viernes, 29 de marzo de 2013

Glaciares y cambio climático


Las variaciones en la radiación solar que llega a la Tierra determinaron, hace más de veinte mil años, las grandes glaciaciones. Los avances y retrocesos de los glaciares de hoy suelen atribuirse al cambio climático producido por el hombre y puede ser objeto de controversia.

Por Leonardo Moledo
–Cuénteme.
–Yo básicamente trabajo en dos temas. Uno es cuaternario: glaciación, cambio climático, todo lo que tiene que ver con las glaciaciones, básicamente a partir de fines del plioceno hasta los últimos avances glaciarios que hubo en períodos históricos.
–Hablemos de eso primero.
–Bueno, básicamente yo trabajo en el campo de hielo patagónico, con las glaciaciones que ocurrieron en períodos posglaciares. Después de la última gran glaciación, que fue hace 23 mil años más o menos, hubo glaciaciones. A partir de ahí los glaciares retrocedieron; esas grandes glaciaciones que hubo (por ejemplo en el lago Buenos Aires yo encontré seis) tuvieron que ver con variaciones de la radiación solar que llega a la Tierra, porque la Tierra tiene movimientos diferentes a lo largo del tiempo, ciclos, que hacen que varíe la cantidad de radiación que llega. El que determinó eso fue Milankovich hace mucho tiempo: cuando él lo dijo, no podía probarse, pero finalmente se probó. También estudio, allí, lo que ocurrió después del último retiro del glaciar.
–Hace 23 mil años.
–Sí. Hubo varias oscilaciones. Hace 23 mil años es el máximo y ahí empiezan a retroceder. Hace 13 mil años los glaciares estaban bastante más atrás incluso de la posición que tienen ahora. A partir de ahí, hay un reavance muy importante en el Hemisferio Norte, que fue muy fuerte, y que durante mucho tiempo fue una verdadera incógnita, porque tuvo la magnitud que tuvieron las grandes glaciaciones. Pero aparentemente eso tuvo que ver con una ruptura de un lago glaciario que había en el norte de Canadá, que solubilizó parcialmente la salinidad del Atlántico y detuvo la corriente marina profunda. Eso provocó un enfriamiento que...
–¿Eso cuándo fue?
–Hace 13 mil, 11 mil años. Lo interesante de esto es que durante mucho tiempo no se supo cuál era la causa. Y ésta que le cuento es solamente una teoría muy probable: al liberarse un enorme lago que había en Canadá, el agua dulce se mezcló con la corriente salina y en lugar de hundirse, porque la corriente se hunde en el Atlántico Norte, se quedó en superficie. Al quedarse en superficie, sobreenfrió el Hemisferio Norte. Durante el máximo glaciario, el norte de Canadá está cubierto de hielo. Lo que ocurre ahí es que toda el agua de fusión glaciaria drenaba por el Mississippi hasta el Golfo de México. Había un enorme lago entre el borde de hielo y la salida finalmente del emisario, que era el Mississippi. En un momento determinado, se rompe el último cierre que había... Hay dos opciones: uno es que es la bahía de Hudson, que ahí estaba la masa de hielo y de repente se rompió, y ese lago gigante, porque es un lago gigante... cuando usted piensa que los lagos actualmente en el límite de Estados Unidos y Canadá representan sólo un 15 por ciento de ese lago gigante, se da cuenta de la magnitud que tenía. Se llamaba Agassiz. Cuando se rompe ese último cierre que tenía, se vacía catastróficamente hacia el Artico. El problema es que en ese momento está la corriente marina profunda y se hunde, viajando por el fondo oceánico. Después vuelve a ascender ya en el Hemisferio Sur. Esa corriente funciona como transportadora de temperatura de lugares donde es muy alta a donde es muy baja y viceversa; uniformiza la temperatura planetaria. El problema es que, si yo la paro, voy a tener un sobreenfriamiento en el Hemisferio Norte. Eso fue lo que pasó, en teoría.
–¿Fue ahí donde se cerró el estrecho de Bering?
–No, esto es al revés. Lo que hay aquí es la liberación de un lago de agua dulce enorme que se mezcla con la corriente salina, que a esa altura está en superficie, pero que se empieza a hundir por una diferencia de densidad, le quita la densidad, y eso hace que todo el sistema se pare, se sobreenfríe el Hemisferio Norte y se produzca la glaciación. Esa glaciación nunca se la había encontrado en el Hemisferio Sur, y la hallamos con un colega en el campo de hielo patagónico. En Puerto Banderas, en el lago Argentino, estamos entre 13 y 11 mil años. A partir de ahí retrocede de vuelta la glaciación pero hay, en tiempos históricos, avances glaciarios. Se llaman neoglaciaciones, porque ya no tienen la magnitud de las grandes glaciaciones. Y éstas son interesantes porque las dispara la radiación solar. El Sol tiene ciclos de mayor y menor actividad. Y esto, justamente, con el tema de observaciones circunstanciales que se hacían a lo largo de mucho tiempo, presencia o ausencia de manchas solares, permitió llegar a la conclusión de que hay períodos en que el Sol tiene baja actividad...
–La pequeña edad del hielo.
–Exactamente. Pero la pequeña edad del hielo no es verdaderamente una pequeña edad del hielo. Son varios eventos de enfriamiento separados por eventos de mayor temperatura.
–La pequeña edad de hielo hizo que los vikingos dejaran de viajar a América, por ejemplo.
–Claro, pero no fue una sola. Esa es la cuestión. Acá se metió todo en la misma bolsa, a tal punto que incluso se discutió durante mucho tiempo su existencia. Eso es algo que discuten mucho los meteorólogos. Porque acá hay un problema: si se acepta que hay ciclos en los que el Sol pasa por mayor o menor actividad solar, y cuando hay menor actividad solar hay una relación directa con avances glaciarios y cuando hay mayor actividad con retrocesos glaciarios, hay que reconocer que el clima es algo notablemente variable, no es que permanece constante y de repente hay grandes cambios. No sólo se enfría, sino que también se calienta. La media global, durante un mínimo glaciario, pasa por uno y medio grado menos que la media normal.
–¿Y cuánto dura?
–Y, en el orden de unos 180 años. Y acá viene una cuestión interesante. Nosotros vemos esto en el campo del hielo patagónico; nosotros tenemos cierres morénicos que se pueden datar muy bien, porque esos cierres son cierres neoglaciares que están relacionados con esta variación solar. Hay muchos métodos para datarlos, con errores relativamente pequeños. Lo interesante, incluso en algunos casos...
–¿Qué es el depósito morénico?
–Cuando el glaciar avanza empuja detritos, y cuando retrocede deja algo. Eso es el depósito. Cuando uno se fija cómo son los valores, hay una separación temporal muy rítmica con respecto a ese tema. Y lo interesante es que el último enfriamiento, que es el mínimo de Dalton, ocurre hace aproximadamente ciento y pico de años. Desde entonces, subió la temperatura. Y acá viene una discusión clave...
–Si el calentamiento global tiene que ver con el hombre o no.
–Claro. Los que apuestan fuerte a que es el hombre el principal agente son los del IPCC, para el que yo trabajé entre 1994 y 1998. A mí me pidieron hacer toda la parte de evolución de la criosfera de América del Sur. Nosotros tenemos dos glaciares paradigmáticos: uno es el Moreno, que supuestamente está en equilibrio, aunque en realidad avanza. Cuando se topa con la península de Magallanes, se hace un cierre y el agua rompe el cierre. Pero si no estuviera la península, avanzaría. El otro es el Upsala, un glaciar que tiene una tasa de retroceso alucinante. No hay ningún otro glaciar que retroceda a esa velocidad, y por eso está puesto como el ejemplo del calentamiento global antropogénico. Lo venimos estudiando desde el año ’91, y llegamos a la conclusión de que es un glaciar que retrocede mucho porque tiene problemas mecánicos. El problema es que ese glaciar, cuando avanzó, se apoyó en esos arcos morénicos, de los que le hablaba, que son como montañitas transversales al lecho del lago. Cuando retrocede y está apoyado, no hay problema, pero de repente pierde parte del frente. Y ahí se sueltan 300 o 400 metros de frente glaciar. Bueno, y hay otros fenómenos como que el agua... Pero lo importante aquí es que nosotros determinamos que si retrocede es por motivos mecánicos, no climáticos.
–¿Y entonces?
–Cuando yo escribí todo esto para IPCC me sacaron esa parte. Yo pregunté por qué y me dijeron que no podían poner todo, pero el problema era que no estaba poniendo lo que se quería demostrar, que era que el glaciar retrocedía por cuestiones climáticas. Yo demostraba que retrocedía por razones mecánicas. Eso me produjo un fuerte desencanto, porque me da la sensación de que cualquier argumento en contra de la antropogénesis del calentamiento global hay que silenciarlo.
–¿No cree entonces en la antropogénesis del cambio climático?
–Durante mucho tiempo creí que era así, pero a medida que fui avanzando con el trabajo de campo fui poniendo en cuestión mis suposiciones.

Distribución de la riqueza en Chile: El real problema está en el 1% más rico


                                                                                                                    Viernes 29 marzo 2013

Un estudio efectuado por economistas de la Universidad de Chile determinó que “una pequeña minoría (del país), los súper ricos, se llevan realmente la ‘parte del león’”, evocando una fábula de Esopo donde un felino usa su poder para quedarse con una presa y evitar repartirla con otros tres animales.
Basándose en datos del Servicio de Impuestos Internos (SII), el informe realizado por Ramón López, Eugenio Figueroa y Pablo Gutiérrez, concluye que la distribución del ingreso del país resulta ser mucho más concentrada que lo que habitualmente se señala. “El real problema de distribución en Chile está en lo más alto de la distribución y no tanto dentro del grueso de la población (90% o aún 99% de ella) donde la distribución tiende a ser relativamente pareja. Es realmente en el 1% más rico y sobretodo en el 0,1% y 0,01% más rico donde se concentra el ingreso”, indican los autores.
“Aún en base a una estimación conservadora del ingreso de los súper ricos, su participación en el ingreso personal total es extraordinariamente alta, llegando a más de 30% para el 1% más rico, 17% para el 0,1% más rico y más de 10% para el 0,01% más rico en promedio durante el periodo 2004-2010. En términos internacionales, éstas son las más altas participaciones que se conocen. Aún excluyendo ganancias de capital o utilidades retenidas, la participación del 1% más rico es la más alta registrada dentro de una lista mucho más amplia de alrededor de 25 países para los cuales esto se ha medido”, añade el estudio recogido por Ciper Chile.
“La participación del 0,3% más rico (aproximadamente 23.000 contribuyentes sobre un total de 8,2 millones) es de un poco más del 6%. Por otra parte, el 81% más pobre de los contribuyentes, cuyo ingreso medio es de US 338 (Poco menos de 160 mil pesos) por mes y que gana menos de US 1.096 (518 mil pesos) al mes, recibe sólo 34,4% del ingreso total. Es decir (…) se obtiene que el ingreso per cápita del 1% más rico es 40 veces mayor que el ingreso per cápita del 81% de la población” dice el informe.
Respecto a la situación de Chile comparada con otros países, “de modo muy general, las cifras muestran que, en promedio, la participación de estos estratos más ricos en el ingreso total del país es alrededor del doble de la participación media que se verifica en los otros 20 países de la muestra”.
por Denisse Charpentier •


normal; font-variant: normal; font-weight: normal; font-size: 14px; line-height: normal;
 font-size-adjust: none; font-stretch: normal; -x-system-font: none; display: block;">   “La ‘parte del león’: Nuevas estimaciones de la participación de los súper ricos en el ingreso de Chile”
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“La ‘parte del león’: Nuevas estimaciones de la participación de los súper ricos en el ingreso de Chile”

martes, 26 de marzo de 2013

A Dios rogando y con el mazo dando – Habemus la séptima corrida contra el peso desde el 2007

ARTEMIO LOPEZ






*Artemio López-Sociológo

Durante esta semana, los sectores del poder económico profundizaron la séptima corrida contra el peso que soporta Cristina desde octubre de 2007. Sin embargo, el control de cambios impuesto por el Gobierno es una medida eficaz que impide la fuga de capitales con reservas, producto del esfuerzo colectivo.


No se apagaba aún el colorido debate entre dirigentes e intelectuales metropolitanos generado ya no por motivos terrenales sino por la designación del Papa (¡wow!), cuando, dejando de lado “apenas un momentico” la emoción vaticana que los embargaba, los sectores del poder económico y sus gurúes profundizaron la séptima corrida contra el peso que soporta el gobierno de Cristina desde octubre de 2007.

La cotización del llamado dólar blú llegaba así a su cénit superando los 8 pesos, el florido precio que establecieron para su transa los dueños de la timba ilegal, cuyas operaciones sumadas no totalizan el monto requerido para comprar el pase de Riquelme, roto como está.
"Manipulado por grupos de presión, el dólar ilegal y la brecha resultan recursos de baja operatividad comparados con las fugas anteriores."

Dijimos ya que hubieron antes de la que cursa en estos días papales y desde las elecciones de octubre de 2007 seis grandes corridas contra el peso que supusieron, antes del control oficial sobre la divisa, la fuga de más de 60.000 millones de dólares, el equivalente casi al 150% de las reservas del país. Al respecto, en el libro Economía a Contramano de Alfredo Zaiat se observa el período y magnitud de las seis corridas desestabilizadoras registradas contra el gobierno de Cristina Kirchner, favorecedoras de la caída en la generación de empleo y el aumento de precios.

1- Elecciones presidenciales 2007, duración: jul. 2007-octub. 2007. Monto fugado: 7.131 millones de dólares.

2-Crisis de "el campo", duración: abr.2008-jul. 2008. Monto fugado: 10.393. millones de dólares.

3- Caída de Lehman Brothers, duración: sept. 2008-oct. 2008. Monto fugado: 6.561 millones de dólares.

4- Fin AFJP, crisis internacional, elecciones jun. 2009, duración: dic. 2008-jul. 2009. Monto fugado: 13.784 millones de dólares.

5- Crisis Redrado en el BCRA, duración: ene. 2010, abr. 2010. Monto fugado: 5.262 millones de dólares.

6- Elecciones presidenciales 2011, duración: abr. 2011-oct. 2011. Monto fugado: 17.545 millones de  dólares.

El total de la fuga de capitales entre mediados del año 2007 y fines de 2011resulta entonces de 60.676 millones de dólares. ¡Esta es la fiestita que extrañan los librecambistas!

El imprescindible y exitoso control de cambios impuesto por el Gobierno,  al que los especuladores bautizaron como “cepo al dólar”, impidió finalmente que el ataque al peso supusiera financiarle la fuga de capitales con reservas, producto del esfuerzo colectivo.

Así las cosas, como mecanismo de presión sobre el peso, se creó esta vez el dólar ilegal, y para regular la presión del torniquete se difunde por los medios opositores y con simpática furia la denominada “brecha” entre el dólar legal y el que promueve el hampa financiera, brecha que, según agitan los medios opositores, “no para de subir” y al cierre de esta columna trepaba al 71%. (¡A la pipeta!)

Manipulado por grupos de presión, cuyo fin es generar una situación de caos en el mercado promoviendo una devaluación para apropiarse del excedente económico, más allá de su fuerte propalación en los medios opositores, el dólar ilegal y la brecha resultan recursos de baja operatividad comparados con las fugas anteriores.

Se trata de un recurso defensivo y de segundo orden respecto de los ataques especulativos pasados que muestran la creciente debilidad de la oposición en sus expresiones diversas: económicas, políticas y mediáticas.

Obviamente el Gobierno no alterará el rumbo de la política económica que tantos y tan buenos resultados ofrece en materia socioeconómica desplegando el mayor ciclo de crecimiento económico de que se tenga memoria estadística, de un 7,2% promedio entre 2003 y 20012 como se observa en el gráfico:



Pero no basta crecer. El modelo que los especuladores pretenden desestabilizar mediante el módico dólar ilegal y la famosa “brecha” resultó también muy eficaz en su capacidad de generar empleo, disminuir la pobreza y la indigencia y distribuir el ingreso.

En efecto, el modelo socioeconómico que conducen políticamente Néstor y Cristina Kirchner a partir de mayo de 2003 quitó de la indigencia a once millones de personas, el equivalente poblacional de Córdoba, Santa Fe, Capital Federal y Tucumán, sumados, arranco de la pobreza a  dieciséis millones, equivalente a la población bonaerense completa y creó cerca de cinco millones de puesto de trabajo.
"El modelo que los especuladores pretenden desestabilizar mediante el módico dólar ilegal y la famosa “brecha” resultó también muy eficaz en su capacidad de generar empleo, disminuir la pobreza y la indigencia y distribuir el ingreso."

En lo que respecta a la desigualdad, Florencia Médici (UBA, CEIL-CONICET) y Melina Mallamace (UNLP) en su reciente estudio Los indicadores que no miran, muestran que La Argentina presenta el menor coeficiente de GINI en relación a sus vecinos, destacando una reducción extraordinaria del 20% en el lapso comprendido entre los años 2003 y 2012, siendo el menor de la región (0.39 en el tercer trimestre del 2012).

Al tiempo que generó empleo, el modelo de crecimiento económico con inclusión social, tipo de cambio competitivo y matriz productiva diversificada, protegió los puestos de trabajo obtenidos de manera muy eficiente: en medio de la mayor crisis capitalista desde inicios del siglo pasado, la decisiones de política económica tomadas por Cristina Kirchner bajaron el desempleo del 8% en el año 2008, cuando la caída del Lehman Brothers Holdings Inc., al 5,9% en el último trimestre de 2012.

Contrario sensu, la ideología neoliberal que mueve a los manipuladores del dólar ilegal, cuando gobernó, en medio de la crisis del Tequila (una mini crisis comparada con la actual), hizo estallar el desempleo que, entre los años 1995 y 1996, pasó del 10,7% al 18,4% ¡en solo doce meses!

Si solo por un instante imaginamos los resultados de la devaluación que supone la cotización que el hampa financiera asigna al dólar ilegal, la caída  vertical del consumo interno que supondría dispararía la tasa de desempleo por sobre el 10% en un semestre, en tanto la pobreza e indigencia se duplicarían.

Para determinar los efectos catastróficos de las devaluaciones sobre la población con ingreso fijo, no imaginemos nada, solo miremos ejemplos de nuestra historia reciente.

Al respecto, Martín Romeo director de proyectos de Consultora Equis sostiene:

En 2002 se propuso una “devaluación ordenada” de 1,4$ = 1 u$s. La inflación acumulada del 1° semestre de esa “salida ordenada” fue de 30,5%; 39,2% en alimentos y 49,9% en canasta básica. El poder adquisitivo general cayó un 23,8% (26,5% para los trabajadores en negro).

La línea de pobreza en personas de fin de 2001 que era 38,3% pasó a 53,0%; o sea, aumentó un 38%. La línea de indigencia en personas pasó de 13,6% a 24,8%; o sea, aumentó un 82%.


Lejos de esta alternativa devaluacionista, el Gobierno nacional insiste en sostener el empleo y el consumo doméstico. Esta semana hubieron dos grandes novedades en esta dirección.

La primera es que durante el mes de este año la economía creció un 3,2%contra un 1,9% de 2012, lo que permite mantener las expectativas de crecimiento anual en 4,5%, que señalara no solo el oficialismo sino economistas de conocida trayectoria como Miguel Bein.

Por otro lado, Cristina Kirchner informó que se construyen 400 casas por día a través del Plan Procrear, el emblema de las políticas públicas para el sostenimiento del empleo, tras un año 2012 de notables restricciones en la creación de nuevos puestos de trabajo, como se observa en el cuadro que muestra el dinamismo en la generación de empleo en la última década.
 
En esta perspectiva de dinamizar la generación de empleo, que a nuestro juicio es el tema central y excluyente del año 2013, la consolidación de las primeras 30.000 viviendas ejecutadas es una gran noticia y muestra el buen ritmo de realización del Plan PROCREAR, cuyo tramo 2012-2013 supone un objetivo de 100.000 viviendas realizadas.

Recordemos que en materia de empleo la conclusión del tramo anual del PROCREAR genera 300.000 puestos de trabajo entre directos e indirectos, supone 4,3 puntos porcentuales adicionales de inversión y agrega 1,5 puntos de crecimiento del PBI.

Finalmente, mientras Cristina Kirchner se esfuerza por encontrar alternativas que sostengan el consumo y el empleo en un contexto internacional y regional de fuertes restricciones, los medios opositores y los políticos por ellos editorializados cierran filas con el hampa financiera y sus gurúes, promoviendo la devaluación mediante la nueva criatura modelo 2013: el dólar ilegal. Así les fue y les irá.


domingo, 24 de marzo de 2013

24 DE MARZO DE 1976:UN PROCESO HOBBESIANO



Publicado en 03/23,2013

Por Carlos Fernández Pardo

El problema de las causas, significados y consecuencias del golpe militar de 1976
Militares y peronistas ante los límites estratégicamente visibles de una política nacional
Los factores que explican el golpe militar del 24 de marzo de 1976, no son del mismo tenor del de aquellos que permiten comprenderlo. Mientras que la explicación siempre nos conduce a establecer procesos causales, el acto de la comprensión se refiere directamente a su significado. Las causas permanecen y solidifican como momentos históricos fijados en el tiempo. Mas no acontece lo mismo cuando consideramos el significado de los hechos que ocurren. Estos significados cambian con el paso de tiempo. Dependen de las percepciones sociales que, a su vez, moldean actitudes. Los significados se enuncian de acuerdo a discursos ideológicos que responden a determinadas justificaciones y que desempeñan una función retórica. Pero la retórica busca la persuasión. No pretende el esclarecimiento de la verdad. Y dado las personas consideran como reales aquellas situaciones que previamente definen como tales, la verdad de los hechos históricos depende del significado que tenemos de ellos. Dudosamente podría juzgarse como una manifestación de cinismo, la recomendación de Maquiavelo acerca de la importancia de apreciar la política según los resultados antes que de acuerdo a sus intenciones.
Los militares argentinos, comprometidos con la decisión de derrocar un gobierno constitucional, definieron las cosas en unos términos que luego no pudieron sostener como reales. De este modo, perdieron su batalla en el terreno donde la pérdida es realmente decisiva: en el de la pacificación que impusieron junto a la de sus argumentos legitimadores. Por eso mismo creemos que el significado del golpe militar de 1976 trasciende lo que podríamos llamar sus causas. Sin embargo, ciertas condiciones objetivas pueden dar cuenta de la presunta causalidad en los acontecimientos.
En el orden de las causas, la muerte de Perón, ocurrida en el año 1974, poseyó el signo de una verdadera tragedia. Condicionó todo lo demás. Por lo pronto, su muerte significaba la ausencia de un poder de arbitraje en las filas del peronismo. Dejó su movimiento en estado faccioso sin la estructuración de un gran partido de masas y en una dialéctica violenta entre sus cuadros. Su muerte significó también la pérdida del eje vertebrador de las movilizaciones políticas. La desaparición del único garante cierto de cualquier coalición institucional.. Existen, desde luego, otras circunstancias que todavía permanecen en las sombras. La misma estrategia de las organizaciones armadas era ostensiblemente "golpista." Por otra parte, en aquellos días, pocos entendieron que la Presidencia de Isabel Martínez de Perón era la consecuencia previsible de una fórmula no deseada por el líder justicialista. No deseada, quiere decir: impuesta a Perón por un golpe de mano del círculo de sus principales allegados. Tal vez pudiera explicarse su nominación con el temperamento del Modelo Argentino texto postrero en el cual Perón depositaba sus esperanzas. Entonces, la sucesión de Isabel admitiría la premisa de ser una forma de clausurar el liderazgo carismático basado en el reconocimiento. El signo de una necesaria institucionalización del peronismo para "despersonalizar los propósitos" y lanzarse a la "lucha por la idea". En el interior del peronismo Isabel no era una compañera de fórmula sino, ella misma, la fórmula de la sucesión. Muchos lo entendieron de ese modo proclamando un neoverticalismo carente de sentido. Otros, razonablemente, invocaron una elemental disciplina partidaria. Pero la apatía que generaba el propio gobierno demostraba que su fuerza no era mayor que el apoyo que movilizaba para su defensa. Ahora bien, nada de eso ocurría en el vacío. Nunca, como en aquel momento, se mostraba tan cierto el criterio de Perón acerca de los límites de una política nacional en la época de la interdependencia mundial. Si la tesis que sostiene que antes de morir, Perón procuraba un entendimiento con los Estados Unidos y una conferencia personal con el Presidente Nixon es plausible suponer que, con su desaparición, serían otras las expectativas de nuestra política exterior.
Cualesquiera hayan sido los entretelones, no cabe duda que la importancia de Perón puede medirse por el colapso del sistema de concertación que había logrado con retorno. En tal sentido habría que mencionar la erosión del acuerdo social de precios y salarios y las fuertes expectativas de inflación que apenas pudieron contener los últimos ministros peronistas, agravadas con la devaluación producida por el ministro Celestino Rodrigo. Otra de las causas del golpe militar ciertamente fue el fenómeno subversivo peligrosamente combinado con la pérdida de control del propio gobierno, debido a la crisis que enfrentó a López Rega con los sindicatos y la imposibilidad de conducción de Ia Presidenta
La gestión de los militares
Ya en diciembre del año 1975 se había sido hecho público un claro ultimátum militar en el discurso pronunciado por el Comandante en Jefe del Ejército Jorge R. Videla en Tucumán. El acento fuerte estaba puesto en una crisis de orden Era una interpretación referida a que la sociedad argentina demandaba seguridad el 26 de febrero de 1976, la Cámara de Diputados rechazó el pedido de juicio político a la presidente Isabel de Perón que había presentado la Fuerza Federalista Popular y votado inclusive por la Unión Cívica Radical. Para un observador atento, resultaba claro que el golpe militar poseía vinculaciones políticas, empresarias y sindicales. Y esto permitiría entender el carácter del proceso y su fractura interna visible a fines del año 1978.
Aquellos que en forma temprana intentaron justificar el Proceso en una visión fundacional, argumentaban que el gobierno del Teniente General Videla, establecería los fundamentos de una nueva república. El primero de esos fundamentos era el imperativo de orden público. Una garantía hobbessiana de salvaguardia de la propiedad y la seguridad. Un segundo fundamento, al que podríamos llamar salvacionista se refería a una suerte de reencuentro, casi místico, entre las Fuerzas Armadas y su razón de ser: la guerra contra la subversión. Por consiguiente, los argumentos de una emergencia crítica ponían en un estado de notable actualidad los motivos temibles de la disolución nacional, la acción de agentes del exterior que medraban con nuestros enfrentamientos y la supervivencia misma de las instituciones. Martínez de Hoz redujo drásticamente las retenciones a las exportaciones agropecuarias el impuesto a las ganancias de las empresas y eliminó el control de las tasas de interés. Pronto reunió el consenso de los exportadores y de quienes veían en el ministro la persona capaz de liberar los mercados y abatir el poderoso sector de empresas públicas, sin embargo en este punto Martínez de Hoz encontró sus principales obstáculos en los altos mandos militares. No había interés, ni motivación, en deshacerse del complejo industrial (SOMISA, Fabricaciones Militares, Astilleros) para satisfacer un ajuste presupuestario clásico que tuviese como objetivo de reducir el gasto público. Sin duda esto vale también en relación al programa nuclear argentino.
La Junta de Comandantes tuvo dificultades respecto al militar que habría de suceder a Videla, quien según los mecanismos sucesorios, debía gobernar solamente tres años. En un marco de malestar dentro de su fuerza, el elegido fuel el general Roberto Viola quien había visto afectado su consenso por un pronunciamiento en la poderosa guarnición de Córdoba en septiembre de 1979, protagonizado por el general Luciano Menéndez y otros oficiales. Tampoco eran buenas sus relaciones con el almirante Massera
Desde el mes abril de 1981 en adelante el gobierno militar ingreso en una dinámica de descontrol político de su propio proceso de consolidación. Definitivamente ya no contaba con la perspectiva fundacional que algunos podrían haber imaginado. Los militares no podían gobernar una sociedad compleja. La designación del general Roberto Viola, segundo presidente del Proceso que debió producirse en octubre de 1980, puso de manifiesto las contradicciones existentes y la ausencia de liderazgo en las fuerzas armadas. Peor aún, concluido el ciclo antisubversivo comenzaban a presentarse los tramos más difíciles de la lucha por la pacificación. Sin duda fue un serio error, una muestra de la falta de calidad intelectual el no haber considerado que "ganar la paz" es lo que cuenta una vez que se ha terminado con un enemigo. Y este proceso de ganar la paz implicaba, para el gobierno militar, exponer las finalidad de sus actos, el principio de legitimidad de su intervención y la observancia del sistema de derechos que en lo interno y en se hallaban entonces lo internacionales lo llevarían a una confrontación. Los militares argentinos ante una clara y definida situación "gramsciana ya que estaban perdiendo la posibilidad de tornar hegemónica su dominación (la "militarización" de la sociedad argentina).
El nuevo presidente debía asumir el cargo en marzo de 1981 y no llego a cumplirse el plazo. Todo indica que la designación de Viola alterando lo dispuesto en el Acta Institucional, no contó con el voto de la Marina. Algunos observadores daban por sentado que tal vez una etapa del proceso había sido cumplida. En parte porque el accionar de la subversión se encontraba literalmente desmantelado. En parte, también, por la propia marcha de la economía no arrojaba todavía indicadores tan negativos que conmoviesen la pasividad crítica con la que grandes sectores de la población toleraban las gestión militar. Ciertamente, esto comenzó a suceder cuando se conocieron los escándalos financieros de 1980 ganaron los titulares. A fines de 1980, la figura de Martínez de Hoz había sufrido un severo desgaste quedando confrontada con los sectores industriales afectados por la apertura. De manera que al cabo de unos meses, cuando asumió el general Viola para el período 1980-1983, todos pedían un cambio de rumbo económico.
A mediados de 1981 era un hecho que la inoperancia del general Viola, la activación política de una convergencia Multipartidaria y sobre todo, el impacto de la devaluación provocada por Martínez de Hoz, bastaban para dar crédito a rumores de cambio. Definitivamente, la Junta Militar era presa de un conflicto interno centrado en la inevitabilidad de una "salida" del Proceso. Esta percepción tornaba relativos y escasamente confiables los proyectos destinados a mantener en el poder la fórmula de 1976. Empero, sería equivocado pensar que los militares estaban aislados de la sociedad y que carecían de vínculos y entendimientos con actores políticos y sindicales importantes. El solo hecho de imaginar una "salida" ya imponía restricciones realistas que debían sopesarse con claridad. En el año 1981, estaba prácticamente cohesionado un frente civil. Pausadamente los dirigentes políticos iban concentrando las expectativas social y democráticas del país. Si uno tuviese que preguntarse, por qué motivo, el régimen militar argentino no se proyectó en una fuerza política, aunque más no fuera minoritaria en términos electorales pero con presencia eventual en un futuro Parlamento, de inmediato se nos ocurren dos respuestas. En primer lugar porque el Proceso carecía de un proyecto que fuese más allá de la autodefensa corporativa, explicable debido a la lucha contra la subversión al temor a que la politización de las fuerzas armadas introdujera un principio faccioso en su propia estructura. En segundo lugar, porque en el seno de las fuerzas armadas fue cobrando cuerpo una tendencia a recuperar legitimidad desde el campo militar-profesional y bélico. Una tendencia peligrosa que pronto estableció un rearme y una incursión en la arena internacional, aprovechando la dispersión del poder norteamericano y las fuerzas centrífugas que en materia de seguridad alentaban algunas capitales europeas y principalmente la Unión Soviética. Creemos que se fue afirmando a tenor de esta tendencia una actividad perturbadora. La declaración de autonomía en el campo nuclear controlado por el sector tecnológico militar tensó las relaciones con los Estados Unidos. Los convenios con la URSS referidos al intercambio comercial, justo cuando Estados Unidos pretendía reinstaurar su declinante influencia en la región, y en otras partes, promovió la influencia soviética en la Junta Militar. El 28 de abril 1979 el departamento de Estado condenó a la Junta Militar y el 2 de mayo Argentina respondió al Departamento de Estado. A comienzo de 1980 el Mercado Común Europeo y el Japón negociaron una serie de sanciones para imponer a Irán temiendo que si se apartaban en la guerra económica llevarían a que Estados Unidos intervinieran militarmente, habría riesgo de inestabilidad en un área vital para el abastecimiento europeo de petróleo dentro de la Comunidad Europea se discutió incluso la posibilidad de una iniciativa europea independiente en medio oriente. Cuando el emperador Hiroito condecoró al general Videla con la Orden Suprema del Crisantemo, los bancos japoneses otorgaron cincuenta millones de dólares a la Argentina. El gobierno japonés de Masayoshi Ohjira decidió preservar el abastecimiento petrolero iraní contra las presiones norteamericanas. Abundaban las señales de una declinación norteamericana y diversas fuerzas dispersaban por la atención de Washington.
El gobierno militar adoptaba un criterio preferencial hacia las cuestiones de defensa. Muchos imaginaban que la autonomía en la investigación y desarrollo propio de este campo habría de garantizar la presencia de las Fuerzas Armadas en un área industrial sin duda sensible a los compromisos internacionales. La autonomía, en este campo, necesitaba sortear obstáculos que solo podía ayudar a remover algún socio o aliado capaz de proveer y suministrar determinados insumos, inteligencia e información. No serían los Estados Unidos precisamente, sino la Unión Soviética y ciertos proveedores de tecnología y armamento de la Comunidad Europea. Entre los años 1979-1983 la Argentina alcanzó un superávit comercial con la URSS por un valor de ocho mil millones de dólares. El Comandante en Jefe del Ejército Leopoldo Galtieri, había regresado de los Estados Unidos dispuesto a tonificar esta tendencia de recobrar "legitimidad" desde la profesionalidad y, a la vez, articular esa búsqueda con conductas perturbadoras en la arena de la política exterior. A mediados de diciembre de 1981 la Junta de Comandante decidió remover al general Viola del cargo de Presidente e instalar en su lugar a Galtieri. Este encontró disponible un haber de recursos materiales consistentes con el proyecto de provocar una acción de autonomía internacional y alto riesgo. En su favor contó con la gestión de su Ministro de Economía Roberto Alemann quien recompuso las variables macroeconómicas tras la inestabilidad y el descontrol que había provocado la breve gestión del ministro Sigaut. La Argentina que había estado a punto de ir a la guerra con Chile en el año 1978 tenía un equilibrio militar regional completamente favorable.
El Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz de Estocolmo estimaba que para el año 1983 un tercio de deuda externa Argentina, aproximadamente trece mil millones de dólares, se debía a gastos en equipos militares y armamentos adquiridos desde el año 1978. Un tema sensible como el del plan nuclear fue prácticamente sostenido por el abastecimiento de tecnología alemana.. Desde 1975 hasta 1981, lo cierto es que las exportaciones dela República Federal Alemana de tecnología bélica y armamentos a la Argentina había crecido un 200%. Sin duda que esta búsqueda de supremacía militar regional, no se explicaba por la lucha contra la subversión que en el año 1979 había sido y la prácticamente aniquilada. Un motivo plausible, como señalamos antes, era que el gobierno militar estaba procurándose los medios para ir a la búsqueda de un legitimidad que creía basada en su capacidad profesional enel plano de la guerra
El orden de los significados
Existe una brecha temporal entre el recuerdo de los acontecimientos y su posterior reconstrucción histórica. Una brecha que salva el paso de las generaciones. Y éstas son portadoras de memoria. Traen consigo un acervo de experiencias y maneras de ver las cosas. Precisamente, es allí, en donde nace la controversia historiográfica. El golpe de Estado acontecido a comienzo del año 1976 contra un gobierno constitucional, en el pleno ejercicio de sus competencias y atribuciones, por lo pronto indica que la legitimidad no constituía una premisa en la decisión de los jefes militares. Podría parecer bastante trivial a simple vista. Pero lo es menos si consideramos el patrón de comportamiento que habían seguido otros "golpes militares" en la Argentina. En términos sintéticos el patrón reiterado había sido el de una "coalición reservada" de personalidades políticas y empresarias, el acto del "pronunciamiento" cuya técnica operativa todavía evoca el libro clásico de Curzio Malaparte. Finalmente la apelación a alguna clase de legitimidad.
El significado que tuvo aquella violenta irrupción militar en la vida civil de los argentinos tal vez sirva para entender las extremas dificultades de la institucionalización democrática de nuestra sociedad. Precisamente, el rasgo en el que coinciden investigadores académicos y analistas de las más variada formación, extremadamente sorprendidos por el "caso argentino", descansa en la particularidad de nuestra evolución política reciente. ¿Cuál es, después todo, la característica que permite fundamentar la particularidad del caso argentino? Una vez despejadas la causas objetivas del golpe militar ¿cuál resulta ser su verdadero significado? Un insuficiente desarrollo del sistema político, al menos para la versión modernizadora predominante en las ciencias políticas de la década del ´70, ha impedido la mediación institucionalizada del conflicto social. Esto condujo a que el Estado se haya convertido en un ámbito.
En última instancia la tesis de un "poder civil" que se reconstruía y convocaba a un retorno a la democracia mediante la condena y persecución de un "poder militar" incapaz de llevar a cabo su presunta misión fundacional, salvacionista o modernizadora, como quiera que se interprete su significado, sin duda constituyó la clave de la victoria de Raúl Alfonsín en el año 1983. Sin embargo, en el haber del líder radical, cuenta principalmente el giro "internacionalista" que impuso a la UCR mediante su integración a la socialdemocracia. Se trató de un movimiento de ampliación inclusive de sus bases propias sociales y de su prospecto ideológico. Por cierto que el peronismo careció de iniciativa política, y, lo que es más importante, también internacional. La participación de muchos dirigentes sindicales en el proceso militar y la persistencia de la fórmula "ejército-.sindicatos" (mantenida en expectativa por el almirante Massera, y, en parte, por el general Acdel Vila) establecía elementos de ambigüedad electoral.
No obstante, cabe reconocer que el peronismo se vio igualmente tentado por la constelación socialdemócrata. Pero a la manera de un bólido que navega sin otro rumbo que la fuerza de atracción que se ejerce sobre él. Ideológicamente, el peronismo quedó sorprendido por una "sociedad civil" que ahora recreaba categorías diferentes de aquellas previstas en su "comunidad organizada." No entendió que ya estaban operando fuerzas profundas, cambios culturales en las sociedades avanzadas a los que la política de "derechos humanos" daban aliento, recursos financieros y vías diplomáticas. Se preanunciaba el momento de la "esfera de las libertades", a la que sucedería con las presidencias sucesivas de Raúl Alfonsín y la Carlos Menen la era de la "estabilidad" institucional y económica. Pues bien, las condiciones generales de un nuevo alineamiento con los Estados Unidos tomaba la forma de una comunidad principista con el credo liberal.
Con la llegada de James Carter a la Presidencia de los Estados Unidos una nueva ideología hegemónica había venido a reemplazar en la guerra fría, las anteriores premisas de posguerra que permitían mostrar a Estados Unidos como una potencia que obraba en funciones del desarrollo, el bienestar y la democracia. Con Vietnam todo eso se había derrumbado. La nueva ideología, en cierto modo retomaba el ideario wilsoniano que presidió el ingreso de Estados Unidos a una política mundial. El 4 de enero de 1980, el Presidente Jimmy Carter decidió bloquear el abastecimiento de cereales a la Unión Soviética. También impuso severas restricciones a la industria pesquera rusa y a su barcos de captura, y, al mismo tiempo, limitó los acuerdos de pesca. A una ostensible afirmación de su supremacía. Los militares argentinos nunca comprendieron la importancia de la ideología de los "derechos humanos." . Esto último, por no mencionar el activismo diplomático y transnacional que movilizaba por aquel entonces. Los militares incurrieron en una confusión absurda entre la noción elemental de las garantías constitucionales y las premisas internacionalistas del humanismo jurídico. Difícilmente una dictadura podía darse el lujo de ignorar y violar abiertamente ambos condicionamientos. Tras las visitas de miembros de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a la Argentina se difundieron la cifra de seis mil desaparecidos, mientras que la organización privada Amnesty International difundió una cantidad desaparecidos que alcanzaba los veinte mil. La imagen exterior del gobierno militar argentino fue afectada cuando el arquitecto Perez Esquivel obtuvo el premio Nobel de la Paz en 1980.
Pero los arrestos diplomáticos de Carter y su capacidad de movilizar sanciones no pareció haber constituido un obstáculo. La pérdida de imagen tampoco. El proyecto de recuperar legitimidad para un régimen militar desde la acción autónoma de sus propias instituciones armadas, si resultaba exitoso podría haber dado cierta perdurabilidad. Ante la propia sociedad argentina y ante la comunidad internacional ese proyecto requería de una prueba de fuerza y una demostración de autonomía. En este punto, creemos que entra la cuestión de la guerra de las Islas Malvinas en 1982. No fue otra la intuición que movió a toda la estructura militar, otorgándole unos días de consenso civil y patriótico en torno al objetivo de su recuperación.
Si el problema de los derechos humanos, como es lógico, había derrotado a los militares en el terreno de la moralidad internacional al punto de oscurecer la derrota de la subversión, ellos pensaron posible otra carta. Esta carta fue la acción directa contra el colonialismo británico. Una suprema y desesperada inversión en el prestigio que cosechan los Estados débiles contra los poderosos, pero que, en el caso Argentino, dada las injurias producidas a la sociedad también necesitada victorias concretas. No se perdonaría el fracaso.
Por eso mismo, seguramente sin saberlo, administraban un país que estaba entrando al proceso de globalización que se completaría definitivamente en las tres décadas siguientes y cuyos efectos agregados se viven en la actualidad.

martes, 19 de marzo de 2013

Los tres Bergoglio : político, pastor y papa



Se sabe, Jorge Bergoglio se formó en la agrupación peronista Guardia de Hierro, manteniendo intacto su costado de reformador social, en esto él también es típicamente setentista.
Tributa a su formación política original la torsión local que su conducción imprimió sobre el paradigma tradicional de la orden jesuítica, que más allá de la geografía nacional orienta sus prácticas dominantemente hacia los sectores sociales más vulnerables siempre lejos del compromiso estatal.
En nuestro país sin embargo, si bien sin descuidar su vínculo con los sectores vulnerables y como buen cuadro peronista clásico, el ahora Papa Francisco orientó sus desvelos a construir vínculos con y hacia el aparato de estado.
Vínculos que Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner siempre condicionaron, al plantear la primacía de la política por sobre cualquier interés de corporación, la iglesia incluida, supremacía que el entonces Cardenal nunca aceptó.
Sucede que Jorge Bergoglio, al igual que tantos peronistas formados o no en Guardia de Hierro, no se podía pensar ni a él ni a su institución "por fuera" del aparato de estado.
Obturada su búsqueda de un vinculo estatal orgánico, el entonces Cardenal se lanzó a construir la unidad de la oposición y a liderarla , manteniendo una relación radial con amplios sectores que adversaron al oficialismo, en especial en su momento de mayor debilidad político-electoral durante los años 2008 y 2009, unidad opositora sostenida en su firme convicción sobre la posibilidad de organizar lo disperso, otra certeza peronista tradicional: Conducir es conducir el caos.
Si lograba su cometido el Cardenal imaginaba un nuevo vínculo orgánico Iglesia - Estado post crisis, anclado a un nuevo sistema de liderazgo moral en el país , que bien podía orientar a futuro el curso de la acción política, como tantas veces lo ha hecho en la historia la iglesia católica por otra parte.

Falló drásticamente en su cometido político. Sobrevino como marca de la pifia la ley de matrimonio igualitario, “la 125 de Bergoglio”, síntoma específico de ese intento fallido de unificar a la oposición y finalmente llegó el broche de oro a su malograda tarea: La recuperación electoral del FPV en 2011, aún por sobre los niveles de 2007 y la oposición con un grado de dispersión inédito en la historia electoral reciente y sin conducción a la vista.
En su tarea pastoral su efectividad fue controversial. A juzgar por los resultados de laPrimera Encuesta Sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina realizada por investigadores del CONICET bajo la direccion de Fortunato Mallimaci -http://www.conicet.gov.ar/creencias-cultura-y-sociedad-en-argentina/- los resultados son discutibles: El 76,5 % de la población se reconoce católica, pero sólo un tercio de ellos se siente contenido institucionalmente por la Iglesia.
El Cardenal sí desplegó su mayor éxito en la construcción de poder al interior de la jerarquía de la iglesia católica. Si no en la política y con claros y oscuros en el cumplimiento de los objetivos de su tarea pastoral, en la acumulación personalísima de poder interno sí que Jorge Bergoglio fue el mejor. Habemus Papam.
Artemio Lopez

El atroz encanto de ser argentino





por Andrés Benítez -
Que los argentinos tengan figuras tan destacadas (ahora el Papa Francisco) se debe a que tienen un encanto que seduce, entusiasma y logra grandes individualidades.
 EL nuevo Papa sea el primer americano ha impresionado a todo el mundo. A los chilenos, sin embargo, nos llega con más fuerza un solo dato: que es argentino. Para muchos, no se trata de algo grato, porque miramos con mucho recelo a nuestros vecinos. Salvo unos pocos, como un amigo que me dice, “por fin ha quedado claro que son mejores que nosotros”. Bueno, no sé si es así, pero nos guste o no, la verdad es que ellos generan un encanto, algo que nos cuesta entender, en parte porque los vemos como rivales. Pero al final, aunque nunca lo confesemos, también nos gustaría encantar así. Y no sabemos cómo hacerlo.
¿Qué tienen los argentinos? Bueno, aquí tenemos claro lo que no tienen. Nos gusta decir que es un país que se farreó su situación económica. Recordar que eran uno de los 10 más ricos del mundo y que hoy está en la ruina. Y si bien ello es cierto, también lo es que siguen siendo una nación muy rica en individualidades. Personas que, en distintos ámbitos, son destacadas a nivel internacional. El Papa Francisco es un ejemplo más.
Tener individuos destacados es tan importante como tener una sociedad organizada. Es cierto, sin sus compañeros, Messi, probablemente, no sería el mejor jugador de fútbol del mundo. Pero él no es uno más; es el alma, el motor del Barcelona. El que genera la pasión de los hinchas por el equipo y por ello su presencia es fundamental. Porque en el fútbol, como en toda actividad, no basta ganar; también hay que encantar.
Las figuras argentinas no nacen solas, la sociedad las potencia, las adora, llevándolas a estados superiores. Y las defienden cuando caen en desgracia, como a Maradona. Para ellos, todos son los mejores del mundo, cosa que a los chilenos nos revienta, porque nosotros somos exactamente lo contrario: somos chaqueteros. Y si son ganadores, los tiramos para abajo. Como a Pablo Neruda, por ejemplo, que lo ninguneamos. Porque era comunista, dicen algunos. Porque era creído, otros. Y pocos, muy pocos, lo leen. Al final del día, a Neruda le hubiera convenido ser argentino, porque sería un dios, un grande, el mejor.
Algunos dicen que esto tiene que ver con nuestra baja autoestima, que no nos creemos el cuento. Que nos carga ver el éxito ajeno y por eso castigamos al que lo alcanza. ¿A quién le ha ganado? ¿De dónde salió este? ¿Qué se cree? Claro, uno podría decir que los argentinos tienen demasiada autoestima. Pero les resulta, ellos sí se la creen y generan héroes. Y por eso generan personas que llaman la atención en todo el mundo, mientras los chilenos no encantamos a casi nadie. Ni siquiera a nosotros mismos.
Todo este encanto seduce, entusiasma y logra grandes individualidades. Pero también es atroz cuando la sociedad no funciona. Pero la mezcla contraria también es mala. Es cierto, tener una economía ordenada sirve para pagar las cuentas, lo que no es menor. Pero vivir para eso no conmueve a nadie. Porque al final del día, la estabilidad sólo genera el piso sobre el cual podemos construir. Llegar al techo, al límite, requiere de personas notables, distintas, que corren riesgos inesperados, que se creen el cuento. Y esos tipos no sólo mueven las cosas, sino que también generan entusiasmo necesario para que todos avancen. Apostar a ellos es fundamental.

¿Un Vaticano peronista?


Como en el Medioevo, se ha desparramado por el mundo una profusa gestualidad que convierte la política en una nueva hermenéutica, una ciencia de los signos con interpretaciones que se sitúan entre lo cabalístico y las más diversas hechicerías. Nunca como hoy, en plena era de los medios, la política de gestos se establece como arte interpretativo, ya no de la manera en que los viejos cultores de la razón económica analizan la curva de precios, sino el orden simbólico que se puede analizar por el misterioso significado de la curva de desgaste de los sencillos zapatos del Papa, sin hablar de los sillones despojados en que se sienta, del tamaño y la materia de su cruz pectoral y del tiempo que insume viajando en ómnibus para abonar de su propia faltriquera una cuenta impaga de hotel.
Entre las tantas reflexiones surgidas de un arsenal siempre disponible de reacomodamientos humanos, leemos en paredes y escuchamos en comentarios diversos la expresión “el papa peronista”. Por muchas razones está equivocada, pero es tan dificultoso descubrir la raíz del error como perentorio hacerlo. Bergoglio, sin duda, es un habiloso tejedor de lenguajes, donde entre sus glosas sobre las escrituras, siempre un tanto marciales, como corresponde a los hijos del santo capitán Ignacio de Loyola, suelen colarse expresiones barriales. Ya en el Vaticano dijo que si no se camina hacia Jesucristo, abandonando un estado de “ONG piadosa, la religión o el propio Vaticano pierden el rumbo”. Y remató: “Así la cosa no va”. Es el idioma de los argentinos, seguramente con un lejano aire tomado de las jergas del idioma italiano. De algún modo, “así no va la cosa”, parece un latinazgo, pero del barrio de Balvanera, Boedo o de las esquinas de Buenos Aires en donde, según piadosos testigos, se ve a Bergoglio ir a comprar remedios a la farmacia “a sus pobres curitas”.
Vaya, que sea “así la cosa”, o “cosí la cosa”, puede permitir a muchos interpretar que ahora cambiaría todo, que expiraría el largo período de pobreza en el mundo y las grandes casamatas eclesiásticas comenzarían a pensar en su propia conciencia agrietada y a exonerarse a través de una nueva conciencia social. Y hasta en los ensueños más audaces, en un llamado contra el colonialismo. He aquí el Papa que emerge de conglomerados humanos que viven en el barro, que toma mate en los balcones del Vaticano y hará asaditos en parrilladas argentinas cerca de los frescos de Miguel Angel, lo que nadie se animará a criticarle. Algún que otro gol de un equipo argentino, podrá verse inspirado, en la voz de relatores imaginativos, en la vida de este hombre austero. Vaya, vaya, quizá sea così la cosa. Los jesuitas son pintados en Rojo y Negro, de Stendhal, como personajes cuyo pensamiento yacía bajo rostros inescrutables, siendo los proveedores de la máxima condición conspirativa en la Europa moderna, por la necesidad de actuar bajo diversas formas de clandestinidad frente a las acciones que les dirigen las monarquías del siglo XVIII, considerándolos “un Estado dentro del Estado”. Un escrito apócrifo tuvo cierta circulación entre los siglos XVII y XIX, la Monita secreta societatis Jesé, considerado el vademécum de la “conspiración jesuítica” que se abatiría sobre el mundo y que podía ser colocada sobre el bastidor del naciente marxismo. En efecto, los jesuitas fueron tan conspiradores como a otros se les atribuyen feroces conspiraciones contra ellos. Y desde luego fueron víctimas de muchas de ellas. Soldados y clérigos a un tiempo, no se privaban de amenazar a las instituciones monarquistas, imperiales o republicanas durante diversos períodos históricos. A los influjos de estos relatos conspirativos, no siempre injustos contra la Orden más conservadora, pero modernamente militante, no eran ajenos ni Stendhal, ni Eugenio Sue ni Michelet.
No olvidemos que es una orden de cuño militar y que actúa en destacamentos de frontera. Conocemos las famosas “Misiones”, raro y complejo experimento tomado como ejemplo de comunidad utópica por muchos, y por eso mismo condenado por Sarmiento, que tiene a los jesuitas como obsesión permanente, al punto de que una de las consignas de Loyola (“perinde ac cadáver”: disciplinado como un cadáver) es motivo de ridiculización en sus más diversos escritos, y se la dedica polémicamente al pobre Alberdi, que de jesuita no tenía nada. Pero en el índex sarmientino, el poverello Alberdi figura con ese pesaroso mote. Las fronteras del jesuitismo incluyen los confines ideológicos del marxismo. En el siglo XX, es el jesuita Calvet el que escribe un gran libro sobre Marx, también un trabajo, en este caso de calidad, en las fronteras de la ideología. Lo cierto es que la Compañía es una majestuosa interpretación del barroco político, como forma moderna de sujeción de lo popular dentro de grandes intuiciones místicas. Los jesuitas se destacaron con sus traducciones de los idiomas de los pueblos sujetados: son autores de los más importantes diccionarios de traducciones del guaraní al español. Enemigos de los Borbones de España, incluso llegaron a malquistarse con un papa que admitió sus sucesivas expulsiones de sus propias provincias, entidades territoriales diseñadas por ellos según su propia geopolítica universal, lo que les daba un gran poder frente al Vaticano. Aunque en nombre de él se expresaban, sin dejar también de disputarle posiciones.
Leopoldo Lugones, mucho antes de su incursión en un ultramontanismo, igual al que muchos jesuitas compartieron y toleraron luego, escribe en El imperio jesuítico una crítica monumental repleta de grandes análisis de signos y símbolos de la Compañía de Jesús, desde el punto de vista de la autonomía de la república liberal, que no podía permitirse, como tantos ya lo habían dicho, “un Estado dentro del Estado”. Este libro es un antecedente de dos grandes trabajos posteriores, El mito de la nación católica, de Loris Zanatta, y la gran investigación de Horacio Verbitsky sobre la historia política de la Iglesia argentina, cada uno con sus profundas características.
Volvamos a la improvisada noción de “papa peronista”. Además de su equivocada inconsistencia histórica, se priva de considerar las hondas implicancias del nombramiento de Bergoglio y su trabajo sobre los nombres, que no incluyen sólo a Loyola sino al poverello Francisco, que intentó cristianizar a los musulmanes –misión que como se sabe estaba muy lejos de poder ser exitosa incluso para alguien tan pobre y tan hábil–, pero se conservan sus parábolas de Gubbio, donde cristianizó a un viejo lobo y después de otros milagros que sin duda son ajenos a la tradición jesuítica, murió con las señales de las heridas místicas provocadas por el mismo Jesús reaparecido, como signos de su propia crucifixión doliente. La vida de Francisco de Asís, en el santoral, replica la de Jesús. El tema de fondo es la identificación mística con la vida popular, entendida como entramado de leyendas, ante cierta incomprensión de las jerarquías religiosas o políticas.
La mezcla de jesuitismo y franciscanismo que imaginó Bergoglio con sus primeras exhibiciones de “estigmas vivientes” –en este caso no clavos ardientes sino zapatos de uso común, sentarse fuera del trono, no usar mitra– deriva en un debate profundo para nuestro país. Decir “el papa peronista” es una figura alegórica de engañosos resultados en cuanto a esta polémica. Bergoglio, en realidad, viene a cerrar de un modo oscuro los grandes debates de los años ’70, que implicaban distintas interpretaciones sociales, políticas y teológicas. Viene a cerrarlo con rostro conservador y astuto (recordemos que la astucia era la principal virtud que Julien Sorel, el personaje de Stendhal, les atribuía a los jesuitas, con perdón de los otros grandes representantes de la orden intelectual de la Iglesia, que cuenta con insignes escritores e investigadores). Lo cierto es que estaba aún en tensión en estos años de historia nacional la antigua querella entre los sacerdotes tercermundistas que hacían “la opción por los pobres” y la idea de controlar la pobreza con el ingenio militante propio del jesuitismo conservador. Se habría impuesto al fin éste, con rara facilidad, aunque en el misterio, mayor que el de una misa, de la reciente votación vaticana.
Tenemos ahora un papa que bendice a todos “urbi et orbi”, según la ironía del propio Perón, que habría sido superado en estos días por la propia Iglesia, ya en condiciones de bendecir realmente a todo el mundo, desde Lilita Carrió hasta Binner, desde al jugador de fútbol que pone en su camiseta el rostro papal hasta los devotos del “papa peronista”. La broma “todos son peronistas” se convertiría en política real por primera vez en la historia argentina: todos son papistas. Lo que ningún papa del pasado habría logrado con la totalidad de los duques y emperadores del Medioevo. Por el momento, esta fruición incluye a los condenados por crímenes contra la humanidad, y es deseable que por fin Bergoglio, con su nombre o con el otro manto lingüístico casi milenario que se puso, pueda decir qué significan su nombre terrenal y su nombre celestial, haciendo lo que hasta ahora no hizo. Sabemos que no quiere ser una ONG misericordiosa. No sabemos aún si quiere esclarecer el pasado o desea astutamente saldar el conflicto de las décadas pasadas en medio de vaporosas tinieblas, enfundando a las clases populares en un orden místico conservador populista, desviándolas de un destino latinoamericano más justo. En este otro destino, debemos ser insistentes en esto, una latencia cristiana social conviviría dignamente con todas las vetas emancipadoras, con las que también podría redimirse un cristianismo enmohecido, no sólo porque no usó sandalias de pescador.
Ahora, cuando decimos el nombre, como si fuera un pigmento secreto, de Guardia de Hierro, no es ni para distraernos con juicios diferidos hacia una “Orden laica” interna del peronismo, ni usar el fácil exorcismo de los que dicen no olvidar, pero su renuencia a olvidar la ejercen mal. Esta es una cuestión presente y de la que es menester hablar con circunspección. Disuelta esa Orden interna del peronismo, que era un acto de paciente espera mimético en el seno de un orden popular e institucional mayor, quedó como espectro errante su espíritu de centinelas de las “misiones” disciplinadoras. La otra versión evangélica, asociada a diversas insurgencias y a hombres armados, y que supo invocar a la “teología de la liberación”, parecía ser la que se había transfigurado, luego de cuatro décadas, hacia zonas de cambio social más reposadas y viables, como las que en parte proponía el kirchnerismo. Este movimiento acude a nombres como el de Cámpora, cercano a esas teologías de emancipación (entre laicas y místicas) y desconocedor de las teologías políticas más fuertes, muy decisionistas y a la vez poseedoras de nociones más estatistas. Recordemos la idea de “organizaciones libres del pueblo”, de tintes neoderechistas, que moran en los recuerdos de la lengua de Guardia de Hierro y no dejan de evocarse en las homilías de Bergoglio. Son más popularistas que estatistas.
Este debate es como si viniera a cerrarse muchas décadas después, no en la Argentina, sino en el Vaticano. Bergoglio, más allá que haya tenido contactos con aquella disuelta organización y de su dudoso comportamiento en aquellos años, pertenece a esta saga política del “encuadramiento de lo popular” actuando en el “interior” de esquemas estatales o militares, para realizar un nuevo activismo que en este caso, como “organización popular libre”, disputará la dirección de los pueblos que se rigen por un noción no empaquetada de emancipación social. Pueblo organizado libremente, en esta versión, tiene aires de provincia jesuítica y ahora será enigma para vaticanistas. “Caminar hacia Jesucristo, si no la cosa no va”, dijo Bergoglio en su lengua laminada por lo popularesco. Ratzinger era un intelectual más conservador aún, también de dudoso pasado, y que había dicho en su debate con Habermas que “Cristo es la estructura del mundo”. Noción demasiado spinoziana y clausurada, para poder actuar en ese “caminar”, que en Francisco (“llámenme padre Bergoglio”, dice, como podría decir “llámenme Ismael”) se resuelve en un llamado a la militancia más conservadora. Llamarlo “papa peronista” se revela entonces, si no fuera una astucia menor, como un lamentable traspié. No quiere este escrito ser anticlerical, como fácilmente imaginan los vertiginosos publicistas vaticanos, que mal copian a las grandes agencias publicitarias de la globalización, sino desentrañar en la fe de los pueblos y en nuestras propias “creencia en las creencias”, el destino no sólo de la democracia profunda en un país, sino también del alma de las religiones mundiales, que deben despojarse de sus préstamos teológicos a los peores cerrojos políticos que sufren los pueblos del mundo.
* Director de la Biblioteca Nacional, profesor de la UBA.