viernes, 2 de marzo de 2012

Palabras y sentidos



Un discurso de tres horas y quince minutos, pronunciado por una oradora del calibre y los recursos oratorios de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, desafía el poder de síntesis del cronista o lo derrota de antemano. Todo lo que se dirá alude a temas que merecen mayor desarrollo. Todo comentario “da para más”. En esta panorámica es forzoso destacar que la lectura económica, las cifras y el balance del “modelo” primaron en la presentación. Insumieron la primera hora íntegra y formaron parte del abordaje de muchas cuestiones que tienen varias aristas más: el transporte, el sistema educativo, entre ellas.

En el repaso de los logros económicos, laborales y sociales sucedidos desde 2003, la mandataria reiteró incluso referencias volcadas en discursos muy recientes, como el anuncio del aumento semestral de las jubilaciones o el de Rosario del lunes.

El Gobierno se presenta con esas credenciales, que le valieron aprobación popular creciente y casi ininterrumpida desde hace casi nueve años. Hubo anuncios referidos a Malvinas, algo se esperaba... no lo que se informó. Fue más sorpresiva la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central.

Respecto del conflicto con las petroleras, Repsol YPF especialmente, no se anunciaron medidas, pero sí se emitió una señal muy fuerte: será uno de los ejes centrales. Las corporaciones mediáticas recibieron críticas que son habituales, pero no menciones extensas. Las empresas de transporte, con una salvedad, no escucharon reproches.

Vamos, entonces, por partes.

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La tragedia: La tragedia de Once fue el comienzo de la segunda parte de la exposición. La Presidenta describió la destrucción del sistema ferroviario, cuyo inicio dató en la década del ’60, mucho antes de “ramal que cierra”. El tramo respectivo enhebró las inversiones realizadas por los gobiernos kirchneristas, incluyendo alguna no concretada, como el soterramiento del Sarmiento. Con profusión de cifras y datos técnicos, que abarcaron una defensa retrospectiva del proyecto del tren de alta velocidad (alias “Tren bala”), se remarcó un esfuerzo fiscal notable. En esa ocasión y en otros momentos Cristina subrayó que el Estado también debe hacerse cargo del Boden 2012, creado para compensar a los damnificados por el “corralito”. Propuso un contrafáctico: cuánto se podría hacer en materia de transporte si no mediara esa deuda que se está honrando.

La Presidenta no anticipó medidas y reiteró que se esperará a la pericia judicial para determinar responsabilidades en el accidente. Y puso en claro que “no le temblará la mano”, si es menester tomar decisiones drásticas. Tal vez, la descripción económica debió dejar un espacio al reconocimiento de las malas condiciones en que se viaja, que están hoy día en el centro de la polémica.

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“El bochorno”: Así llamó Cristina Kirchner a la movida de Mauricio Macri respecto del subte. Fue, a los ojos del cronista, el punto más logrado del mensaje. Desde el ángulo legal describió con minucia el disparate que significa rescindir unilateralmente un contrato al que se ha dado principio de ejecución. El Gobierno de la Ciudad aumentó las tarifas, recibió sin reservas el pago de los subsidios... es inicuo proclamar que el acuerdo está en su faz preliminar, mucho más dejarlo sin efecto vía conferencia de prensa. Desde el ángulo político, los elocuentes e irónicos reproches a Macri tuvieron un volumen proporcional a la demasía del líder de la derecha argentina, a quien los medios dominantes aúpan sin rubores ni pliegues, ni interrogantes.

La Presidenta, de paso, resolvió una enojosa dificultad de coyuntura, al volver a confiar a la Policía Federal la custodia de la seguridad durante un mes. Es una salida práctica, que contempla las dificultades de los ciudadanos-usuarios, entrampados en un conflicto político que no desataron. Y es, acaso, la reparación de un error de timing del gobierno nacional. El contexto de estos días, signados por la lógica bronca de los pasajeros y la llaga de la tragedia de Once, no era el adecuado para discontinuar las tareas policiales, aunque se tuviera (como se tiene) razón.

La táctica de Macri vulnera cualquier lógica institucional y tiene ingredientes psicópatas al zarandear el estrago ferroviario como coartada. El gobierno nacional hace lo correcto al defender su posición, pero no debe perder de vista a la opinión pública y a los usuarios, acuciados por necesidades cotidianas. La pulseada de largo plazo no debería causarles mortificaciones, el anuncio de Cristina cubrió ambos flancos.

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Oro negro: Fue detallista, también, el relato sobre la merma de producción de petróleo. La oradora recorrió etapas de decadencia agravada. Según su ver: los sesenta, los primeros años del menemismo, los cambios retrógrados implementados por el ministro Roque Fernández. Mostró gráficos de la caída de la producción. Explicó su impacto en la competitividad, en el desarrollo, en el crecimiento del PBI. Se especulaba-fantaseaba (en el mundillo empresario, en tiendas ajenas y hasta en Palacio) acerca de un anuncio tonante, anche con la nacionalización. No los hubo, pero se ratificó una certeza: la partida seguirá y se encarnizará. Lo dejan claro la enunciación de las responsabilidades de las corporaciones del sector, la reseña del perjuicio que causan sus prácticas y las acciones nacionales o provinciales durante todo este año. La Presidenta no mostró sus barajas, pero dijo que jugará fuerte.

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Los docentes: Los paros docentes y el difícil cumplimiento del mínimo de los días de clase son tópicos usuales todos los 1º de marzo de CFK. Esta vez, la paritaria nacional atraviesa su trance más trabado desde su fundación en 2008. La Presidenta rememoró los aumentos que tuvieron los maestros, las inversiones en educación pública. El cotejo con los años previos al kirchnerismo es rotundo. También es sensato, cree el cronista, poner la mirada en el ausentismo o pedir a los maestros que no apelen a medidas de fuerza mientras discurren las negociaciones.

La evocación de lo que pasaba en las escuelas a fines del siglo XX o principios de éste puede habilitar una reflexión que no se enunció y que el cronista entiende sugestiva, y extensiva a muchos sectores de la clase trabajadora. Los maestros sostuvieron la escuela en épocas de tremenda malaria, cobrando malamente salarios de hambre. Hicieron de trabajadores sociales, atendiendo tanto a los comedores como al aula. Ahora, en una etapa superadora, reclaman con enjundia sus derechos, no (se) resignan. Reconocerles ese esfuerzo pasado es tan justo como pedirles templanza no tanto en los importes que exigen cuanto en la utilización de la huelga en un sector público.

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El Central: El proyecto de ley de reforma de la Carta Orgánica del Banco Central comprende el fin institucional de la aciaga convertibilidad. Y reformula el rol de ese banco, diseñado con el paradigma neoconservador. Se lo fue redireccionando en un sentido virtuoso a través de sucesivas acciones oficiales, incluyendo al Fondo de desendeudamiento anunciado en otra (tormentosa) apertura de sesiones ordinarias. Ahora, se le dará dimensión legal.

La medida, que puede reforzar las finanzas del Estado, es auspiciosa. La Presidenta desalentó una reforma a la Ley de entidades financieras, bandera cara a sectores afines o internos del kirchnerismo.

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Volemos, pero desde acá: El cierre correspondió a Malvinas y a una exhortación a la dirigencia política. La Presidenta mezcló firmeza con un giro simbólico sutil. Movilizarse a los centros financieros para agitar la “litigiosidad” de las explotaciones británicas en territorios reclamados por la Argentina es una acción legal enérgica, destinada a complicar la ecuación económica del Reino Unido.

La propuesta de renegociar con los ingleses los vuelos a Malvinas, ampliando su frecuencia semanal pero exigiendo que salgan de Argentina y no de Chile (por Aerolíneas y no por LAN) es un rizo interesante. Acentúa el protagonismo argentino y ofrece mejores prestaciones al intercambio con los isleños.

La estrategia pacifista, que no reniega de hacer más gravosa la usurpación por medios lícitos, se confirma con tácticas novedosas.

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Detalles: Los picos emocionales se registraron cuando, a instancias de la Presidenta, el recinto ovacionó a Baltasar Garzón, flanqueado por Hebe de Bonafini y Estela Carlotto. También en las alusiones al ex presidente Néstor Kirchner y al dolor de la Presidenta. Esta incurrió sólo en dos furcios (“Lecops” en vez de “patacones” y “matrimonio obligatorio” en vez de “igualitario”).

Mentó más los “palos en la rueda” que la “sintonía fina”.

El presente, el futuro: Todo lo que expresa puede ser materia de controversia, lo cierto es que Cristina jamás habla sólo por protocolo. Ayer, la UTA levantó el paro de subtes, la Presidenta los había acusado de connivencia con la concesionaria. Dio crédito a la denuncia del cuerpo de delegados, opositores a la conducción central, cuyas relaciones con el Gobierno han sido tormentosas.

Las acciones de Repsol-YPF pegaron un salto hacia arriba.

Tras verla en vivo en la BBC, el gobierno inglés respondió la propuesta sobre los vuelos a Malvinas: fiel a sí mismo, se la endosó a los isleños.

La Presidenta mencionó el “rumbo” que se debe mantener y al “cambio permanente” con que se debe obrar. De la convicción en el rumbo, quedan pocas dudas. Del acierto y profundidad de los cambios dependerá en buena medida su legitimidad futura. También de que “no le tiemble la mano” cuando sea menester, seguramente muy pronto.

Mario Wainfeld

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