El inventor de la zoncera "Política Criolla" fue Juan B. Justo.
En Prosa de hacha y tiza, bajo el título "Los novios asépticos de la revolución", cito una frase
del profesor Silvio Frondizi que dice: "Hasta la aparición del Partido Comunista, el Socialista fue el
único partido político argentino de base científica". Y comento: "Dado el éxito del Partido Socialista
habrá que convenir que en la Argentina la ciencia sirve para todo menos para hacer política o que
éste es un país anticientífico".
Lo último es lo que quiso expresar el maestro Justo calificando como política criolla todo lo
que no era científico según su parecer — y entre ello los partidos que le ganaban—; científica era la
de los países cuyos partidos quería imitar don Juan B. Justo precisamente porque no tenían política
criolla. No se le ocurrió pensar que los ingleses tenían política inglesa, los franceses francesa y los
turcos turca. Lógicamente no podían tenerla criolla.
Para Juan B. Justo todo lo que venía de afuera era científico y lo que nacía adentro
anticientífico, es decir criollo, que es una manera más científica de decir "aluvión zoológico" y
"libros y alpargatas", o sea civilización y barbarie.
Todavía usted, paisano, oirá a algún viejo orador hablar de la "blusa del obrero". Es una
expresión nacida de lo de política criolla, porque la imagen del obrero, para el "maestro", estaba
dada por un sujeto con "blusa" y aquí el obrero resultó "descamisado". Ergo, éste no podía ser
obrero porque el obrero no es tanto el trabajador manual como el tipo que usa blusa. (Bueno, no
tanto los obreros, como los artesanos y pequeños burgueses que formaban el cuadro proletario
inmigrante, inicial del "viejo y glorioso Partido Socialista").
La "blusa" de marras no era desde luego la corralera de nuestros paisanos, ni siquiera la
chaqueta azul de nuestros ferroviarios. La "blusa", científicamente, es ese blusón de grandes bolsillos
que usted habrá visto, por última vez, en el cine al marido de "La mujer del panadero", que
nuestros trabajadores se empeñan en no usar, primero, porque no son científicos, y, segundo,
porque después de ver la película han terminado por creer que es un uniforme de cornudo.
Como en la época de la fundación del P.S. no había otros trabajadores industriales que una
pequeña minoría, en su mayoría extranjera y más bien artesanal que obrera, el "maestro" Justo se
encontró ante esta alternativa: o facilitar las condiciones para el desarrollo industrial que generase
un proletariado científico, o aceptar el proletariado rural que existía, como trabajador socialista, lo
cual era anticientífico. Esto último hubiera implicado hacer política criolla porque había que poner el
partido al nivel histórico del criollaje para hacérselo accesible. La única forma de no hacer política
criolla, es decir anticientífica, era limitar el desarrollo del partido al pequeño grupo que permitía
hacer política científica y luego propender a la creación de condiciones para un desarrollo industrial
que generase trabajadores a nivel científico.
Hizo lo primero pero no lo segundo, porque para la política científica del Partido Socialista
era inadmisible la protección aduanera y la intervención del Estado burgués en la promoción del
desarrollo industrial, porque el socialismo científico del "maestro", partía del principio científico de
que había que hacer lo mismo que el socialismo de los países científicos, para los cuales la división
internacional del trabajo redundaba en beneficio de sus trabajadores. En consecuencia, el "maestro"
Justo fue liberal en economía, oponiéndose a la protección para mantener el bajo costo de las
importaciones e impedir el desarrollo de una burguesía nacional, condición inseparable de la
existencia de trabajadores industriales. Esto complacía mucho al socialismo de los países científicos
que tenían interés, como los capitalistas de los países científicos, en el bajo costo de nuestras
materias primas y en la importación de sus manufacturas. En las Zonceras económicas se verá esto
con mayor extensión.
Así, no pudo hacer socialismo con los trabajadores existentes porque eran anticientíficos y se
opuso a la creación de una industria que pudiera generar trabajadores científicos, porque eso
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hubiera sido contrariar al socialismo científico de los países donde daban las pautas científicas de los
países dependientes.
De este modo, la "derecha liberal" y la "izquierda socialista" hacían el juego de la economía
colonial en beneficio de las burguesías y los obreros de las metrópolis bajo la mirada comprensiva
y estimulante de los políticos europeos viendo a la civilización en sus términos más opuestos,
trabajar en contra de la barbarie criolla.
Como consecuencia de todo esto, en aquellas provincias del interior donde el desarrollo de
una gran industria, vitivinícola y azucarera, pudo dar origen a un movimiento socialista, que
efectivamente tuvo un comienzo prometedor, el socialismo se vio en la imposibilidad de progresar
porque el medio obligaba a darle a la política características criollas que contrariaban la ciencia
política del "maestro". De tal modo Cantoni en San Juan, Lencinas en Mendoza, Bascary y Vera en
Tucumán, Mateo Córdoba y Tanco en Jujuy, desplazaron a su favor las posibilidades del
socialismo, aglutinando a los trabajadores en su lucha de ascenso por la simple razón de que como
no eran científicos podían hacer política criolla.
En la pampa húmeda tampoco los trabajadores rurales reunían condiciones científicas y
entonces el Partido Socialista intentó ser el partido de los chacareros arrendatarios que eran más
científicos, pero también más clase patronal que proletariado. En la Capital pasó algo parecido,
sobre todo cuando los movimientos de masas movilizaron a los trabajadores no científicos. Así
ocurrió con el yrigoyenismo primero y con el peronismo después.
Si bien la política criolla en su origen le sirvió al "maestro" para denigrar los métodos
antipopulares de la política oligárquica, la expresión política criolla adquirió su más alta y
enfervorizada carga imprecatoria cuando las características anticientíficas de la política criolla
trajeron la presencia de las masas al Estado. Tan es así que el "maestro", y después sus discípulos,
para combatir la política criolla coincidieron plenamente con la vieja oligarquía, convirtiendo al
Partido Socialista en el brazo porteño de la lucha contra la política criolla popular, de Yrigoyen y
Perón.
Así la industrialización, que contrariaba el planteo económico antiproteccionista y
antiestatista del Partido Socialista, venía a contrariarlo mucho más electoralmente al generar masas
de trabajadores anticientíficos, que no se oponían, sino apoyaban la evolución burguesa del país. La
lucha socialista contra la política criolla dejó de tener por objetivo la lucha contra la política criolla del
pueblo, y desde entonces, el Partido Socialista limitó su destino a servir la política antipopular. Así
enfrentó primero al radicalismo y después al peronismo, en lo que el cientificismo del Partido
Socialista vino a coincidir con el otro partido político señalado por Silvio Frondizi como científico:
el Partido Comunista. (Aquí además por consigna exterior).
Pero lo que interesa es señalar la vinculación de los absurdos doctrinarios del Partido
Socialista con el supuesto previo de civilización y barbarie, que es el que impidió al "maestro" y sus
discípulos adecuarse a la realidad social.
El "maestro", como casi toda la izquierda de esa generación, partió desde aquella zoncera, y
la expresión política criolla, no es más que una nueva calificación peyorativa de la realidad nacional.
Sin este previo punto de partida peyorativo, serían imposibles de comprender estas
contradicciones. Y sobre todo que sea peyorativo decir política criolla. Pero es lógico cuando la
política y los intereses que se benefician son "gringos".
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ZONCERAS COMPLEMENTARIAS DE
"POLÍTICA CRIOLLA"
Del peyorativo política criolla han nacido otras zonceras complementarias de las cuales se
mencionarán algunas. Asados y empanadas. Juego, beberaje y peleas. Educar al Soberano. Quiera el pueblo
votar.
Para los impugnadores de la política criolla, ésta ya está condenada desde el vamos, porque
asados y empanadas acompañan al acto electoral, y son una prueba de la incapacidad política del
nativo.
Al "maestro" Justo le hubiera bastado el más elemental marxismo, o siquiera historicismo,
para comprender que el asado y las empanadas son una imposición de la geografía y el transporte,
en su momento.
El día del comicio se reúnen en un insignificante villorrio dos o tres mil votantes que
habitan en un radio de 30 ó 40 leguas cuadradas.
¿Cómo podrían comer sin asado y empanadas? Los partidarios del P. S. además de ser muy
civilizados no pasan de 5 ó 10, y pueden ir a comer a la fonda del pueblo cuya capacidad es de 15 ó
20 cubiertos. ¿Pero dónde comerán los 1.990 que restan?
Con esta simple observación de la realidad, la zoncera se viene al suelo. Si esto lo
comprenden los viejos y atrasados caudillos de los partidos tradicionales, ¿por qué no lo entienden
los científicos secretarios del centro o fermentario socialista?
Además, aquellos caudillos saben perfectamente, especialmente los conservadores, que la
gente come donde le da la gana, y vota —cuando la dejan— por quien le da la gana, así como usa
el vehículo que le resulta más cómodo, sea para viajar, sea para quedar bien. Si hubiera sido por
los asados y las empanadas y los automóviles, ni los radicales ni los peronistas le hubieran ganado
nunca a los conservadores que, por razones obvias, eran los que carneaban gordo, casi como para
los ingleses... y de los buenos tiempos.
También la política científica le cargaba a la barbarie —política criolla— los borrachos, las
tabeadas y los tajos frecuentes en los días de elección, en su incapacidad de com prender que el acto
electoral era a la vez la posibilidad de encuentro en el villorrio de gente desparramada en una gran
extensión geográfica y la única circunstancia propicia a su encuentro. Así, el día de la elección tenía
un significado de fiesta con esa aglomeración tan espaciada en el tiempo —una vez cada dos
años—, donde la gente buscaba las diversiones típicas de las reuniones camperas; también se
buscaban los que tenían algún "asunto" que arreglar. De aquello salía la bebida y el juego, que son
efecto y no causa; de esto las peleas y los tajos. Ni más ni menos que en la feria de las poblaciones
europeas. ¿Cuándo iba a jugar, a beber o a pelear? ¿Cuándo estaban solos?
De todos modos, son situaciones suscitadas por el medio y no por la política en sí y que se
corrigen —como está ocurriendo— por la modificación de las condiciones del medio en su
integridad. La política se hace con relación al medio y el que prescinde de él, no hace política, se
queda en científico, porque el medio no es científico.
¿Pero es científico el medio donde se hace la política francesa o norteamericana, propuestas
como modelo? ¿No fue el caudillo de los mercados en París una de las más altas figuras de la
Tercera República y se jactaba de ello? ¿Y creen los políticos científicos que como caudillo su técnica
era muy distinta de la de Sancerni Giménez o Rabanal, o la de don Alberto?
¿Han oído hablar estos científicos de que en los países de política científica los gangsters de
Chicago organizaban la elección de los jueces, o del significado de Tammany Hall en Nueva York?
¡Por favor! ¿No han visto "Los intocables"? Vayan y pregúntenle a Ness, y después me cuentan lo
de política criolla.
¡Leyendo la vida de Lincoln de Emil Ludwig, encuentro un relato que viene "al pelo".
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Escasos de recursos. Lincoln y su rival Douglas, alquilan en común un coche para visitar a los
electores. En una ocasión llegan a una granja, y como el granjero está en el campo, arando, Douglas
va a verlo; Lincoln, más haragán o más psicólogo, prefiere "trabajarse" a la granjera que en ese
momento está ordeñando y para ganarse su simpatía no se le ocurre mejor cosa que sacarle el
banquito y ponerse a tirar de las tetas. De la vaca, por supuesto.
¡Lo que hubiesen dicho los detractores de la política criolla si Tamborini, Mosca, Perón o
Quijano, u otros más recientes, por ejemplo Illia u Onganía, le hubieran ordeñado la vaca a la
votante como don Abraham, ahora que las granjeras también votan! Es cierto que estas de aquí son
chacareras, lo que es menos científico que ser granjera.
La filiación intelectual que enuncia la expresión política criolla es la misma de los
rivadavianos y se origina en la incapacidad de comprender la realidad porque ésta se ha decretado
negativa previamente. No hay que adecuar el proceso al medio sino derogar el medio para crear
otro artificialmente.
De tal manera es imposible una política de multitudes desde que ellas pertenecen al medio
y así, subconscientemente, la izquierda termina por identificarse con la derecha, aunque sus
programas científicos sean inversos: lo mismo da que por razones de privilegio se sostenga el
gobierno de la minoría o que se niegue la presencia de las mayorías a mérito de que son
anticientíficas; en los dos supuestos, el concepto es el del despotismo ilustrado aunque unos utilicen la
política criolla para mantenerlo y los otros lo nieguen, contribuyendo a su mantenimiento.
Todas estas cosas son tan elementales que parece imposible se le escapasen al talento de
Juan B. Justo. Su falla no consistía, pues, en su falta de inteligencia. Consistió en lo que hemos
señalado al hablar de todas estas zonceras.
I) Educar al Soberano.
Aunque la zoncera ésta no provenga del "maestro" Justo está implícita en la política criolla
porque parte de un supuesto puramente pedagógico. La educación no es aquí el producto de una
formación histórica sobre la vida, sino de una pura formación pedagógica.
Hace ya años, un periodista español exilado escribió en "La Nación" una nota en que
equiparaba a Sarmiento y a Joaquín Costa, el polígrafo y político español, porque ambos habían
tenido como lema la educación. Pero marcaba una diferencia, a la que no hacía juicio por
inimportante, pues Costa había dicho "despensa y educación" mientras el sanjuanino había
prescindido de enunciar la despensa.
¡Pavada de diferencia!
Despensa y educación significa la elevación de las condiciones sociales en el orden material
que la educación viene a complementar. Educación solamente, significa confiar exclusivamente en
la eficacia del alfabeto. Mientras en el primer caso la educación se asienta en la realidad y produce
frutos, en el segundo es como levantar agua con horquilla. En alguna parte he dicho que es inútil
enseñar a bañarse a los santiagueños, pues con 42° de temperatura la gente se baña a palpito si hay
agua: el problema entonces es de agua, más que de educación, pero los educadores del Soberano
creen que basta con el adoctrinamiento teórico.
Esta zoncera corre pareja con la que sigue.
II) Quiera el pueblo votar.
Pero cuando el pueblo vota, como no vota científicamente, están todos de acuerdo en que
vota mal porque no está suficientemente educado, y el resultado es que aún los mismos científicos
que se aferran a lo de quiera el pueblo votar, terminan por coincidir con los menos científicos de la
oligarquía que quieren conservar el poder, aunque no digan esto por poco científico.
No lo dicen, hacen. Y así ocurrió frente al yrigoyenismo y frente al peronismo, porque el
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juicio sobre la capacidad popular fue el mismo y será siempre: "no está suficientemente educado", es
sólo "alpargatas" o "aluvión", en cuanto expresa el pueblo argentino de la realidad y no lo que
corresponde al pueblo argentino de la imagen científica. La reacción sigue siendo la misma de los
rivadavianos y el fundamento básico el mismo: civilización y barbarie. Y así el "educar al soberano",
que es otra zoncera paralela de "quiera el pueblo votar", condiciona ésta al cumplimiento de
aquélla. Educar al soberano consiste en meterle las zonceras. Sólo puede votar cuando está
azonzado y no conoce sus intereses.
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