Por RAPHAEL
MINDER 8 de marzo de 2017
Ada Colau en la alcaldía de Barcelona CreditSamuel
Aranda para The New York Times
MADRID — El año pasado, Teresa Rodríguez, la secretaria
general del partido Podemos en la región de Andalucía, visitaba una exposición
en la Cámara de Comercio de Sevilla cuando se encontró con alguien que no
conocía. El hombre, llamado Manuel Muñoz Medina, la empujó contra una pared y
simuló que la besaba… antes de entregarle su tarjeta de presentación.
Rodríguez, de 35 años, dijo que estaba demasiado alterada
para reaccionar en ese momento, justo antes de Navidad. Pero poco después
denunció el hecho en redes sociales e inició acciones judiciales en contra de
Muñoz Medina, de 72 años. El hombre se disculpó por su comportamiento e intentó
escudarse en que estaba borracho, pero terminó renunciando a la junta de
gobierno de la cámara de comercio.
Las españolas han hecho grandes avances en los últimos años
impulsadas por una reacción contra los partidos tradicionales que las ayudó a
romper las viejas redes de “solo hombres”. Pero esa revuelta, según las
mujeres, también dejó en evidencia el machismo del poder español, que ha sido
–por decir poco– lento en adaptarse a los cambios, lo que ha intensificado un
conflicto entre diversas generaciones y géneros.
Ha pasado menos de un año desde que los votantes eligieron a
un parlamento con un número inédito de mujeres: ocupan 139 de las 350 curules.
Dentro de Podemos, que ahora es el tercer partido más grande de España, las
mujeres suman casi la mitad del total de legisladores. Dirigentes de izquierda
como Manuela Carmena y Ada Colau son alcaldesas de Madrid y Barcelona, las
principales ciudades del país.
Pero la mayoría de las españolas dicen que todavía enfrentan
fuertes obstáculos al intentar abrirse camino en el mundo de la política, donde
predominan los hombres. Además del –muy común– acoso sexual, uno de los
problemas que más mencionan es que los hombres esperan que compartan sus puntos
de vista en vez de tener opiniones propias.
“No solo se trata de tener a más mujeres dentro de la
política, sino de permitirles que tengan la línea que quieran sobre sus
políticas”, dijo Anna Gabriel, integrante del partido catalán CUP.
La política del partido CUP Anna Gabriel durante un debate
parlamentario en junio del 2016.CreditJosep Lago/Agence France-Presse — Getty
Images
El año pasado, Gabriel y sus colegas femeninas realizaron
una protesta pública en la que declararon que no están en
la política “para hacer bonito o gustar” y con el fin de denunciar las
respuestas sexistas a su progreso electoral.
Durante el evento, cada mujer se subió a un podio para
recitar algunos de los insultos que habían recibido desde que se incorporaron a
las legislaturas. Iban desde comentarios despectivos sobre su apariencia física
hasta insultos más agresivos, como “malfolladas”.
Gabriel dijo que, pese a los esfuerzos de su partido para
denunciar el machismo en la política, ella y sus colegas seguían siendo el
blanco de ataques que invariablemente mezclaban las críticas políticas con
insultos.
“Lo que escuchamos tiene que ver con nuestras posturas
políticas, pero los comentarios casi siempre incluyen algo sobre nuestros
cuerpos, sexualidad, vidas sexuales y si somos, o no, bonitas”, dijo.
Ese tipo de discursos es familiar para las mujeres alrededor
del mundo. El tema del machismo en la política y otras profesiones no se limita
a España.
Se vio el año pasado en Estados Unidos cuando Donald Trump
fue elegido presidente pese a una grabación en la que presume haber tocado a varias mujeres sin su consentimiento.
La semana pasada, el polaco Janusz Korwin-Mikke, miembro del
Parlamento de la Unión Europea, dijo durante un debate: “Por supuesto que las
mujeres deben ganar menos que los hombres porque son más débiles, más pequeñas,
son menos inteligentes”.
Antonio Salas, juez de la Audiencia Nacional de España,
causó furor en enero al declarar que la causa de la violencia de género es “la
desigualdad de fuerza física y eso no tiene solución”.
Muchos de esos ataques misóginos se han realizado a través
de los medios sociales. En abril pasado, Miguel Ángel Rodríguez, exportavoz del
gobierno y secretario de Estado, usó su cuenta de Twitter para hablar de la apariencia de Inés Arrimadas
al decir que es “físicamente atractiva como hembra joven. Políticamente es
inconsistente”.
Arrimadas es una de las principales figuras políticas de
Ciudadanos, otro partido que ganó sus primeros escaños en el parlamento español
a fines de 2015. Ella le respondió: “Seguimos trabajando para que estas
muestras de machismo anacrónico sean cada vez más residuales”.
Desde que llegó a la alcaldía de Barcelona en 2015, Colau ha
recibido varios insultos sexistas. Félix de Azúa, académico de la Real Academia
Española, dijo que la alcaldesa “debería estar sirviendo en un puesto de
pescado” en vez de dirigir la ciudad.
“La triste realidad es que esos comentarios sexistas siguen
siendo normales, hasta en los medios españoles, pero esas críticas a las
mujeres son la parte más visible y menos peligrosa del problema”.
ADA COLAU, ALCALDESA DE BARCELONA
Óscar Bermán, funcionario municipal del Partido Popular
(PP), la llamó descerebrada y dijo que debería estar limpiando suelos.
En septiembre, el PP dio de baja a Bermán durante dos años
por esos comentarios. La Real Academia no tomó ninguna acción disciplinaria
contra De Azúa y dijo que este no estaba disponible para hacer comentarios.
Aunque Colau respondió a esos insultos dijo que estaba
orgullosa de que Barcelona tenga la primera alcaldía con una agenda
abiertamente feminista y que se comprometía a luchar, no solo contra la
misoginia en general, sino particularmente contra la violencia doméstica.
“La triste realidad es que esos comentarios sexistas siguen
siendo normales, hasta en los medios españoles, pero esas críticas a las
mujeres son la parte más visible y menos peligrosa del problema”, dijo Colau en
una entrevista. “Cada año decenas de mujeres son asesinadas en España, eso es
un hecho y una realidad”.
El año pasado, 44 mujeres murieron a causa de la violencia
doméstica en España, la cifra más baja desde que empezó el registro de los
feminicidios en 2003. Hace poco hubo varias protestas en Madrid para denunciar
la violencia de género, además de movilizaciones en apoyo a ocho mujeres de una
asociación de Galicia que empezaron una huelga de hambre el
9 de febrero para exigir que los grupos parlamentarios adopten una respuesta
más activa contra esos crímenes.
Para celebrar el Día Internacional de la Mujer se instó a
las españolas, como a las mujeres de otros países, a que detuvieran su trabajo
durante 30 minutos. Las asociaciones feministas también planificaron diversas
protestas en Madrid y otras ciudades, en las que se les pidió a los
manifestantes que se vistieran de negro como un acto simbólico de duelo contra
la violencia doméstica y la desigualdad en la sociedad española.
Colau entró al ámbito político después de trabajar como
activista en contra de los desahucios de inquilinos. Ella ha dicho que como
activista enfrentó peores ataques, incluido el acoso sexual, que como
alcaldesa.
Nunca reportó los hechos a la policía porque dijo que “como
muchas otras mujeres, no confiaba en que pudiera resolverse de manera jurídica.
Y, también, por el estigma social”.
Por su parte, Teresa Rodríguez, la líder de Podemos en
Andalucía, dice que espera que la demanda contra el empresario que la acosó
ayude a romper el “sentimiento de impunidad” que ve en un amplio sector del
poder establecido en la política y el mundo corporativo de España.
“Me sentí tratada como una fuente de diversión para gente
que por alguna razón se siente superior no solo por su género, sino por su edad
y clase social”, dijo. “Si alguien siente que puede tener esa actitud hacia mí,
imagine cómo se comportaría esa persona con una mujer con la que trabaja o a la
que le paga su salario”.
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