domingo, 24 de abril de 2011

"POLÍTICA CRIOLLA - POLÍTICA CIENTÍFICA"Zoncera N° 12




El inventor de la zoncera "Política Criolla" fue Juan B. Justo.

En Prosa de hacha y tiza, bajo el título "Los novios asépticos de la revolución", cito una frase

del profesor Silvio Frondizi que dice: "Hasta la aparición del Partido Comunista, el Socialista fue el

único partido político argentino de base científica". Y comento: "Dado el éxito del Partido Socialista

habrá que convenir que en la Argentina la ciencia sirve para todo menos para hacer política o que

éste es un país anticientífico".

Lo último es lo que quiso expresar el maestro Justo calificando como política criolla todo lo

que no era científico según su parecer — y entre ello los partidos que le ganaban—; científica era la

de los países cuyos partidos quería imitar don Juan B. Justo precisamente porque no tenían política

criolla. No se le ocurrió pensar que los ingleses tenían política inglesa, los franceses francesa y los

turcos turca. Lógicamente no podían tenerla criolla.

Para Juan B. Justo todo lo que venía de afuera era científico y lo que nacía adentro

anticientífico, es decir criollo, que es una manera más científica de decir "aluvión zoológico" y

"libros y alpargatas", o sea civilización y barbarie.

Todavía usted, paisano, oirá a algún viejo orador hablar de la "blusa del obrero". Es una

expresión nacida de lo de política criolla, porque la imagen del obrero, para el "maestro", estaba

dada por un sujeto con "blusa" y aquí el obrero resultó "descamisado". Ergo, éste no podía ser

obrero porque el obrero no es tanto el trabajador manual como el tipo que usa blusa. (Bueno, no

tanto los obreros, como los artesanos y pequeños burgueses que formaban el cuadro proletario

inmigrante, inicial del "viejo y glorioso Partido Socialista").

La "blusa" de marras no era desde luego la corralera de nuestros paisanos, ni siquiera la

chaqueta azul de nuestros ferroviarios. La "blusa", científicamente, es ese blusón de grandes bolsillos

que usted habrá visto, por última vez, en el cine al marido de "La mujer del panadero", que

nuestros trabajadores se empeñan en no usar, primero, porque no son científicos, y, segundo,

porque después de ver la película han terminado por creer que es un uniforme de cornudo.

Como en la época de la fundación del P.S. no había otros trabajadores industriales que una

pequeña minoría, en su mayoría extranjera y más bien artesanal que obrera, el "maestro" Justo se

encontró ante esta alternativa: o facilitar las condiciones para el desarrollo industrial que generase

un proletariado científico, o aceptar el proletariado rural que existía, como trabajador socialista, lo

cual era anticientífico. Esto último hubiera implicado hacer política criolla porque había que poner el

partido al nivel histórico del criollaje para hacérselo accesible. La única forma de no hacer política

criolla, es decir anticientífica, era limitar el desarrollo del partido al pequeño grupo que permitía

hacer política científica y luego propender a la creación de condiciones para un desarrollo industrial

que generase trabajadores a nivel científico.

Hizo lo primero pero no lo segundo, porque para la política científica del Partido Socialista

era inadmisible la protección aduanera y la intervención del Estado burgués en la promoción del

desarrollo industrial, porque el socialismo científico del "maestro", partía del principio científico de

que había que hacer lo mismo que el socialismo de los países científicos, para los cuales la división

internacional del trabajo redundaba en beneficio de sus trabajadores. En consecuencia, el "maestro"

Justo fue liberal en economía, oponiéndose a la protección para mantener el bajo costo de las

importaciones e impedir el desarrollo de una burguesía nacional, condición inseparable de la

existencia de trabajadores industriales. Esto complacía mucho al socialismo de los países científicos

que tenían interés, como los capitalistas de los países científicos, en el bajo costo de nuestras

materias primas y en la importación de sus manufacturas. En las Zonceras económicas se verá esto

con mayor extensión.

Así, no pudo hacer socialismo con los trabajadores existentes porque eran anticientíficos y se

opuso a la creación de una industria que pudiera generar trabajadores científicos, porque eso

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hubiera sido contrariar al socialismo científico de los países donde daban las pautas científicas de los

países dependientes.

De este modo, la "derecha liberal" y la "izquierda socialista" hacían el juego de la economía

colonial en beneficio de las burguesías y los obreros de las metrópolis bajo la mirada comprensiva

y estimulante de los políticos europeos viendo a la civilización en sus términos más opuestos,

trabajar en contra de la barbarie criolla.

Como consecuencia de todo esto, en aquellas provincias del interior donde el desarrollo de

una gran industria, vitivinícola y azucarera, pudo dar origen a un movimiento socialista, que

efectivamente tuvo un comienzo prometedor, el socialismo se vio en la imposibilidad de progresar

porque el medio obligaba a darle a la política características criollas que contrariaban la ciencia

política del "maestro". De tal modo Cantoni en San Juan, Lencinas en Mendoza, Bascary y Vera en

Tucumán, Mateo Córdoba y Tanco en Jujuy, desplazaron a su favor las posibilidades del

socialismo, aglutinando a los trabajadores en su lucha de ascenso por la simple razón de que como

no eran científicos podían hacer política criolla.

En la pampa húmeda tampoco los trabajadores rurales reunían condiciones científicas y

entonces el Partido Socialista intentó ser el partido de los chacareros arrendatarios que eran más

científicos, pero también más clase patronal que proletariado. En la Capital pasó algo parecido,

sobre todo cuando los movimientos de masas movilizaron a los trabajadores no científicos. Así

ocurrió con el yrigoyenismo primero y con el peronismo después.

Si bien la política criolla en su origen le sirvió al "maestro" para denigrar los métodos

antipopulares de la política oligárquica, la expresión política criolla adquirió su más alta y

enfervorizada carga imprecatoria cuando las características anticientíficas de la política criolla

trajeron la presencia de las masas al Estado. Tan es así que el "maestro", y después sus discípulos,

para combatir la política criolla coincidieron plenamente con la vieja oligarquía, convirtiendo al

Partido Socialista en el brazo porteño de la lucha contra la política criolla popular, de Yrigoyen y

Perón.

Así la industrialización, que contrariaba el planteo económico antiproteccionista y

antiestatista del Partido Socialista, venía a contrariarlo mucho más electoralmente al generar masas

de trabajadores anticientíficos, que no se oponían, sino apoyaban la evolución burguesa del país. La

lucha socialista contra la política criolla dejó de tener por objetivo la lucha contra la política criolla del

pueblo, y desde entonces, el Partido Socialista limitó su destino a servir la política antipopular. Así

enfrentó primero al radicalismo y después al peronismo, en lo que el cientificismo del Partido

Socialista vino a coincidir con el otro partido político señalado por Silvio Frondizi como científico:

el Partido Comunista. (Aquí además por consigna exterior).

Pero lo que interesa es señalar la vinculación de los absurdos doctrinarios del Partido

Socialista con el supuesto previo de civilización y barbarie, que es el que impidió al "maestro" y sus

discípulos adecuarse a la realidad social.

El "maestro", como casi toda la izquierda de esa generación, partió desde aquella zoncera, y

la expresión política criolla, no es más que una nueva calificación peyorativa de la realidad nacional.

Sin este previo punto de partida peyorativo, serían imposibles de comprender estas

contradicciones. Y sobre todo que sea peyorativo decir política criolla. Pero es lógico cuando la

política y los intereses que se benefician son "gringos".

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ZONCERAS COMPLEMENTARIAS DE

"POLÍTICA CRIOLLA"

Del peyorativo política criolla han nacido otras zonceras complementarias de las cuales se

mencionarán algunas. Asados y empanadas. Juego, beberaje y peleas. Educar al Soberano. Quiera el pueblo

votar.

Para los impugnadores de la política criolla, ésta ya está condenada desde el vamos, porque

asados y empanadas acompañan al acto electoral, y son una prueba de la incapacidad política del

nativo.

Al "maestro" Justo le hubiera bastado el más elemental marxismo, o siquiera historicismo,

para comprender que el asado y las empanadas son una imposición de la geografía y el transporte,

en su momento.

El día del comicio se reúnen en un insignificante villorrio dos o tres mil votantes que

habitan en un radio de 30 ó 40 leguas cuadradas.

¿Cómo podrían comer sin asado y empanadas? Los partidarios del P. S. además de ser muy

civilizados no pasan de 5 ó 10, y pueden ir a comer a la fonda del pueblo cuya capacidad es de 15 ó

20 cubiertos. ¿Pero dónde comerán los 1.990 que restan?

Con esta simple observación de la realidad, la zoncera se viene al suelo. Si esto lo

comprenden los viejos y atrasados caudillos de los partidos tradicionales, ¿por qué no lo entienden

los científicos secretarios del centro o fermentario socialista?

Además, aquellos caudillos saben perfectamente, especialmente los conservadores, que la

gente come donde le da la gana, y vota —cuando la dejan— por quien le da la gana, así como usa

el vehículo que le resulta más cómodo, sea para viajar, sea para quedar bien. Si hubiera sido por

los asados y las empanadas y los automóviles, ni los radicales ni los peronistas le hubieran ganado

nunca a los conservadores que, por razones obvias, eran los que carneaban gordo, casi como para

los ingleses... y de los buenos tiempos.

También la política científica le cargaba a la barbarie —política criolla— los borrachos, las

tabeadas y los tajos frecuentes en los días de elección, en su incapacidad de com prender que el acto

electoral era a la vez la posibilidad de encuentro en el villorrio de gente desparramada en una gran

extensión geográfica y la única circunstancia propicia a su encuentro. Así, el día de la elección tenía

un significado de fiesta con esa aglomeración tan espaciada en el tiempo —una vez cada dos

años—, donde la gente buscaba las diversiones típicas de las reuniones camperas; también se

buscaban los que tenían algún "asunto" que arreglar. De aquello salía la bebida y el juego, que son

efecto y no causa; de esto las peleas y los tajos. Ni más ni menos que en la feria de las poblaciones

europeas. ¿Cuándo iba a jugar, a beber o a pelear? ¿Cuándo estaban solos?

De todos modos, son situaciones suscitadas por el medio y no por la política en sí y que se

corrigen —como está ocurriendo— por la modificación de las condiciones del medio en su

integridad. La política se hace con relación al medio y el que prescinde de él, no hace política, se

queda en científico, porque el medio no es científico.

¿Pero es científico el medio donde se hace la política francesa o norteamericana, propuestas

como modelo? ¿No fue el caudillo de los mercados en París una de las más altas figuras de la

Tercera República y se jactaba de ello? ¿Y creen los políticos científicos que como caudillo su técnica

era muy distinta de la de Sancerni Giménez o Rabanal, o la de don Alberto?

¿Han oído hablar estos científicos de que en los países de política científica los gangsters de

Chicago organizaban la elección de los jueces, o del significado de Tammany Hall en Nueva York?

¡Por favor! ¿No han visto "Los intocables"? Vayan y pregúntenle a Ness, y después me cuentan lo

de política criolla.

¡Leyendo la vida de Lincoln de Emil Ludwig, encuentro un relato que viene "al pelo".

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Escasos de recursos. Lincoln y su rival Douglas, alquilan en común un coche para visitar a los

electores. En una ocasión llegan a una granja, y como el granjero está en el campo, arando, Douglas

va a verlo; Lincoln, más haragán o más psicólogo, prefiere "trabajarse" a la granjera que en ese

momento está ordeñando y para ganarse su simpatía no se le ocurre mejor cosa que sacarle el

banquito y ponerse a tirar de las tetas. De la vaca, por supuesto.

¡Lo que hubiesen dicho los detractores de la política criolla si Tamborini, Mosca, Perón o

Quijano, u otros más recientes, por ejemplo Illia u Onganía, le hubieran ordeñado la vaca a la

votante como don Abraham, ahora que las granjeras también votan! Es cierto que estas de aquí son

chacareras, lo que es menos científico que ser granjera.

La filiación intelectual que enuncia la expresión política criolla es la misma de los

rivadavianos y se origina en la incapacidad de comprender la realidad porque ésta se ha decretado

negativa previamente. No hay que adecuar el proceso al medio sino derogar el medio para crear

otro artificialmente.

De tal manera es imposible una política de multitudes desde que ellas pertenecen al medio

y así, subconscientemente, la izquierda termina por identificarse con la derecha, aunque sus

programas científicos sean inversos: lo mismo da que por razones de privilegio se sostenga el

gobierno de la minoría o que se niegue la presencia de las mayorías a mérito de que son

anticientíficas; en los dos supuestos, el concepto es el del despotismo ilustrado aunque unos utilicen la

política criolla para mantenerlo y los otros lo nieguen, contribuyendo a su mantenimiento.

Todas estas cosas son tan elementales que parece imposible se le escapasen al talento de

Juan B. Justo. Su falla no consistía, pues, en su falta de inteligencia. Consistió en lo que hemos

señalado al hablar de todas estas zonceras.

I) Educar al Soberano.

Aunque la zoncera ésta no provenga del "maestro" Justo está implícita en la política criolla

porque parte de un supuesto puramente pedagógico. La educación no es aquí el producto de una

formación histórica sobre la vida, sino de una pura formación pedagógica.

Hace ya años, un periodista español exilado escribió en "La Nación" una nota en que

equiparaba a Sarmiento y a Joaquín Costa, el polígrafo y político español, porque ambos habían

tenido como lema la educación. Pero marcaba una diferencia, a la que no hacía juicio por

inimportante, pues Costa había dicho "despensa y educación" mientras el sanjuanino había

prescindido de enunciar la despensa.

¡Pavada de diferencia!

Despensa y educación significa la elevación de las condiciones sociales en el orden material

que la educación viene a complementar. Educación solamente, significa confiar exclusivamente en

la eficacia del alfabeto. Mientras en el primer caso la educación se asienta en la realidad y produce

frutos, en el segundo es como levantar agua con horquilla. En alguna parte he dicho que es inútil

enseñar a bañarse a los santiagueños, pues con 42° de temperatura la gente se baña a palpito si hay

agua: el problema entonces es de agua, más que de educación, pero los educadores del Soberano

creen que basta con el adoctrinamiento teórico.

Esta zoncera corre pareja con la que sigue.

II) Quiera el pueblo votar.

Pero cuando el pueblo vota, como no vota científicamente, están todos de acuerdo en que

vota mal porque no está suficientemente educado, y el resultado es que aún los mismos científicos

que se aferran a lo de quiera el pueblo votar, terminan por coincidir con los menos científicos de la

oligarquía que quieren conservar el poder, aunque no digan esto por poco científico.

No lo dicen, hacen. Y así ocurrió frente al yrigoyenismo y frente al peronismo, porque el

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juicio sobre la capacidad popular fue el mismo y será siempre: "no está suficientemente educado", es

sólo "alpargatas" o "aluvión", en cuanto expresa el pueblo argentino de la realidad y no lo que

corresponde al pueblo argentino de la imagen científica. La reacción sigue siendo la misma de los

rivadavianos y el fundamento básico el mismo: civilización y barbarie. Y así el "educar al soberano",

que es otra zoncera paralela de "quiera el pueblo votar", condiciona ésta al cumplimiento de

aquélla. Educar al soberano consiste en meterle las zonceras. Sólo puede votar cuando está

azonzado y no conoce sus intereses.

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