Domingo 05 de Febrero de 2012
I Varios artistas, entre ellos Leon Gieco, se sumaron a las críticas contra la mineria en la Argentina. Lejos de menospreciar la participación de los músicos en la realidad de nuestro país, resulta necesario diferenciar entre posturas fundamentadas en la emoción de aquellas sostenidas desde la razón.
Exclusivo I En días pasados, una nota de la sección espectáculos de Página 12, titulada “Detrás de la escena”, relataba las declaraciones de León Gieco en Cosquín, en relación al conflicto que actualmente se vive en Famatina. En conferencia de prensa, Gieco manifestaba su posición en contra de dicho emprendimiento minero y de los que “están contaminando nuestra tierra”. Al respecto, valdría el interrogante acerca de los fundamentos que sustentan las acusaciones de las que es objeto la minería.
Uno podría esperar investigaciones, estudios, abordajes de rigurosidad científica y opiniones de expertos. Pero una recorrida por las páginas de las principales organizaciones que se oponen a la minería permite advertir la superabundancia de videos aficionados, testimonios de activistas, canciones cantadas por famosos y cuanto dispositivo audiovisual que resulte eficaz para captar la atención. Muchos de estos dispositivos apelan a artilugios harto conocidos como herramientas de sensibilización, tales como la repetición constante de imágenes de protestas, asumiendo que la magnitud de la protesta es proporcional a la magnitud del problema. También es sugestiva la forma en que se editan estos videos, reproduciendo en cámara lenta aquellos aspectos a los que se les confiere un carácter cuasi siniestro, o acompañándolos de tétricas cortinas musicales, que recuerdan a las clásicas películas de Disney, en las que se usaban estos recursos para diferenciar a la princesa de la bruja, reflejando una infantil concepción de buenos contra malos.
Uno se animaría a pensar, que como adultos no caeríamos en la trampa, pero la realidad muestra que esas imágenes se terminan grabando en el subconsciente y terminan conformando una postura sin necesidad de fundamentarla, pues no se construyó desde la razón, sino desde la emoción. Es por ello que resulta mucho más eficiente hacer una canción con actores y músicos famosos que convocar a un panel de expertos a explicar a ciencia cierta cómo son las cosas. Son dispositivos comunicacionales que no informan, no argumentan, no profundizan. Y su uso es entendible, pues para la mayoría de los consumidores es más fácil procesar un video de 5 minutos que leer un documento de solo 10 páginas que explique y evidencie la raíz de la cuestión. Es una suerte de Tinellización del ambiente, que captura a un público para el cual un artista termina siendo más creíble que un científico.
Creo estar seguro de que León Gieco no es parte de esta estrategia, aunque lamentablemente se convierte en una víctima más. De esto no debe entenderse que los artistas no deban sumarse a los reclamos sociales, pero vale preguntarse si no sería un poco más responsable indagar acerca de los intereses que subyacen en estos conflictos, que en muchos casos son arengados por oportunismos políticos varios. Del mismo modo, cabría hacer el esfuerzo de profundizar sobre los verdaderos fundamentos técnicos que hacen a la cuestión.
Venimos de un tremendo papelón, en relación al nódulo que se le encontró a nuestra presidenta, sobre el cual desde periodistas hasta dirigentes se pasearon por cuanto medio les acercó un micrófono, para dar cuenta de sus conocimientos de cirugía y endocrinología. Sería auspicioso no caer nuevamente en la trampa de quienes ante una coyuntura particular, se reciben rápidamente de expertos en la Universidad Nacional de YouTube.
Escrito por Agencia Paco Urondo
Por Leonardo Pfluger
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