Tilingos Arturo Jauretche
(Revista Confirmado)
Junio 1966
CONFIRMADO me propuso este
tema. Pensé entonces que era la oportunidad para ofrecer una respuesta, entre
las muchas que pueden articularse, a un interrogante que plantea José Luis
deImaz en Los que mandan; "¿Por
qué, no obstante su peso económico, su rol en la modernización, y haber sido
innovadores tecnológicos, los empresarios no pesan en la vida del país?”. O
pesan al revés. Este es el caso de ciertos tipos de grupos económicos
capitalistas, adscriptos a la política de la Sociedad Rural, ya consolidados
dentro del viejo sistema agro importador ,que prefieren un mercado interno
pobre en condiciones de monopolio a un mercado en crecimiento en condiciones de
competencia, como los que apoyaron la política de contención del progreso en
las Juntas Reguladoras de la Década Infame. Sólo que éstos sí saben lo que
quieren. Pero no voy a hablar de economía, sino del tema propuesto; de la forma
en que la tilinguearía impone sus pautas, y cómo ellas están perturbando el
desarrollo de la inteligencia nacional y sus impulsoscreadores.Y ésta es cosa
de que debe tomar cuenta también el político militante, si es que no sabe que
el comité ha muerto definitivamente. Porque los estados de opinión, entre los
cuales tiene importancia fundamental el slogan que surge de la cuestión de los
status, pesan mucho más que una recluta que sólo vale para las elecciones
internas. En el Espasa Calpe se lee tilingo: "Argentinismo: Insustancial,
ligero, que habla muchas tonterías". Segovia, en su Diccionario de
Argentinismo", expresa: "Dícese de la persona simple y ligera que
suele hablar muchas tonterías”. Los paisanos, de un tipo así, dicen;
"Hombre sin fundamento". Don Hipólito –desde luego, Yrigoyen es el
Hipólito por antonomasia-decía "palangana". Supongo a esta expresión
tradicional y fundada en la poca cosa y mucho ruido de la enlosada al caer
retumbante. Usted lo conoce al tilingo. Y si no lo conoce, ahí lo tiene al lado,
en esta mesa de un café céntrico donde se han sentado cuatro o cinco tipos con
portafolios. Algún día habrá que escribir la historia del hombre del
portafolio. Hubo la etapa de la posguerra con los "ingenieri"
italianos recién llegados que escondían bajo el cuero -con una sugestión de
planos y patentes de invención- el sándwich de milanesa del almuerzo. Ahora es
posible que el portafolio contenga la cuarenta y cinco persuasiva, o la
concluyente tartamuda portátil. Pero esos que están en la mesa de al lado sólo
llevan allí sueños, proyectos, hipotéticas transacciones. Andan a la búsqueda
de enganchar algo, intermediar en alguna operación cualquiera paragonar una
comisión, y muchas veces intermediando entre intermediarios. Generalmente se
ayudan con el teléfono de un amigo que tiene escritorio y al que han pedido
permiso para que les "dejen dicho". Ese teléfono, la mesa del café y
el portafolio constituyen su establecimiento comercial. Mientras llega "el
asunto*', hablan de fútbol, de carreras, de política, de economía. Cuando tocan
estos dos temas últimos, nunca faltará quien diga: “Lo que pasa es que los
obreros no producen". Ahí está el tilingo. No se le ha ocurrido averiguar
qué es lo que él produce y qué producen todos ellos, puntas sueltas, mallas
erradas en la enorme red de intermediación que es Buenos Aires. Que un tipo que
no produce diga, en una reunión de tipos que no producen, que no producen los
únicos que producen algo, es tilinguearía. En esto de producir, tenemos muchos
productores rurales por el estilo que creen que la condición de productor la
dala propiedad de una estancia, unos breeches y unas botas de polo, que viven
en la ciudad -"porque mi señora dice que hay que educar a los
chicos"- y dan una vuelta por el campo cada quince días. Productores
rurales son los que trabajan y producen en el campo, que pueden ser patrones o
peones, pero no los que no intervienen en la producción sino como propietarios,
y que son rentistas aunque no arrienden. Estos también son de los que dicen que
los "obreros" no producen. Y ya no desde la posición marginal del
tipo del portafolio, sino empinándose como "fuerza viva" sóbrela que
descansa la economía del país. Inevitablemente, éstos y otros representantes de
la tilinguería son los que, ante la menor dificultad, califican al país:
"Este país . dem...", colocándose fuera del mistao a los efectos de
la adjetivación. Y la verdad es que el país lo único que tiene de eso son
ellos: los tilingos.
EL racismo es otra forma frecuente de la tilinguearía.
La tilinguearía racista no
es de ahora y tiene la tradición histórica de todo el liberalismo. Su padre más
conocido es Sarmiento, y ese racismo está contenido implícitamente en el pueril
dilema de “civilización y barbarie". Todo lo respetable es del Norte de
Europa, y lo intolerable, español o americano, mayormente si mestizo. De allí
la imagen del mundo distribuido por la enseñanza y todos los medios de
formación de la inteligencia que han manejado la superestructura cultural del
país. Recuerdo que cuando cayó Frondizi, uno de esos tilingos racistas me dijo,
en medio de su euforia:-¡Por fin cayó el italiano! Se quedó un poco perplejo
cuando yo le contesté:-¡Sí!, lo volteó Poggi.Muchos estábamos enfrentados a
Frondizi; pero es bueno que nonos confundan con estos otros que al margen de la
realidad argentina, tan italiana en el presidente como en el general que lo
volteó, sólo se guiaban por los esquemas de su tilinguearía. Ernesto Sábato,
con buen humor, pero tal vez respirando por la herida, ha dicho en Sobre héroes
y tumbas más o menos lo siguiente: "Más vale descender de un chanchero de Bayona
llamado Vignau, que de un profesor de filosofía napolitano". La cítame
chocó en mi trasfondo tilingo (fui a la misma escuela y leí la misma
literatura) porque tengo una abuela bearnesa también Vignau, tal vez más que
por lo de Bayona, por lo de chanchero (vuelvo a recordar que fui a la misma
escuela, etcétera).La verdad que ni el presidente ni el general son italianos.
Simplemente son argentinos de esta Argentina real que posliberales apuraron
cortando las raíces. Pero la idea liberal o sarmientino no era ésa. Ella tenía,
y tiene, una escala de valores raciales que se identifican por los apellidos
cuando son extranjeros. Arriba están los nórdicos –con escandinavos,
anglosajones y germánicos-; después siguen los franceses; y después los
bearneses y los vascos; más abajo los españoles y los italianos, y al último,
muy lejos, los turcos y los judíos. Cuando yo era chiquilín nunca oí nombrar a
un inglés -que generalmente era irlandés, pero la diferencia era muy sutil para
entonces- sin decir "Don", aunque estuviera "mamao hasta las
patas". El francés, a veces, ligaba el Don; y en ocasiones, el vasco.
Jamás el español, que era "gallego de...", lo mismo que el italiano
"gringo de...". ¡Para qué hablar del turco y del ruso. ‘En La
condición del extranjero en América, Sarmiento parece revisar sus tesis sobre
la inmigración. Pero no nos engañemos: se sintió defraudado por la misma porque
vino del Mediodía de Europa. Él hubiera querido una inmigración de arquetipos,
y los arquetipos son los que estaban en lo alto de su escalera antiamericana y
antiespañola. Afortunadamente fracasó, y eso es lo que nos ha salvado como
nación. En algún lugar he recordado las palabras de Hornero Manzi cuando me
dijo:-Lo que nos ha salvado es la actitud del italiano y el turco, que en lugar
de proponerse como arquetipos, propusieron como tal al gaucho; así, en el
ridículo del cocoliche se nacionalizaron en lugar de desnacionalizarnos. Sólo
falta imaginar lo que hubiera ocurrido si las pampas y las aldeas se hubieran
poblado de los ejemplares arquetipos deseados por ese racismo, con la actitud
de obsecuencia de las generaciones liberales para todo lo foráneo. Ya se ha
dicho que esa tilinguearía racista viene de lejos. Pero se acentúa cuando se
producen cambios sociales. Entonces, la tilinguearía se exacerba en una
peyorativa actitud racista. Pasó con el acceso al poder del radicalismo. Los
tilingos de entonces cargaron el acento sobre los apellidos italianos de la nueva
promoción política suscitada con el ascenso de la clase media: la pequeña
burguesía inmigratoria y los doctores de primera napa nacional, La oposición
conservadora adoptó un aire peyorativo que se tradujo en toda una literatura
política, que fue del periódico -La Mañana y La Fronda, sucesivamente, fueron
sus expresiones más calificadas- hasta el discurso parlamentario. Se jugaba,
por ejemplo, con la equívoca significación de algunos apellidos; así, la triple
fórmula Coulom-Coulin-Culacciatti, que integraba, con la igual finalidad
peyorativa hacia los criollos desconocidos, don Julio del C. Moreno -un
personaje riojano- completaba el ridículo en la imagen anal. Hasta cuando el
apellido era patricio se lo modificaba para ponerlo a tono: así, padeciendo
Yrigoyen de un posible mal de las vías urinarias, el doctor Meabe, su médico de
cabecera, se convertía en el doctor Meabene para adecuarlo a la cita siguiente
que era la de un correligionario de la 3a Don Plácido Meo.En realidad, para los
que lo escribían no se trataba de otra cosa que de un recurso humorístico. Pero
para el tilingo de entonces el fundamento más real, el que más invocaba, el que
más jugaba, era ese de los "gringos", Y lo de "gringos"
sólo jugaba para los descendientes de inmigrantes provenientes del Mediodía de
Europa. No para los otros. Pasó mucha agua bajo los puentes, y vino otro movimiento
multitudinario: el de 1945. Ya los gringos se habían incorporado ysu presencia
política no lesionaba a la tilinguearía, no sé si es porque de las nuevas
promociones ascendentes habían salido también promociones de tilingos. Sólo así
puede explicarse que un hijo de italianos –Sammartino- haya hablado
despectivamente delos "negros" al referirse al "aluvión
zoológico", en una caracterización evidentemente racial y peyorativa,
cuando aún estaba fresca la tinta que lo había calificado a él también peyorativamente.
Que "el gringuito" de unos pocos años atrás se sienta vieja clase
frente a los descendientes de los conquistadores en la confrontación de sus
apellidos no revela simplemente que "el gringuito" se ha incorporado
a la tilinguearía. Lo grave es que se ha frustrado como guarango. Y la
guaranguería es la espontaneidad de las nuevas clases, de las promociones que
irrumpen con cada ascenso de la sociedad, porque los dos grandes movimientos
populares del siglo -el de 1914-16 y el de 1943-45- han sido la expresión de
eso: de ascensos masivos. No corresponde aquí desentrañar las raíces
económico-sociales de los dos hechos históricos; ni siquiera la coincidencia
con las dos guerras mundiales que nos aislaron de los países arquetipos en una
neutralidad intolerable para los tilingos, pero que dio las bases para una
consolidación propia.
Usted puede hacer un fácil
test. Yo lo he hecho.
Sé que un fulano se ha
gastado 15 millones de pesos en un departamento de la Avenida del Libertador.
Nos encontramos y le adivino la intención de informarme de su compra, como
corresponde al guarango. Pero yo quiero saber si está frustrado como tal y lo
madrugo diciéndole antes de que me dé la noticia:-Estoy muy afligido por un
amigo que se ha gastado más de 10millones en un departamento de la Avenida del
Libertador...-¿Y por qué se aflige? -me pregunta inquieto. Le contesto:-Y...
porque la Avenida del Libertador no es "bien"...-Pero entonces...,
¿qué es "bien"? -pregunta desesperado.-"Bien" es de la
plaza San Martín hasta la Recoleta, de Santa Fe al Bajo. Y dentro de ese radio.
"bien", "muy bien", el codo aristocrático de Arroyo, como
dice Mallea: Juncal, Guido, Parera...Le veo en la cara al hombre que está
desesperado. Y entonces, loremato:-La Avenida del Libertador es como tener un
leopardo de tapicería sobre el respaldo del asiento trasero del coche. El
leopardo lo tiró a la vuelta. Del departamento no sé. Pienso que lo hecho es
una crueldad, pero la investigación “científica" es así..., cruel como la
vivisección. Yo quería saber si el hombre era un burgués con toda la barba o un
tímido burguesito en camino de terminar en tilingo. El que es verdaderamente
burgués sigue adelante, cumple su gusto, se realiza con la arrogancia del
vencedor y compra en la Avenida del Libertador, precisamente porque es caro,
porque acredita su victoria y la prestigia ante los burgueses. Si quiere
barrio, compra; y si quiere apellido y mujer distinguida, compra también.
Podría citar casos. Pero no se achica, se disminuye; no se acomoda a los
esquemas y limitaciones de los tilingos. De aquí que mientras en Europa y en
Estados Unidos un banquero un industrial miran a un ganadero como un
"junta bosta", aquí el ganadero lo mira por arriba del hombro al
empresario. Y el empresario, que quiere ser "bien", se ve obligado a
comprar estancia, a tener cabaña –así sea de perros-, porque sólo por la Rural,
y tal vez por el Kennel Club, puede lograr ascenso social que apetece.
Lógicamente esta burguesía, desde que imita a la vieja clase, se somete a todas
sus normas y, por consecuencia, también en política. Ese sometimiento y esa
adhesión a las viejas clases -incongruente económicamente- no sólo se ejerce
verticalmente. También horizontalmente, cuando contemplamos la geografía social
del país.Así, los titulares de los intereses vitivinícolas de Cuyo y los
tabacaleros, azucareros y fruticultores del Norte, que necesitan un mercado
interno de alto poder de compra -es decir, que el Litoral desarrolle una
política de alto nivel de vida-, están ligados políticamente a los
conservadores del Litoral, gobernados por cabañeros e inverna dores cuya
tendencia es producir a bajo costo en un mercado de poco poder adquisitivo para
cumplir la función asignada en la división internacional del trabajo como
abastecedores ultramarinos de las metrópolis. Esta incongruencias difícil de
explicar, pero no son ajenos a ella el prestigio social del Litoral y la
incapacidad burguesa de los del interior en los respectivos grupos patronales.
Esta gente de Cuyo y del Norte es muchas veces portadora de apellidos españoles
de abolengo arribeño, de mucho mayor cotización histórica que los abajeños del
puerto. Pero queriendo asimilarse a la alta clase del puerto se han sometido a
las normas políticas e ideológicas de los principales. De "bien"
provincianos, quieren ser "bien" en la Capital. ¿Cómo extrañar
entonces que los guarangos frustrados del Litoral se hagan tilingos, si la
misma tilinguearía la padecen muchos aristocráticos descendientes de la
Conquista por el Perú? La tilinguearía cotiza una marca de vino, un tabaco, un
pomelo, o una palta, muy por debajo de un toro lleno de medallas. Se entra muy
bien en la alta sociedad llevando de la rienda al toro, pero es difícil
mostrando una botella de vino por lujosa que sea la etiqueta, por más
sugestiones de chateau que evoque, tanto en la presentación como en la
exquisita calidad del producto. A un cuarto de siglo de la entrada del país al
capitalismo, debemos recordar que el capitalismo naciente en la Argentina fue
ajeno en sus hombres al hecho histórico que lo provocaba, produciéndosela
paradoja de que le correspondiese a la clase obrera abrir la etapa del
desarrollo económico burgués. Más aún: la nueva burguesía sigue aún
incapacitada para jugar su papel, y es precisamente porque en la medida que
asciende, pierde conciencia de su propia realidad para hacer suya la imagen de
importancia que le presenta el tilingo. Se queda en el "medio pelo “y,
rechazando el triunfo burgués, se adecúa al remedo, a la imitación de la alta
clase con la que cree tomar contacto cuando se acomoda a la imagen de alta
sociedad que le brindan los desclasados.Hubo un tiempo en que los venidos a
menos económica y socialmente se jactaban de ser un pequeño sector domiciliado
en el "Palacio de los Patos" de la calle Ugarteche. Ahora se han
multiplicado desde detrás de la Recoleta hasta San Fernando, a lo largo de las
vías del Central Argentino. (Lo designo así porque la nueva nominación
ferroviaria es completamente tilinga, aunque la hayan hecho los guarangos, lo
que prueba que, en esta materia, todos tenemos tejado de vidrio.)Landrú ha
identificado perfectamente los personajes describiendo en el "gordi"
y el "mersa" la oposición tilinguearía-guaranguería. El botellero
próspero, con su Valiant resplandeciente, es feliz echándole soda al vino de
marca, ocupando las mesas de los restaurantes caros, hablando fuerte de lo que
dijo-"su señora”, mientras "cena". Está en el camino de
constituir una burguesía. Todavía no tiene conciencia de que constituye un
sector de la sociedad correspondiente a una etapa de la economía, y no ha
alcanzado a comprender la correspondencia de sus intereses personales con los
intereses de su grupo. Hijo de sus aptitudes capitalistas -aunque muchas veces
también más de la inflación que de su capacidad, o de equívocas actividades
comerciales-, está en el camino de constituir una burguesía. Pero en el momento
de definirse como burgués y adquirir la psicología correspondiente, nota el
contraste de sus gustos y normas con lo que es "bien”. Desde que se ha
mudado al barrio Norte, desde Gerli o Quilmes, y la "señora" ha
olvidado la batea deslumbrada por la máquina de lavar, ha hecho nuevos
contactos que le dan la idea de una meta social que tiene que alcanzar.
Comienza él también a añorar la época en que "el servicio daba gusto"
y en que el obrero -el “negro"- se mantenía "donde debe estar".
Olvida de inmediato que es precisamente ese cambio el padre de su prosperidad y
de su posibilidad de acceso a niveles más altos. Más aún. que el mantenimiento
de ese cambio y su profundización es su única garantía. Quiere dejar de ser
"mersa" y sólo logra ser "gordi". E inmediatamente tiene el
complejo político del "gordi", a quien comienza a imitar. Y comienza
a imitar a una imitación, tomando por modelo las malas copias. Porque la tilinguearía
constituida por las "gordis" no es ni remotamente la alta clase a la
que cree aproximarse .Desde la época en que los desclasados se refugiaban en la
calleUgarteche, todo el "Norte" liminar se ha llenado de falsos desclasados.
Se ha constituido un sector social entero que vive en la convención de que
"todo tiempo pasado fue mejor" en aquella" Jauja"
retrospectiva -"cuando la tía Leonor tenía Lando"-; de miles de
familias que se aterran al recuerdo de un ascendiente que figuró algo en la
segunda y la tercera línea de los amanuenses dela oligarquía, Descendientes de
militares -un oficio generalmente despreciado por la alta clase-, de
secretarios de juzgados, directores de oficinas, bancarios pueblerinos y hasta de
conscriptos de Curu-malal, se han construido imaginativamente un pasado señoril
que tratan de revivir en una vida forzada que absorbe casi todos sus recursos
en gastos de representación.
http://es.scribd.com
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