Beinstein,
Jorge. Doctor de Estado
en Ciencias Económicas (Universidad de Franche Comté; Besançon, Francia),
especialista en pronósticos económicos. Fue consultor de organismos
internacionales y gobiernos, dirigió numerosos programas de investigación y fue
titular de cátedras de economía internacional y prospectiva tanto en Europa
como en América Latina. Es profesor titular de las cátedras libres
“Globalización y Crisis” en las Universidades de Buenos Aires y Córdoba
(Argentina) y de La Habana (Cuba), y Director del Centro de Prospectiva y
Gestión de Sistemas (Cepros).
Ha sido señalado
hasta el hartazgo que por primera vez en un siglo el 10 de Diciembre de
2015 la derecha llegó al gobierno sin ocultar su rostro, sin fraude, sin
golpe militar, a través de elecciones supuestamente limpias, se trataría de un
hecho novedoso.
Es necesario
aclarar tres cosas:
En primer lugar
resulta evidente que no se trató de “elecciones limpias” sino de un proceso
asimétrico, completamente distorsionado por una manipulación mediática sin
precedentes en Argentina activada desde hace varios años pero que finalmente
derivó en un operativo muy sofisticado y abrumador. Consumada la operación
electoral la presidenta saliente fue destituida unas pocas horas antes de la
transmisión del mando presidencial mediante un golpe de estado “judicial”
demostración de fuerza del poder real que establecía de ese modo un precedente
importante, en realidad el primer paso del nuevo régimen.
Esto nos lleva a
una segunda aclaración: el kirchnerismo no produjo transformaciones estructurales
decisivas del sistema, introdujo reformas que incluyeron a vastos sectores de
las clases bajas, reclamos populares insatisfechos (como el juzgamiento de
protagonistas de la última dictadura militar), implementó una política
internacional que distanció al país del sometimiento integral a los Estados
Unidos y otras medidas que se superpusieron a estructuras y grupos de poder
preexistentes. Pero no generó una avalancha plebeya capaz de neutralizar a las
bases sociales de la derecha quebrando los pilares del sistema (sus aparatos
judiciales , mediáticos, financieros, transnacionales, etc.) desarticulando la
arremetida reaccionaria. La alternativa transformadora radicalizada estaba
completamente fuera del libreto progresista, la astucia, el juego hábil y sus
buenos resultados en el corto y hasta en el mediano plazo maravillaron al
kirchnerismo, lo llevó por un camino sinuoso, acumulando contradicciones
marchando así hacia la derrota final. Nunca se propuso transgredir los límites
del sistema, saltar por encima de la institucionalidad elitista-mafiosa de las
camarillas judiciales apuntaladas por el partido mediático componentes de una
lumpen-burguesía que aprovechó el restablecimiento de la gobernabilidad post
2001-2002 para curar sus heridas, recuperar fuerzas y renovar su apetito.
Como era
previsible las clases medias, grandes beneficiarias de la prosperidad económica
de los años del auge progresista, no se volcaron de manera agradecida hacia el
kirchnerismo sino todo lo contrario, azuzadas por el poder mediático retomaron
viejos prejuicios reaccionarios, su ascenso social reprodujo formas culturales
latentes provenientes del viejo gorilismo, del desprecio a “la negrada”
enlazando con la ola regional y occidental en curso de aproximaciones clase-medieras
al neofascismo. No se trató entonces de una simple manipulación mediática
manejada por un aparato comunicacional bien aceitado sino del aprovechamiento
derechista de irracionalidades ancladas en los más profundo del alma del país
burgués.
La tercera observación
es que el fenómeno no es tan novedoso. Si bien es cierto que el proceso de
manipulación electoral se inscribe en el marco del declive del progresismo
latinoamericano y que fue realizado de manera impecable por especialistas de
primer nivel seguramente monitoreados por el aparato de inteligencia de los
Estados Unidos, no deberíamos olvidar que antes de la llegada del peronismo en
1945 la sociedad argentina había sido moldeada por cerca de un siglo de
república oligárquica (que no fue abolida durante el período de gobiernos
radicales entre 1916 y 1930) dejando huellas culturales e institucionales muy
profundas atravesando las sucesivas transformaciones de las elites dominantes
como una suerte de referencia mítica de una época donde supuestamente los de
arriba mandaban mediante estructuras autoritarias estables. Constituye una
curiosa casualidad cargada de simbolismo pero lo cierto es que fue el
presidente “cautelar-instantáneo” Federico Pinedo impuesto por la mafia
judicial el encargado de entregar el bastón presidencial a Macri. Federico
Pinedo: nieto de Federico Pinedo, una de la figuras más representativas de la
restauración oligárquica de los años 1930, bisnieto de Federico Pinedo
Rubio intendente de Buenos Aires hacia fines del siglo XIX y luego diputado
nacional durante un prolongado período como representante del viejo partido
conservador. Seguir la trayectoria de esa familia permite observar el ascenso y
consolidación del país aristocrático colonial construido desde mediados del
siglo XIX. El lejano descendiente de aquella oligarquía fue el encargado de
entregar los atributos del mando presidencial a Mauricio Macri, por su parte
heredero de un clan familiar mafioso de raíz italo-fascista[1],
instaurador de un “gobierno de gerentes”. Los avatares de un golpe de estado
instantáneo establecieron un simbólico lazo histórico entre la lumpen-burguesía
actual y la vieja casta oligárquica.
La crisis
El contexto
económico internacional viene dado por una crisis deflacionaria motorizada por
el desinfle de las grandes potencias económicas. Estados Unidos, la Unión
Europea y Japón navegando entre el crecimiento anémico, el estancamiento y la
recesión, China desacelerando su crecimiento y Brasil en recesión sobre
determinan una coyuntura marcada por el enfriamiento de la demanda global lo
que deprime los precios de las materias primas y estanca o achica los mercados
de productos industriales. En suma un panorama mundial negativo para un país
como la Argentina principalmente exportador de materias primas y en menor
escala de productos industriales de mediano-bajo nivel tecnológico.
Ante ese ciclo
internacional adverso, desde el punto de vista teórico la economía
Argentina para no caer en la recesión debería apoyarse cada vez más en la
expansión y protección de su mercado interno, su tejido industrial, su
autonomía financiera. Sin embargo el gobierno de Macri inicia su mandato
haciendo todo lo contrario: achicando el mercado interno mediante la reducción
drástica en términos reales de salarios y jubilaciones, aumentando el
endeudamiento externo, desprotegiendo al grueso de la estructura industrial. A
ello apuntan sus decisiones económicas iniciales como la megadevaluación, la
eliminación o disminución de impuestos a las exportaciones, la suba de
las tasas de interés, la liberalización de importaciones, y pronto la
eliminación de subsidios a los servicios públicos con el consiguiente aumento
de sus tarifas. Se trata de una gigantesca transferencia de ingresos hacia los
grupos económicos más concentrados (grandes exportadores agrarios, empresas y
especuladores financieros poseedores de fondos en dólares, etc.), de un saqueo descomunal
que se irá prolongando en el tiempo al ritmo de las subas de precios, las
depresiones salariales, las devaluaciones y los tarifazos. Crecerá la
desocupación, la pobreza y la indigencia, la concentración de ingresos avanzará
(ya está avanzando) rápidamente, el crecimiento económico nulo o negativo serán
inevitables.
Según ciertos
expertos estaríamos embarcados en una vorágine completamente
irracional marcada por la declinación del grueso de la industria y
la desintegración de la sociedad resultado de la aplicación ortodoxa de recetas
neoliberales “equivocadas”. Pero el gobierno no se equivoca, actúa según la
dinámica de una lumpen-burguesía portadora de una racionalidad instrumental
cuyo fin no es otro que el de la acumulación rápida de riquezas saqueando todo
lo que se le cruza en el camino. La racionalidad de los bandidos dueños del
poder no es la del desarrollo económico armonioso y general que anida en la
cabeza de ciertos economistas.
Así es como hemos
pasado de una versión suave de la política económica contra-cíclica (desde el
punto de vista de la tendencia de la economía global) a una política
pro-cíclica que se incorpora con notable ferocidad a la degeneración general
(financiera, institucional, ideológica, etc.) del mundo capitalista.
El progresismo
gobernó entre 2003 y 2015 restableciendo la gobernabilidad del sistema, todo
anduvo bien mientras la bestia lamía sus heridas en un contexto de relativa
prosperidad recomponiéndose del terremoto de los años 2001-2002, pero desde
2008 las cosas fueron cambiando: el achatamiento del crecimiento económico
exacerbó su voluntad por acaparar una porción mayor de la torta, en ese sentido
el 10 de diciembre de 2015 puede ser visto como el punto de inflexión, como un
salto cualitativo del poder draculiano de las elites dominantes inaugurando una
etapa de decadencia de la sociedad argentina. Las fuerzas entrópicas,
devastadoras, lograron imponer su dinámica.
Dos
escenarios
Nos encontramos
ante los primeros pasos de una aventura autoritaria de trayectoria incierta. No
se trata de un hecho producto del azar sino del resultado de un prolongado
proceso de maduración (degeneración) de las elites dominantes de Argentina
convertidas en jaurías depredadoras coincidentes con el fenómeno global de
financiarización y decadencia. Basta con echarle una mirada al gobierno y sus
respaldos donde sobreabundan personajes acusados de ser delincuentes
financieros como Prat Gay, Melconian o Aranguren, o “padrinos” como Cristiano
Rattazzi, Paolo Roca, Franco Macri (y su hijo-presidente) o de otros señalados
como agentes de la CIA como Susana Malcorra o Patricia Bullrich[2],
para percibir que la tragedia local no es más que un apéndice periférico de un
capitalsimo global embarcado en una loca carrera liderada por lobos de Wall
Streeet, militares delirantes y políticos corruptos destruyendo países enteros,
triturando instituciones, saqueando recursos naturales imponiendo un proceso de
destrucción a escala planetaria.
La
lumpen-burguesía argentina, su articulación mafiosa en la cúpula del poder
(empresario, judicial, mediático) y sus prolongaciones institucionales y
abiertamente ilegales ha dejado de ser la fuerza dominante en las sombras,
jaqueando, condicionando, bloqueando, imponiendo, para asumir abiertamente el
gobierno. Esto puede ser atribuido a varios motivos entre otros a la
inexistencia de un elenco de “políticos” con capacidad de decisión como para
implementar el mega-saqueo en curso, entonces son los gerentes los que deben
hacerse cargo de manera directa del Poder Ejecutivo, es decir “técnicos”
completamente ajenos al embrollo electoral.
El nuevo esquema
resulta sumamente eficaz a la hora de adoptar medidas contundentes contra la
mayoría de la población pero aparece muy poco útil para amortiguar el
inevitable descontento popular (incluido el de una porción significativa de
incautos votantes de Macri). Las camarillas sindicales podrán durante un corto
período generar inacción, algunos políticos provinciales empujarán en el mismos
sentido, los medios masivos de comunicación buscarán distraer, confundir,
justificar (ya lo están haciendo) intensificando la campaña de idiotización
pero todo eso es insuficiente frente a la magnitud del desastre en curso.
Por otra parte el
carácter lumpen, inestable del régimen macrista afectado por previsibles
disputas internas, golpes financieros, turbulencias exógenas de todo tipo
propias de un sistema global a la deriva y además (principalmente) presionado
por una base social cuyo descontento irá ascendiendo como una avalancha
gigantesca, va dejando al descubierto la única alternativa posible de
gobernabilidad mafiosa.
Se trata de la
formación de un sistema dictatorial con rostro civil y de configuración
variable. Tiene claros antecedentes internacionales recientes, viene guiado por
el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y se apoya en la llamada
doctrina de la Guerra de Cuarta Generación cuyo objetivo central es la
transformación de la sociedad objeto de ataque en una masa amorfa, degradada,
acosada por erupciones “desprolijas” de violencia caótica y en consecuencia
impotente ante el saqueo. Irak, Libia, Siria aparecen como experiencias de
manual extremas y lejanas, por el contrario México o Guatemala son paradigmas
latinoamericanos a tener en cuenta aunque la especificidad argentina aportará
seguramente rasgos originales. Tenemos que pensar en una combinación pragmática
de distintas dosis de represión directa “clásica”, judicialización de
opositores sindicales, políticos, etc., bombardeo mediático (diversionista y/o
demonizador), represión clandestina, incentivos a la rivalidades intrapopulares
(cuanto más sanguinarias mejor), irrupción de bandas que aterrorizan a la
población (como las “maras” en América Central o los batallones de narcos de
México), fraudes electorales, etc. De ese modo Argentina entraría de lleno en
el siglo XXI signado por el ascenso del capitalismo tanático.
Sin embargo esa
estrategia no se puede instalar plenamente de un día para otro, requiere tiempo
y una cierta pasividad inicial de las bases populares, además encontraría
serias dificultades ante una sociedad compleja como la Argentina, con un amplio
abanico de clases bajas y medias portadoras de culturas, capacidad de
organización, de historias que desde la mirada superficial de los gerentes
financieros y de los expertos en control social no aparecen como amenazas
visibles (o aparecen como resistencias o nostalgias impotentes) pero que
constituyen latencias, bombas de tiempo de enorme poder que pueden estallar en
cualquier momento. Este desafío desde abajo converge con el temor de los de
arriba a puebladas inmanejables conformando grandes interrogantes gelatinosos
que generalizan la incertidumbre en las elites, deterioran su psicología.
La no viabilidad
de ese escenario siniestro, su posible empantanamiento, dejaría abierto el
espacio para el desarrollo de un segundo escenario: el de una crisis de
gobernabilidad mucho más devastadora que la de 2001. En ese caso la fantasía
elitista de la recomposición dictatorial-mafiosa del poder político no habría
sido otra cosa que una ilusión burguesa acompañando al fin de la
gobernabilidad, al comienzo del un período de alta turbulencia, de
desintegración social de duración impredecible. El progresismo tan despreciado
por las elites y sus preservativos de clase media habría sido un paraíso
capitalista destruido por sus principales beneficiarios.
Como vemos el
infierno mafioso no es inevitable aunque no deberíamos subestimar la capacidad
operativa de sus ejecutores locales y su mega padrino imperial, los Estados
Unidos están lanzados a la reconquista de su patio trasero latinoamericano.
¿Hacia donde va
esta historia?: la resistencia popular tiene la respuesta.
[1]
Horacio Verbitsky, “A las Malvinas en subte. El rol de la P-2, los Macri, FIAT
y TECHINT en la guerra de 1982”, http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-190366-2012-03-25.html
[2]
ARGENTINA: la nueva ministra de Exteriores pertenece a la CIA, según Diosdado
Cabello.
El presidente de
la Asamblea Nacional (AN) de Venezuela, Diosdado Cabello, declaró que la
cancillerargentina, Susana Malcorra, pertenece a la Agencia Central de
Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés). “Estuvo aquí, la recibí
yo en mi oficina, es la CIA misma, se la nombraron de canciller al señor
(Mauricio) Macri”, presidente electo de Argentina, subrayó Cabello en su
programa semanal de los miércoles, transmitido por el canal estatal Venezolana
de Televisión (VTV).
También Patricia Bullrich
reporta a “la agencia” y probablemente lo hagan otros y otras, como Laura
Alonso. El rumor que corre es que Macri prácticamente no conoce a Malcorra y
que le fue impuesta telefónicamente por el Departamento de Estado.
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