel produjo reacciones el jueves de
los miembros del Congreso. Los demócratas expresaron su preocupación acerca de
cómo abordaría el tema de la tortura, mientras que los republicanos se
deshicieron en elogios.
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