lunes, 9 de noviembre de 2015

Un poco de crisis …(¿?)






Nuestra época se caracteriza por la competencia y no por la cooperación. Es una lucha entre el individualismo y lo comunitario. Esta batalla entre el Yo y el “nosotros” está marcando la pauta de la sociedad contemporánea, con sus lamentables secuelas de estrés incomunicación y desintegración familiar. Lo más grave es que no solo se practica la competencia en forma indiscriminada y en todos los planos, sino que se fomenta como valor incuestionable. A los dos o tres años, los niños ya deben empezar a competir para ingresar a la educación preescolar. Si es publica o si es privada, es el primer dilema, entre pobres y pobres con plata (neo clase media).Los adolescentes se ven obligados a tener éxito en algún deporte competitivo, y ellas, en su apariencia y destrezas de seducción. Al terminar el colegio, los jóvenes tienen que luchar por ingresar a una universidad para obtener un título profesional, ojala en una carrera de prestigio. Todo esto, para luego seguir compitiendo en forma indefinida por conseguir el mejor empleo, él mejor salario, el mejor auto, la mejor casa, el mejor quincho, el mejor celular, el TV más grande (1,80 cm.) y así sucesivamente, hasta llegar a la mejor sepultura (con cajón de madera más cara que el de sus muebles) en el mejor cementerio (si es posible privado). En esta forma, la vida se va transformando en un enfrentamiento continuo, porque al competir transformamos a los demás en adversarios o enemigos. La base de la competencia es la comparación con los  otros, y la meta, es ganar, de manera que en esta contienda, solo importan los resultados. En el mundo de la política por ejemplo, se refleja esta obsesión por el poder. Al igual que en tiempos de la monarquía, se establecen todo tipo de pactos y de alianzas para alcanzarlo y conservarlo, aun a costa del engaño o la traición. A veces da la impresión que ni siquiera saben para que quieren ese poder, lo importante es llegar arriba para ser vistos superiores y poder controlar la vida de los demás (sentirse omnipotentes). Lo mismo ocurre en el ámbito de los negocios donde la competencia puede llegar a ser despiadada. Las grandes empresas absorben o destruyen a las más pequeñas  y vemos como las concentraciones de capital han creado enormes desequilibrios en las estructuras que sostienen la vida en nuestro país (Anónima  etc.). Este fenómeno al  igual que la epidemia, se ha propagado a nivel mundial, creando un sistema de relaciones enfermas a micro y macro nivel (ahora Macri) No debemos, por tanto, extrañarnos que existan grandes cantidades de estrés y muy poca compasión y solidaridad. (…) “El fin del milenio se produciría un colapso de nuestra estructura social, gatillado por una crisis económica mundial y por conflictos bélicos de graves consecuencias para la humanidad. Esto sería consecuencia  de haber construido una civilización sobre bases tan débiles y equivocadas.” (…)
De acuerdo con la teoría del caos, después de la destrucción  viene la regeneración, y probablemente por eso, es necesaria una gran crisis para que nuestro país  pueda renacer .Ya se perciben algunos indicios de que el mundo del futuro será más adecuado para la vida humana. El fenómeno de la globalización ha hecho entender a las naciones que cada acción trae aparejada una reacción que nos involucra a todos; por lo cual ya no es posible concebir soluciones aisladas para enfrentar los problemas, sean del área económica, del medio ambiente, de la informática o de la conducta social. Este nuevo enfoque puede producir un gran cambio social, en el sentido de poner de manifiesto que la co operación (operación en conjunto) da mejores resultados que la división y la confrontación.
Poco a poco se está haciendo evidente que el mundo no empieza ni termina en cada uno de nosotros y que la humanidad es como una gran cadena, en la cual cada eslabón es importante, necesario y único. Todo organismo, individual o social, puede y debe desarrollarse en plenitud para aportar lo mejor de sí a la comunidad. Es importante que cada uno haga su aporte, sin obstáculos, sin reproches, sin egoísmos Afortunadamente se está popularizando la idea de que las fuerzas tienen que unirse en lugar de enfrentarse y anularse. Hace mucho tiempo que Platón lo decía… “buscando el bien de nuestros semejantes encontramos el nuestro”.
No podemos continuar viviendo como si la separación y la oposición fueran inevitables. Es necesario divulgar lo que en el fondo todos sabemos; “que la unión hace la fuerza” y “que si entre hermanos se pelean los devoran los de afuera “Pero no basta con las declaraciones de principios, ha llegado el tiempo de respaldar con hechos aquellos valores en los que decimos creer. Cuando Aldous Huxley afirmaba que: “saber es relativamente fácil. Querer y obrar de acuerdo a lo que uno quisiera es más duro”, conocía la enorme distancia que hay entre las palabras y la acción .La mejor manera es asumir cada uno su responsabilidad, sin esperar que cambie el gobierno o las leyes, pues eso podría demorar mucho y quizás no tengamos tanto tiempo. El momento de actuar es ahora, lo que cuenta no es lo que pensamos o decimos, sino lo que expresamos a través de nuestros actos y la intención que hay detrás de ellos. Si analizamos con sinceridad completa que es lo que hacemos en la vida, lo que elegimos y lo que rechazamos, que ocupa nuestra energía y nuestro tiempo, y que es lo que postergamos; veremos con claridad cuál es nuestra escala de valores. Es indispensable enfrentar nuestras contradicciones para poder encontrar soluciones y rectificar el camino, dirigiéndonos hacia donde verdaderamente queremos ir. La meta la compartimos, que es el objetivo de la vida misma es “ser lo que somos” y realizar eso que somos en cada cosa, en cada acto, en cada momento No tiene ninguna trascendencia la comparación con los demás, solo tiene valor el progreso que alcanzamos en relación a nosotros mismos.
A menudo lo más simple parece ser lo más difícil, porque vivimos en medio de la complejidad que creamos y que nos crea la sociedad en que estamos insertos. Hay que ser muy valiente para salirse de ella, porque ser disidente implica salirse del juego que está jugando la mayoría, y en consecuencia, significa enfrentarse al peligro de la soledad, la descalificación, la marginalidad y la crítica despiadada de los que están en el juego todavía.
Este problema nos concierne a todos: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ricos y pobres, negros y blancos, liberales y conservadores, creyentes y agnósticos. Ser persona es vivir en conciencia y plenitud lo que cada uno es en esencia, en su poder más profundo. Es desarrollar todas las capacidades y manifestar en acciones concretas lo que se es por naturaleza.
Nuestra próxima etapa de evolución triunfara la cooperación por sobre el egoísmo en todos los planos, en el próximo milenio Dios quiera que el bien común llegue a ser tan importante como el individual. Que  no habrá lucha de inferiores con superiores, sino un reconocimiento  de las diferencias como fuerzas complementarias. Y eso traerá por fin la paz al país y al mundo.

(Basado en “Vivir como persona”, Dario Lostado”)

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