Compañeros, “avivados”, cómodos ingenuos y otros
"El mundo es demasiado peligroso para vivir, - no
por las personas que hacen el mal, sino por la gente que se sienta y deja que
suceda".
Albert Einstein (1879 - 1955)
Albert Einstein (1879 - 1955)
- Fiesta
menemista
Todos conocemos oportunistas de toda laya, se meten en la
política como si fuera una empresa y la usan para acumular bienes. Los hay en
todos los partidos y espacios políticos. Muchas veces tienen, incluso, un
discurso antipolítico. En jerga de entre casa (citando a una amiga por
esa estética de nuevos ricos a la que sucumben en general), los llamo
"fiesta menemista". Suelen aprovecharse de quienes tienen
verdadero compromiso con su militancia. Actúan como mercenarios, nunca son
leales a una ideología o a un proyecto, ni a un liderazgo. Solo son leales al
dinero y entienden la construcción de poder político no como la condición para
transformar la sociedad, sino como un medio para enriquecerse.
En los 90 se pavoneaban como exhibicionistas, ahora intentan
disimularse, pero son los mismos. Personas indiferentes al sufrimiento de sus
prójimos, que solo piensan en su propio bienestar: nunca les alcanzan los
bienes que tienen, jamás han sacrificado su tiempo ni sus recursos en ninguna
tarea solidaria. A veces dan una limosna, que es una manera de reafirmar su
posición de privilegio y poder. Se creen con derechos pero no con
responsabilidades, detestan pagar impuestos y reclaman que hay corrupción
mientras se benefician de ésta sin "ensuciarse".
2. Cómoda ingenuidad
Otros conciben a la Nación, a la república y a la sociedad
de manera abstracta, no se interrogan acerca de la historia ni de las
relaciones de poder. No quieren responsabilizarse por el conjunto, creen que
pagando impuestos se hacen acreedores de todos los derechos ciudadanos por su
sola pertenencia de clase. Se trata de sujetos que, pese a haber tenido
todas las oportunidades de educarse como ciudadanos, persisten en una terca
ignorancia.
Mantienen posturas confortablemente ingenuas,
como si el hecho de que otros la pasen mal o bien no tuviera relación con su
situación. Aunque declaran no soportar la violencia (que siempre es de los
otros) y se consideran a sí mismos moderados, sobrellevan sin que les quite el
sueño la violencia lacerante de la injusticia social. Pronuncian frases del
tipo “igualar para abajo”, ¡cómo si fuera posible distribuir la riqueza de
algún otro modo que no sea afectando intereses! Parecen habitar un mundo de
puras certezas y algunos, incluso, hablan cual si estuvieran imbuidos de una
superioridad moral: acusan, señalan, juzgan pero rara vez se miran en el amargo
pero revelador espejo de la autocrítica.
3. Discutidores
También conozco gente y tengo amigos que no soportan a este
Gobierno que yo, en cambio, siento mío y admiro, (aun cuando reconozco mis
diferencias con algunas políticas). Si son discutidores como yo, discutimos. La
reconozco como gente que piensa distinto a mí en muchas cosas, pero no por eso
deja de ser valiosa, capaz, comprometida, responsable, jugada. A veces, al
calor de las discusiones, nos vamos de mambo, ellos, o yo. Y reculamos un
poco porque nos queremos, nos respetamos, nos sabemos buena leche y no
queremos que los desacuerdos políticos puntuales nos separen en otros aspectos.
A la hora de los bifes, estaremos del mismo lado probablemente.
4. Compañeros
Y además, tengo compañeros/as que me enorgullecen, que nunca
han hecho de la política un negocio, que están comprometidos con sus ideas (que
son las mías también), que siempre, aún en distintos contextos y ámbitos, han
actuado solidariamente, se han involucrado con los otros, combatido la
injusticia social, sacrificado energías, tiempo, recursos materiales, para
ayudar a quienes más lo necesitan.
Compañeros que saben que el solo hecho de poder comprar
dólares, o viajar, pone al desnudo la injusticia del sistema y nos compromete a
trabajar para modificarlo, incluso si eso implica renunciar a algunos
privilegios con los cuales nos favoreció la fortuna.
5. Los míos
Con muchos de estos últimos nos sabemos contenidos en el
proyecto que conduce Cristina. Lo sentimos cuando eso significaba quedarse muy
solo y aislado y lo sentimos cuando arrasó en las urnas en 2011. Por supuesto
que debatimos, y a veces nos peleamos, y tenemos contradicciones, cobardías, oscuridades,
matices. Nos reímos de nosotros mismos, y coincidimos a veces con compañeros
que están en otros espacios, analizamos, nos equivocamos y nos hacemos el
aguante.
6. Egoístas quejosos
Respeto a todos los que están dentro de los límites de una
ética democrática.
Sin embargo la palabra, el análisis, la queja, el reclamo de
los ciudadanos que nunca han hecho algo por otros, que esperan que las
soluciones lleguen siempre “de afuera”, que no se consideran responsables por
el conjunto, que siempre priorizan su bienestar a cualquier precio y que solo
se involucran en lo político cuando perciben que sus bienes o sus posibilidades
de prosperar encuentran límites, para mí es palabra devaluada. Como
la del conductor que protesta por el caos de tránsito mientras comete varias
infracciones al día, como la del que evade impuestos a la vez que reclama
más educación y más salud, como la de los grandes chorros de este país que se
quejan por la inseguridad jurídica.
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