Escrito por
N&P
Un BAC 111 con 96 personas a bordo, estaba carreteando. Santucho cruzó la pista junto a Vaca Narvaja disfrazado de mayor del Ejército que hizo señas al avión para que parara.
Dijo la
prensa burguesa
que fue un intento de fuga,
dijo la prensa burguesa
que fue un intento de fuga.
Pero ya todos sabemos
que en Trelew, asesinaron
a dieciséis compañeros,
pero ya todos sabemos
que en Trelew, asesinaron
a dieciséis compañeros.
que fue un intento de fuga,
dijo la prensa burguesa
que fue un intento de fuga.
Pero ya todos sabemos
que en Trelew, asesinaron
a dieciséis compañeros,
pero ya todos sabemos
que en Trelew, asesinaron
a dieciséis compañeros.
HOMENAJE A LOS HÉROES
DE TRELEW
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COMO
FUERON LOS HECHOS
Al entererarse de su traslado a Rawson, Santucho converso
con Agustín Tosco la posibilidad de la fuga de Rawson.
-Che, gringo, ¿Cuántos kilómetros hay del penal de
Rawson al aeropuerto más próximo? Dijo Santucho
-Ni se te ocurra, negro. Es imposible fugarse de
allí, ni con un submarino ruso, respondió Tosco.
A principios de junio de 1972, Santucho ya había aceitado
suficientemente los contactos con el exterior como para poner en marcha el
operativo de la fuga.
Las noticias que le llegaban sobre la coyuntura política lo
convencían de que no habría elecciones limpias: Lanusse había congelado los
fondos sindicales y suspendido la personería gremial de la CGT por el respaldo
de ésta a Perón; además, había establecido el 25 de agosto como fecha tope para
que los candidatos de la futuras elecciones fijaran residencia en el
país.
La intención obvia era dejar fuera de carrera a Perón.
Santucho también descartaba la posibilidad de un golpe de Estado que frenara el
proceso electoral.
En cuanto a la necesidad de que la guerrilla abandonara las
armas decía que "al no darse posibilidad alguna de una elección
verdaderamente limpia y al no encabezar a las masas en este terreno ninguna
corriente antiimperialista (el Partido Justicialista, el radicalismo y la
burocracia sindical no lo son el desarrollo del proceso electoral no obliga a
la tregua, y hace posible y necesario el entrelazamiento de la lucha armada con
la lucha democrática ( ... )".
Sin embargo, insistía en la idea de preparar una fórmula
con candidatos obreros en caso de participar en las elecciones.")
Era, en realidad, una respuesta a Montoneros, quienes ya
habían anticipado su posición favorable a una tregua ante el inminente retorno
de Perón.
Santucho seguía creyendo que una organización que se
denominaba revolucionaria no debía someterse a "una dirección burguesa".
Jamás dejaría de presionar a Montoneros para que se
radicalizara hacia la izquierda.Pro Montoneros era peronita y su concepto de
izquierda estaba dentro del movimiento nacional y popular.
Ese momento llegará, pero por la combinación de tres circunstancias: las propias concepciones de Montoneros; la presencia del ERP, disputándole el terreno político de la izquierda armada; y la futura relación traumática con Perón.
Ese momento llegará, pero por la combinación de tres circunstancias: las propias concepciones de Montoneros; la presencia del ERP, disputándole el terreno político de la izquierda armada; y la futura relación traumática con Perón.
El hecho de que Lanusse estuviera realizando los últimos
movimientos en el tablero para condicionar la salida electoral y la arremetida
contra las organizaciones sindicales - también había sido intervenida la CGT de
Córdoba y apresados u obligados a la clandestinidad sus dirigentes, proporcionaba
a Santucho el principal argumento para insistir en la fuga y no confiar, como
Montoneros, en que el nuevo gobierno, si lo había, dejaría en libertad a los
presos políticos, y mucho menos si éstos eran guerrilleros.
Las FAR coincidían con Montoneros en la necesidad de una
tregua pero pensaban que había que asegurar la libertad de los presos, sin
apostar todas las cartas a la bondad de un gobierno peronista.
Por eso cuando el ERP decidió la fuga del penal, sólo contó
con el apoyo decidido de las FAR y cierta complicidad de Montoneros.'
La idea de Santucho parecía, al principio, descabellada.
Pretendía organizar la evasión de cerca de ciento diez militantes políticos de
las tres fuerzas guerrilleras más importantes del país, romper una inexpugnable
fortaleza del régimen ubicada en una zona semidesértica, y enfrentarse con
éxito a un contingente de 70 soldados, 1000 infantes de marina, 200 gendarmes y
unos cien policías, que eran la custodia del lugar.
Lo que sucedió después fue documentado en numerosas entrevistas
y libros, pero hubo una historia íntima de la fuga y de los hechos de Trelew
que es posible narrar tres décadas después de acuerdo a los testimonios de
varios de sus protagonistas.
LA FUGA
El ERP había estado discutiendo varios planes de fuga. Uno,
que Santucho consideró como alocado, incluía un rescate en un avión alquilado
que aterrizara en el campo de la cárcel. Había sido diseñado por el comité
militar de Buenos Aires.
El otro, que finalmente se llevó a cabo, fue diseñado por
Santucho, Gorriarán Merlo y Osatinsky, pero había sido resistido por el comité
militar bonaerense del ERP, lo que Santucho considerará como una de las causas
de las dificultades posteriores a la fuga.
La evasión debía comenzar con una señal enviada por los
contingentes guerrilleros desde afuera del penal. Recibida la señal, Santucho
que ya era sin duda el jefe indiscutido de todos los grupos armados dijo:
"Ahora, y se quitó su pullover, como contraseña.
Mientras, Marcos Osatinsky se dirigía hacia la puerta
enfundado en un gabán de bolsillos anchos y grandes, cargado con una pistola
con silenciador entrada pacientemente por las visitas en latas de dulce de
batata. La sospecha de que el abogado radical Mario Amaya había colaborado en
ello le costará la vida en 1976.
Los guerrilleros tenían pocas armas, algunas púas,
cuchillos y palos. A su vez, Roberto Quieto marchaba hacia una cita con el
director del penal.
Eran, exactamente, las 18 del martes 15 de agosto de 1972.
Osatinsky, Quieto, Gorriarán, Santucho y Mena.
Cuando comenzó la fuga, Osatinsky disparó sobre el
guardiacárcel Juan Gregorio Valenzuela, que intentó impedir el escape,
matándolo.
Los guerrilleros lograron copar el penal.
Los sindicalistas presos habían decidido no participar en
la fuga. Los primeros en alcanzar la puerta fueron Santucho, Menna, Osatinsky,
Vaca Narvaja, Gorriarán Merlo y Quieto.
Los guerrilleros estaban numerados para el orden de fuga
del 1 al 110. Cuando ya estaban afuera de la cárcel, Santucho y los demás no
encontraron los camiones que debían estar esperándolos para llevarlos al
aeropuerto de Trelew; los tiros adentro de la cárcel los habían dispersado.
El primer contingente de los seis máximos jefes
guerrilleros tomó el único coche que había permanecido, con el estudiante de
Agronomía y Veterinaria Carlos Goldenberg (FAR) al volante.
Los 19 guerrilleros restantes, que habían logrado salir,
llamaron desde la guardia del penal a taxis y remises. Llegarían al aeropuerto
de Trelew con un retardo fatal.
Santucho y el primer grupo entraron al aeropuerto cuando el
avión de Austral -un BAC 111 con 96 personas a bordo- estaba carreteando.
Santucho cruzó la pista corriendo junto a Vaca Narvaja que,
disfrazado de mayor del Ejército, hizo señas al avión para que parara.
De la torre de control no entendían lo que estaba
sucediendo.
El avión se detuvo en ese momento porque los guerrilleros
que habían subido antes en Trelew -el estudiante de Medicina Alejandro Ferreyra
Beltrán (ERP); la maestra Ana Wiesen (FAR) y Víctor José Fernández Palmeiro
(ERP)-- ocuparon la cabina y amenazaron al comandante de a bordo.
Los primeros seis guerrilleros subieron, y ordenaron
esperar unos minutos. Desde la torre de control del aeropuerto ya se había
avisado a un avión de Aerolíneas Argentinas próximo a llegar, que no aterrizara.
El piloto del BAC 111 intentó resistirse.
Dijo: -No hay combustible para llegar a Puerto Montt.
Encañonándolo, Santucho respondió: -Pues habrá que llegar igual.
Dijo: -No hay combustible para llegar a Puerto Montt.
Encañonándolo, Santucho respondió: -Pues habrá que llegar igual.
-LA FOGATA-
Homenaje a los Héroes de Trelew II
LA
FUGA DEL PENAL DE RAWSON
De ocho pabellones, dos estaban ocupados por detenidos a
causa de delitos comunes y los seis restantes por presos políticos, de los
cuales dos eran ocupados por compañeros.
Totalizábamos alrededor de 200 compañeros pertenecientes a
varias organizaciones revolucionarias, progresistas y dirigentes sindicales
combativos.
Los pabellones estaban dispuestos en dos cuerpos de
edificio de dos plantas cada uno y contaban con un equipo de cuatro guardias
cada planta, lo que hacía un total de 16 para la custodia de los detenidos.
Los edificios, se unían por un pasillo cerrado de unos 15
metros que se continuaba hasta encontrar un tercer cuerpo donde estaban las
oficinas M director, sub-director, jefe de guardia, casino de oficiales,
oficinas y la puerta de entrada al edificio, con dos guardias y una salita que
tenía una escalera que daba a una sala de guardia en que había alrededor de 16
hombres, 70 FAL, 100 pistolas Browning y municiones.
Del pasillo que unía al segundo y tercer cuerpo, salían dos
puertas que llevaban, la de la derecha, a la enfermería y sala de visitas, y la
de la izquierda a un salón que se solía usar también para recibir visitas y
daba al casino de oficiales. Una tercer puerta daba a la cocina donde había un
suboficial y el personal que allí trabajaba.
Siguiendo hacia fuera había un descampado y a unos 60
metros, la garita de entrada al penal con tres custodias. Hacia la derecha del
tercer edificio había un galpón con diez hombres, armados con FAL que componían
la guardia de reserva. El resto del terreno lo cubrían algunos talleres,
depósitos y una cancha de fútbol.
Todo estaba cercado por un paredón de cuatro metros de
altura con 12 torretas para guardias armados.
El resto del personal lo componían empleados
administrativos, jefe de guardia interna, externa y oficial de servicio.
SITUACIÓN OPERATIVA
El enemigo contaba para evitar nuestra fuga con guardia
cárceles en número de alrededor de 70, de los cuales estaban armados los
pertenecientes a la guardia externa, más o menos la mitad del total y con una
compañía antiguerrillera de 120 hombres, que estaba acampada a tres cuadras del
Pena¡ con buen armamento y equipo.
Además estaba la base aeronaval, compuesta por dos
batallones con un total de 1.200 hombres a unos 20 km. del pena¡, sobre el
camino que unía Rawson con Trelew y otras unidades similares hacia el Norte.
Otro factor favorable al enemigo era el terreno, ya que no
había grandes ciudades ni bosques en las cercanías; las rutas eran desolados,
la primera ciudad grande al norte era Bahía Blanca a 700 km., al SO Comodoro
Rivadavia a 400 km. y al oeste a 600 km. estaba la frontera con Chile.
El personal de la cárcel no tenía buena moral de combate,
debido a nuestro permanente trabajo de convencimiento de que su misión no era justa,
y principalmente debido a las grandes presiones que recibía al ver el apoyo que
nos brindaban los pueblos de Trelew y Rawson, lugares donde vivían.
La moral de todos los detenidos era excelente y se
fortalecía a diario habiendo dado varias batallas por reivindicaciones
concretas como mejoramiento de comida, celdas abiertas durante el día, atención
médica y otras cuestiones que hacían una situación de permanente lucha para
contrarrestar los intentos represivos, logrando algunos triunfos debido al espíritu
combativo del conjunto, pero principalmente al enérgico y creciente apoyo por
parte del pueblo, particularmente en nuestro caso, el de Rawson y Trelew, que
en forma permanente nos hacía llegar su solidaridad moral y material batallando
por mejorar nuestra situación.
Nuestros familiares, que venían de grandes distancias y
muchos contaban con pocos medios siempre fueron alojados y excelentemente
atendidos por el pueblo de Trelew y Rawson.
La Dictadura nos llevó al sur con el objetivo de
aislarnos, pero todo fue distinto, el pueblo nos protegió, se plantó firmemente
frente a la prepotencia represiva. Los explotadores tienen un talón de Aquiles
que les adelanta la derrota rnenospreciar
el enorme espíritu revolucionario de nuestro pueblo, "piensan
que nuestro pueblo no sabe distinguir entre sus iguales y sus enemigos".
Para organizar la fuga formamos una dirección conjunta con
los compañeros de las FAR y Montoneros, que trabajó durante meses en unidad
monolítica, siendo en este aspecto quizá el ejemplo más claro y que fuera
perfectamente reflejado por las declaraciones del inolvidable compañero Mariano
Pujadas, desde el aeropuerto de Trelew el 15 de agosto de 1972.
Lo primero que logramos fue una buena comunicación con el
exterior, y a raíz de un muy buen trabajo de los compañeros, los siguientes
informes de fundamental importancia:
a) El enemigo esperaba un ataque desde afuera hacia adentro
para lo cual 1) había colocado un vigía en una torreta de la unidad
antiguerrillera instalada a tres cuadras del Penal que tenía visión hacía el
mismo; 2) controlaba el ingreso de gente a la zona.
b) La base aeronaval donde la Dictadura asesina masacró a
nuestros compañeros no tenía la misión específica de cuidar nuestra fuga, lo
que nos daría un tiempo relativo antes de que actúe.
c) Era normal la entrada de algunos camiones al Penal.
De estos informes y de la situación objetiva de que adentro
contábamos con compañeros en número y experiencia suficiente, sacamos la
conclusión que debíamos copar el penal desde adentro para evitar movimientos
notorios afuera que alertaran al enemigo, que contaba con gran poder de fuego y
terreno favorable.
Basábamos el éxito de la operación en la sorpresa, la
precisión en los movimientos y la rapidez.
Los principales problemas eran, la retirada y la entrada
del armamento. Esto último se resolvió en dos meses.
La retirada en vehículos era poco probable por la demora
que se necesitaba para llegar a lugar seguro, que permitiría al enemigo
rehacerse de la sorpresa y organizar la búsqueda que ofrecía pocas variantes
por tierra.
Conseguimos entonces los horarios de los vuelos regulares
de Aerolíneas y Austral y comprobamos que el horario de las 19 coincidía con el
momento más propicio para copar de acuerdo al estudio del movimiento enemigo ya
realizado adentro y en el exterior, y decidimos encarar la operación con esta
retirada.
Fuimos determinando los grupos de compañero necesarios para
copar todos los puestos, estudiando cada parte en detalle, llegando a concluir
que se precisaba ocho grupos de compañeros, algunos de los cuales cumplirían
más de una misión para copar 15 zonas enemigas, incluido el aeropuerto para lo
que se acoplaría un grupo de compañeros afuera.
Se necesitaban además dos camiones, una camioneta y un
auto, con cuatro choferes para el traslado desde Rawson a Trelew, misión que
debían cumplir cuatro compañeros en libertad con previo reconocimiento de las
rutas y que ingresarían al Penal después de recibir la señal de que él mismo
había sido ocupado. Esta señal la realizó la compañera Susana Lesgart, luego
masacrada en la Base.
Contábamos a nuestro favor con: a)la gran moral y espíritu
de combate de todos los compañeros que participaban; b) el apoyo de la
población; c) la sorpresa..
En contra: a) el gran poder de fuego del enemigo y la gran
concentración de fuerzas; b) las dificultades que ofrecía el terreno para el
caso de fracasar la retirada en avión imposibilitaba el enfrentamiento o cambio
en la retirada.
EJECUCIÓN - COMPOSICIÓN -
MISIONES DE LOS GRUPOS
Llamaremos al primer cuerpo de edificios de dos plantas
Centro 1, al segundo Centro 2, y al tercero Centro 3.
El grupo 1 estaba compuesto por seis compañeros, uno de
ellos con uniforme militar, su misión consistía en copar los centros uno a uno,
a medida que reducía las guardias abriendo las puertas de rejas de los
pabellones y se iban conformado el resto de los grupos.
El grupo 2 ocho compañeros, tenía la misión del control de
los guardias reducidos. Los grupos 3 y 4 de cinco compañeros avanzaban hasta el
Centro 2 cuando éste estaba copado y se preparaban para cuando el grupo 1
redujera el Centro 3, copar la cocina, enfermería y otros salones laterales.
También se acercaban los grupos 5 y 6 para participar en el
copamiento del Centro 3 cubriendo todas las oficinas de las dos alas, casino de
oficiales, oficina del director, del sub-director y otras; estos grupos estaban
integrados por seis y cinco compañero respectivamente.
Ocupado el centro 3, se le acoplaba al grupo 1 el grupo 8
de cuatro compañeros y pasaban a reducir la sala de guardia a la vez que el
grupo 7 se encaminaba a la reducción de la garita de entrada..
Los grupos 8, compuesto por los compañeros Delfino, Toschi
y Bonet y 7 que lo integraban Pujadas y Susana Lesgart, habían ocupado el
tiempo anterior en colocarse uniformes de los reducidos ya que el primero de
ellos se dividía en dos y ocupaba las torres 1 y 11 para lo cual necesitaban ir
uniformados para sorprender a los centinelas, es decir lograr que estos pensaran
que se trataba de un relevo común.
La misma situación se le presentaba al grupo 7 con el
control de la entrada al Penal.
Cumplida la primera parte, se conformaba el grupo 9
integrado por tres compañeros del grupo 1 que comenzaban a entregar las armas
al resto de los compañeros participantes que se iban encolumnando a la espera
de los camiones.
El grupo 10 integrado por cinco compañeros de distintos
grupos y entre los cuales estaba Jorge Ulla y del Rey con misión de ocupar a la
guardia de reserva, atar a los reducidos y rescatar el armamento y el grupo 11
que se dividía en dos y cubría desde las ventanas del cuerpo 3 la posible
reacción de los centinelas de los puestos 1 y 11.
El riesgo más grave que presentaba la operación era que se
alertaran del Centro 2 citando se reducía al 1 y así sucesivamente, para lo
cual había que tratar de moverse lo más normalmente posible.
Un detalle importante es que al comenzar la operación
íbamos a reducir junto con la guardia del Centro 1 al oficial de servicio a
quien íbamos a hacer ir previamente al lugar con alguna excusa y luego avanzar
con él, cuestión que era normal cuando se presentaba alguna audiencia con el
Director aunque el número de detenidos en general era más reducido, tres o
cuatro y ese día serían seis.
Todo el plan se cumplió con precisión, con un sólo
inconveniente que fue un tiroteo registrado en la garita de entrada que alertó
a algunos guardias aún no reducidos, pero se pudo normalizar, obligando a un
oficial a que comunique que sólo se habían escapado unos tiros, cosa que solía
suceder.
Cumplido todo esto la compañera Lesgart dio la señal para
que entren los camiones para la retirada, pero éstos no lo hicieron, luego
pudimos enterarnos que a causa del tiroteo los compañeros encargados de la
misión afuera pensaron que no se había podido ocupar la cárcel y se retiraron,
no así un auto que fue en el que se retiraron los seis compañeros que lograron
irse.
Estaba prevista la posibilidad de que no se pudiera salir,
en tal caso no nos entregaríamos hasta no lograr las garantías de las vidas a
través de que se conociera públicamente la situación en que estábamos. Creíamos
que con esto eliminaríamos la masacre, cuestión de lo que no dudábamos si nos
encontraban solos y sin poder resistir.
La ferocidad criminal del enemigo no resistió y llevó
adelante la descarada y sanguinaria venganza y se libró de lo que significaban
los 16 heroicos combatientes para la lucha de nuestro pueblo.
El grupo que había salido en el auto recorrió las calles de
Rawson en búsqueda de los camiones, al no encontrarlos se dirigió al aeropuerto
donde debían estar tres compañeros. Con sorpresa se encontró que no había
nadie.
Luego nos enteramos que los camiones que debían entrar a la
cárcel habían vuelto al aeropuerto y el compañero responsable del aeropuerto al
preguntarles lo que ocurrió, los mandó nuevamente al Penal y fue con ellos
dándose cuenta del error cometido por los compañeros choferes.
En el momento de la llegada de los compañeros estaba
despegando el avión que se debió copar, rápidamente se fue a la torre de
control y con la excusa que era una inspección militar porque había informe de
una bomba en el avión se logró detenerlo.
Se produjo otro problema aquí, ya que en el avión viajaban
tres compañeros con la misión de ocuparlo a los 20 metros de vuelo y volver a
recoger al resto, orden del responsable que había vuelto a la cárcel ante la
nueva situación.
Los compañeros que iban en el avión al ver que éste se
detenía pensaron que era en realidad el Ejército y lo coparon, al suceder esto
la gente que aún pensaba que se trataba de una inspección militar se dio cuenta
que era un copamiento.
Los compañeros ya en el aparato lo hicieran colocar en la
cabecera de la pista y quedaron a la espera del resto hasta las 19:45 y
llamaron al aeropuerto hasta las 20:10 para volver en caso de que otros
compañeros hubieran logrado llagar.
Al día siguiente, ya en Chile se enteraron de lo ocurrido,
los compañeros habían llegado unos minutos después y se propusieron copar un
avión de Aerolíneas que venía con retraso y del cual estaban en conocimiento
pero éste ya tenía indicaciones para no descender.
El enemigo estaba alertado.
A las 19:20 partieron los autos que llevaban a los últimos
compañeros, los que luego se convertirían en los héroes y mártires de Trelew.
De inmediato un compañero designado previamente responsable
para tal eventualidad se hizo cargo de iniciar inmediatamente las negociaciones
para tratar de garantizar sus vidas.
Nombró a su vez un responsable militar, encargado de
organizar la defensa, al tiempo que trataba de comunicarse telefónicamente con
algún juez.
El responsable militar dispuso la retirada de la mayoría de
los compañeros hacia los pabellones, dando la consigna de apagar las luces para
no facilitar el tiro enemigo. En distintos puntos estratégicos se dispusieron
guardias para la defensa que tenía por objetivo garantizar la negociación y la
vida de los prisioneros que se habían apoderado del Penal.
Se contaba para ello con alrededor de 30 fusiles FAL,
varias pistolas y numerosos guardias como rehenes.
Las negociaciones telefónicas no dieron resultado, pues por
ser feriado ningún juez ni autoridad provincial se encontraba en sus oficinas o
domicilios.
Alrededor de las 20 se debio abandonar los telefónos,
ubicados en la parte delantera del Penal, pues el enemigo comenzó a cerrar el
cerco alrededor del mismo.
Comenzaron entonces las negociaciones a viva voz, que se
prolongarían por espacio de doce largas horas. En la oscuridad podían
advertirse la llegada de transportes militares, uno tras otro, que fueron
trayendo personal hasta completar -según datos recogidos posteriormente-
alrededor de 3.000 hombres en el cerco del Penal.
Mientras tanto, las radios a transistores en los pabellones
daban cuenta de que aquellos hombres se preparaban a tomar el Penal por asalto,
mientras por las radios chilenas llegaba la noticia del arribo de los
compañeros que habían concretado la fuga, y otras emisoras daban la información
sobre las negociaciones y rendición en el Aeropuerto.
Las negociaciones en el penal se sostuvieron a viva voz con
el Director, que al abandonarse los pasillos delanteros logró salir por la
ventana de su despacho donde había quedado prisionero.
La posición de los prisioneros fue desde el principio que
estaban dispuestos a rendirse sin otra condición que las debidas garantías a
sus vidas e integridad física para lo cual se reclamaba la presencia de jueces,
abogados, médicos y periodistas.
La represión, concentrada prioritariamente en el
Aeropuerto, no prestó al comienzo atención a estas negociaciones, que quedaron
limitadas al Director Ramos. El que, por cierto, no tenía ninguna capacidad de
decisión.
Recién pasada la medianoche comenzó a discutirse en firme
con los prisioneros cercados en el Penal.
Los negociadores enemigos manifestaron que no podía
accederse al pedido planteado pues se había declarado la zona de emergencia en
Rawson, Trelew y Puerto Madryn
Exigían en cambio la rendición incondicional, dando como única garantía Ia palabra de un oficial
superior del Ejército".
En torno a esta cuestión se inició una larga y enredada
discusión, que adquirió ribetes dramáticos, pues los radios seguían dando
cuenta de la inminencia del asalto al Penal y, efectivamente, en el exterior
del Penal se advertían algunos movimientos envolventes, avances parciales y en
algunas oportunidades se hicieron disparos aislados sobre el Penal.
Los defensores se habían dado la línea de no disparar hasta
que el enfrentamiento fuera inevitable ya que este resultaría inevitablemente,
una masacre con el único resultado de morir matando. De manera que a cada
avance se respondía advirtiendo al enemigo que no se moviera, que estaba
cubierto por nuestras armas y que se quería evitar una matanza inútil. Estas
advertencias fueron siempre escuchadas y en cada oportunidad los movimientos de
avance se detuvieron.
A todo esto, la disciplina se mantuvo sólidamente en todo
el penal, tanto entre los que ocupaban puestos en la defensa y las negociaciones,
como entre los compañeros que permanecían en los pabellones. Los rehenes
recibieron un trato excelente en todo momento.
También quedó incidentalmente encerrado un mensajero de
correos que había concurrido a llevar un telegrama, acompañado de su esposa y
su pequeña hija, justo en el momento de la operación. Reiteradamente se
solicitó al enemigo que permitiera salir a esta gente, que no se deseaban
conservar como rehenes, sino por el contrario, evitarles riesgos inútiles.
El pedido fue siempre denegado y se ubicó a la familia en
un punto donde había menos posibilidades de estar expuestos a un eventual fuego
entre las partes. Algunos prisioneros se ingeniaron para llevar leche a la nena
y tranquilizar a sus padres.
Finalmente, alrededor de las 5 se llegó a una fórmula
conciliatoria, los prisioneros aceptaban rendirse bajo la garantía del General
Betti, siempre y cuando éstas fueran expresadas públicamente. La condición
recién se cumplio mediante un mensaje radial pasadas las 7:30 y entonces se
pactó -Siempre a viva voz- el modo de entrega del Penal.
Los prisioneros se retirarían hacia los respectivos
pabellones enviando libres a los guardias que estaban como rehenes y entregando
a estos las armas que tenían. A las 8.15 ingresaría el enemigo al Penal, advirtiendo
que se abriría fuego sobre toda persona que se encontrara fuera de las celdas.
Antes de ingresar a ellas se vivó a los revolucionarios que
habían logrado fugar, a la Revolución Socialista y a la Unidad de las
Organizaciones Armadas.
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Homenaje a los Héroes de Trelew III
El abogado Duhalde y su colega Gustavo Roca fueron testigos
privilegiados de lo sucedido en Chile y de la decisión final de Allende de
permitir la salida de los guerrilleros hacia Cuba. En l990, Duhalde revelará
detalles inéditos del episodio:
-El mismo día 15 de agosto, al enterarnos de la fuga,
dieciséis abogados viajamos a Rawson. Fuimos, entre otros, Raúl Radizani Goñi,
Rodolfo Mattarollo, Carlos González Garland, Rodolfo Ortega Peña y Pedro Galín.
-No pudimos tomar el avión porque los pasajes estaban
reservados para el gobierno. Alquilamos dos remises para que nos llevaran.
Nos pararon en todos los puestos policiales desde Bahía
Blanca. Cuando llegamos la muerte se respiraba en el ambiente, estaba muy
pesado.
En seguida nos hospedamos en el mismo hotel que el juez
Jorge Quiroga, quien intervenía en los hechos e integraba la Cámara Federal
conocida como el Camarón, algunos de cuyos jueces tenían denuncias entre otros,
de presenciar las torturas a los detenidos y tomarles declaración en esas
condiciones.
Pero él se negó a vernos.
Esa misma madrugada presentamos un habeas corpus
tirándoselo por debajo de la puerta de su habitación.
El 16 de agosto Rawson era como un territorio ocupado.
Tampoco pudimos entrar a la base naval Almirante Zar. Se nos unieron Mario
Amaya e Hipólito Solar¡ Yrigoyen, radicales y abogados del lugar. No pudimos
trabajar. Tuve el presentimiento de que la muerte rondaba sobre los
prisioneros. Mario Amaya es detenido; intentamos realizar u na conferencia de
prensa en su estudio de Trelew pero media hora antes de la hora convenida lo
volaron de un bombazo.
-Regresamos a Buenos Aires Con la certeza de que debíamos
denunciar lo que después, trágicamente, sucedería. La situación de los presos
en Chile, además, era muy difícil, así que nos dividimos las tareas.
Ortega Peña permaneció en Buenos Aires para ocuparse de las
defensas; Jorge Yampar, que años después será asesor del ministro del Interior
Julio Mera Figueroa durante la presidencia de Carlos Menem, le envía un
telegrama al ministro del Interior de Lanusse, Arturo Mor Roig, diciéndole que
ante el peligro que corrían las vidas de los prisioneros en la base de la
Marina, lo responsabilizaba de lo que pudiera pasarles.
Un telegrama histórico, porque no es que la muerte fue
casual sino que se advirtió que se mataría a los prisioneros. Vuela de otro
bombazo, en Buenos Aires, la gremial de abogados donde Ortega Peña debía dar
una conferencia de prensa.
-En la mañana del 22 de agosto partimos hacia Chile Mario
Amaya, Gustavo Roca y yo. El que nunca supo por qué venía y después se
arrepintió toda su vidafue Andrés López Acoto, del Partido Socialista.
Los abogados del Partido Comunista argentino se negaron a
ir. En Ezeiza nos enteramos, pero muy confusamente, de lo que estaba pasando en
Trelew. Recién en Chile, mientras íbamos en un taxi al Palacio de La Moneda,
supimos de la masacre de los prisioneros, y los nombres de los muertos.
Nosotros llegábamos para ir a ver a unos prisioneros y, en
cambio, más que en defensores nos convertimos en portadores de la noticia del
asesinato de la mujer de Santucho y de la compañera de Vaca Narvaja. Al resto
de los fugados debíamos comunicarles el asesinato de sus mejores amigos.
-Antes de verlos, marchamos a dejar nuestros equipajes en
un hotel, hondamente preocupados por la situación y por tener que darles
noticias tan tremendas. Cuando bajamos al hall del hotel nos estaba esperando
un personaje singular, que en esos años estaba por la Argentina: Raymond
Molinier, conocido en la IV Internacional como Marcos, hijo de un banquero francés que un buen día se había
llevado los dineros de su padre y se había incorporado al trotskismo. Molinier
llegó a ser secretario de Trotsky y estaba casado con la alemana Elizabeth
Kesselman, con quien vivía en Monte Grande.
Ella fue asesinada por las FFAA en 1976. El viejo, que toda
su vida fue un gran conspirador, acercándose con disimulo nos dice: 'ustedes
están sentados sobre un polvorín, es algo muy peligroso lo que hacen. Por eso
me alojé en una habitación al lado de la de ustedes.
Cualquier cosa me llaman. Pero necesito urgentemente una
entrevista con Robi. Partimos para la cárcel, Gustavo Roca y yo. Encontramos a
los Presos hechos casi una jauría. Aparte de que les resultaba difícil entender
que los tuvieran presos dado el régimen socialista, estaban exasperados porque
les habían sacado la radio y porque alguien les había dicho algo de lo que
había sucedido.
-Estaban en un gran salón del primer piso, con rejas en las
ventanas y una larga mesa. Algunos estaban parados. Me acuerdo de que Robi
estaba sentado a la cabecera de esa mesa. Yo les digo que había habido una
masacre de presos y termino diciendo los nombres de los muertos. Ahí cada uno
reaccionó de manera diferente.
Los más impulsivos, como Fernández Palmeiro o Gorriarán,
gritaban, maldecían. Robi puso sus brazos cruzados sobre la mesa, apoyó la cara
y quedó así por más de dos horas. No pronunció una sola palabra. Quedó como
petrificado mientras a su alrededor los gritos llenaban el cuarto.
Fue una escena desgarradora y aún hoy no sé qué fue más
conmovedor: si el llanto y los gritos, o el silencio petrificado de Santucho.
-A partir de ese momento iniciamos una delicada
gestión en dos direcciones: por un lado los cubanos, y por otro el gobierno de
Allende. Luego de dos días, en la mañana del 25 de agosto, la secretaria de
Allende nos llamó a Roca y a mí para invitarnos a almorzar. Cuando llegamos a
La Moneda nos sorprendimos porque el almuerzo era con todo el gabinete. Era una
mesa larga y solemne, como todas en esas ocasiones.
Allende presidía la reunión. Nos dice que quiere que
asistamos porque cada uno de sus ministros expondrá sobre la tesis de
extradición o de encarcelamiento en Chile.
La ronda la comenzó Clodomiro Almeyda explicando las
dificultades serias que planteaba la situación para las relaciones bilaterales
con Argentina, y aun con el resto de los gobiernos vecinos como Bolivia y
Brasil. A suposición se sumaron todos los ministros, unos veinte, con una tibia
diferenciación de Tomic y una decidida defensa en favor de la libertad de los
guerrilleros, la única, del secretario del Tesoro, Antonio Novoa Montreal.
-La comida ya había terminado y pensamos que las cartas
estaban echadas. Tomó la palabra Allende, y dijo: -Chile no es un portaviones para que se lo use como base de operaciones.
Chile es un país capitalista con un gobierno socialista y nuestra situación es
realmente dificil Repitió, haciéndolos propios, todos los
argumentos de sus ministros. Nosotros nos hundíamos cada vez más en las sillas.
De pronto, Allende dijo: -La disyuntiva es entre devolverlos o dejarlos presos....
Hubo un segundo de silencio que Allende rompió con un
puñetazo sobre la mesa: -Pero éste
es un gobierno socialista, mierda, así que esta noche se van para La Habana. No podíamos
creer lo que escuchábamos; corrimos a realizar las gestiones con Cuba para que
volaran esa misma noche.
Una vez tomada la decisión, Allende nos solicitó tres
cosas: que consiguiéramos una declaración de Perón condenando la masacre de
Trelew y a favor de la liberación; también una declaración de condena a la
masacre de los partidos políticos argentinos y de la CGT.
La tercera, que nos costó bastante conseguir, era que Vaca
Narvaja se quitara el uniforme del Ejército argentino que aún tenía puesto.
Cumplimos con todo. Ellos viajaron esa noche a Cuba, dejaron las armas y el
uniforme que llevaba Vaca Narvaja para que fueran devueltos al gobierno
argentino.
Lo único que se llevaron fue una enorme llave, del penal de
Rawson, que luego le regalaron a Fidel Castro. Esa fue la historia íntima de
Trelew. Santucho nunca creyó que el gobierno peronista podía liberar a los
presos.
Decía: -Nosotros
somos enemigos estratégicos, nosotros cuestionamos el sistema, el poder. No nos
van a largar. Era
como una obstinada cuestión de principios que no le dejaba ver los matices.
Sentía que si los dejaban en libertad les rebajaban la categoría de enemigos
fatales.
Antes de partir para La Habana, Santucho recibió la visita
de Beatriz Allende, hija mayor del presidente chileno, quien se había iniciado
en las lides políticas en la Juventud Socialista y se sentía orgullosa de haber
sido una de las primeras integrantes de las redes de apoyo al Che en Chile,
entre 1966 y 1967.
-Mi padre te envía su pistola, pa' que te defendai.
Lamenta mucho lo de tu compañera. Dice que no comparte el camino que elegiste
para Chile, pero que jamás te olvides de ser fiel a tus ideas. Y que te abraza.
Beatriz
-Gracias. Dile a tu padre que lo respeto por su
honestidad, su valentía. Y que deseo que el pueblo chileno pueda derrotar a los
momios y al imperialismo. Defenderemos a Chile donde quiera que estemos -contestó
Santucho.
La misma noche del 25, dos horas antes de embarcarse en el
avión de línea de Cubana que lo llevaría en vuelo directo a La Habana, Santucho
habló con sus tres hijas, sus padres y su hermano Julio, que esperaban la
llamada en un departamento de la calle Cangallo al 4000 en Buenos Aires.
Quería explicarles personalmente a cada una de sus hijas la
muerte de su madre.
Estaba desesperado por la pérdida, pero con la tozudez del
dolor volcada sobre la obsesión de continuar la lucha.
La matanza, interpretaba, era la mayor muestra de agonía de
la dictadura. Había que apretar el acelerador para terminar de voltearla.
Los diez guerrilleros aterrizaron en el aeropuerto José
Martí en la madrugada del 26 de agosto. Los esperaban honores protocolares del
Partido Comunista de Cuba y manifestaciones populares en su homenaje.
En una improvisada conferencia de prensa, Santucho,
Osatinsky y Vaca Narvaja dieron, por primera vez desde la fuga, su opinión
sobre la masacre de Trelew. La consideraban una salvaje y desesperada respuesta de la dictadura a los
reclamos populares.
Reafirmaban, con la consigna la sangre derramada no será negociada que
seguirían en la lucha hasta la
victoria final y que -la unidad de los revolucionarios, sellada con sangre en Trelew sería
el legado a conservar por las organizaciones armadas.
Santucho agregó: -El ERP, las FAR y Montoneros han demostrado que los muros de ninguna
prisión, ni ningún asesinato salvaje del régimen,pueden detener el deseo de los
revolucionarios de reunirse nuevamente con su pueblo, de volver a la lucha
contra la dictadura y el imperialismo por una patria libre y socialista-.
El grupo permaneció en Cuba hasta la primera semana de
noviembre de 1972, partió de allí escalonadamente hacia distintos destinos en
Europa y retornó después a la Argentina.
En el curso de los dos meses, según las crónicas públicas
de la prensa cubana, los guerrilleros visitaron la isla y participaron en las
brigadas de trabajos voluntarios habituales en la Cuba revolucionaria.
Durante el verano de 1991 en La Habana, el periodista de
Radio Reloj, Amable Amador, SO, barbero antes de la revolución socialista,
periodista de la revista Juventud Rebelde y dirigente sindical, recordaría así
al contingente guerrillero:
Yo estaba al firente de la microbrigada de trabajo
voluntario de la revista Juventud Rebelde, en Alamar, un barrio de La Habana
donde estábamos construyendo un edificio para los trabajadores de la revista.
De repente llegó una guagüita con un contingente de argentinos.
Me habían avisado de que era un grupo muy especial. Si mal
no recuerdo, se habían fugado recientemente de una cárcel y no podíamos
hacerles preguntas impertinentes ni permitir a los periodistas que les tomaran
fotos, porque ellos pensaban continuar la lucha en su país.
Esos días, principios de setiembre de 1972, había estado
Silvio Rodríguez trabajando con nosotros y cantándonos, y recuerdo que Santucho
y Osatinsky se habían aprendido de memoria esa canción de Silvio que se llama
'Si tengo un hermano".
Santucho tenía un humor estupendo, y no me equivoco cuando
digo que se distinguía de los otros argentinos.
A pesar de que yo quería darle trabajos suaves, él insistía
en cargar bloques de cemento, o ser el primero en descargar camiones con
materiales de construcción.
Ibamos al comedor y no quería ser el primero: le cedía el
puesto a otro.
En el grupo era como un imán.
La atracción se centraba en él, era sin duda el principal
dirigente, aunque también Marcos Osatinsky se le parecía.
Trabajábamos de siete de la mañana a siete de la
tarde.
En las siestas, que desde que ellos estaban no dormíamos,
Santucho parloteaba con nosotros.
Era un devoto del Che, y sentía cierto orgullo infantil de
que hubiera sido argentino.
Era un americanista convencido, y soñaba mucho con una
latinoamérica como Cuba, y nos ilustraba mucho sobre la situación de la
Argentina, que nosotros conocíamos poco entonces.
Tenía, también, una curiosidad desmesurada por todo.
Quería aprovechar su estadía con nosotros, que no duró más
de veinte días, para aprender lo que pudiera del oficio de albañil y de
electricista.
Su complexión era robusta y estaba sano, a diferencia de
Fernando Vaca Narvaja que tenía una pierna fracturada -si mal no recuerdo- y lo
teníamos enderezando clavos.
Han pasado dieciocho años y se han borrado muchos detalles,
pero sí recuerdo que era tan discreto que se hablaba de su mujer, asesinada en
Trelew, y se sumía en un silencio doloroso.
Su muerte nos conmovió.
Era el hombre noble del grupo. Y aunque en su vida de
revolucionario haya hecho cosas dolorosas -cuántos de nosotros hemos tenido que
tomar el fusil en nuestra vida nos parecía injusto que un ser tan generoso
tuviera que morir."
Por el secreto que rodeó la permanencia del grupo en la
isla --quedan apenas algunas fotos y reportajes que fueron reproducidos por la
revista Bohemia- sólo se sabe que Santucho se entrevistó esa vez -la única con
Fidel Castro. Que escuchó una vastísima exposición sobre la historia de la
revolución cubana, y que habló en escasas oportunidades, como era su costumbre,
para explicar su estrategia y tácticas políticas.
Ya entonces Castro no simpatizaba con el cerrado
antiperonismo del PRT, aunque respetaba las convicciones de Santucho y, sobre
todo, su indomable visión guevarista.
Esta tesitura de Fidel---que signará la historia de las
relaciones con Santucho- pudo tener varias explicaciones: una, que los cubanos
imaginaban semejanzas entre el Movimiento 26 de Julio y el movimiento
peronista; otra, que Cuba y Argentina no mantenían relaciones diplomáticas
desde el derrocamiento de Frondizi, cuando el gobierno argentino se había
sumado al bloqueo dispuesto por la OEA a petición de EEUU, y Castro tenía la
promesa de Perón de que, en caso de volver al poder, se normalizarían las
relaciones bilaterales.
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