Credit Doug
Chayka para The New York Times
En la industria tecnológica, los tiburones nunca han estado
a salvo de los pececillos por mucho tiempo. Durante gran parte de los últimos
40 años, los más grandes de la tecnología —desde IBM hasta Hewlett-Packard,
Cisco o Yahoo— terminaron siendo superados por nuevas empresas que salieron de
la nada.
La dinámica es tan confiable que a menudo se considera una
suerte de axioma. Hacerse grande en este negocio también es hacerse lento,
ciego y mudo; es cerrarse a las mismas fuentes de innovación que te
convirtieron en tiburón en un principio.
Pero algo extraño ha sucedido durante los últimos cinco
años: los tiburones comenzaron a volverse más grandes y más capaces. Hace casi
un año, argumenté que éramos testigos de una nueva era en el negocio de la
tecnología: una menos representada por la nueva empresa célebre creada en una
cochera y en vez de eso por un grupo que me gusta llamar los “Cinco más
temidos”: Amazon, Apple, Facebook, Microsoft y Alphabet, la empresa matriz de
Google.
Juntos, los Cinco componen una nueva superclase de poder
corporativo estadounidense. Durante gran parte del año pasado, su nuevo ascenso
y dominio por encima del resto de la economía mundial no solo pareció
plausible, sino también probable.
En 2017, se prevé prácticamente la misma historia pero hay
un nuevo matiz: los gobiernos del mundo se encuentran recientemente motivados
para enfrentarse a los gigantes de la tecnología. En Estados Unidos, Europa,
Asia y América del Sur, los Cinco están cada vez más expuestos a poderes
legales y reguladores, y a menudo incluso se enfrentan a la voluntad popular.
La naturaleza precisa de estas batallas varía según la
empresa y la región, incluyendo las investigaciones fiscales y
antimonopolio a Apple y Google en
Europa, así como las críticas generalizadas y a menudo incoherentes por parte
de Trump contra los Cinco debido a supuestas irregularidades.
Esta es la historia que moldeará los límites de la
siguiente gran era de la tecnología: cinco enormes empresas que no pueden sino
hacerse más grandes se enfrentan a gobiernos que cada vez más las consideran
una amenaza evidente a su autoridad. Así que… ¡feliz Año Nuevo!
Facebook forma parte de un grupo
de cinco empresas tecnológicas que conforman la mitad de las diez empresas más
valiosas del mundo, si se miden a partir de su valor en la bolsa.
Comencemos con algunas estadísticas. En 2017, las Cinco son
más grandes que nunca. Como en 2016, conforman la mitad de las diez empresas
más valiosas del mundo, medido a partir de su valor en la bolsa. Su riqueza
proviene de su control de la ineludible infraestructura digital de la que
depende gran parte del resto de la economía: celulares, redes sociales,
internet, la nube, tiendas y logística, así como el poder de información y
computación que se requiere para futuros avances.
Mientras tanto, los Cinco están listos para ir más allá del
rincón que ocupan. A lo largo de los últimos años han comenzado a fijarse como
meta las mayores industrias más allá de la tecnología, como los autos, la atención
médica, las ventas minoristas, el transporte, el entretenimiento y las
finanzas.
Los Cinco no son precisamente inmunes a los ciclos
empresariales. Las ventas de Apple no fueron extraordinarias el año pasado y,
después de un colosal 2016, el valor de Alphabet en la bolsa se estancó. Los
Cinco tampoco están completamente a salvo de la competencia que imponen las
nuevas empresas, y uno de los rasgos persistentes de la industria de la
tecnología es que algunas de las más peligrosas amenazas a los gigantes son las
más difíciles de detectar.
Aun así, en este momento, gracias a las inteligentes
estrategias de adquisición y una perspectiva a largo plazo, desde luego que los
Cinco parecen estar aislados de la competencia que representan las nuevas
empresas. Las compañías emergentes más valiosas en la industria de la
tecnología, como Airbnb, Uber y Snap, podrían hacerse bastante grandes y aun
así representar un riesgo poco significativo a las fortunas colectivas de los
Cinco.
Lo que ha cambiado es la percepción pública. Durante años,
la mayoría de los Cinco disfrutaban de una buena voluntad cultural
generalizada. Se les representaba en los medios noticiosos como fuerzas de
innovación y deleite, como lo mejor que el capitalismo estadounidense podía
ofrecer. Las excepciones eran Microsoft, que alcanzó una imponente presencia
gracias a su crueldad corporativa en los años noventa, y Amazon, que se hizo de
enemigos por, entre otras cosas, hacer que los libros fueran más baratos y
accesibles, con lo que afectó a las librerías.
Pero la gente por lo general amaba a los gigantes de la
tecnología. Se habían hecho grandes de la misma manera en que debe hacerse en
Estados Unidos: inventando cosas nuevas que les encantan a las personas. Ni sus
peores pecados se consideraban tan malos. No provocaban desastres ambientales.
No vendían cigarrillos. No provocaban la ruina económica del mundo mediante
peligrosos trucos financieros. Después de que señalé la invencibilidad
creciente de los Cinco el año pasado, la oposición más fuerte que recibí por
parte de las personas que trabajan en estas empresas tenía que ver con el apodo
que les había dado: ¿por qué no las había llamado las Cinco Fabulosas?
A lo largo del año pasado, la percepción comenzó a cambiar.
Lo familiar se torna despreciable; mientras la tecnología se adentraba más en
nuestras vidas, comenzó a percibirse menos como un bien puro y más como
cualquier otra molestia con la que debemos lidiar.
Silicon Valley se aisló y no se dio cuenta de la
incomodidad que la gente sentía a causa de la velocidad con que sus
innovaciones estaban cambiando nuestras vidas. Cuando Apple se enfrentó al FBI
el año pasado con motivo del acceso al iPhone de un terrorista, muchos en la
tecnología se pusieron del lado de la empresa, pero la mayoría de los
estadounidenses opinó que Apple debía ceder.
Un almacén de Amazon en Phoenix.
El presidente electo Donald Trump ha criticado al propietario de Amazon, Jeff
Bezos.
Durante la larga campaña presidencial, Trump dijo muchas
cosas que a la gente de la tecnología le parecieron ridículas. Juró que le
pediría a Bill Gates que lo ayudara a clausurar las partes del internet que los
terroristas estaban utilizando. Prometió obligar a Apple a que fabricara
iPhones en Estados Unidos. Sugirió que The Washington Post publicaba artículos
que lo criticaban porque su propietario, Jeff Bezos, temía que Trump levantara
cargos antimonopolio contra la principal empresa de Bezos, Amazon. Pocos en la
industria de la tecnología apoyaron a Trump, pero la antipatía de la industria
preció importarle poco al público.
Durante años, a la mayoría de los “Cinco más temidos” se le
dio el beneficio de la duda como irruptora económica que estaban socavando el
poder económico y cultural de las grandes industrias aborrecidas por muchas personas:
gigantes del entretenimiento, empresas de televisión y telefónicas, así como
los medios noticiosos, entre otras.
“En general, durante los periodos en que las empresas
establecidas se enfrentan contra las irruptoras, Estados Unidos ha terminado
por animar a los irruptores”, dijo Julius Genachowski, el expresidente de la
Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por su sigla en inglés) y que ahora es
socio en el Carlyle Group, una firma de capital privado.
Eso describe la dirección general de las políticas durante
el gobierno de Barack Obama. Los gigantes de la tecnología fueron menos
gigantes durante gran parte del mandato de Obama, y varias partes de la
infraestructura legal y reguladora de Estados Unidos buscaron protegerlos y
fomentarlos.
Durante el periodo de Genachowski en la FCC y el de su
sucesor, Tom Wheeler, la Comisión aprobó reglas que favorecían la “neutralidad
web”, la cual declaraba que las empresas de telecomunicaciones no podían
favorecer algunos tipos de contenido en línea por encima de otros. Fue una
política acogida ampliamente por las empresas tecnológicas.
Pero como lo señaló Genachowski, conforme los irruptores
crecen, la dinámica cambia.
“La siguiente parte del cuento es que los irruptores se
vuelven muy exitosos y de algunas maneras se convierten en empresas
establecidas, y es entonces cuando se ven dos alternativas: batallas entre
empresas establecidas y una siguiente generación de irruptores que atacan a los
establecidos”, dijo.
Ahí es donde estamos ahora. Los Cinco se han convertido en
empresas establecidas y es más probable que los gobiernos los traten de esa
manera, pues considerarán ambos extremos: sus beneficios a la sociedad, así
como sus costos potenciales, cuando decidan cómo controlarlos.
No obstante, hay un giro: con los Cinco, a diferencia de
eras previas de la tecnología, no está claro que haya tantos irruptores
potenciales entre las nuevas empresas de hoy. Las batallas por el dominio en
los servicios de la nube, la inteligencia artificial, la recopilación de datos,
los asistentes activados por voz, los vehículos autónomos, la realidad virtual
y las grandes tecnologías serán acaparadas por los Cinco.
Eso probablemente les pondría aún más los pelos de punta a
los reguladores y legisladores y, dependiendo la postura de cada quien en la
batalla del poder corporativo contra el poder gubernamental, las cosas podrían
ser fabulosas o ser aterradoras.
Por FARHAD MANJOO
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