lunes, 11 de julio de 2011

Cristina, la ganadora


Por Hernán Brienza


Si digo que ayer, en las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires, ganó Cristina Fernández, usted, estimado lector me va a tratar de desahuciado mental. Pero déjeme presentar mi alegato para que su juicio no sea tan lacónico. Paso a argumentar:



I) En 2007, el Frente para la Victoria obtuvo en primera vuelta un 23%. Ayer, logró posicionarse cerca del 30%. En cuatro años aumentó su performance electoral en el distrito más díscolo del país para el modelo nacional y popular, y tras cruzar el desierto de los cacerolazos por la crisis del campo en 2008. Luego de la derrota electoral de 2009, el Kirchnerismo está hoy por encima de sus propias posibilidades respecto de
las votaciones de 2007. Si a eso se le suma que ya lleva cuatro años de desgaste en el poder de la propia Cristina Fernández, más los cuatro anteriores de Néstor Kirchner, uno podría decir que tras ocho años del mismo proceso, el espacio K está fortalecido como opción de poder.



II) Si uno analiza la carrera hacia las elecciones presidenciales de octubre, contrariamente a los que digan los operadores de la oposición y los medios hegemónicos, la presidenta tiene el camino allanado hacia la reelección. El principal personaje de la oposición, Mauricio Macri, quien realizó una muy buena elección ayer, no compite en las presidenciales. Es decir que la principal figura del arco opositor está fuera de competencia por decisión propia.



III) Mauricio Macri es el mejor opositor posible para el kirchnerismo. Más allá de su performance mediática, no tiene una gestión demasiado nutrida para mostrar al electorado y, además, ocupa el espacio de centro derecha en el espacio político, lo que le deja al kirchnerismo la posición de centroizquierda que tan bien le sienta para la continuidad del relato histórico. Macri es un adversario que le facilita las cosas al kirchnerismo, le permite confrontar modelos y salir favorecido en esa comparación en términos ideológicos, políticos y de gestión.



IV) La victoria de Mauricio Macri deja a los adversarios presidenciales de Cristina Fernández en un lugar complicadísimo. Para diferenciarse de la conductora del Frente para la Victoria, Ricardo Alfonsín tiene que realizar malabarismos ideológicos patéticos para amarrarse al carro vencedor de Macri. “Si fuera porteño votaría a Macri”, dijo ayer a La Nación el candidato ex progresista que, luego de anunciar la alianza con el centroderechista Francisco de Narváez, ahora intenta rapiñar un par de puntos porcentuales de los electores de Macri. Es comprensible, su candidata, Silvina Giudici, apenas superó el 2% de los votos en la Ciudad, algo más de 45 mil votos, sobrepasando eso sí, al trotskista Frente de Izquierda y de los Trabajadores. Por lo tanto, el principal competidor “real” de la presidenta fue el principal perdedor de la jornada.



V) El voto de Mauricio Macri no es estrictamente un voto de derecha ni tampoco es exactamente un voto cautivo del macrismo. Un gran porcentaje se vincula con un voto conservador, estático, que lo que quiere es mantener las cosas como están porque “así están bien”. No se trata de una elección ideológica sino sencillamente del voto de un ciudadano que está conforme con su situación personal y social. Es un sujeto oficialista de todo oficialismo. Vota a Macri y vota a Cristina. Es un combo extraño, algo así como el voto de la Cajita Feliz.

Hoy, seguramente, todos los medios de comunicación y los operadores de la oposición dirán lo contrario de lo que dice esta nota. Hoy, todos hablarán del duro golpe al gobierno nacional. Usted, hágale caso a un gil. En 2007, el gobierno nacional perdió en la Ciudad de Buenos Aires por un margen mayor. Lo mismo ocurrió en Córdoba y Santa Fe. Y sin embargo ganó las elecciones presidenciales en primera vuelta.

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