martes, 20 de noviembre de 2012

 


La política es una de las expresiones más características del ser humano. La politología, como ciencia política, es decir, como estudio de la política, ha considerado desde hace tiempo que el hombre es un "animal político" (zoon politikon), Así lo concibió Aristóteles, un publicista, asesor de cabecera de Alejandro, un muchacho macedónico hijo de papi con ínfulas de grandeza que, llevado de sus prejuicios, y asesorado por sus generales, le hizo la guerra a Raimundo y todo el mundo. La historia oficial lo considera "grande", y lo ha erigido como un superhombre. ¿Se puede disentir de esta versión?
Clandestino no sólo cree que es posible, sino que está convencido de que es indispensable comenzar a desenmascarar los falsos ídolos del establecimiento hipócrita y falaz. La política no es esa actividad candorosa que procura el bien común. Los políticos no son esos seres angelicales perfumados de santidad, benevolencia y magnanimidad, que se desviven por hacer el bien sin mirar a quién. Creer esto último es demasiada ingenuidad.
Un animal político es un animal que usa su fuerza para ejercer dominación, porque la política es el ejercicio del poder, y el poder es la fuerza. Esto no es inmoral per-se. Simplemente, así es la naturaleza. Cualquiera animal, insecto, reptil, crustáceo, pez, ave, mamífero, defiende su espacio, controla sus recursos, busca su alimento, protege sus crías. ¿Por qué el hombre había de ser distinto?.    Hacer la guerra -esto lo aconsejan siempre todos los generales- produce  grandes dividendos. Lo primero es montar todo un discurso belicista, para lo cual son expertos los asesores políticos; lo segundo, anunciar con toda la solemnidad hollywoodense del caso que cualquier vecino pobretón es un archienemigo demasiado peligroso: que mira despectivamente con ojos rayados, que está armado hasta los dientes, que tiene armamento ultra sofisticado, que no demora en atacarnos sorpresivamente, que persigue someternos, que no respeta los acuerdos previos, que patatín, que patatán, y  bla, bla, bla.
Viene después la leva de tropas, la compra de armamentos de última generación, el establecimiento de alianzas militaristas con sus socios -igual de lacras, o quizá más canallas aún-, anuncios de supervisiones de chantaje internacional, manoseo de organismos multilaterales, operaciones relámpago, guerras cibernéticas,  transmisiones on-line, bendiciones pontificias, y toda la cínica y perversa teatralidad que nos han mostrado siempre, pero en especial desde que algún cowboy de barras y estrellas anunciara pérfidamente el establecimiento de un nuevo orden internacional.
La política es una cosa demasiado seria como para dejarla en manos de políticos animales, como los dirigentes de la mayoría de países actuales, potencias o no; antes tampoco fue distinto. Es que se necesita ser muy animal, una completa bestia, para desvivirse por apoderarse del poder ¿El poder para quée?
Obvio que para ejercerlo, para dominar, para someter, para imponer, para oprimir, para mandar, para vivir a cuerpo de rey (y de reina) del erario público, para no hacer nada y devengar gratis de por vida jugosos honorarios, para mentir, para sobornar, para engañar a propios y extraños, para defender los propios intereses, y los del grupo de sus íntimos, y los de su clase. Ese es el quid.
Comunidad, solidaridad, cooperación, convivencia, templanza, soberanía, independencia, libertad, justicia, paz, democracia, desarrollo, y otras virtudes teologales, son categorías filosóficas aptas para melifluos discursos en asambleas internacionales, y giras de gurús en trance de nirvana y virtuosos ascetas en éxtasis.
Un analista político del Siglo XIX consideró -con bastante propiedad- que la política es la expresión concentrada de la economía. Ësta es, básicamente, producción, distribución e intercambio de bienes, no por amor platónico (filantropía), ni  por hobby humanitario, ni por caridad evangélica, sino por interés: interés monetario, plusvalía, ganancia, riqueza, dinero, poder, gloria, egolatría. Y el poder es la fuerza. Y la fuerza son las armas. Y estas conducen a la guerra.
Un padre -o madre- de familia usa el poder biológico, psicológico y moral de su condición de persona mayor, de más experiencia, más conocimiento, más bienes propios, etc.; si no es suficiente, acude a otras fuerzas, para imponer, para castigar, para someter, para hacerse obedecer, para salvaguardar la moral, las costumbres, la tradición, los valores y el honor.
En la escuela el maestro asume un rol similar, a una escala mayor: ya no sólo defiende el pequeño territorio familiar sino el de su patria, el de su país, su sociedad, su cultura. Y en la iglesia el sacerdote o ministro tiene otro discurso más metafísico, y habla del espíritu, del cielo, de la otra vida,  de Dios, del perdón, de la gracia, de la salvación.  Y el jefe de la oficina, taller, fábrica, empresa, establecimiento -público, o privado-, defiende la propiedad fruto de su trabajo honrado, del sacrificio, de la dedicación, de la austeridad, de toda una vida dedicada al trabajo honrado.  Y  en los medios refuerzan esas imágenes mentales con toda la parafernalia de los publicistas y los presentadores de espectáculos circenses televisivos y cinematográficos.
Los trogloditas de la edad de las  cavernas, utilizaron, piedras y garrotes. Después, con la revolución del neolítico vino el desarrollo del arco y la flecha, el hacha, la espada y  la lanza. La civilización trajo aparejada la formación de ejércitos, con toda la estructura tecnológica -táctica y estratégica- que ello requiere. Desde entonces, hasta hoy, ha prevalecido la fuerza, y se ha hecho la guerra. Ese es el poder. Hasta santos (?) Padres de la Iglesia de Roma han tenido ejércitos y han hecho la guerra, como cualquier otro guerrero inmoral.
¿Hasta cuando ha de ser esto así? ¿Tendremos, los ciudadanos de a pie, el derecho a una segunda oportunidad? ¿O, estaremos condenados a padecer por siempre miles de años de esclavitud?. De Usted, y de mí, y de nosotros, junto con ellos, depende. O somos masoquistas y nos gusta que nos den por ... esta y por la otra mejilla, o decidimos ponernos de pie y luchar con honor y dignidad, y acabar con tanta perversidad, tanta corrupción e impunidad y tanta injusticia,  a que nos tienen sometidos los dueños actuales del poder.
Clandestino proclama: Ciudadano del mundo: sé tú mismo, sé libre. Ponte de pie, sal, únete y lucha. Todos juntos somos más. Nos esperan mejores días.
Animal político vs político animal.
"Como animal político  aborrezco al peor de los animales:  el político animal"
@faunoestepario







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