EN 1993, ALEX Alben era un abogado que trabajaba en Starwave, Inc. Starwave
era una compañía innovadora fundada por el cofundador de Microsoft, Paul
Allen, para desarrollar formas de entretenimiento digital. Mucho antes de que
Internet se hiciera popular, Starwave empezó a invertir en una nueva tecnología
que distribuyera entretenimiento, anticipándose al poder de las grandes cadenas
de televisión.
Alben tenía un interés especial en las nuevas tecnologías. Estaba intrigado
por el mercado emergente para la tecnología del CD-ROM--no para distribuir
películas, sino para hacer cosas con películas que de otra manera serían muy
difíciles. En 1993 lanzó una iniciativa para desarrollar un producto que generaría
retrospectivas de un actor en concreto. El primer actor seleccionado fue Clint
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Eastwood. La idea era exponer la obra completa de Eastwood, con clips sacados
de sus películas y entrevistas con figuras importantes en su carrera.
En esa época Eastwood había hecho más de cincuenta películas como
actor y director. Alben empezó con una serie de entrevistas con Eastwood,
preguntándole sobre su carrera. Como era Starwave quien producía esas
entrevistas, era libre de incluirlas en el CD.
Eso en sí mismo no hubiera creado un producto muy interesante, así que
Starwave quería añadir contenidos de las películas en la carrera de Eastwood:
carteles, guiones y otros materiales relacionados con sus películas. La mayoría
de su carrera la había pasado en la Warner Brothers, así que era relativamente
fácil conseguir permiso para usar esos contenidos.
Entonces Alben y su equipo decidieron incluir segmentos de las películas
en sí. "Nuestro objetivo era tener un segmento de cada una de las películas de
Eastwood", me dijo Alben. Aquí fue donde surgió el problema. "Nadie había
hecho nunca algo así antes", explicó Alben. "Nadie había intentado hacer esto en
el contexto de una mirada artística a la carrera de un actor".
Alben le llevó la idea a Michael Slade, el consejero delegado de Starwave.
Slade preguntó: "Bueno, ¿qué es lo que nos va a llevar hacer esto?"
Alben respondió: "Bueno, vamos a tener que obtener los derechos de
cualquiera que aparezca en esas películas, y la música y todo lo demás que
queramos usar en esos segmentos". Slade dijo: "¡Genial! Adelante"1.
El problema es que ni Alben ni Slade tenían ni idea de lo que significaría
obtener esos derechos. Cada actor en cada una de estas películas tendría
derechos a los royalties por volver a usar esa película. Pero los CD-ROMS no
habían sido especificados en los contratos con los actores, así que no había una
manera clara de saber qué es lo que Starwave iba a tener que hacer.
Le pregunté a Alben cómo se enfrentó a este problema. Mostrando un
orgullo evidente por su inventiva, que eclipsaba hasta qué punto su historia era
evidentemente rara, Alben me contó lo que hizo:
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Así que de manera muy mecánica fuimos mirando estos clips. Tomamos
algunas decisiones artísticas sobre qué segmentos íbamos a incluir--por
supuesto íbamos a usar el trozo de "Alégrame el día" de Dirty Harry. Pero
entonces tienes que conseguir al tipo que está retorciéndose en el suelo
bajo la pistola y tienes que pedirle permiso. Y luego tienes que decidir
cuánto le vas a pagar.
Decidimos que sería justo ofrecerle el salario de actor por un día a
cambio de los derechos para volver a usar su interpretación. Estamos
hablando de un segmento de menos de un minuto, pero para usar esa
interpretación en el CD-ROM la tarifa de la época eran seiscientos dólares.
Así que teníamos que identificar a la gente--algunos de ellos eran
difíciles de identificar porque en las películas de Eastwood no puedes
saber quién es el tipo estrellándose contra el cristal--¿es el actor o el
especialista? Y luego pues sólo tuvimos que reunir un equipo, mi ayudante
y otra gente, y simplemente empezamos a llamar a la gente.
Algunos actores estuvieron encantados de ayudar--Donald Sutherland, por
ejemplo, se preocupó él mismo de confirmar que se habían obtenido los
derechos. Otros estaban atónitos ante su buena suerte. Alben preguntaba:
"Hola, ¿puedo pagarle seiscientos dólares o quizá si salía en dos películas, ya
sabe, mil doscientos?" Y ellos responderían: "¿De verdad me está diciendo eso?
Me encantaría recibir mil doscientos dólares". Y algunos por supuesto fueron un
poco difíciles de convencer (ex-esposas resentidas, en particular). Pero
finalmente, Alben y su equipo obtuvieron los derechos para esta retrospectiva en
CD-ROM de la carrera de Clint Eastwood.
Había pasado un año --"e incluso entonces todavía no estábamos seguros
de estar fuera de toda sospecha".
Alben está orgulloso de su trabajo. El proyecto fue el primero en su
especie y la única vez que él supiera que un equipo había emprendido un
proyecto tan masivo con el propósito de publicar una retrospectiva.
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Todo el mundo pensaba que sería demasiado difícil. Todo el mundo se
desesperó y dijo: "Oh, Dios mío, una película, hay tantos copyrights, está
la música, está el guión, está el director, están los actores". Pero
simplemente lo dividimos. Simplemente lo redujimos a las partes que lo
formaban y dijimos: "Ok, hay tantos actores, hay tantos directores, [...]
hay tantos músicos", y simplemente fuimos al asunto muy
sistemáticamente y obtuvimos los derechos.
Y sin duda el producto mismo fue excepcionalmente bueno. A Eastwood le
encantó, y se vendió muy bien.
Pero le insistí a Alben un poco sobre lo extraño que parece el que hiciera
falta un año de trabajo sólo para obtener los derechos. Sin duda Alben había
hecho esto de un modo eficiente, pero como dice la famosa ironía de Peter
Drucker, "no hay nada tan inútil como hacer eficientemente algo que no debería
haberse hecho en absoluto"2. ¿Tenía sentido, le pregunté a Alben, que ésta fuera
la manera en la que se tenía que hacer una obra nueva?
Porque, como reconoció, "muy poca gente [...] tiene el tiempo y los
recursos y la voluntad de hacer esto", y así se harán muy pocas obras
semejantes. ¿Tiene sentido, le pregunté, desde el punto de vista de aquello a lo
que todo el mundo pensaba estar dando los derechos originalmente, que
tuvieras que obtener los derechos para este tipo de clips?
Creo que no. Cuando un actor actúa en una película, se le paga muy bien.
[...] Y luego cuando se usan treinta segundos de esa interpretación en un
nuevo producto que es la retrospectiva de la carrera de alguien, no creo
que haya que compensar a esa persona.
O, al menos, ¿es así como hay que compensar a los artistas? ¿Tendría
sentido, pregunté, si hubiera algún tipo de licencia estatutaria que alguien
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pudiera pagar para tener la libertad de crear obras derivadas con segmentos
como éstos? ¿De verdad tenía sentido que un creador posterior tuviera que
seguirle la pista a cada artista, actor, director, músico, y obtener permiso
explícito de todos ellos? ¿No se crearía mucho más si se hiciera que la parte legal
del proceso creativo fuese más limpia?
Por supuesto. Creo que si hubiera algún mecanismo de licencias justas--en
el que no estuvieses a merced de parones y no estuvieses a merced de
ex-esposas resentidas--verías muchísimas obras así, porque no intimidaría
tanto el intentar reunir la retrospectiva de alguien e ilustrarla de una
forma inteligente con un montón de materiales de la carrera de esa
persona. Lo harías con un coste como productor de uno de estos
proyectos. Lo harías con el coste de pagarle X dólares al talento que
actuó. Pero sería un coste conocido. Esto es lo que hace tropezar a todo el
mundo y hace que sea difícil que este tipo de producto despegue. Si
supieras que tienes cien minutos de cine en este producto y que va a
costarme X, entonces diseñarías tu presupuesto en torno a esto, y podrías
conseguir financiación y todo lo demás que necesitas para producirlo.
Pero si dices: "Oh, tengo cien minutos de algo y no tengo ni idea de lo
que me va a costar, y mucha gente me va a atracar en el proceso",
entonces resulta difícil hacer una de estas cosas.
Alben trabajaba para una gran compañía. Su compañía estaba respaldada
por uno de los inversores más ricos del mundo. Por tanto tenía la autoridad y el
acceso que el diseñador medio de páginas web no tiene. Así que si le llevó un
año, ¿cuánto le llevaría a otra gente? ¿Y cuánta creatividad nunca se realiza sólo
porque el coste de obtener los derechos es demasiado alto?
Estos costes son las cargas de un tipo de regulación. Ponte una gorra de
republicano por un momento y enójate. El gobierno define el campo de acción de
estos derechos, y este campo define cuánto va costar negociarlos. (Recuerda la
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idea de que tus tierras llegan a los cielos, e imagínate al piloto comprando
permisos de vuelo mientras negocia volar desde Los Ángeles a San Francisco).
Bien puede ser que una vez estos derechos tuvieran sentido; pero como las
circunstancias cambian, hoy no lo tienen en absoluto. O al menos, un
republicano bien entrenado que busque minimizar la regulación debería mirar a
estos derechos y preguntarse: "¿Todavía tienen sentido?"
He visto el fogonazo de comprensión que la gente experimenta en este
momento, pero sólo unas pocas veces. La primera fue en un congreso de jueces
federales en California. Se habían reunido para discutir la cuestión emergente del
ciberderecho. Harvey Saferstein, un abogado de Los Ángeles con buena
reputación en la profesión, presentó el panel con un video que su amigo Robert
Fairbank y él habían producido.
El video era un brillante collage del cine de todo el siglo XX, todo dentro
de la idea marco de un episodio de 60 Minutos. La ejecución era perfecta, hasta
la precisión con que terminaba en sesenta minutos. A los jueces les encantó
cada segundo de la cinta.
Cuando se encendieron las luces, miré a mi compañero de panel, David
Nimmer, quizás el estudioso y abogado en ejercicio más importante en el campo
del copyright de este país. Tenía cara de asombro, mientras miraba a la sala
llena de más de doscientos cincuenta bien preparados jueces. Adoptando un
tono amenazador, empezó a hablar con esta pregunta: "¿Ustedes saben cuántas
leyes federales se acaban de violar en esta sala?"
Porque, por supuesto, los dos brillantemente dotados creadores que
habían producido está película no habían hecho lo que sí hizo Alben. No habían
pasado un año obteniendo los derechos para estos clips; técnicamente, lo que
habían hecho violaba las leyes. Por supuesto, no es que se les fuera a procesar,
ni a ellos ni a nadie, por esta violación (a pesar de la presencia de doscientos
cincuenta jueces y una banda de agentes federales). Pero Nimmer estaba
dejando claro un punto importante: un año antes de que nadie hubiera oído la
palabra Napster, y dos años antes de que otro miembro de nuestro panel, David
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Boies, defendiera a Napster ante el Noveno Círculo del Tribunal de Apelación,
Nimmer estaba intentando conseguir que los jueces vieran que las leyes podían
no ser muy amistosas con respecto a las posibilidades que esta tecnología hacía
realidad. La tecnología significa que ahora puedes hacer cosas asombrosas con
facilidad: pero no puedes hacerlas legalmente con facilidad.
VIVIMOS EN UNA cultura de "cortar y pegar" hecha posible gracias a la
tecnología. Cualquiera que prepare una presentación conoce la extraordinaria
libertad que ha creado la arquitectura de cortar y pegar de Internet--en un
segundo puedes encontrar justo cualquier imagen que quieras; un segundo
después la has plantado en tu presentación.
Pero las presentaciones sólo son un minúsculo principio. Usando Internet
y sus archivos, los músicos pueden realizar mezclas de sonidos nunca
imaginadas antes; los cineastas pueden realizar películas a partir de clips en
computadoras por todo el mundo. Un sitio extraordinario en Suecia toma
imágenes de políticos y las mezcla con música para crear mordaces comentarios
políticos. Un sitio llamado Camp Chaos ha producido algunas de las críticas más
feroces de la industria discográfica mezclando la música con Flash.
Todas estas creaciones son técnicamente ilegales. Incluso si los creadores
quisieran ser legales, el coste de cumplir con las leyes es prohibitivamente alto.
Por tanto, para aquellos que se someten a la ley todo un tesoro de creatividad
nunca se lleva a cabo. Y la parte que sí se realiza, si no se siguen las reglas para
obtener los permisos, no se lanza nunca al público.
A algunos estas historias les sugieren una solución: vamos a cambiar la
mezcla de derechos para que la gente tenga la libertad de desarrollar nuestra
cultura. Tenga la libertad de añadir cosas o mezclarlas como mejor le parezca.
Incluso podríamos llevar a cabo este cambio sin exigir necesariamente que un
uso "libre" sea libre en el sentido de "barra libre". Por contra, el sistema podría
simplemente facilitar a los creadores posteriores el compensar a los artistas sin
exigir que aparezca un ejercito de abogados: una norma, por ejemplo, que diga
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que "los royalties debidos al dueño del copyright de una obra no registrada por
el uso derivado de esta obra serán un 1% inamovible de los ingresos netos para
el dueño del copyright". Bajo esta norma, el dueño del copyright tendría el
beneficio por sus royalties, pero no tendría el beneficio de un derecho completo
de propiedad (es decir, el derecho de establecer el precio) a menos que registre
la obra.
¿Quién podría oponerse a esto? ¿Y qué razón habría para oponerse?
Estamos hablando de obras que ahora no se están haciendo; las cuales, si se
hicieran gracias a este plan, generarían nuevos ingresos para los artistas. ¿Qué
razón podría tener alguien para oponerse?
EN FEBRERO DEL 2003, Dreamworks anunció un acuerdo con Mike Myers, el
genial cómico de Saturday Night Live y Austin Powers. Según el anunció, Myers y
Dreamworks trabajarían juntos para formar "un pacto único en el mundo del
cine". Según el acuerdo, Dreamworks "adquiriría los derechos de éxitos
cinematográficos y películas clásicas, escribiría nuevas tramas y--con el uso de la
tecnología digital más avanzada--insertaría a Myers y a otros actores en la
película, creando así una obra de entretenimiento completamente nueva".
El anuncio llamaba a esto "sampleado de cine". Como Myers explicó: "El
sampleado de cine es una forma muy emocionante de darle una original vuelta
de tuerca a películas que ya existen y de permitirle al público que vea a los
clásicos bajo una nueva luz. Los artistas de rap han estado haciendo esto
durante años con la música y ahora podemos tomar el mismo concepto y
aplicárselo al cine". Según Steven Spielberg: "Si alguien puede crear una forma
de llevar las películas antiguas al nuevo público, es Mike".
Spielberg tenía razón. El sampleado de cine por parte de Myers será algo
brillante. Pero si no reflexionas sobre ello, se te escapará la idea verdaderamente
asombrosa de este anuncio. Como la inmensa mayoría de nuestra herencia
cinematográfica está bajo copyright, el verdadero significado del anuncio de
Dreamworks era simplemente éste: Mike Myers, y sólo Mike Myers, tiene libertad
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para samplear. Cualquier libertad general para desarrollar el archivo fílmico de
nuestra historia, una libertad que en otros contextos se le supone a todo el
mundo, es ahora un privilegio reservado a los graciosos y famosos--y
supuestamente ricos.
Este privilegio se convierte en algo reservado por dos tipos de razones. La
primera continúa la historia del último capítulo: la vaguedad del "uso justo".
Mucho de este "sampleado" se debería considerar "uso justo". Pero a la hora de
crear pocos se fían de una doctrina tan débil. Esto conduce a la segunda razón
para que el privilegio esté reservado para unos pocos: los costes de negociar los
derechos legales para la reutilización creativa de los contenidos son
astronómicos. Estos costes reflejan los costes que implica el uso justo: O bien
pagas a un abogado para que defienda tus derechos concedidos por uso justo o
bien pagas a un abogado para que rastree los permisos de manera que no
tengas que basarte en los derechos que concede el uso justo. En cualquier caso,
el proceso creativo es un proceso de pagar a abogados--de nuevo, un privilegio.
(Cont.)
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