Recuerdos de una colimba de
terror
El juicio es por
seis ex conscriptos del Colegio Militar. Tres de ellos siguen desaparecidos. Un
testigo contó cómo los hacían participar de los grupos de tareas.
“Si bien ellos nos
decían: ‘¡cuando vea algo, tire directamente!’, el rezo de uno fue nunca tener
un acontecimiento así”. Así recordó Osvaldo Gabriel Radice ante el Tribunal
Oral Federal 1 de San Martín parte de sus noches de colimba en la patrulla de
la Compañía de Seguridad del Colegio Militar de la Nación, una institución que
comienza a aparecer en los juicios de Campo de Mayo como espacio de secuestro y
de torturas, pero también como andamiaje de los Grupos de Tareas. Radice hizo
el servicio militar entre febrero y diciembre de 1976. Declaró por primera vez
en 1983, en un expediente que buscaba pistas sobre la desaparición del soldado
Luis Pablo Steimberg, militante del PC, que hacía el servicio militar en el
Colegio Militar y por cuya investigación fue procesado Reynaldo Bignone en
1984, luego de salir indemne del Juicio a las Juntas y antes de los años de impunidad.
Radice
habló de las noches de patrullaje en las calles del conurbano y los turnos de
tres horas arriba de un camión. En línea con los aportes que hicieron los
colimbas en la instrucción de la causa, describió el modo en el que los
conscriptos fueron integrados en Grupos de Tareas o Fuerzas de Tareas avocadas
a lo que sus superiores llamaron “lucha contra la subversión”. “Nos dijeron que
se creaban con el objeto de buscar subversivos”. O, como dijo en 1983, según le
recordó uno de los fiscales, como una “sección antiguerrillera”.
A
unos metros, en esa misma sala, lo observó uno de los antiguos oficiales del
Colegio Militar. El entonces Teniente Primero Alberto Federico Torres, detenido
en Marcos Paz, llegó temprano con traje impecable y un par de anteojos.
Permaneció sentado al lado de su abogada. Poco más atrás, varias mujeres
ocuparon el espacio destinado a familias de los acusados. Ese sitio,
históricamente casi vacío, comenzó a poblarse en las audiencias de este último
juicio. Una mujer de pelo muy corto y anteojos llegó con un anillo de rosario.
Se lo sacó. Y lo hizo correr entre los dedos con avemarías que nadie escuchó.
Una vecina arremetió con un rosario que hasta entonces tenía colgado.
Familiares,
amigos y militantes de las organizaciones de derechos humanos de la zona norte
de la provincia de Buenos Aires comenzaron a notar la presencia de los rezos en
las audiencias. En una ocasión, creyeron ver incluso hasta agua bendita caer
sobre una bandera en homenaje de los desaparecidos. Por eso invitaron a un
sacerdote de la Opción por los Pobres. El padre Jorge Marenco de Nuestra Señora
Carupa de Tigre ocupó una de las primeras sillas con su plástico blanco bien
expuesto en las partes más altas del cuello para mostrar, en este caso, la
presencia de una bendición para las víctimas.
“¿Les
hablaban de la lucha contra la subversión?”, preguntó el abogado Pablo Llonto
al testigo. “Eso era sobre lo que arengaba el jefe de la agrupación de las tres
compañías, Rodolfo Guillermo Ríos (que ya falleció), cada vez que reunía a las
tropas en medio del patio. Nos decía que venían tiempos difíciles, que teníamos
que tener los ojos bien abiertos, incluso sobre los que nos rodeaban, para ver
que no sean terroristas”.
–¿Qué
cree que quería decir con eso de que nos ‘rodeaban’?
–Que
estemos atentos, tal vez de los amigos, de las familias, para saber si había
algo raro. Nosotros tomamos eso como un acto de “fortalecimiento”, desde el
punto de vista de lo que ellos querían de nosotros.
El
24 de marzo de 1976 Radice llevaba menos de un mes en la colimba. Y todavía no
había salido de franco. “Cuando pasó lo que pasó –dijo– nosotros no sabíamos
nada. Nos hicieron esperar en columnas de tres camiones. Estuvimos así desde
las 8 de la noche hasta las 3 de la mañana. Eramos diez por camión. Y nos
llevaron a la Municipalidad de Tres de Febrero que estaba vacía, como destino
provisorio. Nos quedamos una semana y media, en carpas y bolsas de dormir
siempre esperando instrucciones y algo supimos de lo que estaba pasando porque
uno de los soldados llevó su portátil”.
Entonces
contó a la sala algo de esos primeros días de operativos. Recortes de imágenes.
Pedazos de noches a los que los testigos aún van poniéndoles formas. “El grupo
de tareas al que yo pertenecía salió a patrullar en las calles de Tres de
Febrero y hacíamos controles de ruta. Durante el lapso nunca hubo nada raro.
Salimos tres horas, descansábamos una hora y media, y volvíamos a salir tres
horas más. Y así, tres veces al día”.
Cuando
terminó el período en Tres de Febrero, la dinámica se repitió en la
jurisdicción del Colegio Militar ubicado en Palomar. En 1983, Radice habló de
un episodio que en la audiencia no recordó. El fiscal Marcelo García Berro
pidió al presidente del tribunal autorización para leerle un fragmento de esa declaración.
Diego Barroetaveña aceptó. Buscó el texto. Radice contaba que participaron de
un “allanamiento” en un domicilio del Gran Buenos Aires. Y cómo se llevaron a
una persona. Terminada la lectura le mostraron las hojas. Radice reconoció su
firma. Y dijo: “Si lo firmé, debe haber sido así”. No hubo mucho más sobre
aquel recuerdo. Tres camiones atrás de un Jeep en el que siempre iban los
oficiales. Un procedimiento que se hacía todas las noches, de 23 a 6 de la
mañana, en turnos de tres horas y para los cuales dormían hasta el mediodía
siguiente. ¿Hora exacta de ese “allanamiento”? ¿Lugar?, le preguntaron. ¿Quién
estaba a cargo del operativo? ¿Cómo era la persona? Insistieron, pero nada
sobre un dato que, seguro, alguien espera en otro lugar.
“Lo
que puedo decir, si sirve...”, agregó. Llonto dijo: “Todo sirve”. Y él
continuó: “Me acuerdo de un patrullaje hasta la zona del Hospital Posadas. La
patrulla paró lejos. Pero lo tengo muy claro. Incautaron papeles y subieron a
personas que supuestamente asocié que serían médicos porque usaban
guardapolvo”.
Durante
la audiencia también declaró Jorge Luis Hillel, otro colimba de 1976, con quien
Steimberg pasó su ultimo día de guardia y quien estuvo directamente bajo las órdenes
del imputado que estuvo en la sala.
De
pronto sonó el teléfono de Hillel. Era la tercera vez que lo llamaban. La
primera no atendió. La segunda atendió y cortó mientras el juez le pedía que lo
apague tranquilo. Hillel en 1983 había dicho que en el Colegio Militar se decía
que a Steimberg lo habían desaparecido. Un defensor le preguntó si alguna vez
escuchó la palabra desertor en el caso de Steimberg dentro del Colegio Militar.
Dijo que no. Ahí sonó por tercera vez el teléfono que, después de todo, no pudo
apagar.
Por Alejandra Dandan
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Bonus track literario externo:
Y volvió una
noche …; otra vez la colimba (correr limpiar y barrer).. Y había una vez, así
empiezan los cuentos no? 3 Colimbas que
llegan a un café (“LRF”), entran, y
piden 3 cafés obviamente después de charlar de la hermosa vida del colimba,
llaman a Fernando(el mozo) le dicen FMI ,es Mancilla Irusta .Le piden la cuenta
y lo escuchan como siempre ,porque el
les aconseja ,se ve que FMI es 1 buen tipo ,algunos dicen que es socio del café
“Reserva.. Otros cuentan que trabaja en varios cafés. Cuentan que es muy
violento si uno se va sin pagar, pero si lo tratas bien te hace precio ..Eso lo
aprendí hace mucho tiempo , hacete amigo del juez como dice Hernández en el Martín
Fierro, y del cocinero ,y no le des trabajo al mozo Bueno decía que lo llamaron
al mozo , lo escucharon y pagaron $10 mangos c/u, es decir $30 en total (cada uno pago lo suyo, a lo
colimba) Aquí el misterio ,va FMI y le da los $30 al dueño del café (La Reserva Federal )
este; en 1 acto de benevolencia, altruismo y una filantropía inusitada (cuando
la limosna es grande hasta el santo desconfía) le da $5 para que se los
devuelva a los jóvenes ,por ser buenos y obedientes clientes. FMI, piensa y
resuelve que es mas fácil darle 1
a cada uno que dividir $5 entre 3.Y se guarda $2.
Va a la mesa y le
da 1 mango a cada uno, es decir los
colimbas pagaron 10 y le devuelven
1 (Uno a cada
uno), la cuenta entonces seria pagan $10 le dan
$1 de vuelto, sale $ 9 cada café, OK?
Son 3, 3(tres cafés), osea 9 x 3 = $27 y 2 (dos) que se guardó Fernando son: “$29”· ¿DONDE ESTA EL PESO
QUE FALTA? Lo tiene el dueño del
café, el mozo o los colimbas; estos últimos son los culpables por no ser
ordenados y andar con sencillo.
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