Una
forma más humana de entender la sociedad y sus conflictos requiere dejar de ver
a la historia como algo que nos pasa por encima. Cualquier método de
explicación que pretenda universalidad debe mirarse con sospecha. Concebir a la
humanidad como un epifenómeno y a la estructura de la sociedad como algo que
funciona de manera autónoma y opaca elimina lo que se quiere explica: una
sociedad humana. Cada vez que un método de investigación se pone de moda y se
utiliza como panacea explicativa en cualquier contexto, debemos sospechar. Las
pretensiones de universalización metodológica son sospechosos. Considero
representativo de esto la popularidad creciente de la perspectiva de sistemas
complejos, que, si bien son un acercamiento prometedor, hacerlo fundamento de
la explicación social es exagerar sus cualidades. La columna ¿Tenía razón Marx?
por Juan Pablo Cárdenas y Gerardo Vidal es representativa de esto. En el
presente texto, objeto que la manera en que plantean un acercamiento de
sistemas complejos como alternativa: eliminan aquello que buscan explicar y
exageran su poder explicativo. También argumento que el marxismo que decían
enseñar proviene de una interpretación particular del materialismo histórico, y
cuyo error fundamental sigue vigente en su propuesta: deshumanizan la
explicación y la hacen depender de principios opacos a la humanidad—salvo para
expertos en política o en modelamiento de sistemas complejos. Finalmente,
afirmo que el materialismo histórico, fundamenta científicamente el proyecto
socialista y humaniza nuestra comprensión de la sociedad: sus conflictos se
conocen en la medida de nuestra propia acción y conocimiento, y no con
principios opacos y/o divinos.
La
décima tesis de Feuerbach reza
El
punto de vista del antiguo materialismo es la “sociedad civil”; el del nuevo
materialismo, la sociedad humana o la humanidad socializada
Y
puede ser entendida como una crítica a estas pretensiones de cientificidad que
se alejan de los intereses y motivaciones iniciales: la humanidad. Contrario a
lo que se suele afirmar, la vigencia de Marx no se juega en la cantidad de
predicciones exitosas—tampoco en las elecciones que sea capaz de identificar y
evaluar según la cantidad de votos. Más bien, se juega en la capacidad de darnos
una perspectiva con la cual comprender la realidad al mismo tiempo que actuamos
sobre esta—generando predicciones y estándares de ser necesario. En definitiva,
ganamos una forma de producir conocimiento que responde directamente a un
interés universalizable fundamentado en la relación que tiene con el mismo
objeto de estudio: la acción política en la sociedad humana.
Una
objeción nada original a Marx es la acusación de que el individuo pierde toda
agencia ante el peso de las estructuras o de fuerzas inexorables que mueven la
historia. La interpretación suele hacerse de un famoso pasaje del prólogo la
Contribución a la crítica de la economía política que, en síntesis, afirma que
en la producción social hay determinadas relaciones y vínculos establecidos
entremedios de los cuáles aparecemos, y que las relaciones de producción están
en función del desarrollo de las fuerzas productivas. Así es como lograríamos
entender el modo de producción: esclavismo, feudalismo, capitalismo, etc. La
propuesta es que nuestros valores, instituciones, ideas, etc.—es decir, la
cultura en general—se entienden en función del modo de producción. En otras
palabras, que hoy en día el ideal ser un self-made man y realizar start-ups, en
vez de un organizador en contra del empresariado, se explica principalmente por
la forma que toma el modo de producción actual. También explica por qué lo
último es más cuestionado que lo primero. En el momento en que deja de ocurrir
así o, aún mejor, se invierte lo que se valora, es cuando estamos en presencia
de una crisis emergente.
El
estudio de los sistemas complejos estudia el surgimiento e interacción de
sistemas con una gran cantidad de factores que interactúan entre ellos y hace
posible hacer la distinción de un comportamiento colectivo que interactúa con
su ambiente. Ha sido utilizado con éxito desde el modelamiento de la actividad
neuronal, pasando por el tráfico de la ciudad, hasta en la meteorología. A
diferencia de la manera tradicional de estudiar estos fenómenos, su
representación no depende de predicciones que puedan decirse que son verdaderas
o falsas a secas—que ocurrió o no ocurrió—y apela más bien a patrones
emergentes de la interacción de determinados componentes en un ambiente
simulado que admite niveles de alta incertidumbre, pero con cierto orden.
Volviendo a Chile,
para volver racional y coherente el actuar de un gobierno que declara ser
progresista y transformador, pero que constantemente pareciera tropezar consigo
mismo realizando políticas neoliberales, no atendamos al relato sobre su
identidad—socialistas, comunistas, progresistas, etc.
Por
ejemplo, un problema constante para la meteorología es el alto nivel de
incertidumbre dada la indeterminada cantidad de condiciones iniciales—posibles
y actuales—que hace que una predicción justificada pueda que no ocurra cómo se
espera (ni cuánto se espera). Sin embargo, si se predice lluvia, pero hay
chubascos, no es lo mismo a que si se predice granizo, y hay 50 grados Celsius.
La gracia es que hace computable, y, por lo tanto, modelable en algún software,
un fenómeno altamente complejo cuyo funcionamiento no es algorítmico y cerrado,
en otras palabras, no sigue una serie de pasos preestablecidos de manera
lineal. Es decir, modelamos computacionalmente el clima, pero no creemos que se
comporte como un computador ni sea un modelo dinámico que tiene—en algún
lado—instaladas las fórmulas con las que se representa. Esto último es el paso
ilegítimo de la columna: para determinados asuntos ciertas herramientas son
útiles, para otras no.
Es
evidente que podemos computar (1+1=2)—lo acabo de hacer—y representar así una
serie de conductas repetitivas en esos términos como golpear la puerta hasta
que me abran. Sin embargo, es igual de evidente que en el día a día no
funcionamos computacionalmente siguiendo algoritmos computables; no nos
comportamos como si estuviéramos todo el rato siguiendo una receta para cocinar
cuando cruzamos la calle o escribimos columnas. Análogamente, es erróneo
concluir que la sociedad se explica del mismo modo que ciertos fenómenos
sociales se representan. Así como Procusto ajustaba los miembros de los
visitantes que utilizaban su lecho, Juan Pablo Cárdenas y Gerardo Vidal
provocan que duela “dejar de lado los sofisticados atributos humanos para
entender el comportamiento del sistema que conformamos”. ¿Cómo no? Si queriendo
explicar a la sociedad terminan por destriparla de humanidad. El error radica
esencialmente en lo siguiente: que podamos modelar parte de nuestra actividad
social como sistemas complejos no quiere decir que la explicación social en sí
pueda hacerse como si la sociedad fuese un gran sistema complejo.
Una
forma general de entender la explicación social, en donde podemos contrastar el
materialismo histórico con otras propuestas, tales como la aplicación de los
sistemas dinámicos, es distinguir tres niveles de explicación para los
fenómenos sociales. Hay un nivel macroexplicativo respecto del origen mismo y
es los fenómenos sociales “grandes”; uno mesoexplicativo respecto de elementos
tales como instituciones de todo tipo y organizaciones sociales y políticas de
todo tipo, y que versa sobre fenómenos sociales “medianos” en donde podemos
identificar “menos que la sociedad, pero más que únicamente individuos”; y uno
microexplicativo respecto de la agencia de individuos que constituyen la
sociedad. El materialismo histórico plantea básicamente que el nivel
macroexplicativo tiene prioridad lógica—y no temporal—en la explicación antes
que los otros niveles, pero sin excluirlos. Los niveles se codeterminan pero
pesa una asimetría: el nivel macroexplicativo constriñe las posibilidades de
los otros niveles a la vez que los hace inteligibles, sin embargo estos existen
y actúan con categorías entendibles macroexplicativamente.
En
este nivel la discusión que tiene en economía política es respecto a la
generación y apropiación de la riqueza: ¿de dónde y hacia dónde? Marx dirá que
es el trabajo—o la clase trabajadora—creadora de la riqueza; también que el
capital—o la clase capitalista—es generado por y dependiente de la clase
anterior. En El Capital se preocupa de dar cuentas de su teoría aplicado al
desarrollo del capitalismo en donde se originó. Las pretensiones de aplicación
universal como hace la ortodoxia, que ve al Capital como un manual de profecías
apocalípticas a cumplirse (y si no a forzarlas), responde a razones
principalmente políticas. Bajo la luz de estas pretensiones, la propuesta de
Marx para describir las placas tectónicas de la historia pasa a ser usada para
ponerse a predecir o a intentar causar terremotos; en un caso, mediante atajos
políticos como el electoralismo o el vanguardismo, en el otro, mediante teorías
conspirativas sobre satélites y armas de todo tipo. Otra cosa que se encarga de
explicar en varias partes es la particular relación que se establece entre el
capital—o la clase capitalista—y el trabajo—o la clase trabajadora. De manera
bien simplificada, podemos decir que el trabajo es ante todo actividad humana
(en ese sentido es nuestra vida.
El
capital surge de determinadas formas de trabajo en donde quienes producen
venden parte de su vida—en paquetes de jornada laboral—en donde lo producido lo
venden a una cierta cantidad de dinero con la cual se paga el sueldo. De lo que
queda, una parte se invierte en la misma empresa y otra va directamente al
bolsillo del capitalista (la ganancia privada). Esta dinámica particular hace
que la relación entre ambas partes sea destructiva: en la medida en que suben
los precios (para vender más caro), se hace necesario más sueldo (o bien, que
el capitalista reduzca su ganancia). Esto último está lejos de ser su interés y
por lo tanto siempre tenderá a recompensar lo menos posible el trabajo, en
otras palabras, el capitalista busca desvalorizar el trabajo.
Por
otra parte, la clase trabajadora siempre tenderá a recibir la mayor
compensación posible, muchas veces empujada por la estricta necesidad. Si de
los capitalistas dependiera trabajaríamos gratis, pero como se hace necesario
que las cosas no ocurran completamente según sus intereses (si no, nos
morimos), las clases se organizan y entran en conflicto. Estos son sus
intereses objetivos, es la lucha de clases y la descripción macroexplicativa de
la sociedad en términos de clases. En el nivel mesoexplicativo observamos tanto
el resultado como el proceso de este conflicto dependiendo de cómo se organiza
la sociedad. Así podemos decir que una reforma laboral que admite la
flexibilidad laboral responde principalmente a intereses del capital (más
evidente aún si es que incentiva la organización del empresariado y atomiza la
de las y los trabajadores), también podemos decir que la formación de un estado
que garantiza derechos sociales en vez de la ganancia empresarial responde
principalmente al interés del trabajo. El nivelmicroexplicativo nos muestra
como esta dinámica compleja entre estas dos clases crea un entramado social y
cultural en el cual nos constituimos y que no depende de nuestra voluntad (o
mérito individual): nacemos, nos crían con ciertos valores, se nos educa de determinada
manera, si nacemos de un u otro lado tenemos distintas posibilidades, etc. Si
creemos que la relación de estos tres niveles ocurre de manera directa, unívoca
o mecánica, concluiremos—conscientemente o reflejado en nuestra
práctica—probablemente algo similar a la historia:
Las
clases son inferidas económicamente y el desarrollo de las fuerzas productivas
es inexorable con autonomía de los otros niveles. Sólo podemos intervenir
actuando políticamente acorde al desarrollo anterior y representar institucionalmente
el nivel macro. Dependemos de expertos en economía política o profesionales de
la política. Si no hubiera tales partidos, la prioridad se convierte generar
intervención según “intereses de clases”. De este modo, la historia nos pasa
por encima y estaremos sometidos a oscuros—pero materiales—principios
económicos y enrevesados conflictos entre partidos, elecciones, bancadas
parlamentarias, y burocracias varias.
Lo
anterior es una forma posible de interpretar la propuesta de Marx, pero no es
la única. Hay una alternativa y consiste en dar prioridad lógica a los
fenómenos de niveles superiores, pero no como algo mecánico y causal, como es
el caso de valorar determinadas acciones como respondiendo a determinados
intereses. De otro modo no podríamos entender por qué alguien como Gramsci
puede seguir considerándose marxista a pesar de escribir un texto titulado La
revolución contra el Capital con afirmaciones como:
Los
bolcheviques reniegan de Carlos Marx al afirmar, con el testimonio de la acción
desarrollada, de las conquistas obtenidas, que los cánones del materialismo
histórico no son tan férreos como se pudiera pensar y se ha pensado. (Gramsci
1917, https://www.marxists.org/espanol/gramsci/nov1917.htm )
Volviendo
a Chile, para volver racional y coherente el actuar de un gobierno que declara
ser progresista y transformador, pero que constantemente pareciera tropezar
consigo mismo realizando políticas neoliberales, no atendamos al relato sobre
su identidad—socialistas, comunistas, progresistas, etc.—pero sí a los
intereses de clases que están en juego—gobiernos del PS sobre la base de
subsidios estatales, el PC defendiendo un aumento de $6.500 del salario mínimo,
el PPD teniendo a SQM de militante, y así sucesivamente. En definitiva: no
atiendas el mensaje, atiende los golpes.
La explicación
social así se explica sobre las bases materiales que componen la sociedad, al
mismo tiempo que no la separa del momento histórico en el que está situada. Así
el proyecto socialista, de entender que las promesas de la modernidad—libertad,
igualdad y fraternidad—se cumplen cuando podemos demostrar que ocurren
materialmente y entendido en su momento histórico específico. De este modo del
materialismo histórico es una forma de hacer ciencia y de fundamentar el
proyecto socialista y no delega la capacidad transformadora de la clase
trabajadora en oscuros principios económicos ni en voluntades delegadas en
burocracias o “expertos del área”.
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