SANTIAGO
DE CHILE — A comienzos de este siglo tres periodistas realizaron, sin
saberlo, el mismo proyecto: vivir entre seis meses y un año con el sueldo
mínimo, “disfrazándose” de obreros manuales, camareros, lavaplatos,
limpiadores.
El
colombiano Andrés Felipe Solano publicó Salario mínimo; la
estadounidense Barbara Ehrenreich, Por cuatro duros y la
francesa Florence Aubenas, El muelle de Ouistreham. En los tres se detalla en primera persona cómo afecta al
cuerpo, al ánimo y a la calidad del trabajo el vivir con tan poco, el no tener
margen económico para decir ‘no’, el estar permanentemente sujeto a los
caprichos del jefe, el comer mal y matarse corriendo detrás de una liebre que
siempre corre más rápido.
Hoy
los periodistas no necesitamos disfrazarnos de nada para tener la experiencia
de vivir con el sueldo mínimo. Y el aprendizaje de las dificultades
psicológicas, mentales y físicas de vivir con muy poco que plantean esos libros
ahora llega a nuestro gremio y afecta el periodismo que hacemos.
En
Hispanoamérica, los sueldos de los periodistas nunca fueron para tirar cohetes,
pero con la crisis económica y la crisis de los modelos de negocios de los
medios provocada por el auge de internet, la situación se ha deteriorado de
manera alarmante.
Hace
algunas semanas, el sindicato español CNT publicó un informe alertando
sobre la caída de los pagos de medios de España a sus colaboradores. La agencia
oficial EFE paga en promedio un poco menos de 20 dólares por crónica o
reportaje. El diario El Mundo paga 76 dólares por un artículo para la web; El
Economista, casi cien dólares por el contenido que llena una página. Y así en
casi todos.
Es
menos que lo que se paga por jornada de trabajo en la construcción o la limpieza
de edificios. Si se calcula lo que un periodista cuidadoso debe emplear en la
confección de un reportaje bien investigado, escrito, editado y chequeado,
debería pagarse al menos 200 dólares para que sea compatible con el sueldo
mínimo, que en España es de 825 euros (900 dólares) mensuales por 172 horas de
trabajo.
En
América Latina la situación no está mejor. Los autores famosos ganan más,
pero para un periodista que se está abriendo camino, se paga entre 50 y 100
dólares por reportajes o crónicas de unas mil palabras (el tamaño de esta
columna).
Cada
vez se viaja menos y los hechos que suceden fuera de los centros del poder
quedan sin cubrir, bajo un manto de silencio, no debido a la represión y las
amenazas de los lobos autoritarios (que también padecemos) sino a la falta de
dinero para contar las noticias.
Según
un reciente estudio, los periodistas novatos de Colombia cobran un promedio de
400.000 pesos colombianos (136 dólares). Un sueldo medio para los que comienzan
raya los 682 dólares. En países con alta inflación como Argentina o en
economías deprimidas como las de Centroamérica es un sueño conseguir que paguen
100 dólares por un artículo.
Helena
Calle, una joven periodista de Bogotá, calculó su ganancia mensual en “900.000
pesos (307 dólares) por ser periodista, ghost writer,
transcriptora, traductora, community manager, contadora, vendedora y asistente
editorial. Los jóvenes somos muy baratos”, concluye Calle, “y la mayoría de las
empresas tienen filas y filas de practicantes, chicos y chicas recién
desempacados de las facultades de comunicación”. Consulté a una decena de
periodistas veinteañeros en seis países y las respuestas fueron muy
parecidas.
Ante
la inestabilidad y angustia del freelance, muchos ven la obtención
de un empleo fijo como un sueño realizado. Pero también ha desmejorado la
situación de los periodistas “de planta”: según la Asociación de la Prensa de Madrid los sueldos han caído un 17 por ciento en el último
lustro y más de la mitad de los empleados de un medio ganan menos de 27.000
dólares al año.
En
toda Iberoamérica las plantillas de los principales medios se achican y los
despidos están a la orden del día. En Argentina, un conglomerado tan potente
como Editorial Atlántida acaba de despedir a 25 trabajadores. En el último año,
el poderoso diario Clarín despidió a 180 trabajadores de la redacción y 270 de
su planta de impresión. Y otros medios se han sumado a esta tendencia.
Así
expresaba el clima general el periodista argentino Juan Pablo Csipka: “Yo me
siento un sobreviviente. El llegar y que te digan: ‘No, a partir de mañana no
vengas más’ como espada de Damocles. En estas condiciones es que se reclama
mayor excelencia y calidad, recargando labores de treinta personas sobre las
espaldas de diez”.
La
periodista mexicana Cecilia González, corresponsal de la agencia Notimex en
Buenos Aires, lleva la cuenta del desastre en su país de adopción: “El año
pasado, según el Foro de Periodismo Argentino, perdieron su trabajo 1499 periodistas o trabajadores de
medios de comunicación. Otras organizaciones gremiales elevan la cifra de
despidos a entre 2500 y 4000”.
Sin
embargo, en este panorama preocupante sigue existiendo un vivero de jóvenes
entusiastas que quiere entrar en “el mejor oficio del mundo”, como decía Gabriel
García Márquez. Ellos buscan referentes y modelos fuera de los medios
tradicionales.
Un
ejemplo son los periodistas jóvenes que fundan nuevos medios digitales, donde
tratan de implementar un nuevo modelo de negocio con independencia, creatividad
y vigor narrativo. En los últimos premios de la Fundación para un
Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI)
fueron estos medios, como El Faro de El
Salvador o La Silla Vacía de Colombia,
los que se llevaron los principales galardones. Medios nuevos como estos atraen
a un público cansado del periodismo tradicional y contratan a jóvenes ansiosos
de vivir de lo que aman y contar sin cortapisas.
Recientemente,
Ignacio Escolar (41 años), el director de uno de estos medios —eldiario.es de Madrid—, inauguró el año académico de la Escuela
de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado de Chile. “La gran amenaza del
periodismo ya no es cómo se investiga, se escribe o se publica, sino cómo se
paga”, les dijo Escolar a un centenar de chicos de entre 18 y 20 años.
Escolar
comenzó eldiario.es con 12 periodistas y el presupuesto de su primer año era
menos que lo que costó la fiesta de lanzamiento del anterior medio que dirigió,
un diario en papel. Hoy tiene más de 60 y cuatro cabeceras en las principales
ciudades españolas.
¿Qué
futuro le espera a los estudiantes que lo escuchaban? En sus preguntas se
notaba el entusiasmo pero también la inquietud. Al presentarlo, Mónica Rincón,
la periodista chilena de CNN comenzó citando a Eduardo Galeano: “Sueñan las
pulgas con comprarse un perro…”.
En la sala abarrotada, los alumnos de periodismo sabían
perfectamente a qué se refería.
Roberto Herrscher es profesor de periodismo de la
Universidad Alberto Hurtado de Chile y director adjunto de la maestría en
Periodismo de la Universidad de Barcelona y Columbia University. Su libro más
reciente es "Periodismo narrativo".
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