La política
económica hundió en la pobreza por ingresos a muchos en apenas diez meses, pero
el 32,2 por ciento de la población es una exageración que responde a la
estrategia de mostrar una eventual caída en el próximo año, cuando hay una
elección que marcará la suerte del macrismo.
La
nueva canasta básica para definir el umbral de pobreza del Indec de Macri es de
11.321 pesos para un hogar tipo de abril pasado, monto que sube a 12.489 pesos
en agosto. La encuesta de la UCA que infla la cantidad de pobres calcula una
canasta de 7877 pesos para ese mismo mes. La del Indec es 44 por ciento más
elevada. Es superior también en un 14 por ciento respecto a la cesta de agosto
elaborada con el Índice Barrial de Precios coordinado por el economista Isaac
Rudnik, que en estos años siempre anotaba valores superiores a cualquier otra
estimación. Esta base de información de diverso origen es esencial para
comprender la sobreestimación plus del índice de pobreza decidida por la
conducción macrista del Indec, comparada con indicadores que ya lo
sobreestimaba. La controvertida metodología de un indicador que de por sí es
bastante limitado para evaluar la situación social (línea de pobreza por
ingresos) distorsiona la realidad anterior y actual, continuando así con la
debilidad de la producción de estadísticas públicas, aunque esta vez con el
apoyo del FMI y de profesionales muy críticos del Indec kirchnerista y que
ahora no se animan o no quieren observar las manipulaciones del Indec macrista.
Son los mismos que hablaban de diálogo y respeto a las instituciones y que
ahora con ese mismo espíritu democrático censuran a aquellos que cuestionan el
Indec de Macri. Vale reiterar para esos grupos de Síndrome CCLD (Capacidad de
Comprensión Lectora Diferente), que se manifiesta en síntomas que impiden
incorporar contextos y diversidad de opiniones, que la cuestión de la calidad
de las estadísticas públicas no fue ignorada en escritos publicados en esta
columna.
Que
Argentina tenga uno de los niveles de pobreza más elevados de América latina,
según la última medición que entusiasma a los fanáticos de cuánto más pobres
mejor, no resiste el mínimo análisis riguroso de las condiciones sociales y
materiales de la población en la región. El 32,2 por ciento de personas pobres
que publicó el Indec está por encima del promedio latinoamericano (28,2, según
la Cepal), casi igual a la pobreza de Bolivia (32,7) y sólo por debajo de la de
México (41,2) y Paraguay (42,3). Ninguna correlación de variables sociales,
económicas y laborales, como índices de violencia social, de acceso a servicios
básicos, a la educación, a los alimentos y al esparcimiento, como así también
la cobertura laboral (sindicatos y paritarias), previsional (universalización
de jubilaciones) y social (AUH), permiten ubicar a la Argentina en una posición
socioeconómica tan vulnerable. Los índices de Desarrollo Humano del PNUD y de
las condiciones de vida de la población y en especial de los niños de Unicef
ubican a la Argentina en lugares de privilegio a nivel regional, que desmienten
el actual cuadro de pobreza dibujado por el Indec. Como la producción
estadística surge de la metodología para elaborarla, la elegida por el Indec
macrista tiene un inocultable sesgo político alejada de criterios técnicos
básicos y de sentido común analítico en términos relativos.
Bajo
la alfombra
El
macrismo como representante de las elites locales tiene la pretensión de
reescribir la historia reciente pasada para construir su propio relato épico.
Para ello la manipulación de las estadísticas es una de las principales armas.
El manejo del Indec por el kirchnerismo ha facilitado esa tarea, pero eso no
debería inhibir el señalamiento de las incongruencias y falacias que el
macrismo y su numerosa agencia de voceros va repitiendo tras ese objetivo
político. Aseguran que el aumento del PIB no fue tan importante en el ciclo del
kirchnerismo, que no se creó empleo y no hubo crecimiento desde hace cuatro
años, que la tasa de desocupación era más elevada, que no hubo
industrialización, y así siguen con cada uno de las principales variables
económicas. Ninguna de esas afirmaciones se puede respaldar con cifras e
incluso ni con información oficial de este gobierno, pero en el mar de
confusiones alimentado por los grandes medios en el marco de una intensa
disputa política poco importan los datos.
La
cadena nacional pública y privada del macrismo se tiene que poner de acuerdo
para no tropezar con sus propias palabras. Si el kirchnerismo promovió que la
población viviera por encima de sus posibilidades, en un estado de consumo
masivo artificial por nivel de ingresos y tarifas subsidiadas, ahora el
kirchnersimo no puede ser también responsable de la existencia de tantos
pobres. Es una línea argumental inconsistente que violenta el sentido común.
La
estrategia oficial ha sido la de intentar convencer a la sociedad de la
existencia de una crisis cuando no la había, con el desvarío de que la economía
iba rumbo a un 2001, como discurrió el jefe de gabinete Marcos Peña, o que
culminaría en desbordes similares a los de 1989, como ilustró a sus
interlocutores en Buenos Aires el jefe de la misión del FMI, Alejandro Werner,
y bien se sabe que los diagnósticos de los miembros del Fondo son infalibles.
La política económica del kirchnerismo no estaba recibiendo muchos elogios en
estos meses de restauración conservadora, y Werner le regaló uno contundente al
criticarla con dureza. Uno de los grandes misterios de estos años es cómo logra
mantener legitimidad política y mediática Fracasos Múltiples Internacionales.
Para
completar ese cuadro de estadísticas estrujadas por el oficialismo, aparecieron
las cifras de pobreza. La verdad macrista asegura que no hubo mejoras de las
condiciones sociales en los últimos doce años y que la situación es como la del
peor país latinoamericano. Dice que todo era una mentira y ahora aparece la
verdad oculta. Es casi el único argumento que esgrimen los funcionarios para
enfrentar críticas fundadas al proceso sociolaboral regresivo precipitado por
la actual política económica.
Cada
proyecto político tiene legitimidad de origen para edificar su propio relato.
No hay puros en el manejo de las cifras. Hubo utilización política antes y la
hay ahora con los números que ofrecen diferentes fotos de la evolución de
variables económicas, laborales y sociales. La diferencia en estos momentos es
que el oficialismo cuenta con la estrecha colaboración de la corporación
mediática para avanzar en el objetivo de enterrar el ciclo político que
denominan despectivamente populista, misión con la que se presenta Mauricio
Macri en el escenario internacional y local. También hace su aporte en ese
sentido una red homogénea de economistas conservadores y otra dispersa que se
define de izquierda, coincidiendo ambas en denostar la experiencia kirchnerista
apelando también al manejo caprichoso de las estadísticas.
No
hay que ser muy perspicaz para descubrir cuál es la estrategia
política-comunicacional del macrismo con el último informe del Indec: fijar un
tasa de pobreza exageradamente sobreestimada, apostando a una desaceleración de
la inflación por la recesión con paritarias igual o unos puntos por encima del
alza de precios, lo que les permitiría mostrar índices de pobreza retrocediendo
justo antes de las elecciones de octubre próximo. Esta es la jugada
político-electoral cazabobos a la que está subordinada la manipulación de los
indicadores del Indec. Es una apuesta que no necesariamente saldrá bien, pero
es una jugada política al fin. El 32,2 por ciento es la foto que muestra Macri,
dice que ese número es la verdad y brinda una insólita sentencia de que “este
es el punto de partida desde el cual acepto ser evaluado”. De ese modo oculta
bajo la alfombra el ejército de pobres por ingresos que ha sumado desde el
inicio de su gobierno.
Deterioro
social
No
había 5 por ciento de pobres como ahora no hay 32 por ciento. Una y otra cifra
es una distorsión estadística a partir de muy cuestionables criterios
metodológicos para la elaboración de índices. El sociólogo Daniel Schteingart,
uno de los tantos cientistas sociales que ha sido crítico de la producción
estadística del Indec durante el kirchnerismo, explica que la nueva medición
del Indec se basa en otra canasta de consumo, bastante más exigente en lo
monetario (50 kilogramos de comida ahora, 45 antes; 57 artículos contra 50
antes). El especialista Diego Born estimó que esa diferencia resulta una
canasta 20 a 30 por ciento más cara que la anterior, y por tanto implica una
incidencia de 9 puntos más de pobres. Es decir, con la vieja canasta, la
pobreza se hubiera ubicado en el 23 por ciento, porcentaje similar al elaborado
por estudios alternativos en tiempos del anterior Indec. Si no se tiene en
cuenta ese cambio de canastas se estaría comparando peras con manzanas.
Schteingart indica que con la nueva canasta, en 2006 la pobreza no hubiera sido
del 26 por ciento, sino del 35 por ciento aproximadamente. Y la de la UCA daría
44 por ciento en lugar de 34. “El Indec debiera mostrar también cuánto habría
sido la pobreza si se hubiese mantenido la metodología de antes, para así
‘empalmar’ la serie vieja con la nueva”, aconseja.
Antes
había más pobres que los informados por el Indec hasta el 2013. Después siguió
habiendo pobres pese a que se discontinúo la provisión de datos. Ahora hay más
pobres que al final del anterior gobierno. Estas descripciones analíticas
tienen la dificultad de traducirse en números por el vacío estadístico generado
por la crisis del Indec a partir del 2007. De todos, se puede hacer algunas
inferencias sencillas acerca de cuál era y cuál es el cuadro social. Antes
había pobres, pero también había una política para mejorar las condiciones
materiales de esa población, objetivo que a veces se alcanzaba y otras no. En
cambio ahora sólo hay marketing electoral de pobreza cero, aumento de la
marginación social por el shock inflacionario y el mayor desempleo y escasa y
poco efectivas iniciativas para mejorar la situación de los pobres. No es una
diferencia menor, y eludirla en el análisis cualitativo del cuadro de pobreza
forma parte de la táctica de diferentes satélites de propaganda del macrismo.
El
Indec no publicó números referidos ni al primer trimestre de este año ni al
último de 2015, lo que no permite cuantificar con rigurosidad el impacto de las
políticas macristas en la población vulnerable a la pobreza. Puede haber
aproximaciones numéricas. Sin embargo es indudable que el panorama social ha
empeorado sustancialmente respecto al existente a comienzos de diciembre
pasado. El sociólogo Artemio López explicó que la AUH aumentó apenas 30 por
ciento, ingresos que en su totalidad se destina al gasto en alimentos. Indicó a
la vez que este rubro subió en promedio 55 por ciento. Con un ajuste del
principal instrumento de abordaje sobre la pobreza por ingresos (AUH) de casi
la mitad de la evolución de precios de alimentos, con caída de la actividad
económica y pérdida de trabajos, el resultado no puede ser otro que el
incremento de la pobreza durante los primeros diez meses del gobierno de Macri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario