jueves, 16 de agosto de 2018

Cenizas de Gloria


Extraer el tumor populista 

*Por Daniel Rosso

Tras escuchar la lectura del fallo, Amado Boudou se abrazó con su abogado, le entregó su celular, sus tarjetas de crédito y algo de dinero y guardó su DNI en el bolsillo, lo único que necesitaba para cruzar la línea imaginaria que lo conducía de la libertad a la reclusión en la cárcel.
El ex vicepresidente preso fue el nuevo golpe simbólico que el gobierno y sus socios estratégicos necesitaban sumar a la ofensiva desplegada con los cuadernos Gloria finalmente incinerados. Un paso decisivo en su proyecto de construcción de un escenario dominado por la agenda anticorrupción.



El gobierno insiste con que es necesario intervenir quirúrgicamente a la Argentina. Según su interpretación, desde hace 70 años, una cultura política caracterizada por la corrupción, la vagancia y los excesos, la inviabiliza y la condena. Con un bisturí diversificado en los estrados judiciales y en los grandes medios hegemónicos planea erradicar esa cultura política para siempre. Se propone eliminar un relato, suprimir un modo de ser. Las democracias exitosas son las que funcionan con un discurso único.

“Tenemos que ponernos a trabajar juntos, hombro con hombro, para que el país pueda salir de una vez por todas de esta historia de crisis recurrentes que nos lastimaron durante 70 años” – aseguró el Presidente el último 9 de julio.
Para Cambiemos y sus socios estratégicos, ha llegado la hora de resolver el “empate hegemónico” entre el liberalismo conservador y las fuerzas nacionales y populares, tal como lo formulara hace años Juan Carlos Portantiero. Para ello –interpretan- una de estas dos culturas políticas debe ser eliminada o marginada.

La “grieta”sólo desaparecerá si una de ellas avanza sobre la totalidad del territorio de la otra. Por eso, el fin de la grieta es una propuesta totalitaria. Es la pos política: el consenso alrededor de un pensamiento único.
.

Hay que extraer el tumor con quimioterapia judicial y mediática. Para ello, la mega operación simbólica en marcha consiste en superponer estructuralmente corrupción y kirchnerismo. Tratan de transformar ambos elementos en una amalgama inescindible. La eliminación de la primera debe suponer necesariamente la erradicación de lo segundo.
Detrás de las denuncias contenidas en los cuadernos Gloria, los raros choferes escribientes y los empresarios colaboracionistas, se ha intensificado una operación política – cultural gigantesca para instaurar un sistema político con dos proyectos similares, con algunos matices entre sí, pero con acuerdos estructurales alrededor del viejo liberalismo conservador: Cambiemos, por un lado, el peronismo “racional”, por el otro.

Esa apuesta pos política sólo puede estructurarse sobre la agenda anticorrupción: porque ésta ocupa el lugar de la política pero disolviéndola en un acuerdo consensual que pone fin a las discusiones entre proyectos enfrentados.
Todos estamos de acuerdo en oponernos a la corrupción. En la versión oficialista, la totalidad de los que cuestionan la corrupción acuerdan con eliminarla erradicando para ello a la cultura populista a la que está inherentemente vinculada. En esa perspectiva, todos coinciden en eliminar esa diferencia. Hay un intento de desempate hegemónico: uno de los proyectos que surcó desde siempre la historia argentina avanza buscando la supresión del otro.

La agenda anticorrupción es el gran escudo simbólico de esa operación. Con el kirchnerismo tras las rejas, se funda la Argentina del consenso, es decir, el país pos político: el colectivo único de los partidarios de la anticorrupciónque logran encarcelar y excluir a los corruptos populistas.
Es esta, además, una de las pocas agendas donde el oficialismo puede aún dialogar con los sectores medios y en la que intenta lentificar la desestructuración de su alianza gubernamental. Es justo lo que necesitaba y es lo que esa trama de jueces, medios hegemónicos y servicios de inteligencia, le han provisto bajo dirección de algunos poderes económicos.

La construcción de simulacros

Jean Baudrillard ya nos prevenía de que una sucesión de simulacros podía suplantar “la realidad”. La mayor destreza simbólica del neoliberalismo es la construcción de simulaciones. Para decirlo rápido: un simulacro es la instalación de una “versión ficcional” como si fuera la realidad única o definitiva. No es nuevo: pero estos simulacros hoy son construidos con sofisticados modos de producción por los cuales las apariencias pierden casi todas sus marcas como apariencias. Casi todas.
A los simulacros se los construye desde el interior de “lo real” y con técnicas en permanente perfeccionamiento. Es un estado superior de la escritura de la historia: no solo se interpretan los hechos, además se los producen para escribirlos.
.

En el caso de los cuadernos, la escritura periodística y judicial interviene sobre una escritura previa, la del ex sargento Centeno, quien intenta reducir los hechos a datos absolutos. Los hechos se los produce cuando se los escribe. Los hechos, en buena medida, son la escritura misma.
Una novedad de este caso es que “la corrupción” es denunciada desde su interior, por el chofer y por los empresarios involucrados. Y se despliega casi totalmente por dentro del sistema periodístico y judicial. No hay, por lo menos públicamente, demasiados actores políticos interviniendo en la denuncia. Es un tipo ideal de lawfare: se desenvuelve casi integralmente a través del accionar de jueces y periodistas.
Por eso, la construcción de la información está muy marcada por las lógicas de los datos puros que son presentados como la realidad misma. Estos, en el positivismo neoliberal, son el punto cero de las interpretaciones. Están fuera de las disputas de sentido. No hay en ellos choque de relatos contrapuestos.

Los datos de los cuadernos son verdades definitivas. Son, en sí mismo y tal como se los presentan, una construcción pos política. Es decir: para el positivismo de Cambiemos, son un adelanto de la verdad única que aspiran alcanzar luego de expulsar a la cultura populista.
El dato es una trinchera del discurso único. Por eso, el gobierno siempre intenta llevar la discusión al territorio de los datos: para ellos, allí hay verdad consensual y no disputa política. En contraposición, el Populismo es la insistente apertura de sentidos en todos los lugares donde el neoliberalismo intenta decretar la clausura. Siempre que hay populismo hay rebelión epistemológica. Si la historia la escriben los que ganan eso quiere decir que hay otra historia.

La escritura del ex sargento

Y hay, en el espectáculo de los cuadernos incinerados, en las cenizas de los Gloria, elementos para la rebelión frente a los datos naturalizados. La escritura del ex sargento pone en escena un enunciador que cambia con el transcurso del tiempo: en un principio es un chofer que contabiliza kilómetros, luego es el conductor de un camión de caudales. Al final, sólo parece que hacen eso: recepción, distribución y acopio de dinero. El texto adquiere la forma repetitiva de un cuento de Bukowski: sólo que en lugar de sexo hay saturación de bolsas con dinero. Lo que se quiere mostrar está expuesto con un exceso desmesurado.
Centeno es un chofer taquígrafo que construye datos de modo automático: ve las bolsas y los bolsos desde afuera y puede contabilizar la cantidad de dólares o pesos que contienen. Es un relator omnisciente: detecta a la velocidad de un golpe de vista la cantidad exacta de billetes que suben a su Toyota Corolla.
.

Escribe: 1.000.000 (un millón de dólares), 500.000 (quinientos mil dólares) y así. En un texto lleno de aclaraciones, Centeno demuestra todo el tiempo vocación pedagógica. Le preocupa que su lector entienda. Ese otro que lee está permanentemente presente en el escrito: le dice, “dejo aclarado”, “tengo también que asentar” y otras frases por el estilo.

Entonces: le escribe a alguien que permanece oculto. En ese mismo sentido, hay una búsqueda permanente de la precisión del dato. Por momentos toma la forma de una declaración testimonial: casi como si escribiera un texto especialmente preparado para el sistema judicial y periodístico.
El mismo escrito es complementado con “pruebas”. “Acompaño el ticket del estacionamiento del 03 del operativo” o “acompaño el ticket del estacionamiento”. El chofer es un migrante entre géneros: diario, relato de viaje, declaración testimonial, crónica, etc. Se mueve entre ellos con la ductilidad de un escritor experimentado.

Pero sus datos, transformados en “realidad definitiva” por el positivismo periodístico y judicial hegemónico, contienen varia inconsistencias. El primero: son pruebas que no han podido probarse, es decir, fueron utilizadas como pruebas pero sin que hayan sido corroboradas como tales.
.

Por eso, el origen del proceso judicial que se inició con más de una decena de detenciones, está sostenido en el vació. Jueces y periodistas se atrincheran en los datos pero los datos no pueden demostrarse. Lo que queda de los cuadernos Gloria son cenizas.
Por lo cual, no hay ninguna razón para descartar que sea un simulacro. Es decir, un texto ficcional preparado para que funcione como real.

El segundo: la escritura está dirigida a un lector ausente pero muy presente en los textos. Tercero: la escritura eslabona datos y datos muy funcionales a la lógica de los sistemas judiciales y periodísticos donde se instaló la denuncia. Cuarto: la existencia de imprecisiones notables entre la cantidad de dinero que el chofer decía que había en las bolsas y lo que afirmaron los empresarios “arrepentidos”.
El primo presidencial, el príncipe de la obra pública, Ángelo Calcaterra, premiado con dos entrevistas a páginas completas en Clarín y La Nación, respondió ante la pregunta por los números de los cuadernos: “las cifras que se dicen son disparatadas”. Quinto: la falta de explicaciones acerca de los móviles que llevaron a Centeno a esa escritura sistemática. Sexto: la enorme funcionalidad que tiene para el gobierno la reinstalación global de la agenda anticorrupción, tanto para desplazar de la escena los temas críticos como para retomar la ofensiva en su intento estructural de erradicar la cultura política kirchnerista.

La estrategia de la ternura

La producción de simulacros eslabona datos reales con ficcionales para construir “relatos verdaderos”. Los medios hegemónicos juegan un rol estratégico en esas construcciones. Se han dotado de un manual de traducción instantáneo de las palabras políticas. Por ejemplo, donde los empresarios “arrepentidos” declaran “aportes de campaña” ellos traducen “coimas o sobornos”.
Así autonomizan un lenguaje con el que construyen la grieta pos política: entre los corruptos y los honestos. Intentan modelar el mundo emocional de los argentinos y argentinas mediante la estrategia de la ternura: un guión en el que de un lado están los apretadores, corruptos y bandidos a los que es necesario excluir y, del otro, ellos, los argentinos buenos, sensibles, tiernos y honestos. Todo bajo la dirección del proyecto liberal conservador que busca el desempate hegemónico.

* Daniel Rosso / sociólogo, periodista y analista de medios

No hay comentarios: