La sociedad político-comercial llamada ‘duopolio’ cumplió su ciclo y ya no tiene respuestas para las impetraciones nacionales. Hay que abrir puertas a nuevas generaciones, nombres, ideas y referentes
Que en todas partes se cuecen habas, no es un misterio para nadie. Ahí tiene usted lo que ha ocurrido en España luego de ocho años de gobierno mayordomil similar a los de nuestra criolla Concertación. Pudieron habernos preguntado los amigos españoles respecto de lo que realmente significa “el cambio” para los guarapos de la derecha, porque de tal materia sabemos, y mucho, teniendo por cierto negras experiencias. Pero, en fin, allá ellos y sus decisiones soberanas.
En nuestro caso, que es el que nos preocupa y ocupa, tuvimos los chilenos una enorme falla, un patinazo de aquellos… tal vez el apuro y la emoción sirvieron de cobijo a los frescolines de siempre para seguir encumbrados en la cúspide de la pirámide. Nos engañaron; o quizá nos dejamos engañar casi de forma consiente y voluntaria, ya que al aceptar que el mismo ‘familisterio’ de finales del siglo XX continuase su acción en esta nueva centuria, hicimos torpemente de tripas corazón y dimos carta blanca a los pillastres.
Pocas y conocidas familias, con apellidos que se entremezclan a través del matrimonio y/o de los negocios, se han apoderado del país instalando a sus miembros en la política, la banca, la iglesia, la prensa y las fuerzas armadas, instituciones fundamentales para el ejercicio del gobierno y del poder. En una u otra medida, fueron responsables del quiebre institucional vivido por el país en la década de 1970, y se hicieron del gobierno una vez derrotada la dictadura…dictadura en la cual, por cierto, muchos de sus componentes tomaron parte activa, dirigieron, propusieron y se enriquecieron ilícitamente.
¿Por qué no reaccionamos a tiempo evitando la reiteración del engaño y la demagogia? No lo hicimos, y al día siguiente del histórico plebiscito de octubre de 1988 –cuando ocurrió el triunfo del NO- el sempiterno ‘familisterio’ chileno volvió a las andadas y a los contubernios. Miembros de las mismas familias de siempre –unos pertenecientes a las filas dictatoriales y derechistas, otros a las huestes progresistas- se reunieron con premura a objeto de acordar justicia en la medida de lo posible, asegurarle paz y libertad al tirano Pinochet y, especialmente, comprometer un respeto casi religioso por el sistema económico de libre mercado, todo lo cual requería –como prenda de seguridad exigida por la derecha dura- implementar un sistema electoral binominal y preservar los contenidos principales de la constitución de 1980, aquella carta magna parida e impuesta por la mente fundamentalista del misógino Jaime Guzmán bajo el apoyo y cobijo de las bayonetas.
Fue así entonces que los mismos de ayer –incrementado su número por los nuevos vástagos y por la creciente parentela vía matrimonio/compadrazgo- volvieron a tomarse los puestos de alcurnia en el gobierno interior de la república, en las instituciones estatales, en las embajadas y en las representaciones oficiales de cualquiera institución, organismo o grupo, así como los sillones parlamentarios en ambas cámaras, amén de algunas alcaldías y cargos menos relevantes como seremías y gobernaciones.
Entonces, Tomasso di Lampedussa, el autor del “Gatopardo”, se hizo escuchar otra vez con su frase ya tan reiterada en nuestro país: “todo debe cambiar para que todo siga igual”, porque los Frei, los Aylwin, los Larraín, los Allamand, los Chadwick, los Tohá, los Zaldívar, los Allende, los Novoa, los Kast, los Melero, los Coloma, los Viera-Gallo, los Ominami, fueron también los mismos –exactamente los mismitos- que en la década de 1970 tejieron la gran tragedia. Y como si ello no bastara, permitimos que el dictador Pinochet continuara en el cargo de General en jefe del ejército y, horror de horrores, accediera al Senado de la república como si se hubiese tratado del mismísimo Cicerón. ¡¡Y Pinochet había sido el gran degollador de la democracia y violentísimo enemigo del poder legislativo en manos de políticos y civiles!! Algo tan estrambótico y ridículo como si los judíos hubiesen designado a Hitler en el parlamento israelí.
No cabe duda que es la hora del recambio. Las dirigencias estudiantiles lo demostraron con sus movilizaciones, propuestas, argumentos y poder de convocatoria. Así como también quedó demostrada la incapacidad del ‘familisterio’ al no poder ni saber dar respuestas a las impetraciones de los jóvenes y de la sociedad. El país parece haber agotado su dosis de paciencia, pues son escasas las personas que continúan otorgándole votos de confianza y credibilidad a una clase política caracterizada por los grados ‘familisteriales’ que la transforman en una verdadera sociedad anónima comercial y, a la vez, en grupúsculo vendepatria que accede a entregar Chile en bandeja a las manos de megaempresas transnacionales, y transformar a nuestro país en una especie de bodega gigante donde todos los recursos naturales –absolutamente todos- están en poder de privados y donde nada, absolutamente nada, pertenece a Chile… ni siquiera la policía y las fuerzas armadas.
Por ello es que nadie quiere tropezar dos veces con la misma piedra, y son muchos –millones ya- los que apostamos por terminar el actual estado de cosas y estructurar una Asamblea Constituyente en la que, por cierto, no tengan cabida los miembros del moralmente zarrapastroso ‘familisterio’ chilensis, responsable directo de los escenarios de movilizaciones, paros y caos, así como gestor de una desigualdad que encumbra a nuestro país a los primeros lugares de la injusticia social y pésima distribución de la riqueza en el planeta.
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Arturo Alejandro Muñoz en Kaos en la Red
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