martes, 31 de enero de 2017

Si Donald Trump es masón, yo me voy

Mucho se ha especulado sobre si Donald Trump es masón o no. Los conspiranóicos de turno se afanaron durante la campaña electoral y en su investidura, en editar vídeos y subirlos a YouTube, a escribir artículos y vocear en entrevistas la vinculación de Trump con la masonería. Nada más lejos de la realidad.
Si bien es cierto que muchos de los presidentes de Estados Unidos se han declarado masones, o se ha demostrado que lo eran a través de terceros, en los ámbitos internos de la masonería, no se sabe nada acerca de la membresía masónica de Trump. No sólo eso, sino que ha generado un rechazo generalizado a su elección por contravenir la mayoría de los preceptos masónicos con sus políticas racistas y en pro de la desigualdad o los recortes en las libertades civiles.
Entre sus principales promesas electorales podemos encontrar algunas que van en contra radicalmente de lo que se supone que deben ser los valores que contenga en su interior un masón, a saber:
  • Muro en la frontera con México: Fue de una de sus primeras propuestas y la más polémica. El aspirante presidencial republicano quiere forzar a México a pagar el muro de 1.600 kilómetros que quiere construir en la frontera para frenar la inmigración ilegal y cuyo coste, según el propio magnate, ascendería a unos 8.000 millones de dólares. Su plan es bloquear las remesas que recibe del país latinoamericano de sus inmigrantes en EE UU si México no accede a pagarlo.
  • Prohibición de los musulmanes: Trump ha propuesto negar a todos los musulmanes la entrada a Estados Unidos “hasta que los representantes del país puedan desentrañar qué demonios está ocurriendo”. Además quiere crear un registro oficial de estadounidenses musulmanes.
  • Otras medidas antinmigración: Triplicar los agentes fronterizos, eliminar la ciudadanía por nacimiento o deportar a los once millones de indocumentados que trabajan en el país son algunas de sus otras promesas en esta área si llega a ser sucesor de Obama.
  • Derecho a portar armas de fuego: “Si la licencia de conducir, que es considerada un privilegio, tiene validez en todo el país también debe tenerlo el derecho constitucional de poseer armas”. Ese es uno de los argumentos que utiliza Trump en su página web para defender el derecho a los cuidadanos a poseer y portar armas en los 50 estados de EE UU, donde mueren una media de 92 personas al día por arma de fuego (asesinato, suicidio o accidente), según datos de The New York Times.
  • La “tortura funciona” y otras medidas contra el terrorismo: El candidato republicano es partidario de enviar tropas de EE UU para combatir al grupo yihadista Estado Islámico (EI) en Irak, especialmente contra los pozos petrolíferos. En Siria, sin embargo dejaría al Gobierno de Bachar Al Assad y a su alido ruso la lucha contra el grupo terrorista. También ha dicho en alguna ocasión que “la tortura funciona” y que mantendría y aumentaría los presos en la cárcel de Guantánamo (Cuba).
Una semana le ha bastado al presidente de los EEUU, Donald Trump, para demostrar al mundo que sus promesas electorales iban en serio. Desde su toma de posesión en Washington, el pasado 20 de enero, el nuevo mandatario estadounidense se ha encargado, a golpe de decreto y de órdenes presidenciales, de comenzar a aplicar sus medidas más polémicas.
Pocas horas después de asumir su cargo, y ya en el despacho oval, Trump firmó la orden ejecutiva para “aliviar las cargas” del Obamacare, la reforma sanitaria aprobada por el expresidente Barack Obamapara ampliar la cobertura médica a la población más vulnerable. El desmantelamiento de este plan de salud, no obstante, no será inmediato, ya que debe ser el Congreso —con mayoría republicana— quien en última instancia derogue la reforma. 
Otro de los objetivos puestos en el punto de mira de la nueva Administración de EEUU ha sido el aborto. Su segunda orden al frente de la Casa Blanca fue recuperar el programa conocido como Política de Ciudad de México, mediante el cual se prohíbe a ONGs y asociaciones en el extranjero que utilicen fondos del Gobierno estadounidense para asesorar, apoyar o participar en abortos.
Ese mismo día, el pasado lunes, Trump firmó un decreto para retirar a Estados Unidos del TPP, un acuerdo comercial firmado por Obama con 11 países del área del Pacífico, entre ellos con China. Algunas voces republicanas críticas con Trump, como el senador John McCain, han tildado de “error grave” la retirada de EEUU del TPP, ya que “tendrá consecuencias duraderas para la economía americana” y permitirá que “China reescriba las normas económicas a expensas de los trabajadores americanos”. Trump también ha congelado, por decreto, las nuevas contrataciones en la administración federal, excepto en las fuerzas armadas.
Un día después, el martes, Trump ordenó —también por decreto— el arranque del proyecto de construcción de dos gigantescos oleoductos que atravesarán EEUU: Keystone XL y North Dakota Pipeline. Obama había paralizado estas dos infraestructuras debido a su impacto en el medio ambiente, una de las cuestiones que menos parecen interesar al negacionista Trump, quien ha dado órdenes de eliminar la página dedicada al cambio climático en la web de la Agencia para la Protección del Medioambiente de EEUU, según ha publicado Reuters.
Las últimas víctimas de Trump en esta primera semana al frente de la Casa Blanca han sido los inmigrantes y México. Por un lado, el nuevo presidente ha recuperado el programa “comunidades seguras”, aprobado por George W. Bush en 2001, que permite que cualquier miembro de las fuerzas de seguridad de EEUU pueda actuar como un agente de inmigración con un objetivo: detener y deportar al mayor número de indocumentados posible. Por otro lado, Trump estableció la prohibición de aceptar refugiados de Siria, Irak, Libia y otros cuatro países de mayoría musulmana, y redujo la cuota de demandantes de asilo para 2017 a 50.000 personas, menos de la mitad de los que EEUU tenía previsto aceptar este año.
Además, ha anunciado la construcción de 2.000 kilómetros de muro en la frontera con México, y ha anunciado la posible aplicación de un arancel de un 20% en las importaciones mexicanas (que superan cada año los 500 mil millones de dólares) para costear esta inmensa infraestructura. Estos anuncios han provocado una crisis diplomática con el gobierno mexicano, que llevaron al presidente Peña Nieto a cancelar su viaje a Washington. El pago de estos aranceles, además, implican de facto la derogación del Tratado de Libre Comercio (NAFTA, por sus siglas en inglés) entre EEUU, México y Canadá.
En los próximos días, Trump ya ha anunciado que prepara órdenes ejecutivas para reducir los compromisos económicos de EEUU con la ONU y a otras organizaciones internacionales, y que anunciará su candidato a ocupar un puesto de magistrado en el Tribunal Supremo . La prensa estadounidense también ha publicado que prepara otro decreto para mantener abierta la prisión de Guantánamo y para recuperar los centros clandestinos de la CIA.
Todas estas medidas sólo van en una dirección: LA DEL ODIO
Tanto sus promesas electorales como las primeras medidas aplicadas, nos indican el tortuoso camino que le espera al mundo en los próximos cuatro años. Una deriva de violación sistemática y sistematizada de los Derechos Humanos, una mayor acumulación de recursos en las manos más ricas del mundo, una mayor predisposición a generar o a aumentar más intensamente los conflictos bélicos para remontar las posiciones de la industria de la guerra.
Todo este conjunto de medidas propiciará nuevos enfrentamientos entre los pueblos, acentuando las diferencias religiosas y económicas en lugar de suavizarlas, revitalizando así viejos odios o creando nuevos.
Y no es sólo eso, sino que los extremismos de la vieja Europa resurgen a la sombra de la victoria de un Trump exultante con el Brexit o las nuevas derechas europeas, utilizando la demagogia y los discursos populistas para ganarse el favor de las capas más populares de la sociedad, dirigiéndose así hacia la posibilidad de ganar algunas elecciones, sobre todo de los países nórdicos.
Desde aquí les digo a todos estos conspiranóicos, que yo soy masón, y si Donald Trump también es masón, yo me voy.

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