miércoles, 1 de febrero de 2012

CULTURA LIBRE - CAPÍTULO DECIMOCUARTO: Eldred II





El día que se falló Eldred el destino quiso que tuviera que viajar a Washington,

D.C. (El día que la petición de una nueva vista para Eldred fue rechazada--lo que

significaba que el caso estaba definitivamente cerrado--el destino quiso que

tuviera que dar un discurso a tecnólogos en Disney World). Éste era un vuelo

particularmente largo a la ciudad que menos me gusta. El trayecto en coche

desde el aeropuerto duró una eternidad debido al tráfico, así que abrí mi

computadora y escribí un artículo de opinión.

Era un acto de contrición. Durante toda la duración del vuelo desde San

Francisco a Washington, había oído una y otra vez en mi cabeza el mismo

consejo de Don Ayer: tienes que hacer que vean por qué es importante. Y

alternando con esa orden estaba la pregunta del juez Kennedy: "Durante todos

estos años la ley ha impedido el progreso de las ciencias y las artes útiles.



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Simplemente no veo ninguna prueba empírica de esto". Y así, habiendo

fracasado con un argumento sobre un principio constitucional, finalmente me

volví a un argumento político.

The New York Times publicó el artículo. En él, proponía una solución

sencilla: cincuenta años después de la publicación de una obra, al dueño del

copyright se le exigiría que registrara la obra y pagara una pequeña tarifa. Si

pagaba esa tarifa, obtenía el beneficio del plazo completo del copyright. Si no lo

hacía, la obra pasaba al dominio público.

A esto lo llamamos la Ley de Eldred, pero eso era sólo para llamarla de

alguna forma. Eric Eldred fue tan amable de permitir que se usara su nombre

una vez más, pero como dijo al principio, nunca se aprobaría hasta que se le

diera otro nombre.

U otros dos nombres. Porque dependiendo de tu perspectiva, esto es bien

"La Ley del Aumento del Dominio Público" o "La Ley de la Desregulación del

Plazo del Copyright". En cualquiera de los dos casos, la esencia de la idea era

clara y evidente: eliminar el copyright de allí donde no está haciendo nada salvo

bloquear el acceso y la difusión del conocimiento. Déjalo tanto tiempo como el

Congreso permita para esas obras para las que valga la pena pagar al menos un

dólar. Pero para todo lo demás deja a los contenidos en libertad.

La reacción a esta idea fue sorprendentemente entusiasta. Steve Forbes la

respaldó en un editorial. Recibí una avalancha de e-mails y cartas expresando

apoyo. Cuando centras el asunto en la creatividad perdida, la gente puede ver

que el sistema del copyright no tiene sentido. Como diría un buen republicano,

aquí la regulación del gobierno está simplemente metiéndose en el camino de la

innovación y la creatividad. Y como diría un buen demócrata, aquí el gobierno

está bloqueando el acceso y la difusión del conocimiento por ninguna buena

razón. De hecho, no había diferencias entre demócratas y republicanos en esta

cuestión. Cualquiera puede reconocer el daño estúpido del sistema actual.

De hecho, muchos reconocieron los beneficios obvios del requisito del

registro. Porque una de las cosas más difíciles del sistema actual para la gente



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que quiere licenciar contenidos es que no hay ningún lugar obvio para buscar al

dueño actual del copyright. Como no se exige el registro, como no se exige

marcar los contenidos, como no se exige ninguna formalidad en absoluto, a

menudo es imposiblemente difícil localizar a los dueños del copyright para

pedirles permiso para usar o licenciar su obra. Este sistema disminuiría estos

costes, estableciendo al menos un registro en el que se pudiera identificar a los

dueños de copyright.

Como describí en el capítulo 10, en 1976 se eliminaron las formalidades

en la ley de copyright, cuando el Congreso siguió a los europeos abandonando

cualquier requisito legal antes de que se conceda un copyright1. Se dice que los

europeos ven el copyright como un "derecho natural". Los derechos naturales no

necesitan formalidades para existir. Los europeos pensaban que las tradiciones,

como la tradición anglo-americana que exigía que los dueños de copyright

siguieran las formalidades si querían que se protegieran sus derechos, no

respetaban la dignidad del autor de una forma apropiada. Mi derecho como

creador gira en torno a mi creatividad, no al favor especial del gobierno.

Ésa es gran retórica. Suena maravillosamente romántico. Pero es una

política de copyright absurda. Es absurda especialmente para los autores, porque

un mundo sin formalidades daña a los creadores. La capacidad de difundir la

"creatividad Walt Disney" queda destruida cuando no hay una manera sencilla de

saber qué está protegido y que no lo está.

La lucha contra las formalidades logró su primera victoria de verdad en

Berlín en 1908. Abogados del copyright internacional enmendaron la Convención

de Berna en 1908, para exigir plazos de copyright de por vida más cincuenta

años, junto a la abolición de las formalidades del copyright. Las formalidades

eran odiadas a causa de que cada vez eran más frecuentes las historias de

pérdidas debidas a distracciones. Era como si un personaje de Charles Dickens

dirigiera todas las oficinas de copyright, y el olvido de ponerle el punto a una i o

el palito a la t resultara en la pérdida de los únicos ingresos de una viuda.



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Estas quejas era reales y sensatas. Y lo estricto de las formalidades,

especialmente en los Estados Unidos, era algo absurdo. Las leyes siempre

deberían tener formas de perdonar errores inocentes. No hay motivo para que la

ley del copyright tampoco lo hiciera. En lugar de abandonar las formalidades por

completo, la respuesta en Berlín debería haber sido abrazar un sistema de

registro más equitativo.

Incluso habría que haber resistido esto, no obstante, debido a que el

registro en los siglos XIX y XX era todavía caro. Era también un incordio. La

abolición de las formalidades prometía no sólo la salvación de viudas famélicas,

sino también aligerar una carga innecesariamente regulatoria impuesta sobre los

creadores.

Además de las quejas prácticas de los autores en 1908, había también

una reclamación moral. No había razón alguna para que la propiedad creativa

debiera ser un tipo de propiedad de segunda clase. Si un carpintero construye

una mesa, los derechos sobre la mesa no dependen de presentarle un formulario

al gobierno. Tiene "naturalmente" un derecho a la propiedad sobre la mesa, y

puede afirmar ese derecho contra cualquiera que quiera robar la mesa, sin que

importe si ha informado o no al gobierno de su propiedad sobre la mesa.

Este argumento es correcto, pero sus implicaciones son erróneas. Porque

el argumento a favor de las formalidades no depende de que la propiedad

creativa sea una propiedad de segunda clase. El argumento a favor de las

formalidades gira en torno a los problemas especiales que la propiedad creativa

representa. La ley de formalidades responde a la física especial de la propiedad

creativa, para asegurar que pueda difundirse de un modo eficaz y justo.

Nadie piensa, por ejemplo, que la tierra es propiedad de segunda clase

porque tú tengas que registrar las escrituras en el juzgado si quieres que la

venta de tu tierra tenga efecto. Y pocos pensarían que un coche es propiedad de

segunda clase sólo porque tienes que registrarlo y ponerle una matrícula que lo

identifique. En ambos casos, todo el mundo ve que hay una razón importante

para obtener el registro--en ambos casos porque hace que los mercados sean



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más eficientes y porque asegura de una mejor manera los derechos del

propietario. Sin un sistema de registro, los dueños de tierras tendrían que

guardar sus terrenos a perpetuidad. Con un registro, simplemente le enseñan la

escritura a la policía. Sin un sistema de registro para los coches, el robo de

coches sería mucho más fácil. Con un sistema de registro, al ladrón le cuesta

más vender un coche robado. Al propietario se le impone una pequeña carga,

pero esas cargas producen un sistema de protección de la propiedad que es en

general mucho mejor.

Igualmente, es su física especial lo que hace que las formalidades sean

importantes en las leyes de copyright. A diferencia de la mesa de un carpintero,

no hay nada en la naturaleza que haga relativamente obvio quién posee un

determinado ejemplar de propiedad creativa. Una grabación del último álbum de

Lyle Lovett puede existir en un billón de sitios sin que haya nada que

necesariamente la vincule con un propietario en particular. Y como un coche, no

hay forma de comprar y vender con confianza propiedad creativa, a menos que

haya una manera sencilla de verificar quién es el autor y qué derechos tiene. Las

transacciones sencillas quedan destruidas en un mundo sin formalidades. Las

transacciones complejas, caras y con abogado ocupan su lugar.

Ésta era la comprensión del problema con la Ley de Sonny Bono que

intentamos demostrarle al Tribunal. Ésta fue la parte que no "pilló". Como

vivimos en un sistema sin formalidades, no hay una manera fácil de usar o

basarse en la cultura de nuestro pasado. Si los plazos del copyright fueran, como

el juez Story dijo que deberían ser, "cortos", entonces esto no importaría mucho.

Durante catorce años, bajo el sistema original, una obra estaría presuntamente

controlada. Después de catorce años, estaría presuntamente sin control.

Pero ahora que los copyrights pueden durar cien años, la incapacidad de

saber qué está protegido y qué no lo está se convierte en una carga enorme y

evidente para el proceso creativo. Si la única forma en la que una biblioteca

puede ofrecer una exhibición en Internet sobre el New Deal es contratar un

abogado para obtener los derechos de cada imagen y sonido, entonces el



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sistema de copyright está imponiendo cargas a la creatividad de una manera que

nunca había visto antes porque no hay formalidades.

La Ley Eldred fue diseñada para responder a exactamente este problema.

Si vale un dólar para ti, entonces registra tu obra y puedes conseguir el plazo

más largo. Otros sabrán cómo contactarte y, por tanto, cómo conseguir tu

permiso si quieren usar tu obra. Y tú obtendrás el beneficio de un plazo

extendido de copyright.

Si para ti no vale la pena registrarla para obtener el beneficio de un plazo

extendido, entonces para el gobierno tampoco debería valer la pena defender tu

monopolio sobre ella. La obra debería pasar al dominio público donde cualquiera

puede copiarla, o construir archivos con ella, o crear una película basándose en

ella. Debería volverse libre si para ti no vale un dólar.

Algunos se preocupan de la carga para los autores. ¿No significará la

carga de registrar la obra que un dólar es de verdad algo erróneo? ¿No vale el

incordio más de un dólar? ¿No es ése el verdadero problema con el registro?

Lo es. El incordio es terrible. El sistema que existe ahora es horroroso.

Estoy totalmente de acuerdo en que la Oficina de Copyright ha hecho un trabajo

terrible (sin duda porque están terriblemente faltos de financiación) a la hora de

hacer posibles los registros simples y baratos. Una solución real al problema de

las formalidades debe ser enfrentarse al problema real de los gobiernos que se

halla en el centro de cualquier sistema de formalidades. En este libro ofrezco una

solución semejante. Esa solución esencialmente reforma la Oficina de Copyright.

De momento asumamos que fuera Amazon quien dirigiera el sistema de registro.

Asumamos que fuera un registro con un solo click. La Ley Eldred propondría un

sencillo registro con un click cincuenta años después de que se publicara una

obra. Basándonos en nuestros datos históricos, ese sistema movería hasta un

98% de las obras comerciales, obras comerciales que ya no tendrían una vida

comercial, al dominio público en cincuenta años. ¿Qué te parece?



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CUANDO STEVE FORBES respaldó la idea, algunos en Washington empezaron a

prestar atención. Mucha gente se puso en contacto conmigo señalando a

congresistas que podrían estar dispuestos a presentar la Ley Eldred. Y yo tenía

unos pocos que directamente sugirieron que estarían dispuestos a dar el primer

paso.

Una congresista, Zoe Lofgren de California, llegó hasta el punto de hacer

un borrador. El borrador resolvía cualquier problema con las leyes

internacionales. Imponía el requisito más sencillo posible sobre los dueños de

copyright. En mayo de 2003 parecía que se presentaría el proyecto. El 16 de

mayo, publiqué en el blog de la Ley Eldred que "estamos cerca". Hubo una

reacción general en la comunidad de blogs de que podría pasar algo bueno.

Pero en este estadio fue cuando los grupos de presión empezaron a

intervenir. Jack Valenti y el consejo general de la MPAA fueron a la oficina de la

congresista para darle la opinión de la MPAA. Ayudado por su abogado, como me

dijo Valenti, Valenti le dijo a la congresista que la MPAA se opondría la Ley

Eldred. Las razones son vergonzosamente flojas. De un modo más importante,

esta debilidad muestra algo claro sobre la verdadera naturaleza de este debate.

La MPAA argumentó primero que el Congreso había "firmemente

rechazado el concepto central de la ley propuesta"--que se renovaran los

copyrights. Eso era verdad, pero irrelevante, ya que el "firme rechazo" del

gobierno había ocurrido mucho tiempo antes de que Internet hiciera usos

posteriores mucho más probables. Segundo, argumentaron que la propuesta

dañaría a los dueños de copyright pobres--aparentemente aquellos que no

podrían permitirse la tarifa de un dólar. Tercero, argumentaron que el Congreso

había determinado que extender el plazo de copyright animaría el trabajo de

restauración. Quizá en el pequeño porcentaje de obras cubiertas por la ley del

copyright que todavía es comercialmente valioso, pero de nuevo esto era

irrelevante, ya que la propuesta no recortaría el plazo extendido a menos que no

se pagara la tarifa de un dólar. Cuarto, la MPAA argumentaba que la ley

impondría costes "enormes", ya que el sistema de registro no era gratuito.



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Verdad, sí, pero esos costes son ciertamente menores que los costes de obtener

los derechos para un copyright del que no se conoce el dueño. Quinto, estaban

preocupados por los riesgos si el copyright de una historia en la que se basaba

una película había de pasar al dominio público. ¿Pero qué riesgo es ése? Si está

en el dominio público, entonces la película es uso derivado perfectamente válido.

Finalmente, la MPAA argumentó que la ley actual les permitía a los dueños

del copyright hacer esto si lo deseaban. Pero la idea era precisamente que hay

miles de dueños de copyright que ni siquiera saben que tienen un copyright que

pueden dar. Tengan o no la libertad de regalar su copyright--una afirmación

controvertida en todo caso--si no saben de su copyright, no es probable que lo

hagan.

AL PRINCIPIO DE este libro conté dos historias sobre la forma en la que la ley

reacciona a los cambios tecnológicos. En una prevalecía el sentido común. En la

otra el sentido común quedaba a un lado. La diferencia entre las dos historias

era el poder de la oposición--el poder de la parte que luchaba por defender el

status quo. En ambos casos, la nueva tecnología amenazaba intereses viejos.

Pero sólo en un caso tenían esos intereses el poder para protegerse contra esta

nueva amenaza de competencia.

Usé esos dos casos como una forma de enmarcar la guerra sobre la que

ha tratado este libro. Porque aquí también hay una nueva tecnología que está

forzando a que la ley reaccione. Y aquí también, deberíamos preguntarnos, ¿está

la ley siguiendo o resistiéndose al sentido común? Si el sentido común apoya a la

ley, ¿qué explica este sentido común?

Cuando la cuestión es la piratería es correcto que la ley respalde a los

dueños de copyright. La piratería comercial que describí está mal y es dañina, y

las leyes deberían esforzarse para eliminarla. Cuando la cuestión es el

intercambio p2p, es fácil entender por qué la ley todavía respalda a los

propietarios: gran parte de ese intercambio está mal, aunque mucho sea

inofensivo. Cuando la cuestión es los plazos del copyright para los Mickey Mouse



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del mundo, todavía es posible comprender por qué las leyes favorecen a

Hollywood: la mayoría de la gente no se da cuenta de las razones para limitar los

plazos del copyright; por tanto es posible ver buena fe en su resistencia.

Pero cuando los dueños del copyright se oponen a una propuesta como la

Ley Eldred, entonces, finalmente, hay un ejemplo que desenmascara el puro

egoísmo que impulsa esta guerra. Esta ley liberaría una extraordinaria gama de

contenidos que de otra forma están sin usar. No interferiría con los deseos de

ningún dueño de copyright de continuar ejerciendo control sobre sus contenidos.

Simplemente liberaría lo que Kevin Kelly llama la "Materia Oscura de Contenidos"

que llena archivos en todo el mundo. Así que cuando los guerreros se oponen a

un cambio como éste, deberíamos hacer una simple pregunta:

¿Qué es lo que realmente quiere esta industria?

Con muy poco esfuerzo los guerreros podrían proteger sus contenidos. Así

que el esfuerzo para bloquear algo como la Ley de Eldred no es realmente sobre

proteger sus contenidos. El esfuerzo para bloquear la Ley de Eldred es un

esfuerzo para asegurar que el dominio público nunca será competencia, que no

habrá ningún uso de contenidos que no esté comercialmente controlado, y que

no habrá ningún uso comercial de contenidos que no exija su permiso primero.

La oposición a la Ley Eldred revela hasta qué punto es extremista la otra

parte. El grupo de presión más poderoso y sexy y más querido de todos

realmente tiene como su objetivo no la protección de la "propiedad" sino el

rechazo de una tradición. Su meta no es simplemente proteger lo que es suyo.

Su meta es asegurarse de que todo lo que hay es suyo.

No es difícil entender por qué los guerreros adoptan esta opinión. No es

difícil ver por qué se beneficiarían si de alguna forma se pudiera aplastar la

competición del dominio público vinculado a Internet. Igual que la RCA temía la

competencia de la FM, ellos temen la competencia de un dominio público

conectado a un público que ahora tiene los medios para crear a partir de él y

para compartir su propia creación.



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Lo que es difícil de entender es por qué el público adopta esta opinión. Es

como si la ley hiciera de los aviones allanadores de moradas. La MPAA está del

lado de los Causby y exige que sus remotos e inútiles derechos de copyright

sean respetados, de manera que estos remotos y olvidados dueños de copyright

puedan bloquear el progreso de otros.

Todo esto parece resultar fácilmente de esta tranquila aceptación de la

"propiedad" en la propiedad intelectual. El sentido común la apoya, y mientras lo

haga lloverán los asaltos contra las tecnologías de Internet. La consecuencia será

cada vez más una "sociedad del permiso". El pasado puede cultivarse sólo si

puedes identificar el dueño y ganar su permiso para basarte en su obra. El futuro

estará controlado por esta mano muerta (y a menudo inencontrable) del pasado.

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CONCLUSIÓN

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Hay más de 35 millones de personas en todo el mundo con el virus del SIDA. De

ellas, 25 millones viven en el África subsahariana. Diecisiete millones ya han

muerto. Diecisiete millones de africanos es equivalente porcentualmente a siete

millones de estadounidenses. Aunque más importante es el hecho de que son

diecisiete millones de africanos.

No hay cura para el SIDA, pero hay medicamentos que reducen la

velocidad de su desarrollo. Estas terapias antirretrovirales (AA) todavía son

experimentales, pero ya han tenido efectos drásticos. En los EE.UU., los

pacientes de SIDA que regularmente toman un cóctel de estos medicamentos

incrementan su esperanza de vida entre diez y veinte años. Para algunos, estos

medicamentos hacen que la enfermedad sea casi invisible.

Estos medicamentos son caros. Cuando se introdujeron por primera vez

en los EE.UU. costaban entre 10.000 y 15.000 dólares por persona al año. Hoy

algunos cuestan 25.000 dólares al año. A estos precios, ningún país africano

puede permitirse los medicamentos necesarios para la inmensa mayoría de su



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población: 15.000 dólares es treinta veces la renta per cápita de Zimbawe. A

estos precios, estos fármacos son totalmente imposibles de conseguir1.

Estos precios no son altos porque los ingredientes de los medicamentos

sean caros. Estos precios son altos porque los medicamentos están protegidos

por patentes. Las compañías farmacéuticas que produjeron estas mezclas que

salvan vidas gozan de al menos veinte años de monopolio sobre sus invenciones.

Emplean el poder del monopolio para extraer del mercado lo máximo que

pueden. Ese poder es usado a su vez para mantener altos los precios.

Hay muchos que son escépticos con respecto a las patentes,

especialmente las patentes de fármacos. No soy uno de ellos. De hecho, de

todas las áreas de investigación que deberían ser apoyadas por las patentes, la

investigación de medicamentos es, en mi opinión, el caso más claro en el que las

patentes son precisas. La patente le da a la farmacéutica alguna seguridad de

que si tiene éxito inventando un nuevo fármaco para tratar una enfermedad,

podrá recuperar su inversión y tener ganancias. Esto es, socialmente, un

incentivo de un valor extraordinario. Yo soy la última persona que defendería

que las leyes habrían de abolirlo, al menos sin otros cargos en contra.

Pero una cosa es apoyar las patentes, incluso las patentes de fármacos.

Otra es determinar el mejor método de enfrentarse a una crisis. Y a medida que

los líderes africanos comenzaron a reconocer la devastación que el SIDA traía

consigo, empezaron a buscar formas de importar tratamientos del HIV a costos

significativamente por debajo del precio de mercado.

En 1997 Sudáfrica lo intentó por una ruta específica. Aprobó una ley que

permitía la importación de medicamentos patentados que hubieran sido

producidos o vendidos en los mercados de otro país con el consentimiento del

dueño de la patente. Por ejemplo, si el fármaco era vendido en la India, podía

ser importado desde allí a África. Esto se llama "importación paralela", y está

generalmente permitida bajo las leyes del comercio internacional y

específicamente permitida dentro de la Unión Europea2.



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Sin embargo, el gobierno de EE.UU. se opuso a esta ley. En realidad, hizo

más que oponerse. Tal y como lo caracterizó la Asociación Internacional de la

Propiedad Intelectual, "el gobierno de EE.UU. presionó a Sudáfrica [...] para que

no permitiera las licencias obligatorias o las importaciones paralelas"3. A través

de la Oficina del Representante de Comercio de EE.UU., el gobierno

estadounidense le pidió a Sudáfrica que cambiara la ley--y para añadir presión a

esa petición, en 1998 la USTR incluyó a Sudáfrica en la lista de posibles

sanciones comerciales. Ese mismo año más de cuarenta compañías

farmacéuticas comenzaron procesos en los tribunales sudafricanos para

cuestionar las acciones de su gobierno. En ese momento se le unieron a los

EE.UU. otros gobiernos de la UE. Afirmaban, como hacían las farmacéuticas, que

Sudáfrica estaba violando sus obligaciones bajo las leyes internacionales, al

discriminar un tipo particular de patente--las patentes farmacéuticas. La

exigencia de estos gobiernos, con los EE.UU. a la cabeza, era que Sudáfrica

respetara estas patentes como respeta cualquier otra patente, sin prestar mayor

atención a cualquier efecto que pudiera tener en el tratamiento del SIDA en

Sudáfrica4.

Debemos encuadrar la intervención de EE.UU. en su contexto. Sin duda

las patentes no son la razón más importante por la que los africanos no tienen

acceso a medicamentos. La pobreza y la ausencia total de una infraestructura

efectiva de atención sanitaria tienen mucha más repercusión. Pero sin entrar en

si las patentes son la razón más importante o no, el hecho es que el precio de

los fármacos tiene un efecto sobre su demanda, y las patentes afectan a los

precios. Y por tanto, ya fuera masiva o marginalmente, la intervención de

nuestro gobierno incidió en el cese del flujo de medicamentos a África.

Al detener el flujo de tratamientos de HIV a África, el gobierno de los

EE.UU. no estaba reservándose fármacos para el uso de los ciudadanos

estadounidenses. Esto no es como el trigo (si se lo comen ellos, nosotros no

podemos hacerlo); por contra, el flujo que los EE.UU. detuvieron al intervenir es,

de hecho, un flujo de conocimientos: información sobre cómo tomar productos



Cultura libre 289

químicos que existen en África y convertirlos en medicamentos que puedan

salvar de quince a treinta millones de vidas.

La intervención de EE.UU. tampoco iba a proteger los beneficios de la

industria farmacéutica estadounidense--al menos, no substancialmente. No es

que esos países estuvieran en condiciones de comprar los medicamentos a los

precios que cobran las farmacéuticas. De nuevo, los africanos son tan

extremadamente pobres que no pueden permitirse estos fármacos al precio al

que se ofrecen. Detener la importación paralela de estos medicamentos no

incrementa substancialmente las ventas de las compañías estadounidenses.

En lugar de todo esto, el argumento a favor de restringir el flujo de

información, necesario para salvar millones de vidas, era un argumento acerca

de la santidad de la propiedad5. Fue debido a que podría violarse la "propiedad

intelectual" que se defendió que estos fármacos no habían de fluir hacia África.

Fue un principio sobre la importancia de la "propiedad intelectual" lo que impulsó

a estos gobiernos a intervenir en contra de la respuesta sudafricana contra el

SIDA.

Ahora demos un paso atrás por un instante. Habrá un momento en treinta

años en el que nuestros hijos mirarán al pasado y se preguntarán cómo pudimos

permitir que esto ocurriera. Cómo pudimos permitir que se siguiera una línea

política cuyo costo directo fue acelerar la muerte de entre quince y treinta

millones de africanos, y cuyo único beneficio real era afirmar la "santidad" de

una idea. Qué justificación podría remotamente existir para una política que tiene

como resultado tantas muertes. Cuál es exactamente la locura que permite que

tantos mueran por semejante abstracción.

Algunos culpan a las compañías farmacéuticas. Yo no. Son corporaciones.

Sus directivos tienen la obligación legal de ganar dinero para la corporación.

Promueven una determinada normativa de patentes no por una cuestión de

ideales, sino porque es esa normativa la que les permite obtener el máximo de

ingresos. Y solamente les permite obtener el máximo de ingresos debido a una



Cultura libre 290

específica corrupción de nuestro sistema político--una corrupción de la que las

farmacéuticas ciertamente no son responsables.

La corrupción es el fracaso de la integridad de nuestros propios políticos.

Pues a las farmacéuticas les encantaría--dicen, y yo las creo--vender sus

productos a los precios más bajos posibles en África y otros lugares. Hay

cuestiones que tendrían que resolver para asegurarse que los fármacos no

volvieran a EE.UU., pero esos son meros problemas tecnológicos. Pueden

superarse.

Un problema diferente, sin embargo, no puede superarse. Es el miedo al

político amante de los focos que llamaría a los presidentes de las compañías

farmacéuticas a una vista en el Senado o el Congreso y les preguntaría: "¿Cómo

es que venden este fármaco contra el HIV en África por sólo un dólar la pastilla,

pero el mismo medicamento le cuesta 1.500 dólares a un estadounidense?"

Como no hay una respuesta que suene bien a esa pregunta, el resultado sería

inducir la regulación de precios en EE.UU. La industria farmacéutica por tanto

evita esta espiral evitando el primer paso. Refuerzan la idea de que la propiedad

debería ser sagrada. Adoptan una estrategia racional en un contexto irracional,

con la consecuencia involuntaria de que quizá mueran millones. Y así esa

estrategia racional se presenta en términos de este ideal--la santidad de una idea

llamada "propiedad intelectual".

De manera que, cuando el sentido común de tu hijo te mire a la cara,

¿qué le dirás? Cuando el sentido común de una generación se rebele contra lo

que hemos hecho, ¿cómo justificaremos lo que hemos hecho? ¿Qué argumento

hay?

Una normativa sensata de patentes aprobaría y apoyaría con fuerza el

sistema de patentes sin tener que llegar a todo el mundo en todo el mundo de

exactamente la misma manera. Igual que una normativa sensata del copyright

aprobaría y apoyaría con fuerza un sistema de copyright sin tener que regular la

difusión de la cultura de un modo perfecto y para siempre jamás, una normativa

sensata de patentes podría aprobar y apoyar con fuerza un sistema de patentes



Cultura libre 291

sin tener que bloquear la difusión de medicamentos a países que no son lo

suficientemente ricos como para permitírselos en ningún caso a precios de

mercado. Una normativa sensata, en otras palabras, sería una normativa

equilibrada. Durante la mayor parte de nuestra historia, las leyes tanto de

copyright como de patentes fueron equilibradas precisamente de esta manera.

Pero nosotros, como cultura en general, hemos perdido este sentido del

equilibrio. Hemos perdido el ojo crítico que nos ayude a ver la diferencia entre la

verdad y el extremismo. Un determinado fundamentalismo de la propiedad, que

no tiene ninguna vínculo con nuestra tradición, reina ahora en nuestra cultura--

de un modo extraño y sorprendente, y con consecuencias más graves con

respecto a la difusión de ideas y de cultura que prácticamente cualquier otra

decisión política que como una democracia podamos tomar.

UNA SIMPLE IDEA nos ciega y, al amparo de la oscuridad, muchas cosas ocurren

que la mayoría rechazaríamos si cualquiera de nosotros abriese los ojos. De un

modo tan falto de crítica aceptamos la idea de la propiedad de ideas que ni

siquiera nos damos cuenta de cuán monstruoso es negarle ideas a gente que se

está muriendo sin ellas. De un modo tan falto de crítica aceptamos la idea de

propiedad de la cultura que ni siquiera cuestionamos cuándo el control de esa

propiedad elimina nuestra capacidad, como pueblo, de desarrollar nuestra

cultura democráticamente. La ceguera se convierte en nuestro sentido común. Y

el reto para cualquiera que quiera reclamar el derecho a cultivar nuestra cultura

es hallar un modo de hacer que este sentido común abra los ojos.

De momento, el sentido común duerme. No hay rebelión alguna. El

sentido común no ve todavía sobre qué podría haber una rebelión. El extremismo

que ahora domina este debate concuerda con ideas que parecen naturales, y

esta armonía es reforzada por las RCAs de nuestros días. Llevan a cabo una

guerra frenética para luchar contra la "piratería", y asolan una cultura que está a

favor de la creatividad. Defienden la idea de "propiedad creativa" mientras que

transforman creadores reales en modernos aparceros, sometidos feudalmente a



Cultura libre 292

los verdaderos dueños de las tierras que trabajan. Las RCAs de hoy se sienten

insultadas por la idea de que los derechos deberían tener un equilibrio, incluso si

cada uno de los actores principales en esta guerra de los contenidos se

beneficiara de un ideal más equilibrado. La hipocresía apesta. Mas en una ciudad

como Washington la hipocresía ni se nota. Lobbies poderosos y una mínima

capacidad de atención producen la "tormenta perfecta" que acaba con la cultura

libre.

En agosto de 2003 comenzó una lucha en los EE.UU. en torno a la

decisión de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (WIPO en inglés)

de suspender un encuentro6. A petición de un amplio espectro de grupos de

intereses, la WIPO había decidido celebrar un encuentro para discutir "proyectos

abiertos y de colaboración para crear bienes públicos". Éstos son proyectos que

han tenido éxito a la hora de producir bienes públicos sin basarse exclusivamente

en un uso propietario, cerrado, de la propiedad intelectual. Algunos ejemplos son

Intenet y la World Wide Web, ambos de ellos desarrollados a partir de protocolos

en el dominio público. Incluía una emergente tendencia para apoyar las revistas

académicas abiertas, incluyendo el proyecto de la Biblioteca Pública de Ciencias

que describo en el Epílogo. Incluía un proyecto para desarrollar polimorfinos de

un único nucleótido (SNPs en inglés), los cuales se piensa que tienen gran

importancia para la investigación biomédica. (El proyecto, sin ánimo de lucro,

comprendía un consorcio del Wellcome Trust y compañías farmacéuticas y

tecnológicas, entre ellas Amersham Biosciences, AstraZeneca, Aventis, Bayer,

Bristol-Myers Squibb, Hoffman-La Roche, Glaxo-SmithKline, IBM, Motorola,

Novartis, Pfizer, and Searle). Incluía el Sistema de Posicionamiento Global (GPS),

que Ronald Reagan liberó a principio de los ochenta. E incluía "el código abierto

y el software libre".

El propósito del encuentro era considerar esta amplia gama de proyectos

desde una perspectiva común: el que ninguno de estos proyectos se basaba en

el extremismo de la propiedad intelectual. En lugar de esto, en todos ellos, la

propiedad intelectual tenía el contrapeso de acuerdos para mantener el libre



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acceso o para imponer límites a la manera en la que las reivindicaciones

propietarias podían usarse.

Desde la perspectiva de este libro, por tanto, el congreso era ideal7. Los

proyectos dentro de su radio de acción incluían trabajos comerciales y no

comerciales. Primordialmente tenían que ver con las ciencias, pero desde

muchas perspectivas. Y la WIPO era el espacio perfecto para esta discusión,

dado que la WIPO es la institución internacional más prominente a la hora de

tratar cuestiones de propiedad intelectual.

En realidad, una vez me llamaron al orden en público por no reconocer

este hecho con respecto a la WIPO. En febrero de 2003 di un discurso en el

congreso preparatorio de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información

(WSIS en inglés). En una conferencia de prensa anterior al discurso me

preguntaron qué iba a decir. Respondí que hablaría un poco de la importancia

que tenía, en el desarrollo de una sociedad de la información, el equilibrio en el

ámbito de la propiedad intelectual. Entonces la moderadora para el evento me

interrumpió puntualmente para informarnos a mí y a los periodistas reunidos que

la WSIS no discutiría ninguna cuestión de propiedad intelectual, ya que esas

cuestiones eran dominio exclusivo de la WIPO. En realidad, en la charla que

había preparado había hecho de la propiedad intelectual un punto menor. Pero

después de esta asombrosa afirmación, convertí la propiedad intelectual en el

único tema de mi charla. No hay forma de hablar de "La Sociedad de la

Información" a menos que uno hable también del abanico de información y

cultura que serían libres. Mi charla no dejó muy contenta a mi inmoderada

moderadora. Y sin duda ella tenía razón en que la gama de protecciones de la

propiedad intelectual era habitualmente la materia de la que se nutre la WIPO.

Pero, en mi opinión, no se puede hablar demasiado de cuánta propiedad

intelectual se necesita ya que, en mi opinión, la idea misma de equilibrio en la

propiedad intelectual se había perdido.

Así que, pudiera o no discutir la WSIS el asunto del equilibrio en la

propiedad intelectual, pensé que se daba por sentado que la WIPO podía y debía



Cultura libre 294

hacerlo. Y por tanto el encuentro sobre proyectos abiertos y de colaboración

para crear bienes públicos" parecía perfectamente apropiado dentro de la

agenda de la WIPO.

Pero hay un proyecto dentro de esa lista que es muy controvertido, al

menos para los grupos de presión. Ese proyecto es "el código abierto y el

software libre". Microsoft en particular recela de discusiones sobre este tema.

Desde su punto de vista, un congreso para discutir código abierto y software

libre sería un congreso para discutir el sistema operativo de Apple. Tanto el

código abierto como el software libre compiten con el software de Microsoft. E

internacionalmente, muchos gobiernos han empezado a explorar el requisito de

que se use código abierto o software libre, en vez de "software propietario", para

sus propios usos internos.

No pretendo entrar en este debate ahora. Sólo es importante dejar claro

que la distinción no es entre software comercial y no comercial. Hay muchas

compañías importantes que dependen fundamentalmente del código abierto y el

software libre: IBM la más prominente de todas ellas. IBM está cambiando de

modo creciente su enfoque hacia el sistema operativo GNU/Linux, el famoso

pedacito de "software libre"--e IBM es enfáticamente una entidad comercial. Por

tanto, apoyar "código abierto y software libre" no es oponerse a entidades

comerciales. Es, por contra, apoyar un modelo de desarrollo de software que es

distinto al de Microsoft.

De un modo más relevante para nuestros propósitos, apoyar "el código

abierto y el software libre" no es oponerse al copyright. "El código abierto y el

software libre" no es software en el dominio público. Por el contrario, como el

software de Microsoft, los dueños del copyright del software libre y de código

abierto insisten con fuerza en que se respeten los términos de sus licencias por

parte de aquellos que adoptan el software libre y de código abierto. Los términos

de esa licencia son distintos, sin duda, de los términos de una licencia de

software propietario. El software libre licenciado bajo la Licencia Pública General

(GPL en inglés), por ejemplo, exige que el código fuente del software lo haga



Cultura libre 295

disponible cualquiera que modifique y redistribuya el software. Si el copyright no

gobernara el software, entonces el software libre no podría imponer el mismo

tipo de requisitos a aquellos que lo adoptan. Depende, por tanto, de las leyes del

copyright en la misma medida que Microsoft.

Es por ello comprensible que, como desarrollador de software propietario,

Microsoft se opusiera a este encuentro de la WIPO, y es comprensible que usara

a sus lobbies para conseguir que el gobierno de EE.UU. también se opusiera. Y

de hecho esto es exactamente lo que se dijo que había ocurrido. Según Jonathan

Krim del Washington Post, los miembros del lobby de Microsoft lograron que el

gobierno de EE.UU. vetara el encuentro9. Y sin apoyo de los EE.UU., el encuentro

se suspendió.

No culpo a Microsoft por hacer lo que pueda para avanzar sus propios

intereses, de una forma que esté de acuerdo con la ley. Y usar grupos de presión

que afecten a los gobiernos está, simplemente, de acuerdo con la ley. No hay

nada sorprendente en sus presiones en este caso, y nada tremendamente

sorprendente en que el más poderoso productor de software en los EE.UU. haya

tenido éxito en sus esfuerzos de presión.

Lo que es sorprendente es la razón dada por el gobierno de los EE.UU.

para oponerse al encuentro. De nuevo según lo cuenta Krim, Lois Boland, actual

directora de relaciones internacionales de la Oficina de Patentes y Marcas de

EE.UU., explicó que "el software de código abierto va en contra de la misión de

la WIPO, que consiste en promover los derechos de propiedad intelectual".

Según citas textuales: "Celebrar un encuentro que tiene como propósito

renunciar o prescindir de tales derechos nos parece que es contrario a las metas

de la WIPO”.

Estas afirmaciones son asombrosas a varios niveles.

Primero, son sencillamente erróneas. Tal como he descrito, la mayoría del

código abierto y el software libre se basa fundamentalmente en el derecho de

propiedad intelectual llamado "copyright". Sin él, las restricciones impuestas por

estas licencias no funcionarían. Así, decir que "va en contra" de la misión de



Cultura libre 296

promover los derechos de propiedad intelectual revela un enorme falta de

comprensión--el tipo de error que se puede perdonar en un estudiante de

derecho de primer año, pero que es una vergüenza viniendo de un alto cargo

gubernamental que trate asuntos de propiedad intelectual.

Segundo, ¿quién ha dicho que el propósito exclusivo de la WIPO sea

"promover" la propiedad intelectual al máximo? Como se me había dicho en el

congreso preparatorio de la WSIS, la WIPO está para considerar no sólo la mejor

manera de proteger la propiedad intelectual, sino también cuál es el mejor

contrapeso a la propiedad intelectual. Como saben cualquier economista y

abogado, la cuestión de verdad difícil en las leyes de propiedad intelectual es

hallar ese contrapeso. Pero que debe haber límites es, pensaba, algo que nadie

discute. Uno querría preguntarle a Boland si los medicamentos genéricos

(medicamentos basados en fármacos cuya patente ha expirado) van en contra

de la misión de la WIPO. ¿Debilita el dominio público a la propiedad intelectual?

¿Habría sido todo mejor si se hubieran patentado los protocolos de Internet?

Tercero, incluso si uno creyera que el fin de la WIPO es maximizar los

derechos de propiedad intelectual, en nuestra tradición los derechos de

propiedad intelectual pertenecen a individuos y a corporaciones. Ellos deciden

que hacer con esos derechos porque, de nuevo, son sus derechos. Si quieren

"prescindir" o "renunciar" a sus derechos, es algo, dentro de nuestra tradición,

totalmente apropiado. Cuando Bill Gates da más de 20.000 millones de dólares

para hacer el bien en el mundo, eso no es incoherente con el sistema de la

propiedad. Es algo, por contra, que es justo aquello en lo que se supone consiste

el sistema de propiedad: darle al individuo el derecho a decidir que hace con su

propiedad.

Cuando Boland dice que hay algo mal en un encuentro "que tiene como

meta renunciar o prescindir de tales derechos", está diciendo que la WIPO está

interesada en interferir con las decisiones de aquellos que poseen derechos de

propiedad intelectual. Que de algún modo el objetivo de la WIPO debería ser

impedir que un individuo "prescinda" o "renuncie" a un derecho de propiedad

Cultura libre 297



intelectual. Que el interés de la WIPO es no solamente maximizar los derechos

de la propiedad intelectual, sino que se ejerzan de la manera más extrema y

restrictiva posible.

Hay una historia de exactamente un derecho de propiedad semejante que

es bien conocido en la tradición anglo-americana. Se llama "feudalismo". Bajo el

feudalismo, no sólo estaba la propiedad en las manos de un número

relativamente pequeño de individuos y entidades. Y no sólo eran vastos y

poderosos los derechos que acompañaban a esta propiedad. Sino que el sistema

feudal tenía un gran interés en asegurarse que los propietarios dentro de ese

sistema no debilitaran el feudalismo liberando gente o propiedad al pasarla al

control del libre mercado. El feudalismo dependía del máximo control y

concentración. Combatió cualquier libertad que pudiera interferir con ese control.

Como Peter Drahos y John Braithwaite cuentan, ésta es precisamente la

opción que estamos escogiendo con respecto a la propiedad intelectual10.

Tendremos una sociedad de la información. Eso es seguro. Nuestra única

decisión ahora es si esa sociedad de la información será libre o feudal. La

tendencia es hacia la feudal.

Cuando esta batalla comenzó, la narré en mi blog. Un animado debate

siguió en los comentarios. Boland tenía unos cuantos seguidores que intentaron

mostrar porqué sus afirmaciones tenían sentido. Pero hubo un comentario que

me resultó particularmente deprimente. Un comentarista anónimo publicó que

George, tu malinterpretas a Lessig: está únicamente hablando del mundo

tal y como debería ser ("la meta de la WIPO, y la meta de todo gobierno,

debería ser promover el equilibrio correcto con respecto a los derechos de

propiedad intelectual, no simplemente promover los derechos de

propiedad intelectual), no como es. Si estuviéramos hablando del mundo

tal y como es, por supuesto que Boland no dijo nada equivocado. Pero en

el mundo que querría Lessig, por supuesto que lo hizo. Presta siempre

atención a la diferencia entre el mundo de Lessig y el nuestro.

Cultura libre 298

Se me escapó la ironía la primera vez que lo leí. Lo leí rápidamente y

pensé que estaba apoyando la idea de que buscar un equilibrio es lo que nuestro

gobierno debería hacer. (Por supuesto, mi crítica a Boland no era sobre si ella

buscaba un equilibrio o no; mi crítica era que sus afirmaciones revelaban un

error propio de un estudiante de primero de derecho. No me hago ilusiones

sobre el extremismo de nuestro gobierno, ya sea republicano o demócrata. Mi

única ilusión es sobre si nuestro gobierno debería decir la verdad o no).

Obviamente, sin embargo, el comentarista no estaba apoyando esa idea.

En lugar de eso, estaba ridiculizando la idea misma de que en el mundo real, la

"meta" de un gobierno debería ser "promover el equilibrio correcto" con respecto

a la propiedad intelectual. Para él eso era obviamente una tontería. Y

obviamente, pensaba él, revelaba mi propio y tonto amor a la utopía. "Típico de

un profesor", podría haber continuado.

Entiendo las críticas a las utopías de los profesores universitarios. Pienso

que las utopías son tontas, yo también, y sería el primero en burlarme de los

ideales absurdamente irreales de los académicos a lo largo de la historia (y no

sólo en la historia de nuestro propio país).

Pero cuando se ha llegado a que se considere tonto suponer que el papel

de nuestro gobierno habría de ser "buscar el equilibrio", entonces denme por

tonto, porque eso significa que esto ha llegado a ser serio de verdad. Si debería

ser obvio para todos que el gobierno no busca un equilibrio, que el gobierno es

simplemente un instrumento de los grupos de presión más poderosos, que la

idea de medir al gobierno de acuerdo a otro estándard es absurda, que la idea

de exigir del gobierno que diga la verdad y no mentiras es ingenua, entonces ¿en

qué, nosotros, la democracia más poderosa del mundo, nos hemos convertido?

Sería una locura esperar de un alto cargo gubernamental que diga la

verdad. Sería una locura creer que la política del gobierno será algo más que la

criada de los intereses más poderosos. Sería una locura defender que



Cultura libre 299

deberíamos preservar una tradición que ha sido parte de nuestra tradición

durante la mayor parte de nuestra historia--la cultura libre.

Si esto es una locura, entonces que haya más locos. Pronto.

HAY MOMENTOS DE esperanza en esta lucha. Y momentos que sorprenden.

Cuando la FCC estaba considerando relajar las normas que rigen la propiedad, lo

cual habría por tanto incrementado la concentración de los medios, una

extraordinaria coalición bipartidista se unió para combatir este cambio. Quizá por

primera vez en la historia intereses tan diversos como la NRA, la ACLU,

Moveon.org, William Safire, Ted Turner, y Mujeres CódigoRosa para la Paz se

organizaron para oponerse a este cambio en la política de la FCC.

Sorprendentemente se enviaron 700.000 cartas a la comisión exigiendo más

vistas y un resultado diferente.

Este activismo no detuvo a la FCC, pero pronto, sólo un poco más tarde,

una amplia coalición en el Senado votó para revocar la decisión de la FCC. Las

vistas hostiles que condujeron a ese voto revelaron cuán poderoso este

movimiento había llegado a ser. No había apoyo substancial para la decisión de

la FCC, y había un amplio y sostenido apoyo para luchar contra una

concentración de los medios aún mayor.

Pero incluso a este movimiento se le escapa una pieza importante del

rompecabezas. El gigantismo como tal no es malo. La libertad no se ve

amenazada sólo porque algunos se hayan hecho muy ricos, o porque haya

solamente un puñado de grandes actores. La pobre calidad de los Big Macs o las

Burgers dobles no significa que no puedas conseguir una buena hamburguesa en

otro sitio.

El peligro en la concentración de los medios no viene de la concentración,

sino del feudalismo que esta concentración, ligada al cambio en el copyright,

produce. No es sólo que haya unas pocas compañías poderosas que controlan

una tajada cada vez mayor de los medios. Es el hecho de que esta concentración

pueda conjurar una gama igualmente inflada de derechos--derechos de la



Cultura libre 300

propiedad de una forma históricamente extrema--lo que hace que su enorme

tamaño sea malo.

Es por tanto significativo que tantos se manifiesten para exigir el derecho

a la competencia y una diversidad mayor. Aun así, si se entiende que la

manifestación trata únicamente del tamaño, esto no es tremendamente

sorprendente. Nosotros los estadounidenses tenemos una larga historia de luchar

contra "lo grande", sabiamente o no. Que se nos pueda motivar a luchar contra

"lo grande" una vez más no es nada nuevo.

Sería algo nuevo, y algo muy importante, si se pudiera convocar a un

número igual a manifestarse contra el extremismo creciente insertado dentro de

la idea de "propiedad intelectual". No porque el equilibrio sea ajeno a nuestra

tradición; de hecho, como he argumentado, el equilibrio es nuestra tradición.

Sino debido a que el músculo preciso para pensar críticamente sobre la

envergadura de cualquier cosa llamada "propiedad" ya no se ejercita dentro de

esa tradición. Si fuéramos Aquiles, éste sería nuestro talón. Éste sería el punto

de nuestra tragedia.



MIENTRAS ESCRIBO ESTAS palabras finales, las noticias andan llenas de

historias sobre las demandas de la RIAA contra casi trescientos individuos11.

Eminem ha sido demandado por "samplear" música de otro12. La historia de Bob

Dylan "robándole" a un autor japonés ya se ha acabado13. Un insider de

Hollywood--que insiste en permanecer en el anonimato--refiere "una asombrosa

conversación con esta gente de un estudio. Tienen extraordinarios contenidos

[antiguos] que les encantaría usar, pero no pueden porque no pueden ni

empezar a obtener los derechos. Tienen docenas de chavales que podrían hacer

cosas sorprendentes con los contenidos, pero serían precisos docenas de

abogados para aclarar la situación antes de hacer nada". Hay congresistas que

están hablando de liberar virus informáticos que destruyan ordenadores que se

piense que violan las leyes. Hay universidades que están amenazando de

expulsión a chavales que usan un ordenador para compartir contenidos.



Cultura libre 301

Mas en la otra orilla del Atlántico, la BBC acaba de anunciar que construirá

un "Archivo Creativo", del cual los ciudadanos británicos pueden descargar

contenidos, convertirlo, mezclarlo y grabarlo14. Y en Brasil, el ministro de cultura,

Gilberto Gil, él mismo un héroe popular de la música brasileña, se ha unido a

Creative Commons para distribuir contenidos y licencias libres en ese país

latinoamericano.

He contado una historia sombría. La verdad está más mezclada. Una

tecnología nos ha dado una nueva libertad. Lentamente, algunos comienzan a

entender que esta libertad no significa anarquía. Podemos llevar una cultura libre

con nosotros al siglo XXI sin que los artistas pierdan y sin que el potencial de la

cultura digital sea destruido. Será preciso pensar, y de un modo aún más

importante, será preciso que algunos transformen a las RCAs de nuestro tiempo

en los Causby.

El sentido común debe rebelarse. Debe actuar para liberar la cultura.

Pronto, si este potencial ha de realizarse alguna vez.

(Cont.)

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