Durante los últimos 4 años, el periodismo sufrió una crisis evolutiva que se coronó con la tan ansiada Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Durante el trayecto de la “batalla”, los periodistas debimos definirnos ante nuestros lectores y distinguirnos de los que se parapetaban para lanzar mentiras como metralla detrás de conceptos falaces como “objetividad” o “independencia”, que finalmente tuvieron que pagar los lógicos costos de credibilidad por dañar el oficio para defender intereses económicos que –como siempre- les soltaron las manos y los dejaron expuestos en soledad ante la sociedad.
Pero desde el minuto siguiente de conocerse la apabullante victoria de Cristina Fernández en particular y del kirchnerismo en general, muchos nos concentramos en reflexionar sobre la etapa que se avecina desde el próximo 10 de diciembre.
En primer lugar, describamos el “paisaje”. Una indiscutible conductora o –como le gusta llamarla a algunos- “jefa”, que nadie con aspiraciones políticas serias dentro del oficialismo se animaría a confrontar ni por asomo.
Un movimiento político transversal, compuesto por disímiles vertientes y organizaciones políticas y sociales, muchas de ellas antitéticas entre si. Recordemos lo expresado por el vicegobernador electo Gabriel Mariotto: “Hoy, ser peronista es ser kirchnerista”.
Pero hete aquí que sectores como el de Martín Sabbatella, desde la política, sindicalistas como los miembros de CTA y los tradicionales cegetistas, desde el gremialismo y movimientos sociales de distintos orígenes, apoyan en su conjunto al “proyecto nacional”, pero poco tienen que ver con el peronismo.
Quizás sea la primera vez que los argentinos tenemos la posibilidad de aglutinar a todos esos sectores, y muchos más, para perseguir sueños comunes, cuyos mayores enemigos (además de las corporaciones económico-mediáticas ya conocidas) serán el fanatismo, el egoísmo, la mezquindad y el sectarismo.
Interpretamos que éste es el motivo principal por el cual la presidente Cristina, luego de ganar las elecciones, multiplicó varias veces frases tales como “el proyecto es para todos”, “no boicoteemos al país” o “no permitamos que se pierda lo que conseguimos hasta hoy”.
Opinamos que estas frases presidenciales apuntan a prevenir lo que puede provocar un daño irreversible en la vida nacional: las disputas de poder surgidas desde el propio seno de quienes dicen apoyar al "modelo".
La oposición destructiva y los grupos mediáticos caníbales ya demostraron su impotencia para dañar los sueños de los argentinos. Y recibieron el tiro de gracia con el histórico triunfo oficialista del pasado 23 de Octubre.
La militancia en su conjunto es muy respetable, la juvenil es por demás admirable y la euforia de muchos "militantes virtuales" de redes sociales es conmovedora. Pero existimos en Argentina quienes no tenemos la vocación de encolumnarnos en sectores, sino sólo detrás de un proyecto común para todos.
A modo de ejemplo, y regresando a quienes estuvimos en el ojo de la tormenta durante los últimos dos años al menos (los periodistas) habemos quienes decidimos ser honestos con nuestros lectores y decir una y otra vez desde qué posición ideológica opinamos toda vez que lo hicimos. De ese modo, nos cerramos las puertas para siempre en más del 80 por ciento de los medios de comunicación del país que, aún, siguen en las mismas manos desestabilizantes.
Por eso, seremos los principales custodios de que las ideas originarias que fueron masivamente votadas desde 2003 hasta hoy, y no sólo en Argentina sino en toda Suramérica, no sean traicionadas por la ambición de poder de algún sector o dirigente en particular, ya sea político, gremial, social o periodístico. Es que en EL VIGÍA, cuando escuchamos "para todos", interpretamos "sin vanguardias ni privilegiados".
La oportunidad histórica en la región es única. No hay lugar para obsecuentes (los primeros en traicionar), para fanatismos o para proyectos personales que, quizás hoy, se amparan en sus palabras edulcorantes hacia Cristina Fernández pero en sus conciencias esperan su oportunidad para dar el zarpazo y acceder a la cuota parte de poder personal que ambicionan. Y digo bien: ambicionan. Porque soñar, es otra cosa.
Comenzamos una etapa en la cual deberemos demostrar que las corporaciones en sí mismas, no son nocivas para el interés de todos. Lo son las actitudes corporativas. Y, a no engañarnos, dichos mecanismos siniestros no son potestad exclusiva de Clarín o de los especuladores financieros. Son corporativos quienes defienden su propia caja, sin importarle el bien común. Y profundizar el modelo, significa redistribuir cada vez más equitativamente la riqueza. Y como dijo Cristina ante empresarios ultra-capitalistas en el G20, "es preferible afectar los intereses de unos pocos poderosos antes que enfrentar la furia de la sociedad".
En definitiva, así como hasta hoy debimos diferenciar el barro del oro y desenmascarar a los profetas del odio y la mentira, desde el 10 de diciembre deberemos mirar con mucha mayor amplitud el panorama y quitarles las máscaras a quienes, ya sea desde la oposición o, con mayor razón, desde el oficialismo, intenten socavar los cimientos de un proyecto regional inclusivo y respetuoso de la diversidad.
Ese será el rol que deberemos cumplir, de ahora en adelante, los periodistas. Si ya logramos vencer a la mentira, nuestra misión debe ser la que define al periodismo: buscar la verdad relativa de cada noticia.
Y colaborar desde nuestro oficio para volver a separar el barro del oro y hacer respetar la voluntad popular y, además, la opinión de las minorías.
Cada sector que hasta hoy declamó apoyar al proyecto nacional por convicción, llenó las redes sociales de consignas movilizantes y mantuvo una lealtad gelatinosa por momentos, deberá revalidar su compromiso. Sin derechos adquiridos que lo convierta en vanguardia.
Quienes se comporten corporativa y mezquinamente dentro de un proyecto inclusivo electo por elocuentes mayorías en toda Suramérica, deberán ser escupidos por la historia. Pertenezcan al sector que fuere.
Sí. Lo reafirmamos. Ese será el rol que deberemos cumplir, de ahora en adelante, los periodistas.
Por Dante López Foresi (El Vigía)
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