Al tilingo la m... no se le cae de la boca ante la menor dificultad o desagrado que les causa
el país como es. Pero hay que tener cierta comprensión para ese tilingo, porque es el fruto de una
educación en cuya base está la autodenigración como zoncera sistematizada. Así, cuando algo no
ocurre según sus aspiraciones reacciona, conforme a las zonceras que le han enseñado, con esta
zoncera también peyorativa.
La autodenigración se vale frecuentemente de una tabla comparativa referida al resto del
mundo y en la cual cada cotejo se hace con relación a lo mejor que se ha visto o leído de otro lado,
y descartando lo peor.
Jorge Sábato me cuenta que en Nueva York, recibido por un grupo de norteamericanos a
quienes acompañaba un argentino, le faltó tiempo a éste para preguntarle como primera noticia de
su Patria: —"¿Buenos Aires siempre lleno de baches?" Jorge le dijo: —"Si, hay muchos y te podés
romper una pierna. Pero si aquí te metés en el subterráneo después de las cinco de la tarde es casi
seguro que te rompen algo... ¡Bueno, todo va en gustos! Yo prefiero romperme una pierna... y en
un bache".
Pudo agregarle que si se metía en Harlem podría ser víctima de la discriminación racial del
poder negro, como podría serlo del poder blanco un "negro" argentino que se metiera en Little
Rock.
Sin embargo, lo que pasa en el subterráneo de Nueva York, en ciertos barrios de Chicago o
en Detroit entre negros y blancos, no nos autoriza, ni a los norteamericanos ni a nosotros, a
suponer que eso solo —y los demás aspectos desagradables— den la imagen total de los Estados
Unidos. Y mucho menos a un norteamericano, que de ninguna manera dirá que su patria es un país
de m... Seguramente pensará a la inversa. Tampoco le ocurrirá al francés, al alemán, al suizo, al
inglés o al chino; no excluyo que haya zonzos en todos estos países, pero no en la cantidad que
aquí y en posiciones dirigentes. Seguramente estarán más cerca de nuestro guarango, aquel que
mide por el tamaño del bife la significación de lo nuestro. Ya lo veremos a éste, el que canta con
Gardel "Mi Buenos Aires querido...".
Y aquí viene otra zoncera, que es la de afirmar que Buenos Aires está mal nominado porque
tiene un clima intolerable. Lo cierto es que Buenos Aires sólo tiene 50 días, a lo sumo, de calores
fuertes y no alcanzan a 60 días los fríos o lluviosos, a los que opone una temperatura media, una
abundancia de días luminosos, de cielos increíblemente azules y de noches maravillosamente
estrelladas, como creo que hay en pocas ciudades en el mundo. Pero el tipo, en cuanto transpira un
poquito y no puede estar en Mar del Plata o en Punta del Este, sólo atina a decir: "¡Esta ciudad de
m...!".
En otros libros he hablado de estas dos actitudes opuestas entre el detractor y el guarango
sobrador. La de este último es constructiva y no se apoya sobre una derrota previa. La
fanfarronería —más porteña que argentina— es susceptible de corrección. ¿Pero cómo corregir al
tilingo que es el fruto buscado de una formación mental a base de zonceras peyorativas que con el
respaldo de próceres al caso, ha afirmado nuestra inferioridad como punto de partida inseparable
de su "civilización"?
El técnico que se evade con contrato afuera, de preferencia en dólares, es uno de los que
más emplea la expresión. Y también el que la justifica. Se comprende al primero pues tiene la mala
conciencia de saber que se va del país sin devolverle lo que éste le ha dado. (Nuestro estudiante
universitario cree que su papá, o él mismo, si la trabaja de self made man, son los que le han pagado
la carrera cuando en realidad no han contribuido sino con una alícuota ínfima porque aquí la
enseñanza universitaria es un servicio público. Así en lugar de creerse deudor cuando se gradúa,
se cree acreedor).
Lo mismo que el evadido pontifican los que lo defienden desde la prensa. No es sólo la
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Argentina sino el mundo entero quien proporciona técnicos al país de más recursos y de técnica
más adelantada. Dicho sea en favor de los mejores de éstos que muchas veces van a perfeccionar
sus conocimientos para luego retornar. Pero los justificadores de los evadidos para hacerlo apelan
también a la denigración. Ahora somos un país de m... porque no los retenemos. Hace 25 años para
la misma gente, cuando los técnicos se importaban porque no los había, éramos un país de m... por
la razón inversa.
Pero en realidad se trata siempre del juego de la mentalidad colonial.
Después de la guerra los técnicos de los países vencidos se propusieron trasladarse en gran
cantidad a la Argentina que se encontró, en razón de su neutralidad durante el conflicto, con la
posibilidad de adquirir gran parte de la técnica alemana. En cuanto comenzaron a venir, algunos,
los Santander y demás yerbas imputaron nazismo al gobierno que posibilitaba su venida e hicieron
una campaña de difamación destinada a impedir que la Argentina adquiera ese capital. Entre tanto
los rusos y los norteamericanos se los disputaban técnico por técnico valiéndose desde el soborno
hasta el secuestro, y grande ha sido su contribución, tanto en los Estados Unidos como en la Unión
Soviética, para el desarrollo tecnológico de los mismos. Después de la revolución de 1955 los pocos
técnicos germanos que vinieron tuvieron que huir. ¿Adónde? A Rusia o a Estados Unidos. Y esto
contó con el apoyo de la prensa que ahora se aflige por la evasión de técnicos. Como se ve, en este
caso más bien que de un complejo de inferioridad se trata de una clara actitud de agentes
provocadores.
¡Este país de m... que da refugio a los técnicos nazis! ¡Este país de m... que permite la evasión
de sus técnicos! Palos porque bogas y palos porque no bogas.
En este momento se está renovando la cañería de gas de la calle Esmeralda, donde vivo. Y
los mismos vecinos que protestaban porque escaseaba el combustible protestan ahora porque se
están haciendo las obras que lo darán en abundancia. ¡Y siempre este país de m...! Lo dice el vecino
y lo dice el conductor de vehículos que tiene que desviarse y el pasajero del colectivo. Ningún
órgano de opinión se preocupa de explicarle a la población que las constantes aperturas de calles
—por el gas, la electricidad, las obras sanitarias, etc.— tienen su causa lógica en que Buenos Aires
se modernizó justamente a principios de siglo y de un solo golpe en la parte céntrica, por lo cual
también al mismo tiempo termina la vida útil de las instalaciones dentro del radio céntrico. No así
en los barrios cuya urbanización se escalonó en el tiempo.
Con un poco de amor al país todos los órganos de publicidad debían dar esta explicación
pero no lo hacen porque subconsciente o conscientemente piensan que este es un país de m... y hay
que provocar lamentos y no afirmaciones optimistas. En la misma página o en la siguiente nos
informan que París se está blanqueando íntegramente, o de cualquier obra de progreso que se
realiza en otro lugar del mundo, con los mismos inconvenientes transitorios para los pobladores...
Pero cuando se trata de lo que ocurre en el exterior no se trata de un país de m... sino todo lo
contrario.
No pretendo, caso por caso, señalar el empleo de esta amable, si que escatológica imagen
del país, pero interesa a través de lo referido señalar cómo hay una natural predisposición
denigratoria que no es otra que el producto de una formación intelectual dirigida a la detractación
de lo nuestro. El lector no tiene más que hacer memoria, y verificar en él mismo, el continuo uso
que hacemos de la expresión. Porque también, yo pecador, empecé de niño fenómeno:
En el cielo las estrellas,
en el campo las espinas,
etc., etc.
Y ya crecidito más de una vez salí con lo de este país de m...
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