En abril de 1996, millones de "bots"--códigos informáticos diseñados para "reptar
como arañas", o registrar automáticamente Internet y copiar contenidos--
echaron a correr por toda la Red. Página a página, estos bots copiaban
información hallada en Internet a una pequeña serie de computadoras situadas
en un sótano en el Presidio de San Francisco. Una vez que los bots terminaban
con toda Internet, empezaban otra vez. Una y otra vez, cada dos meses, estas
piezas de código hacían una copia de Internet y la almacenaban.
Para octubre del 2001, los bots habían recogido más de cinco años de
copias. Y con un pequeño anuncio en Berkeley, California, el archivo creado por
esas copias, el Internet Archive, quedó abierto al mundo. Empleando una
tecnología llamada la "Way Back Machine", o “Máquina de Hace Mucho Tiempo”,
Cultura libre 128
podías entrar en una página web y ver todas sus copias remontándote hasta
1996, igual que el momento en que cambiaron estas páginas.
Ésta es la cosa de Internet que habría apreciado Orwell. En la distopía
descrita en 1984, los periódicos viejos eran continuamente actualizados para
asegurar que la visión actual del mundo, aprobada por el gobierno, no era
desmentida por las noticias viejas. Miles de trabajadores reeditaban
constantemente el pasado, lo que significaba que no había manera de saber si la
historia que estabas leyendo hoy era la historia que fue impresa en la fecha
publicada en el periódico.
Es lo mismo con Internet. Si hoy día vas a una página web, no tienes
forma de saber si los contenidos que estás leyendo son los mismos que los que
ya leíste. La página puede parecer igual, pero fácilmente puede que los
contenidos sean diferentes. Internet es la biblioteca de Orwell--constantemente
actualizada, sin ninguna memoria de la que puedas fiarte.
Hasta la Way Back Machineh, al menos. Con la Way Back Machine, y el
Archivo de Internet sobre la que se basa, puedes ver lo que era Internet. Tienes
el poder de ver lo que recuerdas. De un modo más importante, quizá, tienes
también el poder de encontrar lo que no recuerdas y quizá otros prefieren que
olvides1.
DAMOS POR SENTADO que podemos retroceder al pasado para ver lo que
recordamos haber leído. Piensa en los periódicos. Si querías estudiar la reacción
del diario local a las revueltas raciales en Watts en 1965, o al cañón de agua de
Bull Connor en 1963, podías ir a tu biblioteca municipal y mirar los periódicos.
Esos periódicos probablemente existen en microfichas. Si tienes suerte, existen
también en papel. De un modo u otro, tienes la libertad, usando una biblioteca,
de volver atrás y recordar--no solamente lo que conviene que se recuerde, sino
recordar algo parecido a la verdad.
h “La Máquina de Hace Mucho Tiempo”.
Cultura libre 129
Se dice que aquellos que olvidan su historia están condenados a repetirla.
Eso no es completamente cierto. Todos olvidamos la historia. La clave es si
tenemos una forma de volver al pasado para redescubrir lo que hemos olvidado.
De un modo más directo, la clave es si un pasado objetivo puede hacer que
sigamos siendo honrados. Las bibliotecas ayudan a hacer eso, recopilando
contenidos y guardándolos para escolares, para investigadores, para la abuela.
Una sociedad libre da por sentado este conocimiento.
Internet era una excepción a esta suposición. Hasta el Archivo de
Internet, no había forma de volver atrás. Internet era un medio
quintaesencialmente transitorio. Y sin embargo, conforme aumenta su
importancia para formar y reformar la sociedad, se vuelve cada vez más
importante mantenerla en alguna forma histórica. Es muy extraño pensar que
tenemos montones de archivos de periódicos de ciudades minúsculas de todo el
mundo, mientras que no hay más que una copia de Internet--la que está
guardada en el Archivo de Internet.
El fundador del Archivo de Internet es Brewster Kahle. Fue un empresario
digital con éxito después de ser un investigador informático con éxito. En los
noventa, Kahle decidió que había tenido suficiente éxito con los negocios. Era
hora de tener éxito de otra forma. Así que lanzó una serie de proyectos
diseñados para archivar el conocimiento humano. El Archivo de Internet era
solamente el primero de los proyectos de este Andrew Carnegie de Internet.
Para diciembre del 2002, el archivo tenía más de diez mil millones de páginas, y
estaba creciendo a un ritmo de mil millones de páginas al mes.
La Way Back Machine es el mayor archivo de conocimiento humano de la
historia. A finales del 2002, guardaba "doscientos treinta terabytes de material"--
y era "diez veces mayor que la Biblioteca del Congreso". Y esto sólo el primero
de los archivos que Kahle había decidido construir. Además del Archivo de
Internet, Kahle había estado construyendo el Archivo de la Televisión. Resulta
que la televisión es todavía más efímera que Internet. Mientras que una gran
parte de la cultura del siglo XX se construyó por medio de la televisión,
Cultura libre 130
solamente una minúscula porción de esa cultura está disponible para el público
general. La universidad de Vanderbilt graba tres horas de noticias cada noche--
gracias a una exención específica en la ley del copyright. Esos contenidos se
incluyen en un índice y se ponen a disposición de los investigadores por una
tarifa muy baja. "Pero aparte de eso la [televisión] es casi imposible de
conseguir", me dijo Kahle. "Si fueras Barbara Walters podrías obtener acceso a
[los archivos], pero ¿y si sólo eres estudiante de doctorado?" Como explica
Kahle:
¿Recuerdas cuándo Dan Quayle estaba interactuando con Murphy Brown?
¿Recuerdas esa experiencia surrealista de un político interactuando con un
personaje televisivo de ficción? Si fueras un estudiante de doctorado que
quisiera estudiar eso, y quisieras conseguir ese diálogo entre los dos, el
episodio de 60 minutos que resultó de ahí [...] sería casi imposible. [...]
Esos materiales son casi imposibles de conseguir.
¿Por qué las cosas son así? ¿Por qué ocurre que parte de nuestra cultura
que está registrada en los periódicos permanece accesible a perpetuidad,
mientras que la parte que esta registrada en cinta no? ¿Cómo es que hemos
creado un mundo en el que los investigadores que intentan entender el efecto de
los medios de comunicación en los EE.UU. del siglo XIX lo tienen más fácil que
los investigadores que intentan hacer lo mismo con el siglo XX?
En parte esto es así debido a las leyes. Al principio de la ley
estadounidense del copyright se les exigió a los dueños de copyright que
depositaran copias de sus obras en las bibliotecas. La intención era que estas
copias facilitaran la difusión del conocimiento y asegurarse que habría una copia
de la obra una vez que expirara el copyright, para que otros pudieran tener
acceso a ella e hicieran nuevas copias.
Estas reglas también se aplicaban al cine. Pero en 1915, la Biblioteca del
Congreso hizo una excepción con el cine. El cine sólo tendría copyright en tanto
Cultura libre 131
que se hicieran estos depósitos. Pero se permitía que el cineasta pidiera
prestados los depósitos--por tiempo ilimitado y sin coste alguno. Sólo en 1915 se
depositaron y se "pidieron prestadas" más de 5.475 películas. Así, cuando
expiran los copyrights de las películas, no hay ninguna copia conservada en
ninguna biblioteca. La copia existe--si es que existe en absoluto--en los archivos
de la productora cinematográfica.
Lo mismo ocurre generalmente con la televisión. Las emisiones de
televisión originalmente no tenían copyright--no había ninguna forma de capturar
las emisiones, así que no había miedo alguno al "robo". Pero conforme la
tecnología hacía posible esta captura, las emisoras empezaron a basarse cada
vez más en las leyes. Las leyes exigían que hicieran una copia de cada emisión
para que las obras tuvieran "copyright". Pero estas copias simplemente se
quedaban en las manos de las emisoras. Ninguna biblioteca tenía derecho a
ellas; el gobierno no las exigía. Los contenidos de esta parte de la cultura
estadounidense le resultan prácticamente invisibles a cualquiera que los busque.
Kahle estaba deseando corregir esto. Antes del once de septiembre del
2001 sus aliados y él habían empezado a capturar televisión. Seleccionaron
veinte emisoras de todo el mundo y pulsaron el botón de grabación. Después del
once de septiembre, Kahle, trabajando con docenas de personas, seleccionó
veinte emisoras de todo el mundo y, a partir del once de octubre del 2001, puso
a disposición gratuitamente en la Red su seguimiento de la semana del once de
septiembre. Cualquiera podía ver cómo los informativos televisivos de todo el
mundo cubrieron los acontecimientos de aquel día.
Kahle tenía la misma idea para el cine. Trabajando con Rick Prelinger,
cuya filmoteca incluye cerca de 45.000 "películas efímeras" (lo que quiere decir
que son películas que no son de Hollywood, cintas que nunca recibieron
copyright), Kahle estableció el Archivo de Cine. Prelinger dejó que Kahle
digitalizara 1.300 películas en este archivo y que las publicara en Internet, de
donde podían descargarse gratis. La compañía de Prelinger tiene ánimo de lucro.
Vende copias de estas películas como material de archivo (“stock footage”). Lo
Cultura libre 132
que descubrió es que después de hacer disponible gratis una parte significativa
de su archivo, las ventas aumentaron drásticamente. La gente podía encontrar
fácilmente el material que quería usar. Hubo quien descargó esos materiales e
hizo sus propias películas con él. Otros compraron copias para permitir que se
hicieran otras películas. De un modo u otro, el archivo hizo posible el acceso a
esta parte importante de nuestra cultura. ¿Quieres ver una copia de la película
"Agáchate y cúbrete", que instruía a los niños sobre como salvarse en mitad de
un ataque nuclear? Ve a archive.org y puedes bajarte la película en unos
minutos--gratis.
De nuevo, Kahle está dando acceso a una parte de nuestra cultura que de
otra forma no podría conseguirse con facilidad, o ni siquiera eso. Ésta es otra
parte de aquello que define el siglo XX que hemos perdido en las manos de la
historia. Las leyes no exigen que nadie guarde todavía copias de estos
materiales, o que se depositen en ningún archivo. Por tanto, no hay una manera
fácil de encontrarlos.
La clave aquí es el acceso, no el precio. Kahle quiere hacer posible el
acceso gratuito a estos materiales, pero también quiere permitir que otros
vendan el acceso a ellos. Su objetivo es asegurar la competencia en el acceso a
esta parte importante de nuestra cultura. No durante la vida comercial de un
pedazo de propiedad creativa, sino durante la segunda vida que tiene toda la
propiedad creativa--la vida no comercial.
Porque aquí hay una idea que deberíamos reconocer con mayor claridad.
Cada ejemplo de propiedad creativa vive "vidas" diferentes. En su primera vida,
si el creador tiene suerte, los contenidos se venden. En casos así el mercado
comercial funciona para el creador. La inmensa mayoría de la propiedad creativa
no disfruta de este éxito, pero una parte sí que lo hace muy claramente. Para
estos contenidos, la vida comercial es extremadamente importante. Sin este
mercado comercial, según muchos defienden, habría mucha menos creatividad.
Después que acaba la vida comercial de la propiedad creativa, nuestra
tradición siempre ha apoyado una segunda vida. Un periódico distribuye sus
Cultura libre 133
noticias cada mañana a los porches de EE.UU. Al día siguiente se usa para
envolver pescado o para llenar cajas con regalos frágiles o para construir un
archivo de conocimientos sobre nuestra historia. En esta segunda vida los
contenidos pueden seguir informando incluso si esa información ya no se vende.
Lo mismo ha sido siempre cierto con los libros. Un libro se deja de
imprimir muy rápidamente (la media hoy día es más o menos un año3). Una vez
que está descatalogado, puede venderse en librerías de segunda mano sin que el
dueño del copyright reciba nada o ser almacenado en bibliotecas, donde muchos
consiguen leerlo, también gratis. Las librerías de segunda mano y las bibliotecas
son, por tanto, la segunda vida de un libro. Esa segunda vida es
extremadamente importante para la difusión y estabilidad de la cultura.
Sin embargo, y de un modo creciente, estamos en un error si damos por
sentada una segunda vida estable para los componentes más importantes de la
cultura popular en el siglo XX y XXI. Porque estos componentes--la televisión, el
cine, la música, la radio, Internet--no tienen garantizada una segunda vida. Para
esos tipos de cultura, es como si hubieras sustituido las bibliotecas por las
megalibrerías de Barnes & Noble. Con esta cultura, lo que está accesible no es
nada más que unas determinadas y limitadas demandas del mercado. Más allá
de esto la cultura desaparece.
DURANTE LA MAYOR parte del siglo XX fue la economía lo que causó este
fenómeno. Habría sido irracionalmente caro recopilar y poner a disposición toda
la televisión y el cine y la música. El coste de las copias analógicas es
extraordinariamente alto. Así que aunque las leyes en principio habrían
restringido la capacidad de un Brewster Kahle para copiar cultura de una manera
generalizada, la verdadera restricción era económica. El mercado hacía que fuera
imposiblemente difícil hacer algo por esta cultura efímera; las leyes tenían un
efecto práctico muy pequeño.
Tal vez la característica individual más importante de la revolución digital
es que, por primera vez desde la Biblioteca de Alejandría, es factible imaginarse
Cultura libre 134
la construcción de archivos que alberguen toda la cultura producida o distribuida
públicamente. La tecnología hace que sea posible imaginar un archivo de todos
los libros publicados, y hace posible, cada vez más, imaginarse un archivo de
todas las imágenes en movimiento y todos los sonidos.
La escala de este archivo potencial es algo que jamás habíamos
imaginado antes. Los Brewster Kahle de nuestra historia habían soñado con él;
pero estamos por primera vez en un punto en el que ese sueño es posible. Tal y
como lo describe Kahle:
Parece que hay algo así como entre dos o tres millones de grabaciones
musicales. En toda la historia. Hay algo así como cien mil películas
estrenadas en el cine, [...] y entre uno y dos millones de películas
[distribuidas] durante el siglo XX. Hay unos veintiséis millones de títulos
de libros. Todo esto cabría en computadoras que cabrían en esta
habitación y que una compañía pequeña podría permitirse. Así que
estamos en un punto decisivo de nuestra historia. El objetivo es el acceso
universal. Y la oportunidad de vivir una vida diferente, basada en esto [...]
es apasionante. Podría ser una de las cosas de las que la humanidad
podría estar más orgullosa. A la altura de la Biblioteca de Alejandría,
junto a llevar al hombre a la luna y la invención de la imprenta.
Kahle no es el único bibliotecario. El Archivo de Internet no es el único
archivo. Pero Kahle y el Archivo de Internet sugieren lo que podría ser el futuro
de las bibliotecas o los archivos. No sé cuándo termina la vida comercial de la
propiedad creativa. Pero ocurre. Y termine cuando termine, Kahle y su archivo
sugieren un mundo en el que estos conocimientos, y la cultura, se mantengan
perpetuamente disponibles. Habrá quien recurra a él para entenderla y quien lo
hará para criticarla. Otros la usarán, como lo hizo Walt Disney, para re-crear el
pasado para el futuro. Estas tecnologías prometen algo que había sido
inimaginable por la mayor parte de nuestro pasado--un futuro para nuestro
Cultura libre 135
pasado. La tecnología de las artes digitales podría hacer real el sueño de la
Biblioteca de Alejandría otra vez.
Así, la tecnología ha eliminado los costes económicos de construir un
archivo semejante. Pero los costes de los abogados permanecen. Porque por
mucho que nos guste llamarlos "archivos", por muy acogedora que pueda
parecer la idea de "biblioteca", los "contenidos" que se recogen en estos
espacios digitales son también la "propiedad" de alguien. Y las leyes de la
propiedad restringen las libertades que ejercerían Kahle y otra gente si pudieran.
(Cont.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario