.Por Alfonso Suárez -
EL SISTEMA POLÍTICO ES TAN
CORRUPTO COMO LA MISMA SOCIEDAD QUE LO HA CONCEBIDO.
Ahora, a raíz de
descarados sucesos calificados de incidentes y que sirven como tema de debates
y locuaces escritos de atrevidos columnistas, ortodoxos comentarios de
acérrimos críticos sociales, confesiones justificantes de impolutos políticos,
que rasgan las vestiduras y se santiguan ante los mediáticos noticieros,
pregoneros del destape de otro caso de corrupción. Como si este hecho
cotidiano, y de acostumbramiento de la función no solo pública, sino en
general, no fuese el engendro que nos escolta y manosea en el diario vivir, para
exteriorizar lo más bajo de la conducta humana; la codicia.
Y únicamente, no son estos
señores ligados a la opinión pública, quienes se sienten dueños de
la voz popular para increpar y enrostrar a otros conocidos personajes su
desfachatez y ambición ante el pueblo, porque se han o están robando el
patrimonio de todos, -para satisfacer su ambición personal- que
seguramente la derivó del ejercicio de un cargo público, otorgado en confianza
por voluntad popular.
También, es la clase política
tradicional o emergente de este país, quienes por su propia esencia en esa
búsqueda por apropiarse y ejercer el poder, ventilan a voces sus propios actos
comprometidos con la corrupción, como la finalidad propuesta de su ejercicio,
y desempeño, capaz de hacerlos diferentes de los demás, al punto que sus
privilegios y carisma popular no son sobrepasados por la antipatía generalizada
a su persona y calidad humana.
Pero da más grima, encontrar
en la dinámica de las comunicaciones a atrevidas celebridades que
protagonizan sin sobreactuar a cínicos personajes acusando y recriminando a
otros, los mismos que ayer fueron sus socios y que en desempeño de lo que
ellos hicieron, ahora lo hacen bajo un esquema de descaro y desvergüenza,
sobrepasando la delicadeza, escrúpulos y el respeto que
otrora era referente conductual y tradición social de la comunidad.
Si bien, el acuerdo logrado con
las farc para la terminación del conflicto, sea malquisto y plagado de
complejidades, muestra tímidamente resultados plausibles apegados al
indiferente desempeño de la comunidad, también ha desatrancado y
delatado, el nacimiento de otro conflicto interno en la clase política,
apurada por publicar las cochinadas y jugarretas del antagonista, en ese afán
por apropiarse del poder público y asegurar su permanencia y usufructo en
un tiempo venidero colmado de incertidumbre y vacilación
del régimen político imperante.
Ahora es que se sacan los trapos
al sol, de quienes no hace mucho tiempo, institucionalizaron en su mandato a la
corrupción, y la fueron acrecentando, convencidos que se mantendrían
incólumes, pero al caer en la oposición, dieron la patica para que les
restregaran su ignominia, y como contraprestación sacan y seguirán sacando las
bajeza conocidas, que ahora pretenden sostener: la actuación y
contaminación del ilusorio nuevo esquema social, al que estaríamos apuntando
con la reinserción nacional de unos pocos guerrilleros.
Lo más grave de toda esta
parafernalia de improperios, culpas y acusaciones mutuas, es que intentamos como
sociedad, disimular el origen de la misma corrupción, y pontificar como
los más egregios exponentes de la impoluta conducta de comportamiento
comunitario, desconociendo que no solo es quien recibe – el corrupto- sino
también el que da u ofrece, y que todos somos copropietarios de un pueblo
corrompido, que en su letargo e indiferencia ha permitido a personajes de
reconocida mala fe y actuación en el senado, puestos públicos, o a ejercitase
como gobernantes.
La corrupción nace desde que el
pueblo no ejerce su deber de escoger y elegir bien a sus dirigentes.
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