domingo, 7 de octubre de 2012

El MIT pronosticó el colapso mundial en 2030 y todo indica que acertará

En 1972 el MIT publicó un reporte advirtiendo que, de continuar la creciente tendencia de consumo de recursos planetarios, el sistema financiero colapsaría definitivamente; hoy se comprueba que hemos hecho todo lo necesario para que el pronóstico siga vigente.

The future ain’t is what it used to be?
Hace cuatro décadas, justo en 1972, un grupo de cuatro investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) publicaron un controvertido reporte, “Limits to Growth”, en el cual se auguraba el colapso de la economía mundial para el año 2030. Enlazando una serie de modelos computacionales para analizar la información financiera de aquel tiempo, obtuvieron como resultado que, en caso de que la sociedad mantuviera su tendencia de aumentar el volumen de consumo, el sistema financiero no soportaría más y, paradójicamente, terminaría por consumirse así mismo. 
En su momento el informe fue descalificado por algunos, o asumido como una más de las apocalípticas advertencias que constantemente vienen y van al interior de todo grupo social. Sin embargo hoy, a cuarenta años de la publicación de “Limits to Growth”, la proyección reflejada en este documento parece tener más vigencia, y mayor probabilidad de consumarse, que nunca: hemos acelerado el ritmo de consumo de los recursos naturales y sociales, y el sistema económico denota una vulnerabilidad inédita.








El cúmulo de modelos computacionales que se empleó en su momento, permitió correlacionar una serie de variables que giraban en torno a dos grupos: las diversas facetas del desarrollo “global” y las consecuencias de esta dinámica sobre la Tierra. De acuerdo con esto se incluyeron patrones que reflejaban la cantidad de recursos disponibles, la productividad agrícola, el control poblacional, y la cultura de protección medioambiental, entre otros, y la data resultante se utilizó para predecir el futuro de la humanidad. Sobra decir que el escenario proyectado fue poco alentador.
Algo que llama la atención es que la noción de consumo, precisamente ese estandarte utilizado para supuestamente impulsar, crecer, o reanimar, las economías, es el fenómeno al cual el estudio en cuestión apunta como responsable protagónico del proyectado colapso. Y en este sentido, se revalúan aún más las filosofías existenciales que invitan a la austeridad, o al menos a eludir el frenesí consumista promovido por las grandes corporaciones y los conglomerados mediáticos a su disposición, así como movimientos un tanto más radicales que no solo denuncian al consumo como un modelo de vida nocivo, sino que lo llevan a la práctica –los freegans representan un buen ejemplo de esto último, ya que son personas educadas y con atributos que podrían considerarse como rentables para el actual sistema, y sin embargo prefieren vivir de los deshechos, demostrando así lo absurdo que es el estilo de vida que las masas seguimos. 
Recientemente, a menos de treinta años de que su cumpla el plazo de seis décadas que marcó “Limits to Growth”, un físico australiano, Graham Turner, retomó el reporte y publicó un análisis en la prestigiada publicación periódica Smithsonian Magazine, titulado “Looking Back On the Limits of Grow”. El ejercicio de Turner consistió en una actualización comparativa entre la información que utilizaron los investigadores del MIT, en 1972, y las condiciones actuales. La conclusión fue que las predicciones de ese entonces empalman casi perfectamente con la situación actual, lo cual sugiere que la proyección contenida en el reporte tiene al menso lo doble de probabilidades, al haber transcurrido más de la mitad del plazo, de consumarse. “Hay una clara alarma sonando aquí. Definitivamente no estamos sobre una trayectoria sustentable” declaró Turner. 


Y aunque para muchos de nosotros la conclusión del australiano no es gran novedad, lo cierto es que resulta relevante, al menos como un recordatorio o reafirmación de lo mal que estamos haciendo las cosas, el hecho de que una predicción de carácter fatalista que se hizo pública hace cuarenta años, se haya convertido, tristemente, en un guion de acción que hemos cumplido casi a la perfección. Pero para continuar la secuencia de predicciones resultaría interesante determinar el punto de inflexión de esta tendencia, es decir aquel momento en el que ya será imposible revertir la decadente inercia que hemos forjado gracias a un masivo esfuerzo. Y aunque probablemente confirmaríamos ya nuestro ocaso auto-diseñado, eso podría detonar la conciencia  indispensable para transformar el destino, haciendo gala a aquella máxima que de algún modo remite a la naturaleza cuántica de todas las cosas y que afirma que las profecías se hicieron para invocar una reacción tajante… y así romperse. 

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