lunes, 20 de febrero de 2012

OPINIONES SOBRE LA CUESTION MALVINAS -2





Defensa nacional y progresismo

La política de defensa nacional ha sido el centro de un renovado y necesario debate público a raíz del aumento de la tensión diplomática con el Reino Unido. Sin dudas, la militarización del Atlántico sur, evidenciada por el innecesario y desproporcionado envío de un destructor de última generación británico, fue uno de los factores que han favorecido el regreso de tal discusión. Las posturas han oscilado entre aquellos que sostienen que la Argentina no debería adoptar decisión alguna en el plano militar, los que consideran que es necesario fortalecer la defensa nacional y los que proponen el mismo camino que la Argentina critica: el de la militarización del conflicto. Una primera digresión: valorizar la defensa nacional no es lo mismo que asumir una postura militarista, que siempre refleja en lo esencial la impotencia de la política, su fracaso. En este sentido, la estrategia de la Argentina respecto de Malvinas debería incorporar la dimensión de la defensa a su política de recuperación pacífica de las islas.

Esta incorporación no es una tarea sencilla. La Argentina, desde 1983, es un caso atípico a nivel mundial por el marcado desinterés que han exhibido sus políticos y su sociedad hacia los temas de defensa. Existen razones de peso que explican esta particular conducta: las masivas violaciones a los derechos humanos cometidas por la última dictadura militar y su fracaso generalizado en los planos económico, político y militar condujeron a un profundo y persistente divorcio entre la sociedad y las fuerzas armadas. Así, la cultura política predominante se ha caracterizado por un generalizado rechazo a todo aquello que pudiera relacionarse con “el mundo militar” y lógicamente la defensa no ha estado exenta de ello. Ciertamente, el escaso interés social por la defensa no ha sido el mejor escenario para que los políticos se interesen por estos temas.

A pesar de este fuerte condicionamiento social, se ha producido un relanzamiento de la agenda de la defensa. Cabe mencionar que el presupuesto militar se ha incrementado de 2 mil millones de dólares en 2003 a 5 mil millones en 2012. Asimismo, se ha reiniciado la producción de documentos oficiales sobre el tema, con el reinicio del Ciclo de Planeamiento de la Defensa. Por otra parte, se está reconstruyendo la industria militar con medidas como la nacionalización de la Fábrica Militar de Aviones y de astilleros, entre otras. Además, se están llevando a cabo distintos programas de modernización de equipamiento y de desarrollo de tecnologías de avanzada en las áreas de radares, satélites, misiles y cohetes.

La política implementada en los últimos años presenta rasgos de lo que podríamos definir como un “modelo progresista de la defensa”. Claro que hablar de progresismo y defensa parece una contradicción en sí mismo, discutir sobre estos temas desde las ciencias sociales puede representar para cualquier académico la posibilidad de recibir, en el mejor de los casos, el mote de militarista (que en algunas situaciones estaría plenamente justificado). Sin embargo, es tiempo de reconciliar a la defensa con el ideario progresista, de dar sentido a las medidas adoptadas y de proponer su consolidación y profundización.

Un modelo progresista de la defensa aspira a: 1) contribuir al fortalecimiento de la democracia; b) promover la reducción de la desigualdad social; c) favorecer la reducción de asimetrías entre los Estados en el sistema internacional; y d) proveer una efectiva defensa nacional basada en una postura defensiva y de proyección de la paz.

En los últimos años la Argentina ha implementado distintas medidas que apuntan en esa dirección. Sin lugar a dudas, la calidad de las relaciones civiles militares es el aspecto decisivo, lo que define con mayor precisión a un modelo de este tipo. Una agenda progresista no podría ser definida como tal sin un sólido y efectivo control civil democrático de las fuerzas armadas, algo que la Argentina ha logrado con creces. Por otra parte, la reconstrucción de la industria de defensa ha permitido reeditar de manera incipiente el vínculo entre desarrollo y bienestar social, gracias a la creación de empleos de alta remuneración y por los eslabonamientos que genera. Asimismo, el apoyo gubernamental al desarrollo de tecnología militar avanzada contribuye a la reducción de asimetrías globales. El aspecto donde persisten aún importantes debilidades es el de la incorporación de capacidades que permitan el efectivo control del espacio terrestre, marítimo y aéreo mediante una postura defensiva y disuasiva que permita proteger nuestros recursos naturales.

La estrategia de recuperación pacífica de las islas Malvinas debe contemplar la incorporación de la dimensión de la defensa. Para ello, son necesarias la consolidación, la profundización y la divulgación del modelo progresista, que no sólo representa el mejor antídoto frente al militarismo, sino que también favorece la reconciliación de la sociedad con la defensa nacional.

Jorge Battaglino (Investigador del Conicet, Universidad Torcuato Di Tella.)

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