Publicado el 29 de Mayo de 2011
Por Hernán Brienza
Del ‘conmigo no’ –no ya de Sarlo, obviamente– al ‘vos sos bienvenido’ de Macri hay hilo conductor. Y es la desigualdad y la jerarquía. Lo que nos dice Macri es que él, que es el monarca, nos dice a los porteños que esta ciudad es suya.
Interesante el debate que se armó esta semana durante el programa 6,7,8. Pero también la polémica que se desató a partir de la idea que traccionó toda la polémica. Lo más interesante es cómo la lógica televisiva –la del no debate, la no polémica, la no argumentación– ganó la pulseada. Es decir, en la calle, en los bares, en los medios de comunicación –con patética barrabrava en Radio Mitre mediante– se vivió el debate como un simple River-Boca dialéctico. Resultado de ese fenómeno fue que lo único que se registró del debate es el “conmigo no, Barone” que pronunció Beatriz Sarlo.
(Digresión 1: ¿Que todos los medios hayan reparado respecto de todo el debate sólo en esa frase se debe sólo a una imposibilidad para conceptualizar todo el resto del programa?)
Lo cierto es que el “conmigo no, Barone” es mucho más significativo que lo todos creemos. Y con repregunta es aún más importante todavía: ¿Por qué con usted no, Sarlo?
Recordemos: Barone intenta preguntarle a Sarlo por los lugares desde los c uales emite su discurso. Es una pregunta con un cierto tufillo a chicana y a fiscalización, pero que tiene algo de oportunidad (sobre todo viniendo de un hombre que nunca escondió sus trabajos anteriores y que vive haciendo mea culpa innecesarios a diestra y siniestra) porque el mensaje también depende del emisor. No serían lo mismo las columnas de Sarlo en Tiempo Argentino, por ejemplo, que en La Nación. La intensidad de la crítica –el clima entusiasta de un diario u otro influye en la escritura– es reforzada, utilizada, manoseada por el lugar desde donde se emite. Y tampoco se escribe –ni se piensa– de la misma manera según el soporte desde el cual se lo haga. Entonces, Sarlo, sin dejar terminar una pregunta que merecía ser respondida y que además ella tenía argumentaciones suficientes para hacerlo, lo corta en seco y le dice: “No, Barone, conmigo, no, Barone.”
La frase se ha convertido en un fetiche de aquellos –quizás más acostumbrados a analizar el mundo del espectáculo que la política– que no han podido escudriñar detrás de ese debate algunas cosas interesantes que se dijeron. Pero hay algo que incluso en esas palabras hay mucho para interpretar:
1) ¿Por qué Sarlo no puede responder esa pregunta como cualquier otro mortal? ¿Qué es lo distintivo que tiene ella que le permite desestimar las preguntas de Barone? ¿Tiene “coronita” –va con humor– Sarlo que no puede soportar y contestar las chicanas del panelista?
2) La socióloga, ex marxista –como ella misma se definió–, apela a una dignidad extraña a la hora de darle un topetazo a Barone. Porque no se trata del “basta” de la víctima que sufre un atropello por parte del poderoso ni de quien está en minoría y necesita defenderse –aunque esa noche lo estuviera–. El “conmigo no, Barone” apela a una dignidad superior por parte de quien lo emite. “Conmigo no, porque vos no me llegás a los talones”, “Conmigo no porque yo te doy vuelta como una media”, “Conmigo no porque yo soy una intelectual y académica reconocida y vos sos un simple periodista chicanero.” Desde ese lugar parte la frase de Sarlo espetada al rostro de Barone.
3) “Conmigo no” significa, también, con los otros sí. No es un grito solidario. Sólo es la enunciación de quien cree que tiene prerrogativas diferentes a los demás mortales. Es decir, Sarlo es una intelectual, una académica que demostró que con “un poco de esfuerzo” puede permitirse debatir con Ricardo Forster –para mí uno de los grandes intelectuales que comprende y hace pensar la actualidad a los demás– porque comparten el canon de libros que la academia ha convertido hoy en paradigma. El “conmigo no” no es un grito republicano… es apenas un reclamo aristocrático, monárquico, si se me permite la humorada.
(Digresión 2: Qué poco se habló de política/s de fondo en ese programa ¿no? ¿La discusión progresista sigue siendo una simple cuestión estética, de estilos, de manifestaciones culturales?)
II
¿Conmigo sí, señor Mauricio Macri? ¿Pero con quiénes no? Mientras Sarlo se autoexcluye, la campaña publicitaria del gobernador de la Ciudad de Buenos Aires nos discrimina a todos. Si yo soy bienvenido… ¿quiénes son los malvenidos? En su campaña, que podría titularse “Yo también tengo un amigo judío” o “No nos reímos de vos sino con vos”, Mauricio Macri nos dice que a pesar de que seamos unos negros de mierda, unos gordos cementerios de hamburguesas, unos homosexuales del culo, unos indios pata sucia, unos zurdos miserables, estudiantes de cuarta, paraboliquichuas malolientes… somos bienvenidos. Gracias, señor Macri… Pero ya estábamos de antes. Y gracias por aclararnos que, a pesar de que somos lo terrible que somos, usted nos da la bienvenida. Incluso a mí… ¡¡que soy de River!!
Del “conmigo no” –no ya de Sarlo, obviamente– al “vos sos bienvenido” hay hilo conductor. Y es la desigualdad y la jerarquía. Lo que nos dice Macri es que él, que es el monarca, el dueño del país o la Ciudad, nos dice a los porteños, al vasallaje, a los simples habitantes del burgo, que esta ciudad que hicimos entre todos en realidad no es nuestra sino suya, y que puede determinar quién es bienvenido y quién no. Porque, si bien la campaña incluye todos los estereotipos, el “vos sos bienvenido” remite obligatoriamente al “ellos no son bienvenidos” ¿Quiénes son esos “ellos”, esos “otros” que no son bienvenidos? Marche un INADI rapidito para el publicista de Mauricio Macri…
III
Con todos los defectos que le achacan a 6,7,8, hay algo que no podrán decir de ese programa: jamás podrán decir que no es el espacio más democrático y plural de la televisión argentina. ¿Se imaginan ustedes a un invitado en TN cuestionando la forma en que hacen periodismo en ese canal? ¿Se imaginan a un columnista como Ernesto Tenembaum –como sí lo hizo en la revista Veintitrés– cuestionando con valentía la política de ocultamiento de la supuesta apropiación de Marcela y Felipe? Resulta interesante cómo muchos que cuestionan por falta de democracia al gobierno en espacios afines ideológicamente al kirchnerismo, se quedan calladitos en sus puestos de trabajo sin cuestionar al grupo monopólico que los mantiene. Es fácil hacerse el bravucón en espacios donde se permite el disenso o donde impedir el disenso es más costoso que en lugares donde ese disenso está prohibido. ¿Por qué ninguno de los “grandes periodistas” de Clarín y La Nación cuestionan en Clarín o en La Nación los negocios, las políticas monopólicas, la infamia de Papel Prensa o la apropiación de hijos de desaparecidos durante la dictadura militar? Sin embargo, lo hacen en otros medios. Como dice Joan Manuel Serrat, “se agarran de los pelos pero para no ensuciar van a cagar a casa de otra gente”. Contrariamente a todo lo que se dice, a todo lo que se piensa, el espacio cultural kirchnerista –con 6,7,8 incluido– es mucho más democrático y plural que el de los medios hegemónicos. Y algo mucho más valioso. Como debe legitimarse a través de las urnas es mucho más autorreflexivo, vive autocuestionándose y lo hace públicamente. Por eso, muchos periodistas del espacio –aunque respeten las líneas editoriales, como en cualquier otro medio de prensa– tienen derecho –como lo tienen los medios hegemónicos, también– a meterse con cualquiera, incluso con los aristócratas del periodismo y de la intelectualidad argentina. Porque de eso se trata, claro. De terminar con las prerrogativas de cualquier tipo. Y de no andar robándose las sábanas entre fantasmas, claro
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