APRECIADOS COMPAÑEROS: UN DISCURSO QUE PODRÍA DIFUNDIRSE A LOS JÓVENES, PARA DISCUSIÓN POLÍTICA Y FORMACIÓN.
Discurso de asunción a la Presidencia de la Federación de Estudiantes de
Chile:
Mi nombre es Camila Antonia Amaranta Vallejo Dowling y quisiera, antes que
todo, poder expresarle a los presentes el orgullo y el desafío que significa
para mí encabezar la Federación de Estudiantes más importante de Chile, es
una gran responsabilidad que significa hacerse cargo de 104 años de
historia, 104 años de aventuras y desventuras, 104 años de lucha en el seno
del movimiento estudiantil.
Y es un orgullo y un gran desafío porque vengo de aquellos lugares que no
reciben condecoraciones, de los cuales poco y nada se dice, porque poco y
nada se sabe, lugares que a veces incluso se les llega a olvidar.
Mis estudios secundarios los cursé en un pequeño colegio cuyo nombre
significa tierra florida; extraña paradoja, ya que en sus patios se
respiraba más tierra que flores y en sus salas de madera se acumula el polvo
de generaciones de alumnos no emblemáticos, que nunca llegaran a ocupar los
puestos de poder más importantes de nuestro país.
Mi carrera, una de las más pequeñas de esta Universidad, casi no se
encuentra en el consciente colectivo, se pierde entre los pasillos de la FAU
y se confunde con otras disciplinas. La Geografía en esta Universidad casi
no tiene tiempo ni espacio, otra paradoja.
Sin embargo, lo más terrible es darse cuenta que de pronto esto no pasa solo
en Geografía, sino que también en Administración Pública, que es carrera de
ocho a seis, porque después de las seis de la tarde no hay Universidad para
ellos, una carrera que debiese ser fundamental para fortalecer el sistema
público. Y también ocurre en Educación y de pronto, nos damos cuenta que no
son solo unas pocas carreras, sino que es toda una rama del saber, es toda
un área del conocimiento la que ha caído en la pobreza universitaria como
consecuencia de las lógicas del mercado implementadas ya a lo largo de estos
últimos treinta años.
Y de lo pequeño y olvidado de mi lugar de origen, se suma además, mi corto
tiempo de vida, con 22 años, vengo a ser la segunda mujer presidenta de la
FECH en más de cien años de historia. Y usted rector tendrá el privilegio de
ser el segundo en la historia de la Universidad que es acompañado por una
mujer en la presidencia de nuestra federación de estudiantes.
Ahora bien, puede que en este momento me toque a mí ejercer el cargo de
Presidenta, sin embargo, debo decir que yo sola jamás habría logrado todo
esto y que mis manos son tan solo un par más dentro de tantas otras, y en
donde todas juntas son las que levantan este proyecto colectivo que se llama
Estudiantes de Izquierda, el cual ya se encamina a su tercer período
consecutivo al mando de nuestra Federación.
Si me permiten contarles un poco acerca de Estudiantes de Izquierda, debo
decirles que como colectivo político estamos presentes en amplios espacios
de nuestra Universidad, que en nuestro interior se expresa la máxima
diversidad estudiantil, que entendemos que la izquierda debe construirse con
participación y democracia y que esta elección en donde hemos aumentado en
casi 400 votos respecto de la elección anterior, nos demuestra que como
movimiento estamos vinculados orgánicamente con las bases estudiantiles de
nuestra Universidad.
Como Estudiantes de Izquierda sentimos la responsabilidad ética de hacer
política, porque la administración del poder por los poderosos de siempre
nos obliga a entrometernos en sus asuntos, porque estos asuntos son también
nuestros asuntos y porque no podemos dejar que unos pocos privilegiados sean
quienes eternamente definan las medidas y contornos que debe tener nuestra
patria, ajustándola siempre a sus pequeños intereses.
Creemos que la clave del éxito para el movimiento estudiantil está en volver
a situar a la Federación en una posición de vanguardia a nivel nacional, en
volver a entretejer redes sociales con los pobladores, los trabajadores, las
organizaciones sociales y gremiales, los jóvenes que se quedaron fuera de la
Universidad pateando piedras, en otras palabras, hablamos de volver nuestra
mirada al conjunto de los problemas sociales que hoy rodean a la Universidad
y con los cuales estamos íntimamente vinculados y comprometidos.
Debemos romper con aquella burbuja universitaria que instala el
individualismo, la competencia y el exitismo personal como patrón de
conducta para los estudiantes por sobre ideas y conceptos fundamentales como
lo son la solidaridad, la comunidad y la colaboración entre nosotros.
Somos contrarios a la visión de que la Universidad es solo venir, sacarse
buenas notas, y abandonar cuanto antes sus aulas para salir pronto a ganar
dinero en el mercado laboral, tenemos los ojos lo suficientemente abiertos
como para darnos cuenta que afuera hay un mundo entero por conquistar, que
este mundo requiere de nuestra entrega, de nuestro esfuerzo y de nuestro
sacrificio y que para quienes ya hemos abierto los ojos a las inequidades
sociales que asoman por todos los rincones de nuestra ciudad, se nos vuelve
imposible volver a cerrar la puerta y hacer como que nada hemos visto o como
que nada ha pasado. Nuestro compromiso por la transformación social es
irrenunciable.
Porque necesitamos hoy, más que nunca, una profunda discusión respecto del
país que queremos construir y, a partir de aquello, cuál es el tipo de
Universidad que se pondrá al centro de dicha construcción.
Porque no creemos en la Universidad como un espacio neutro dentro de la
sociedad, la universidad es un agente vivo en su construcción y en el
desarrollo del proyecto país que como ciudadanos levantamos día a día.
Nuestra responsabilidad está en generar organización al interior de aquella,
lo cual nos permita transformar la universidad, para así poder transformar
la sociedad.
Nuestro concepto de Universidad nos habla de un espacio abierto,
participativo y democrático, con una comunidad universitaria activa,
dialogante, una comunidad que se involucra en el diseño y conducción de su
casa de estudios.
Nuestra visión es la de una Universidad que se ubique ya no en los primeros
rankings de la competencia o el marketing universitario, de los cuales hoy
en día mucho se habla, sino que se ubique en el primer lugar de aporte al
desarrollo social del país, el primer lugar en el fomento de la equidad en
cuanto a la composición social de sus estudiantes, que ocupe el primer lugar
en el desarrollo de la ciencia y tecnología al servicio de los intereses de
Chile y su pueblo.
Creemos en una Universidad permanentemente vinculada con los problemas que
nuestro pueblo le presenta, activa en la búsqueda de soluciones y en la
entrega de aportes por medio del conocimiento.
Sin embargo, nuestra realidad actual dista mucho de estos conceptos
brevemente aquí esbozados, hoy la Universidad es cada vez más un proyecto
sin otro norte que no sea el que le señala el mercado, a la educación
superior se le ha puesto precio y nuestras Universidades son medidas por
criterios industriales de producción como si fueran una empresa más dentro
del esquema productivo de la nación, una empresa especial con muchas
comodidades en su proceso productivo, pero empresa al fin y al cabo.
En este esquema, un rol fundamental lo jugó el desfinanciamiento sistemático
que vivió la Universidad Pública al momento de implementarse las políticas
neoliberales. El autofinanciamiento, establecido como doctrina, fue un golpe
seco que dio en la esencia misma de lo que constituía el quehacer
universitario hasta ese momento, condicionando y sometiendo a la Universidad
a lógicas y esquemas mercantiles que le eran desconocidos. La Universidad
Pública tuvo que verse obligada a competir en situaciones desfavorables en
lo que se llamó "el nuevo mercado de la educación superior", se le puso
precio, tuvo que venderse a sí misma para poder captar mayores recursos y
continuar así con su proyecto educativo, perdió su brillo y su color, perdió
su esencia transformadora y quedó botada en un rincón, ya incapaz de
reconocerse a sí misma.
Estamos hablando que se operó un cambio estratégico en el desarrollo de la
Universidad, el cual ha sido irremontable hasta este momento. Con ello hubo
sectores importantes del quehacer universitario que producto de su no
rentabilidad económica fueron cayendo rápidamente en la desgracia y el
abandono, las Universidades Públicas se volcaron a sí mismas, viviendo casi
un chauvinismo institucional, donde cada una se preocupaba de su propia
sobrevivencia, perdiéndose la visión de conjunto que poseía nuestro antiguo
sistema de educación superior pública.
Este procedimiento operado en plena dictadura, siguió su curso con los
gobiernos de la Concertación, la cual no operó mayores cambios, más bien, se
dedicó a administrar con comodidad el modelo heredado y en algunas líneas,
incluso, lo profundizó. No obstante lo anterior, pasaron los años y el
control del gobierno volvió a las manos de quienes tiempo atrás habían
gobernado con trajes de civiles detrás de los uniformes de soldado.
Según nuestra mirada, esto representa un peligro fatal para la Universidad
Pública hoy día. Creemos que el gobierno de los empresarios busca poner el
broche de oro a la privatización total de la educación superior, sellando
definitivamente la obra que iniciaron desde las sombras en los años ochenta.
La designación de Harald Beyer y Álvaro Saieh en nuestro Consejo
Universitario, dos grandes defensores del modelo de mercado y el actual
presupuesto nacional en el área de la educación superior son dos grandes
indicativos de aquello. Son medidas que nos muestran nítidamente que el
gobierno se apresta a poner en marcha una agenda privatizadora a gran escala
y que, por lo tanto, el año 2011 será estratégico en su implementación.
Esta será una batalla importante que enfrentará nuestro sector el próximo
año, para dar respuesta a este desafío debemos desplegar un movimiento que
escape a tan solo los estudiantes, necesitaremos de los académicos, los
trabajadores, las autoridades universitarias, todos juntos en las calles
exigiendo que el Estado cumpla con sus Universidades, que el Estado cumpla
con la educación superior pública de nuestro país.
Pero el problema no pasa tan solo por exigirle al Estado lo que a nuestras
Universidades le debe, sino que también debemos mirarnos con visión
autocritica y preguntarnos qué es lo que como Universidad le estamos
entregando a nuestro pueblo. Necesitamos un nuevo trato del Estado para con
la educación superior pública de nuestro país y, a la vez, necesitamos un
nuevo compromiso de las Universidades Públicas para con el pueblo de Chile y
sus intereses, esta Universidad tiene que ser la Universidad de todos los
chilenos y no solo la de unos pocos.
A nadie le es indiferente que en nuestra casa de estudios se perpetúen
desigualdades fundamentales que determinan, por ejemplo, que el 20% más rico
de la población tenga más del 50% de las matrículas, en cualquier sociedad
que se precie de ser justa y democrática esta desigualdad fundamental es
inaceptable.
¿Seguiremos educando solo a las élites socioeconómicas?, o, ¿nos
aseguraremos de implementar un sistema de acceso que permita que todos los
jóvenes con talentos y habilidades, independientemente de su origen y
capacidad de pago, puedan permanecer en la Universidad?
¿Seguiremos dejando que solo aquellas disciplinas que son rentables en el
mercado alcancen niveles de desarrollo armónicos y de excelencia?, o,
¿aseguraremos de manera efectiva que todas las áreas del conocimiento tengan
un trato justo y así puedan contribuir a consolidar la sociedad que
anhelamos, ya no solo en términos económicos, sino que en términos
culturales, intelectuales, cívicos, valóricos, es decir, con seres humanos
íntegros?
Por más que quieran hacernos creer lo contrario, para nosotros la
Universidad no puede ser un negocio ni mucho menos la educación puede ser
una mercancía.
La pelea será dura, pero está el futuro de la Universidad en juego y en esta
batalla nosotros no bajaremos los brazos.
No quiero terminar mis palabras sin antes aludir a un hecho que para mí
reviste gran notoriedad, algo señalaba más arriba pero quisiera ahora poder
extenderme un poco más en aquello, me refiero a mi condición de mujer.
Como mujer puedo ver y vivenciar en carne propia las actuales formas de
opresión de la que somos víctimas en la actual configuración machista de la
sociedad. En Chile nos decimos un país desarrollado y nos llenamos de
orgullo por nuestro reciente ingreso a la OCDE, no obstante, detrás de la
cortina del progreso económico y del optimismo del jaguar latinoamericano se
esconde una historia de opresión y sexismo que aún perdura hasta nuestros
días. Las mujeres seguimos sufriendo hoy día todo tipo de discriminaciones,
a la hora de buscar trabajo, en los planes de cobertura para nuestra salud,
en la escala de sueldos, incluso a la hora de participar en política.
Tan solo ayer leía unas ideas que quisiera poder trasladarles en este
momento ya que me parecen esclarecedoras respecto de lo que les quiero
decir, abro comillas respecto de las mujeres, cuando buscan trabajo, además
de calificación se le pide presencia y no basta con que sean amables y
generosas, sino que deben además ser graciosas, simpáticas y coquetas, pero
no mucho. Se les exige estar presentables y cuando juzgan que se ha pasado
un milímetro, se les critica por presuntuosas. Se les elogia por ser madres
y se les excluye por tener hijos.
De la mujer se sospecha cuando es joven porque desestabiliza a la manada y
se le rechaza cuando los años pasan porque ha perdido competitividad. Es
excomulgada por fea y también cuando es bella. En el primer caso se dice que
es repulsiva, en el segundo provocadora. Cuando no es lo uno ni lo otro la
tildan de mediocre, cierre de comillas.
Estas son las condiciones en las cuales las mujeres nos desarrollamos
actualmente, estas son las condiciones que desde mi Presidencia también
buscaré transformar.
Camila Antonia Amaranta Vallejo Dowling
No hay comentarios:
Publicar un comentario